OPINIóN
Pandemia de Covid19

Refutación de la refutación: lo que nos enseña día a día el coronavirus

Diferentes procesos observados en esta Pandemia están señalando día a día, ejemplos muy claros de refutaciones de refutaciones sobre múltiples conclusiones científicas vigentes.

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Covid-19 | cedoc

Muy perseguido debido a su brillante ilustración en una era prevalente de ignorancia, fanatismo religioso y obscurantismo intelectual,  el médico y filósofo andaluz de origen bereber Averroes (1126-1198) planteaba en su Refutación de la refutación  (Tahafut al-tahafut), la necesidad de que la ciencia se adecúe a las realidades concretas y particulares observadas, ya que no puede existir jamás un conocimiento directo y absoluto de los universales.

Esto constituye un valor epistemológico central muchas veces olvidado, ya que un anclaje a lo aprendido, conocido y generalizado puede impedir un análisis más exhaustivo de nueva evidencia total o parcialmente refutatoria. Enfoques epistemológicos más contemporáneos nos hablan de la noción de precisión y exactitud como el principal valor de una ciencia racional (accuracy first). 

Diferentes procesos observados en esta Pandemia están señalando día a día, ejemplos muy claros de refutaciones de refutaciones sobre múltiples conclusiones científicas vigentes. Consideramos importante señalar algunos de ellos, dada la importancia que revisten en una toma de decisiones sustentada en la mejor evidencia disponible.

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En primer lugar y con la voluntad de no reiterarnos, debemos recordar que han quedado descartadas un cúmulo de aseveraciones epidemiológicas primeras sobre transmisión e infectabilidad de persona a persona con o sin síntomas evidentes de la enfermedad (enfermos o portadores) que como aclaramos oportunamente, fueron basadas en comportamientos efectivamente observados en el SAR y MERS pero que difieren totalmente de los registrados en el Covid-19.    

En segundo lugar y como mayor sustento a lo anterior, nueva evidencia (1) parece contradecir el hasta ahora estimado número o ritmo básico de reproducción (Ro), es decir el número promedio de nuevos casos que se contagiaran por cada infectado de no existir barreras a lo largo de un periodo determinado. Esto demostraría un alto nivel de contagio (equivalente a un Ro de entre 4,7 y 6,6 )  y no 2,2/2,7 como fue supuesto en una primera instancia. Obviamente el mismo estudio concluye entonces, que no alcanzaría con la cuarentena de enfermos sintomáticos para evitar su propagación (debido al contagio de portadores sanos), lo que ayuda a reafirmar una vez más la corrección de la mayor parte de decisiones aplicadas en Argentina con una cuarentena más temprana y generalizada.

Profundizando un poco más sobre esta cuestión, debemos recordar que enfermedades como el Sarampión poseen un Ro de 12 a 18 (por ello la importancia de barreras efectivas como la vacunación masiva), en la  Rubeola el Ro es de 5 a 7 y en la Gripe estacional el Ro es de 0,9 a 2,1; por su parte, las tasas de caso-fatalidad puede alcanzar el 15% en el caso de Sarampión y solo un 0,016 % en la Rubeola.

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Según información del CDC de Estados Unidos, esta Institución desarrolla constantes encuestas semanales y estimaciones sobre la Gripe estacional ya que no constituye una enfermedad de denuncia obligatoria. Según los estudios de ese país, existen anualmente 39 a 56 millones de infectados sintomáticos de Gripe estacional (entre 12 % y 20 % de la población), aproximadamente 410.000 a 740.000 internaciones vinculadas, y entre 24.000 y 62.000 óbitos asociados o a causa de esta. En términos porcentuales, estos guarismos mostrarían entonces en la Gripe estacional sólo un 1,05 % /1,34 % de internaciones y tasas de caso-fatalidad entre 0,06 % y 0,11 %.

