El 3 de junio, junto con el doctor Ricardo Basílico, juez de Cámara por ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 y profesor titular de Derecho Penal de la Universidad de Belgrano, mediante el amigable auspicio de esa alta casa de estudio, el cual comulgó con el de la Editorial Cathedra Jurídica, celebramos por canales informáticos el seminario “Delitos de género”.
Moderado por la doctora Sabrina Castro, conspicua docente de la aludida institución educativa y con una intervención multilateral de diversos profesionales de sendas disciplinas y provincias, se hizo hincapié en el incremento de violencia sexista verificado al compás del “aislamiento social previsto y obligatorio”.
La OMS confirmó que, si el confinamiento continúa, en los próximos seis meses se producirán 31 millones de casos de violencia contra mujeres en todo el mundo. En el ámbito nacional, el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad reconoció que las denuncias en comisarías y tribunales por violencia de género se incrementaron en un 40 por ciento sólo durante el primer mes de la cuarentena obligatoria. Los llamados a la línea de ayuda 144 también aumentaron en ese mismo porcentaje.
Violencia de género, Justicia y el día después
Durante ese segmento, además, se elevaron un 20 por ciento los llamados a la línea 137 del Ministerio de Justicia cuya titular, la doctora Marcela Losardo, entre las prolíficas actividades que desempeña, no descuida su atenta mirada a las cuestiones de género.
En su último informe, el Observatorio de Femicidios de la Defensoría del Pueblo de la Nación reveló que las provincias que registraron mayor cantidad de casos fueron Buenos Aires con 35 (incluyendo 2 en la ciudad de Buenos Aires), Santa Fe con 12, Tucumán con 7, Córdoba y Santa Cruz con 6 casos, respectivamente, Misiones con 5 y Jujuy con 4 casos.
No es de la cuestión extenderme en estadísticas y proyecciones.Sólo quiero señalar que la violencia y la inferioridad de la mujer colisionan con la democracia. El orden físico y la preeminencia fisiológica del hombre impusieron un orden social que excluyó a las mujeres de las tareas más nobles, las condujo hacia las inferiores, les atribuyó tareas mezquinas o se aprovechó de las que realizan en función de su condición biológica.
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Bourdieu le da fisonomía propia al tema en su emblemático libro “La dominación masculina”, en el que explica que ha habido una cooperación implícita o explícita en este proceso: los dominados aplican a las relaciones de dominación una categoría construida que hace aparecer a esta relación de mando y obediencia como natural. La lógica de la dominación masculina y de la sumisión femenina responde a un esquema de impetuosidad y de espontaneidad. Se verifica en el orden social que se ejerce sobre las mujeres.
Combatir la inferioridad respecto de la mujer es -como dice la profesora Larrauri en su ensayo “Mujeres y sistema penal”- dar pelea a la posibilidad de que toda mujer se aleje de tener que soportar malos tratos.
Es un compromiso, un desafío o una empresa común de todos, hombres y mujeres, encolumnarnos hacia la eliminación de cualquier forma de discriminación de la mujer. La violencia contra ellas es una cuestión de derechos humanos. En condiciones de asepsia política, infiero que su erradicación puede ser uno de los puentes que nos convoque, que nos una y que sea la panoplia o uno de los puntos fundamentes para erradicar las grietas, las divisiones o los enfrentamientos que innegablemente atraviesan a nuestra sociedad actual, con independencia de quienes las hayan creado, mantenido o se beneficien con ellas.
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En épocas de COVID-19 se ha acudido albrocardo “aplanar la curva”, utilizado correctamente por los epidemiólogos para explicar la necesidad de revalorizar la cuarentena y reivindicar la visión sanitaria.Pero ésta debe ser sopesada, a manera de conjunto, con “otras curvas” que describen cómo el derrumbe de la actividad económica debe ser auxiliado, para no colocarle el sudario a sectores enteros, y exigen no detener la lucha contra la violencia de género.
Esa lucha, por su ontología, seguramente será lenta, sostenida en el tiempo y con una prolífica familia de interacciones, la cual debe desembocar en una verdadera política anidada desde el interior del Estado, con independencia del gobierno de turno, para que las generaciones futuras cosechen esa siembra.
Estimar que, de la noche a la mañana, se puede conducir hacia el sarcófago al patriarcado no sólo se desliza, como diría Borges, por jardines de senderos que se bifurcan, sino que, además, se sostiene en una alternativa lógicamente falaz.
El teólogo alemán Romano Guardini sostenía que el tiempo prevalece sobre el espacio.Destacamos, una vez más, que los cambios sociales y culturales se dan en procesos que demandan tiempos que nos trascienden.
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La naturaleza es más sabia de lo que se cree.Poco a poco lo perdemos todo, a los familiares, a los amigos y, por nuestra propia esencia, estamos sólo en tránsito por la vida terrena.
Por ello, no deben decaer, en épocas de COVID-19, todos los estandartes que empavesan las políticas de género.La inversión de hoy, con una visión de largo plazo, será una recompensa cuyos frutos recogerán nuestros hijos o nietos. El tiempo no lo podemos someter, pero sí está en nuestras manos perseverar unidos los objetivos del bien común para las generaciones venideras: la guerra que hoy libramos contra este enemigo disfuncional, etéreo e inorgánico no debe consagrar la impunidad de los delitos de género.
* Juez de Cámara, en el Poder Judicial de la Nación, por ante el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional N° 4, profesor de Derecho Penal de la Universidad de Belgrano, y especialista en violencia familiar.