El presidente argentino es previsor. Alberto Fernández fue uno de los primeros líderes mundiales en establecer la cuarentena obligatoria en prevención del COVID 19.
Sin duda el desequilibrio catastrófico de la economía genera efectos destructivos sobre el país, pero desde luego lo primero es preservar la vida y por ese camino está transitando Argentina.
Así como la economía se desbarranca por un peligroso tobogán, otras cuestiones ponen riesgos significativos sobre la población. Nadie parece mirar hacia cuestiones como la energía y las telecomunicaciones.
Coronavirus: la innovación y la empatía como resguardo
Es natural que el Presidente apunte a los aspectos esenciales de la situación, como en este caso la salud de cada uno de nosotros.
Pero el Gobierno Nacional, no es solo el presidente, también lo son sus ministros, secretarios y la legión de funcionarios que acompañan. Tienen la obligación de mirar el inestable y delicado tablero del Estado para que todo funcione adecuadamente y no se produzcan situaciones desequilibrantes que atadas al coronavirus puedan generar daños aún mayores.
En el caso particular de las telecomunicaciones, para que no ocurra ninguna catástrofe, debe ser tema de agenda de los gobernantes.
Hace poco vimos que por falta de prevención, el éxito de la cuarentena casi se derrumba, cuando los jubilados se volcaron a los bancos agolpándose para buscar su dinero. Un error o una ineficacia que podría haber costado muy cara.
Se presentó ante la opinión pública un acuerdo entre operadores y el Estado por el intercambio de tráfico de Internet. Una medida preventiva respecto al funcionamiento de Internet quizás como idea de algún funcionario previsor. Sin embargo, aunque la medida fue un buen principio, la cuestión no se debe agotar en esa instancia.
Refutación de la refutación: lo que nos enseña día a día el coronavirus
Desde el Consejo Profesional de la Ingeniería, hemos insistido que el Estado debería intervenir solicitando a las empresas Planes de Contingencia respecto a una potencial caída de Internet. Una posición que nadie se animó a rebatir abiertamente pero que indirectamente varios trataron de descalificar. Y al mismo tiempo señalamos que es “hora de democratizar el acceso a la comunicación de los habitantes en estado de mayor vulnerabilidad".
Nadie puede desmentir que el tráfico de Internet en sus distintas aplicaciones aumentó considerablemente y alguno se animó a decir que ese aumento está en el orden del 30 % por arriba del tráfico en condiciones normales y reclamaron un uso racional de Internet mirando más al usuario que a las empresas y operadores.
Por las dudas que algo ocurriera, más fácil echar culpas al usuario que al prestador o en todo caso al Estado.
Muchos se golpearon el pecho y las empresas abrieron aún más sus grifos para sostener la demanda creciente, y con grato asombro hemos visto que Internet en las grandes ciudades funciono mejor que nunca.
Pandemia y oportunidades, o riesgos "positivos"
Muy distinto fue en zonas y localidades periféricas en que el tráfico saturó las pequeñas redes y el ancho de Banda no les alcanzó para tener un servicio aceptable. Incluso debemos saber que antes del COVID 19 y la cuarentena,cerca del 80 % de la población en Argentina accedía a Internet, con una salvedad, que en las zonas más pobres o alejadas de las grandes poblaciones, la calidad no es la misma que en la Ciudad de Buenos Aires o en las capitales de las provincias mas importantes.
El Secretario de Planeamiento Estratégico, Gustavo Beliz, señaló un camino novedoso: Justicia Social Tecnológica. En ese sentido, ningún joven puede dejar de tener acceso a su computadora, ningún barrio popular debe ser periférico, ni ninguna provincia, discriminada. Para una Internet democrática, debe intervenir el Estado Nacional.
Los operadores están demostrando que todo anda de maravilla y en verdad anda bastante bien en los “centros”, pero los equipos electrónicos están siendo sometidos a gran esfuerzo, cosa que no parece preocupar a nadie.
En el caso particular de las telecomunicaciones, para que no ocurra ninguna catástrofe, debe ser tema de agenda de los gobernantes.
Por la naturaleza de Internet los especialistas saben que una de las ventajas más valoradas de las redes de Internet es que la comunicación (IP), siempre busca llegar a destino, dado que la inteligencia de la comunicación reside en lo que se denomina "paquete" (tren de datos que lleva la información) y este paquete tiene la orden indeclinable de alcanzar su destino final o morir en el intento.
Aquí va la analogía con la situación referida de los jubilados... salen todos juntos a buscar su dinero y si hay bancos cerrados, buscan un cajero, si no funciona o no tiene dinero, buscan otro cajero hasta que se hacen del dinero y si no lo consiguen viene la crisis y retornan a sus hogares para hundirse en una profunda desesperanza.
Desde el Consejo señalamos que el Estado debe solicitar y conocer de las empresas cuales son sus Planes de Contingencia. Esto es, prepararse a dirigir el tránsito,cuando el semáforo no funciona.
Es necesario evaluar y proponer alternativas viables para que los pequeños operadores y cooperativas que dan Internet en pequeñas localidades del interior del país sigan haciéndolo con servicios aceptables y aun mejores en la emergencia.
Un impuesto para atender la emergencia
Este asunto es aún más grave porque además de lo técnico hay detrás un problema económico. Ese aumento del tráfico estimado en el 30 % significa que para seguir dando el mismo servicio que en épocas normales, deberían aumentar el ancho de banda y esto lógicamente tiene un costo adicional.
El pequeño operador se encuentra en una situación crítica, tiene precariedad técnica, ofrece un servicio deficiente, no cobra al día y tiene un mayor gasto en el insumo crítico (ancho de banda). Por su parte los millones de usuarios que están bajo la línea de la pobreza abonan mayor costo por servicios prepagos.
En síntesis, la presencia del Estado Nacional resulta impostergable para prever y ordenar el funcionamiento de las telecomunicaciones nacionales.
Entendimos el llamado del Presidente como lo entendieron propios y ajenos, sin distinción política, como un pueblo unido pensando en cómo hacer las cosas mejor. Es hora de asistir, cuidar a quienes más necesitan, por ello Internet no puede postergarse en beneficio de todos.