El presidente Alberto Fernández habló de la actualidad del país frente a la pandemia del coronavirus, se refirió a las medidas que tomó desde que se presentaron los primeros casos en Argentina, y aseguró que “no dudó nunca” en tomar la decisión de priorizar la salud frente a la paralización de la actividad económica. En un extenso reportaje con el CEO de Perfil Network, Jorge Fontevecchia, el jefe de Estado sostuvo: “Prefiero tener el 10% más de pobres y no 100 mil muertos en la Argentina”.
“De la muerte no se vuelve. En cambio, de los problemas económicos, sí. Siempre pongo el mismo ejemplo. El año anterior a que asumiéramos con Néstor en 2003, la economía había caído 11 puntos, 11% de caída del PBI, 57 puntos de pobreza, 25 puntos de desocupación, y volvimos. Todo eso se puede recuperar, lo que no puedo recuperar es una vida. No dudé, porque además es una falsa dicotomía, un dilema falso”, manifestó Alberto Fernández.
En ese sentido, el mandatario nacional aseguró que “no podría vivir en paz sabiendo que ocurren muertes evitables” por no tomar las medidas necesarias frente a la pandemia. “No quiero pensar qué sería de mi conciencia si dejara que murieran 40 mil personas. No duermo más, no vivo más en paz. Eso no fue nunca un dilema, nunca dudé de eso”, afirmó.
—¿Es cierto que el domingo que usted decidió la cuarentena total no estaba de acuerdo con la cuarentena total y fueron los científicos quienes lo convencieron?
—No. Al contrario. Mi duda estaba en el fin de clases. La primera reacción de los científicos fue que no era necesario terminar las clases, porque hubo dos momentos. En un primer momento, me dijeron no hacía falta cortar las clases porque el virus no tiene capacidad letal sobre los chicos. Los chicos se reponen rápido del virus, no es un problema. Inicialmente dijeron que siguieran las clases, después advirtieron que los chicos no morían, pero sí infectaban y llevaban la infección a sus casas.
—A sus abuelos, por ejemplo.
—Ahí cambiaron y rápidamente cambiamos todos. En este punto le presto mucha atención a lo que dicen los científicos, los infectólogos, los epidemiólogos, porque somos como un ciego que va palpando con el bastón. Es un virus que nadie conoce. El Malbrán descubrió la semana pasada que hasta acá hay por lo menos tres cepas distintas de coronavirus en la Argentina. Una que viene de Estados Unidos, otra de Europa y otra que viene de Asia. Me acuerdo que en enero hablamos con Ginés González García, me dijo que según “el informe de la Organización Mundial de la Salud, el virus se muere a los 24 grados, el problema lo vamos a tener en invierno”. Con ese criterio, sacamos protocolos. Los mandamos a la Antártida para que se cuiden por el frío y demás. Pero nunca pensamos que el virus podía vivir con otra temperatura. Cuando se desataron los primeros casos había un promedio semanal de temperatura de 31 grados en Argentina. Ahora sabemos que el virus vive en ese contexto.
—Ecuador es el mejor ejemplo.
—Ecuador y Brasil. Vimos que es un virus que va mutando y se acomoda a la situación de cada lugar en donde está. No va a faltar mucho tiempo para que aparezca la cepa latinaomericana. Por eso escucho mucho a los especialistas, ellos están mucho más informados que yo y manejan una lógica que yo no manejo. Me parece que es el modo en que tenemos que actuar frente a un contexto donde lo que prima no es el análisis cartesiano, sino el científico.
"No sé cuándo vamos a poder volver a abrazarnos los argentinos", Alberto Fernández.
—¿Lo hizo dudar en algún momento la posibilidad de que se pudiera salir del coronavirus con el 10% más de pobres?
—No dudé nunca, nunca. Prefiero tener el 10% más de pobres y no 100 mil muertos en la Argentina. De la muerte no se vuelve. En cambio, de los problemas económicos, sí. Siempre pongo el mismo ejemplo. El año anterior a que asumiéramos con Néstor en 2003, la economía había caído 11 puntos, 11% de caída del PBI, 57 puntos de pobreza, 25 puntos de desocupación, y volvimos. Todo eso se puede recuperar, lo que no puedo recuperar es una vida. No dudé, porque además es una falsa dicotomía, un dilema falso. Si dejamos que vayan a trabajar los operarios a la fábrica de automotores como si nada pasara, sucederá que uno que se infecte en un solo día contagia a toda la planta. La pregunta es qué va a pasar en esa planta, sin operarios, con infectados, enfermos y muertos. Los que plantean el dilema entre economía y salud están diciendo algo falso. Tenemos que salvar la economía, tengo que preservar a la pequeña y mediana empresa y a las grandes empresas también. Tengo que preservar a quienes puedan producir y exportar, que produzcan e importen, porque me hacen falta las divisas para comprar respiradores. Todo eso se sigue atendiendo, no lo desatendí nunca. Pero no me pidan que haga de cuenta que no pasa nada, porque acá pasa algo muy grave y no puedo hacerme el distraído frente a eso.
