OPINIóN
Crisis política I

La voluntad del pueblo

Los últimos acontecimientos invitan a pensar de qué hablamos cuando aludimos a la voluntad popular, que no surge de tal o cual condición social o vanguardia, sino de la argumentación o deliberación, algo que no parece estar a la orden del día.

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Calles. La autonomía y centralidad de la ciudadanía contemporánea se amplía, favorecida por la diversidad de actores en el espacio público. | afp/cedoc

Como se sabe, en un régimen democrático el ejercicio del poder político legítimo se deriva de la expresión de la voluntad popular, pero ella es disputada por actores adversarios entre si, que se reclaman interpretes de esa voluntad ya se hallen en el gobierno o en la oposición. Es decir, admiten los unos y los otros que la rivalidad no tiene un momento de clausura, que la política persiste porque la voluntad popular no tiene un depositario definitivo. En nuestro tiempo, la legitimidad de los gobiernos se deriva del pronunciamiento electoral, pero la novedad en este siglo XXI es que lo que convenimos aludir como ciudadanos tienen cada vez menos identificaciones permanentes con tal o cual fuerza política. Los electorados incluyen grupos, con frecuencia minoritarios de pertenencia ideológica definida, y una mayoría creciente en cambio fluctúa en sus preferencias especificas, aunque en parte persista en afinidades genéricas provenientes de las tradiciones partidarias que remontan al pasado.

Los de abajo. Cuando Pierre Rosanvallon (“Le peuple introuvable”) se refería al “pueblo inhallable” señalaba que ese término remite a un no sujeto que es evocado sin adquirir presencia plena. Por pueblo se alude a los de abajo, o mas generalmente a quienes no están en el poder, pero esa vastedad no abandona su diversidad sino circunstancialmente. Precisamente los actores políticos procuran una identificación proponiendo sentido a demandas, carencias y horizontes de vida emergentes y así dando vida, si lo logran, a un conglomerado para representar. Y también los grupos corporativos variados pueden reclamarse como parte del pueblo. En todo caso lo propio de la democracia, acentuado en los tiempos actuales, es la disputa por la constitución de un pueblo electorado y en tanto persista la democracia una mayoría electoral no es sino la expresión de una parte de los ciudadanos.

En Argentina la existencia de una grieta ha sido la ilustración de esta disputa llevada a grados de conflictividad resultante de lo inasible de la simpatía ciudadana y del anclaje de los contendientes en un antagonismo próximo a la relación amigo/enemigo.  Sin embargo, la autonomía y centralidad de la ciudadanía contemporánea se amplía, favorecida por la diversidad de actores en el espacio público y  la gravitación de las nuevas tecnologías de la comunicación que habilitan un ámbito, el de las redes sociales y otros sitios de Internet, en donde se esbozan vínculos horizontales persistentes aún si aparecen liderazgos esporádicos, generando  ideas e imágenes incontrolables para los agentes tradicionales de la comunicación y para el poder político.

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En nuestro país la existencia de dos coaliciones políticas en metamorfosis es paralela al fraccionamiento político en su seno y la proliferación de terceras fuerzas significativas. El resultado de las elecciones primarias ha ilustrado la diversidad tanto en el Frente de Todos como en las diversas oposiciones emergentes y en la principal de ellas (Juntos por el Cambio en algunos distritos y Juntos en otros). 

Derrota. La reciente derrota del oficialismo ha sido de una magnitud mayor a la que experimentó esa coalición en sus configuraciones del pasado, llevando a los triunfadores en la disputa presidencial de 2019 a casi la mitad de los votos de ese entonces; a una minoría de un tercio del electorado del que se pronunció en 2021, y provocando una confrontación en su seno que hace incierto su futuro coalicional. Ello apareja consecuencias en la legitimidad de los gobernantes, tal como sucede en muchas de las democracias contemporáneas,  las elecciones intermedias no privan de legalidad a los gobernantes, pero ponen en cuestión y condicionan sus políticas. El advenimiento de las democracias continuas al que asistimos conlleva la expresión ciudadana no solo en las elecciones intermedias y en encuestas, sino también en protestas, manifestaciones y hasta estallidos, y de hecho los gobernantes procuran recuperar legitimidad sobre todo a la hora de las grandes decisiones, pues el veto ciudadano es potencialmente posible y el estado de la opinión es un alerta para poder gobernar. En la Argentina la coalición gobernante se halla particularmente afectada pues en ella coexisten el Presidente Alberto Fernández, llevado a la candidatura por la actual vicepresidente Cristina  Kirchner, quien siendo la líder de popularidad con mas electorado, se hallaba paradójicamente afectada por índices de impopularidad que la inhibían para prevalecer en las elecciones si ella no contaba con el concurso y visibilidad como Presidente de un candidato que se configuró, mas bien reconfiguró,  como afín a la democracia liberal.

