OPINIóN
A 38 años de Malvinas

Jeremy Moore: en la guerra mi enemigo, pero con el más alto respeto

Con el grado de general, él era el comandante de las fuerzas terrestres británicas y había sido convocado desde su retiro. En ese entonces yo era un desconocido teniente coronel, jefe del Grupo de Artillería 3.

Jeremy Moore y Martín Balza
Jeremy Moore y Martín Balza | CEDOC

A fines de 1996, en mi carácter de Jefe del Ejército Argentino, finalicé una visita oficial al Reino Unido invitado por las más altas autoridades castrenses británicas. Al término de la misma, el 2 de noviembre, y al margen de todo protocolo recibí en el hotel Berkeley de Londres al general victorioso del conflicto de Malvinas, sir Jeremy Moore. Antes de ese encuentro, habíamos mantenido un intercambio epistolar –de distinto tono– pero siempre considerado y respetuoso. En horas de la mañana, a su arribo, lo esperé en la puerta del hotel mientras el general descendía de un típico taxi londinense. Hasta ese día tenía de él la imagen fotográfica y televisiva de un general despeinado, con huellas de la fatiga del combate y con su uniforme mimetizado embarrado, en contraste con el general Mario B. Menéndez quien, el 14 de junio de junio de 1982, habiendo firmado la rendición en Puerto Argentino, lucía impecable, aparentemente descansado y usando algunas prendas civiles en su uniforme.

En esta oportunidad en Londres, Moore vestía un traje negro con rayas blancas, camisa con rayas blancas y azules, portaba el clásico paraguas inglés y lucía en el ojal de su saco la poppy, el pin de una especial amapola emblema de la Legión Británica que constituye la mayor organización de caridad y apoyo del Reino Unido para veteranos de todas las guerras. Era la primera vez que lo veía personalmente. En la guerra, con el grado de general, él era el comandante de las fuerzas terrestres británicas y había sido convocado desde su retiro. En ese entonces yo era un desconocido teniente coronel, jefe del Grupo de Artillería 3.

 

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Balza Martin 20200708

 

 

Catorce años más tarde me impactó por su modestia, su franqueza y su serenidad. Bebimos té y conversamos distendidamente durante casi una hora, recordando acciones vividas en las islas. Sus conceptos eran los de un militar con el que la política y la guerra nos llevaron a enfrentarnos. No obviamos hablar sobre decisiones tomadas por ambos bandos, errores cometidos, valor de los soldados, la humanidad que se ve afectada en la guerra y algunas anécdotas graciosas. Yo nunca había tenido la oportunidad de hacerlo con ninguno de los altos mandos argentinos. Trataré de sintetizar lo expresado y conservar el tono de prudencia que mantuvimos en nuestra distendida charla.

Como excelente profesional, Moore era un estudioso de la historia militar, conocía y aborrecía la guerra, y coincidimos en ello. Le había sorprendido que hubiéramos combatido hasta el final en una situación desfavorable.Yo le recordé que lo hicimos por un sentimiento, no por el gobierno militar de la dictadura de entonces, y que sobre el comportamiento de nuestros soldados dos autores británicos expresaron que: “Los cuentos sobre un ejército fascista (sic) argentino cometiendo monstruosidades no tenían fundamento” (Max Hasting y Samuel Jenkins – La Batalla por las Malvinas – Ed. EMECE). Reconoció que, como en toda guerra, se cometieron errores, ellos al realizar un innecesario y costoso desembarco en Bahía Agradable (Bluff Cove), y para él los nuestros –que compartí— fueron: haber cedido totalmente el control del mar, optar por atacar durante el desembarco a los buques escoltas y a las fragatas en lugar de a las naves transportes de tropas, creer que no vendrían o que tendrían limitaciones en los abastecimientos e ir al combate con un importante número de soldados con escasa instrucción a enfrentar a un ejército profesional. No hizo alusión a la edad de los soldados, sino al adiestramiento, pues ellos tenían muchos soldados más jóvenes que los nuestros. Reconoció que en el ataque final enfrentó a una excelente unidad, el Batallón de Infantería de Marina 5 (BIM 5), y a una dura artillería.