—Lo escuché hablar elogiosamente del epidemiólogo Roberto Chuit, que fue ministro de Salud de José Manuel de la Sota y es el director del Instituto de Investigaciones Epidemiológicas, que calculaba que, gracias a la cuarentena, la Argentina podía aplanar la curva de muertos, la única estadística dura, porque la de los infectados depende de la cantidad de tests, y el sistema estadístico de cada país puede variar. Por tanto, es el único dato duro. Con esta estrategia se puede llegar a no más de mil, mientras que si no se hubiera hecho la cuarentena, si se hubiera seguido el modelo de, por ejemplo, Estados Unidos o de una parte de Brasil, hubieran sido 40 mil. Pero eso implica solo el 0,001% del total de la población argentina. Aun así, usted tomó una decisión.
—No podría vivir en paz sabiendo que ocurren muertes evitables. No quiero pensar qué sería de mi conciencia si dejara que murieran 40 mil personas. No duermo más, no vivo más en paz. Eso no fue nunca un dilema, nunca dudé de eso.
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—En una parte de Italia con una población de mucha edad, tuvieron que decidir sacarles respiradores artificiales a las personas más grandes para dárselos a los más jóvenes, en el criterio ético de que los más jóvenes son los que tienen más posibilidad de vida y por lo tanto es más lógico privilegiarlos. Con ese 10% de pobreza agregado,y dado que la pobreza infantil es mayor que la del total, seis meses, un año de crisis económica también tienen consecuencias en la salud pública. Usted privilegió a los más grandes, ¿tiene especial sensibilidad con el grupo etario de los más grandes?
—Tengo una sensibilidad especial con ellos porque son los que hoy se muestran más débiles frente a la situación. Si la pregunta es si siempre me vuelco a cuidar a los más débiles, la respuesta es sí. Me pasa cuando manejo la economía y me pasa cuando manejo la pandemia. ¿Quién puede sufrir más con este virus? Los mayores de 65 años, los que tienen enfermedades prevalentes, los que tienen la salud debilitada y están inmunodeprimidos. Ellos más que nadie. Es una enfermedad muy tremenda, porque de los menores de 50 años muere el 1%. Uno se podría tentar y decir: “Tengo 40, no voy a ser el 1%”. Lo que no miden es que la velocidad de infección es tremenda y que cuando contagian a alguien de más de 65 años ponen en serio riesgo la vida de esa persona. Porque la mortalidad en los mayores de 65 años es del 80%. Entonces, claro que les tengo que prestar atención a ellos pero sin desatender a los chicos; no desatiendo al resto. El apoyo que están recibiendo los sectores más empobrecidos de la Argentina es el superior de la historia. Pero no es un mérito mío. Es lo que la Argentina reclama para seguir sosteniendo, en el gran desorden que genera la pandemia, las mínimas condiciones de desarrollo y de vida.
—¿Teme que la aprobación de la gestión ante la pandemia, cuando se empiece a controlar la situación sanitaria pero se sientan los dolores de la crisis económica, se transforme en lo contrario?
—No. Si es lo que me toca afrontar, lo haré. Es la consecuencia que espero. No va a ser nuevo. No espero hacer todo esto y que crezca la economía. Sé que estoy haciendo todo esto, se estanca la economía. Pero estoy evitando que el estancamiento lleve a la quiebra a alguien, que no se devore la crisis a la clase media, que las clases más pobres se sostengan. Estoy previendo todo eso. Pero pensar que puedo combatir el coronavirus generando una cuarentena que va a durar mes y medio por lo menos, que esto no va a tener consecuencias económicas, es imposible. Las va a tener, pero hay que entender una serie de datos. Me decía Ginés que el año pasado por gripe común murieron 31.500 personas en Argentina. El problema que nosotros tenemos ahora es que contamos de a una las de coronavirus. A cada muerte, nosotros la sentimos como un hecho muy traumático. Y es razonable. La pregunta que hay que hacerse es cuánto tiempo vamos a convivir con el coronavirus. Porque no se trata de que, luego de 45 días de cuarentena, salimos y se terminó todo. Se calcula que tendremos la vacuna de acá a un año y medio o dos años. En el mientras tanto estamos buscando qué remedio sigue para atemperar el dolor y el malestar que causa el virus. Va a cambiar todo. No sé cuándo vamos a poder volver a darnos la mano. No sé cuándo vamos a poder volver a abrazarnos los argentinos. No solo los argentinos: es algo de todo el mundo. El otro día vi cómo abrieron en Wuhan, la ciudad de China donde comenzó todo esto, cómo abrieron y cómo anda la gente. Verlo es una película futurista, andan todos vestidos como astronautas. El mundo va a ser otro, va a ser distinto. En ese mundo distinto, uno puede ver que la economía se hizo trizas. Se va a hacer trizas para todos. Pero también es una gran oportunidad. La oportunidad de hacer un mundo más justo, un mundo más legítimo. El viernes hablábamos con el Grupo de Puebla. Allí estaba Alicia Bárcena, la directora de CEPAL. Allí yo planteaba esto: tenemos la oportunidad de hacer una economía más solidaria, porque finalmente para qué sirve poseer fortunas que los especuladores hacen crecer en las bolsas de valores, si un virus termina en un minuto con los consumidores y todo vale nada. Es algo sobre lo que tenemos que reflexionar, porque eso demuestra la debilidad del sistema. Después puede venir Donald Trump y meter 200 mil millones de dólares, pero el daño ya está hecho.
Leé acá la entrevista completa.
A.G./MC