La tecnología llegó, entre otras cosas para democratizar las oportunidades. Y aunque suene un poco utópico, la realidad es que los medios tecnológicos que hoy utilizamos nos acortan distancias físicas, nos ahorran dinero, nos hacen la cotidianeidad más accesible y principalmente rompen con mitos de viejas culturas estructurales.
Hoy vemos que hay jóvenes, incluso en tramos de formación secundaria, que logran generar emprendimientos gracias a la tecnología. Esta industria no requiere de grandes inversiones previas, ni de condiciones relacionadas según el sector social, ni demás viejas demandas a la hora de emprender, sino de un potencial creativo, persistencia, esfuerzo y una fuerte convicción de trabajo. En talleres, en clubes para emprendimientos, en los centros barriales, y en sus propias casas, quienes tengan el acceso a internet y a un dispositivo ya tienen gran parte del trabajo a su disposición. Este panorama nos hace creer que la industria digital es potencialmente igualitaria. Pero no ocurre al cien por cien.
Aún hoy el mundo tecnológico es un ámbito con poca participación de mujeres. Esa es una deuda para los que formamos parte de la matriz productiva tecnológica. Debemos tener en agenda permanente este tema que necesita además de una participación activa de parte de todos los sectores de la sociedad.
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Pero hablemos con datos para visibilizar la situación. La organización Chicas en Tecnología, que nació en Argentina con la finalidad de trabajar en pos de la igualdad de género en las industrias tecnológicas, elaboró un informe al respecto. El documento Menos mitos, más datos fue presentado durante el 2019 junto al Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe y el BID y es el primer estudio que pone en evidencia la brecha de género que existe en torno a la formación y carreras profesionales en ciencia y tecnología.
Simplemente en el uso de herramientas tecnológicas, de los millennials que nacimos entre 1980 y el 2000, el estudio demuestra que las mujeres utilizan menos la tecnología en los ámbitos de trabajo a diferencia de los varones. Se observa también que casi un 65% de los varones tiene computadora portátil, contra un 35% de mujeres. Además, un 47% de varones en América Latina posee un smartphone mientras que el público femenino representa casi un 10% menos.
Pero la diferencia no existe solo en la condición de usuarios, sino también en el ámbito empresarial. El estudio realizado alcanzó a 300 empresas en Argentina y revela que el porcentaje de mujeres que posee títulos académicos en tecnología, ingeniería y matemáticas es bajo en todas los casos (30%). Pero la situación, incluso, se remonta a los pasos previos: la formación universitaria.
Es que luego de 1980 el número de chicas que se inscribieron en este tipo de carreras comenzó a decaer. Para el año 2010 entre 11 y 15% de mujeres seguían carreras tecnológicas en la Argentina y los Estados Unidos. En el sistema de educación superior universitaria persiste una brecha de género tanto al inicio como en el egreso de las estudiantes de las disciplinas de ciencia y tecnología. Al momento las mujeres sólo representan un 33% en estas ramas formativas tanto en ámbito de universidades de gestión pública como privada (67% varones). En el caso de las disciplinas con titulación en Ingeniería, la proporción de las mujeres es del 23% y la de los varones alcanza al 77%, mientras que en el caso de las disciplinas con titulación en Licenciatura la relación es de 45% a 55% respectivamente.
Ante este panorama formativo el futuro próximo de la participación de mujeres dentro de las empresas tecnológicas continuará siendo bajo. Este dato surge porque entre este año y el 2021 se estima que habrá una demanda de 1,4 millones de empleos en tecnología y sólo el 29% de los graduados universitarios estarán calificados para cubrirlo.
La ausencia de mujeres también es impactante en el mundo de las startups, especialmente en América Latina y el Caribe que sigue siendo notoria aunque en los últimos años se han logrado avances de relevancia. Diversos análisis reflejan, por ejemplo, que en Silicon Valley las mujeres representan solo el 23% de los cargos en las empresas con menos de 100 empleados, y que en las 10 empresas tecnológicas más importantes del área éstas ocupan solo un 18,3% de los cargos tecnológicos.
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En América Latina los porcentajes no se alejan, aunque hay excepciones a destacar. Por ejemplo, según un estudio de la Fundación BBVA el 38% de los microemprendedores de Chile son mujeres. Es decir de un total de casi 2 millones de emprendedores en el país, más de 700.000 representan al género femenino. Por otra parte según la octava Conferencia anual de la Red de Mujeres Emprendedoras convocada por Dell, de entre las 50 mejores ciudades del mundo para que las mujeres puedan emprender, solo cuatro de son de América Latina: Sao Paulo, Lima, Guadalajara y Ciudad de México.
En Argentina la nueva Ley de Economía del Conocimiento, que viene a reemplazar la exitosa Ley de Software, tiene una mirada inclusiva en este aspecto. Busca, dentro de sus objetivos, beneficiar a las empresas que contraten mujeres, y está lejos de ser una norma condescendiente. Es más bien una política pública de las que se necesitan para que la tecnología sea factor democratizador cada día un poco más.
El desafío transversal de una sociedad más igualitaria no nos es ajeno a quienes desarrollamos la industria digital en este país. Argentina es de los países más ricos en materia intelectual y creativa y en eso no hay discriminación de sexos. Los softwares no diferencian entre varones y mujeres, son técnicos y están hechos para el servicio de una comunidad dinámica y productiva. La tecnología humaniza procesos porque está presente para paliar necesidades de todos y todas. Entonces, que la realidad cambie es responsabilidad de todos los actores sociales. Las oportunidades se encuentran a un tap de distancia y con ello también la construcción de una sociedad más inclusiva y paritaria.
* El autor tiene 27 años, es ingeniero industrial, profesor en ITBA y cofundador de la billetera virtual TAP.