Un arriesgado rescate en el mar que nos mantuvo en vilo

Risueñamente, contó que en uno de sus desplazamientos hacia Puerto Argentino (él se refirió a Port Stanley) su Sección de Seguridad se dispersó en una zona mayor a la normal, y cuando interrogó al jefe de sección sobre ese extraño proceder recibió como respuesta: “Sorry,sir, butyoumust be a jins” (Disculpe, señor, pero usted debe ser un yetatore); aduciendo que se comentaba que su presencia en el frente de combate atraía los proyectiles de la artillería argentina. Le respondí que me alegraba de que no se hubiera concretado y ahora poder conversar con él en Londres.

No obvió comentarme, también risueñamente, que antes del desembarco su oficial de Inteligencia le había proporcionado un informe equivocado sobre el jefe de las fuerzas argentinas en las islas, de apellido Menéndez, pero que ese estaba retirado y con acusaciones sobre la comisión de delitos contra los derechos humanos; se refería a Luciano B. Menéndez, primo de Mario B. Menéndez, el de Malvinas.

Un desconocido y breve enfrentamiento entre tropas Comandos

Confirmó que los nepalíes, los famosos Gurkas, nunca entraron en combate, que el objetivo de ellos era el monte William, pero cuando llegaron los efectivos del BIM 5 que lo ocupaban, ya se habían replegado; sin embargo sufrieron bajas por el fuego de nuestra artillería. Elogió con sinceridad la capacidad de muchos soldados argentinos, lo que aprecié como un gesto hacia mí, pero resaltó también el valor y el profesionalismo de nuestros pilotos. Le expresé que pudimos apreciar la calidad humana y el alto nivel profesional de los soldados británicos. En ningún momento abordamos, ni siquiera tangencialmente, temas relacionados con la política ni con la soberanía de las islas; seguramente no nos hubiéramos puesto de acuerdo. Destacamos como superación del conflicto el intercambio de oficiales entre nuestros ejércitos y, fundamentalmente, el hecho de que desde 1993 estábamos participando juntos en una misión de Mantenimiento de la Paz, en el marco de las Naciones Unidas en Chipre (esta misión se mantiene actualmente).

Finalmente, le agradecí su esquela manuscrita y en inglés que me había enviado el 11 de junio de 1992 con motivo de la muerte de dos suboficiales en un accidente en Croacia, mientras participaban en una misión de paz. Entre otros términos, expresaba: “Estimado general Balza (…) Deseo expresarle a usted y a su Ejército mis condolencias por las pérdidas sufridas por ustedes durante las operaciones en apoyo a las Naciones Unidas en la ex Yugoeslavia (…) Es uno de los penosos riesgos de ser soldados. A menudo me ha parecido que estas tragedias tan frecuentemente parecen cernirse sobre nuestros esfuerzos (…) Junto con mis condolencias quiero desearle mucha suerte. Lo saludo atentamente. Jeremy Moore”. Recibimos muy pocas muestras similares de nuestros compatriotas.

El impacto del Exocet en el Crucero Glamorgan

Nuestro encuentro finalizó con un cordial apretón de manos. Previamente y como recuerdo de su visita, yo le había obsequiado un puñal de los que usan nuestras tropas de montaña. El general subió a un taxi y se alejó por las calles londinenses. Mi recuerdo de él es el de un digno, valiente y excelente profesional. A fines del conflicto de Malvinas se acogió a un austero y merecido retiro. Falleció el 15 de septiembre de 2007, a los 79 años. Acorde con el sobrio protocolo del ejército británico, no se le rindieron honores militares.


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*Ex Jefe del Ejército Argentino. Veterano de la Guerra de Malvinas y ex Embajador en Colombia y Costa Rica.