La democracia es el gobierno del pueblo (kratos-demos), que gobierna mediante sus representantes. Si además de la participación de la ciudadanía hay otros elementos como la separación de poderes, el imperio del estado de derecho, la libre participación en elecciones transparentes, la libertad de expresión, etc., esa democracia se convierte en una democracia liberal. Pero ¿la democracia liberal es autosuficiente para perdurar a través del tiempo?
Spoiler: no. En su libro Cómo mueren las democracias, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt argumentan que no alcanza con las meras constituciones (la norma escrita) para garantizar un correcto funcionamiento de pesos y contrapesos. Las democracias pueden implosionar cuando las instituciones democráticas son debilitadas. En este sentido, presentan dos reglas democráticas (normas no escritas), que refuerzan la función constitucional: la tolerancia mutua y la contención institucional.
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Tolerancia mutua e institucional versus comportamiento agresivo
La tolerancia mutua indica que los adversarios aceptan la legitimidad del otro. Más allá de cuán en desacuerdo estén, los grupos políticos reconocen de manera pública y privada que los oponentes tienen igual y legítimo derecho a competir. En otras palabras, los rivales no se tratan como enemigos. La contención institucional es, en cambio, un cerco del alcance legal, un acto de auto-limitación en el ejercicio de las propias facultades. Si bien las constituciones modernas contemplan límites extremos, la explotación de las normas constitucionales –llevar la interpretación al límite y de modo constante– puede derivar en una crisis democrática. El teórico Mark Tushnet denominó ‘táctica dura constitucional’ (constitutional hardball) al fenómeno que se verifica cuando estas prácticas dejan de ser la excepción para convertirse en la normalidad. Este comportamiento agresivo abunda en las democracias fallidas, tanto a través del tiempo como en la actualidad (España y Alemania en los años ’30, Argentina bajo Perón, y actualmente Turquía, Venezuela, Hungría, Polonia.) La contención institucional es aquello que impide que el sistema constitucional llegue a un punto muerto o incluso se convierta en un sistema autoritario, es decir, evita que la política despliegue sus prerrogativas hasta los extremos para que, por el contrario, prevalezca el espíritu de la ley por sobre la letra. De esta manera, las normas de tolerancia mutua y la contención institucional actúan como guardarraíles de la democracia, manteniendo la sana competición política fuera del espiral del enfrentamiento agresivo.
Las normas de tolerancia mutua y la contención institucional actúan como guardarraíles de la democracia
El mecanismo de tolerancia mutua permite una notable convivencia constitucional a través del tiempo. Por ejemplo, la Constitución estadounidense es, en su mayor parte, la misma desde 1787. Pero lo que hizo que la Carta llegara vigente hasta nuestros días no fue solo la gran visión de los constituyentes, sino el hecho de que demócratas y republicanos se aceptaran como rivales legítimos. No obstante, dicen Levitsky y Ziblatt, en los últimos 25 años esto comenzó a cambiar, por ejemplo con el impeachment a Clinton o cuando varios exponentes republicanos llamaron al entonces candidato demócrata Barack Obama ‘pro-terrorista’, ‘no-estadounidense’. Y durante la presidencia de Obama, los republicanos utilizaron todas las estrategias legislativas para obstaculizar el trabajo del gobierno (filibustering).
A medida que la tolerancia mutua se reduce, la política abandona la contención institucional y la obstrucción legislativa es cada vez más frecuente, sin importar de qué medida o política se trate ni si es objetivamente válida o no. Si los adversarios se ven como enemigos y como una amenaza, estarán tentados de usar cualquier medio necesario para frenarse recíprocamente. Este es el camino a la polarización, y cuando la política está tan polarizada hasta el punto de que ambos lados ven la victoria del otro como intolerable, comienzan a utilizarse métodos extraordinarios para detenerse mutuamente.
Si, en el ejercicio del poder, un espacio político adopta una táctica constitucional agresiva, el otro espacio tendrá que responder
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