Alberto y Cristina. A la hora de la derrota en las urnas para las elecciones primarias, el domingo 12 de septiembre, la tensión prexistente acentuada por el fracaso llevó a la presidenta a impulsar el retiro del gobierno de los ministros que le eran adictos (renuncia no indeclinable) y, ulteriormente, ante la relativa indiferencia del Presidente hizo pública una carta manifestando que Alberto Fernández no cumplía con el compromiso de atender a la voluntad popular y que los resultados electorales adversos resultaban de haber ignorado sus advertencias y requerimientos de políticas distributivas que ella había formulado y no habían sido escuchados. Habiendo de ese modo incrementado la confrontación concluía que esperaba que el presidente retornara al respeto de la voluntad popular: “Cuando tomé la decisión, y lo hago en primera persona porque realmente fue así, de proponer a Alberto Fernández como candidato a Presidente de todos los argentinos y las argentinas, lo hice con la convicción de que era lo mejor para mi Patria. Solo le pido al Presidente que honre aquella decisión… pero por sobre todas las cosas, tomando sus palabras y convicciones también, lo que es mas importante que nada: que honre la voluntad del pueblo argentino”. 

¿A qué se refiere Cristina Kirchner al reclamar que se honre la voluntad del pueblo? ¿A que se adecue el rumbo al descontento expresado en el voto opositor? No. Debe entenderse que se refiere al pueblo imaginario conformado por quienes votaron por el oficialismo y quienes cambiando sus preferencias de la elección precedente no lo han hecho y deben ser recuperados. Una presunta parte del pueblo a la que no pertenecen los votantes opositores.

La vicepresidenta es afín a la concepción personalista extrema, según la cual el líder no representa, sino que encarna al pueblo más allá de los vaivenes electorales; es su voz y su acción. En otras sociedades esta concepción de liderazgo encarnado, de absorción del pueblo en el líder ha llevado a regímenes autocráticos que transgredieron elecciones libres y expandieron su control de las instituciones públicas y estatales.

Rechazo. El resultado de las urnas es la expresión de una diversidad de pronunciamientos de negatividad (rechazo al gobierno o a un adversario), como sucede con frecuencia en las elecciones contemporáneas. Las criticas al estancamiento de la economía, y la valoración negativa de las medidas sanitarias, de las cuarentenas y de la tardía adquisición de vacunas se expresaron en pronunciamientos electorales diferenciados, pero convergentes en la critica severa. Debe incluirse en ese voto negativo a quienes predican contra el sistema mismo desde perspectivas diversas. Pero los destinatarios del rechazo han sido los principales líderes oficialistas, la vicepresidenta, el presidente de la Cámara de Diputados y, por cierto, el Presidente. Y ello es así pues la gobernante es una coalición acordada por lideres diferenciados que condujo a un gobierno parcialmente bicéfalo y al predominio en el Congreso. 

La vicepresidenta, en la carta que endilga responsabilidad al presidente, ignora que el aludido proviene de otra fracción que en el pasado le era hostil y sostiene que el incumplimiento al que alude remite a una voluntad popular de la que ella seria la depositaria. Formula en primer término un reproche de desobediencia. Y la expectativa de que retorne a esa voluntad popular invocada, supone considerar que el resultado de las urnas es irrelevante.

Oposición. Emergieron o se expandieron nuevas oposiciones sobre todo en los grandes distritos. La izquierda tradicional incrementó su caudal electoral y probablemente su representación parlamentaria. Libertarios y afines se instalaron en Buenos Aires Capital y provincia. 

La principal oposición, Juntos por el cambio o Juntos, según los distritos, ha experimentado una metamorfosis que le permitió eludir el debate sobre su gobierno en tiempos del Presidente Macri. En muchos distritos en las primarias de Juntos hubo una competencia interna: en la ciudad de Buenos Aires incluyó a liberales pro mercado, y en varios distritos a radicales de nuevo cuño que se diferencian con posiciones progresistas. Esta diversidad de listas y de liderazgos locales de variada sensibilidad plantea para esa oposición el dilema de cómo llevar una campaña coherente y propositiva y al mismo tiempo contener al electorado de las opciones diferenciadas que compitieron en las primarias.

Pese a que la crisis del oficialismo brindaría, según su desenlace, una oportunidad para establecer alguna relación cooperativa propositiva, es probable que la diversidad existente en la principal oposición favorezca una campaña muy critica en la perspectiva de unificar y lograr la repetición o ampliación del éxito en las primarias concitando principalmente el voto negativo y la expectativa de contar con mayoría o equilibrio en el Congreso.

Confianza. El escenario descripto invita a concluir con el tema de la instauración de la confianza en los representantes políticos. Ello requeriría que se expandiera la argumentación y la deliberación, lo que no parece estar a la orden del día. Y es ahí en una deliberación no tan solo en las elites o los cenáculos, sino entre los ciudadanos interesados e involucrados que puede aludirse a la voluntad popular. Esta no emerge de tal o cual condición social o vanguardia sino de la deliberación.

*Investigador del Conicet. 

Profesor consulto de la UBA.