Existen en el caso del Covid-19 numerosas razones objetivas pero también subjetivas para un notorio subregistro mundial, tanto de los casos cursando la enfermedad (portadores sanos o con poca o escasa manifestación clínica, carencia de confirmación bioquímica, ocultamiento, etc.), de los pacientes en estado agravado (no accediendo a internación por saturación, incomunicación o aislamiento geográfico) y desde luego también en los casos de fatalidad (fallecimientos en soledad , óbitos no diagnosticados  y/o clasificados por sus comorbilidades o manifestaciones clínicas últimas y finalmente, también ocultamientos por equivocadas razones políticas).

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Aun así y con la escusa estadística de la Ley de grandes números (donde una muestra al azar de una población de gran tamaño tenderá a estar cerca de la media de la población completa), es posible efectuar algunas inferencias epidemiológicas sobre estas cifras efectivamente  publicadas. Sobre la base de estos datos disponibles, 1.849.382 casos, 50.762 internados y 114,053 óbitos se visualizarían las siguientes tasas mundiales: 2,75 % de internaciones y un 6,16 % de caso-fatalidad lo cual equivaldría entonces a 100 veces la tasa de caso-fatalidad observable en una Gripe estacional.

Resulta claro que los eventuales subregistros de cada condición (contagiado, internado o fallecido a causa de o con) serían diferentes, por ello es altamente probable que existan muchas más personas cursando o que hayan cursado la enfermedad (¿quizás 10 o 20 veces más?) y en consecuencia la tasa de riesgo sería muy inferior a la arriba citada, sin embargo es también evidente que los indicadores de caso-fatalidad no deberían haber sido nunca asociados con los equivalentes a una Gripe estacional.

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Un último aspecto que requiere hoy la mayor de nuestras atenciones y cuidados, lo constituye el informe recientemente presentado por Jeong Eun-kyeong, director de los Korea Centers for Disease Control and Prevention sobre la posible reactivación/reinfección de 91 pacientes dados de alta de la enfermedad con estudios de PCR negativos.

Estas circunstancias pueden ser atribuidas a diferentes razones, en primer lugar los denominados falsos negativos que dependerán de indicadores bioquímicos tales como: especificidad (capacidad de una prueba de resultar positiva ante la presencia del patógeno), sensibilidad (capacidad de una prueba de resultar positiva sólo ante la presencia de ese patógeno), exactitud (accuracy), precisión, etc. En ningún caso se puede pensar en un 100 % de certeza en estos indicadores y aunque minimizables, siempre existirán en estos estudios eventuales márgenes de error (falsos positivos o falsos negativos) por lo que generalmente se efectúa más de un testeo tal como seguramente debe haber ocurrido en este caso.

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Suponiendo esto último, debemos entonces evaluar analíticamente algunas posibilidades: a) existe una disminución sensible de la carga viral al grado de resultar indetectable y a partir de algún momento vuelve a reactivarse la infección generando una notoria recaída clínica del paciente, o b) desaparece totalmente el virus pero los anticuerpos generados no alcanzan para evitar una reinfección como puede suceder con el virus del dengue (con un muy diferente vector de transmisión).

Cualquiera de estas circunstancias de por sí, o la eventual combinación de ellas nos obliga a evaluar sanitariamente la posible capacidad poblacional de generar barreras inmunológicas naturales efectivas sin la existencia de una vacuna específica.

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Recordando a Karl Popper  podemos observar entonces como el Coronavirus nos expone una vez más a la naturaleza refutativa (falsable diría él) pero también evolutiva del conocimiento. Seguramente la condición esencialmente reactiva en la que estamos sumidos, deberá dar a luz  a una mejor  planificación respecto a cómo deberíamos pensar y abordar paradigmáticamente nuestro futuro.      

  

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(1) ”The Novel Coronavirus, 2019-nCoV, is Highly Contagious and More Infectious Than Initially Estimated Steven Sanche, Yen Ting Lin, Chonggang Xu, Ethan Romero- Severson, Nick Hengartner, Ruian Ke edRxiv 2020.02.07.20021154;  doi: https://doi.org/10.1101/2020.02.07.20021154.