OPINIóN
Eutanasia en España

No rompamos el último puente

20210327_hospital_paciente_coronavirus_cedoc_g
Coronavirus: la pandemia acecha con su segunda ola. | cedoc

La promulgación de la Ley española tiene lugar en un momento lleno de conmoción mundial producido por la muerte de tantos enfermos a causa del virus del Covid-19. En unas circunstancias donde todos estamos luchando para evitar la muerte, se promulga una ley que la favorece.

El argumento esgrimido es ayudar a los que sufren “un padecimiento crónico e imposibilitante” o a los que tienen una “enfermedad grave e incurable causantes de un sufrimiento físico o psíquico intolerables”. Sin embargo, cuántos enfermos convalecientes de Covid-19, después de largas y dolorosas internaciones en nuestros hospitales, se “despertarán” felices y agradecidos por la vida, pero también preocupados porque con la nueva ley podrían haberles procurado la muerte.

En este contexto, cabe preguntarse cuál ha sido nuestra respuesta a los riesgos y sufrimientos de la pandemia. ¿Qué hemos hecho como sociedad? Multiplicamos las camas disponibles, compramos más respiradores, trabajamos hasta terminar exhaustos, y todo con el objetivo claro de curar a nuestros queridos enfermos. El agradecimiento sentido de los pacientes se lo lleva el personal sanitario; es el canto cotidiano de los familiares: “doctora, le salvó la vida a mi padre; “doctor, le salvó la vida a mi hija”.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

En el tiempo de pandemia hemos comprobado que la curación de muchos enfermos graves es gracias a tratamientos altamente sofisticados. Son los beneficios de una medicina cada vez más tecnológica. También hemos conocido el riesgo de un uso desmedido de la tecnología, que puede exagerarse y, si no permitimos que los enfermos mueran en paz y tranquilidad después de hacer todo lo técnicamente posible, la situación puede volverse en contra. Es lo que se llama obstinación terapéutica.

Pero hemos aprendido algo profundamente humano: todos necesitamos de la solidaridad del otro; y la primera solidaridad es acompañar al que sufre. Nadie puede quedarse solo, porque en soledad el sufrimiento se vuelve insoportable.

Justamente, cuando irrumpe una enfermedad grave en nuestras vidas entendemos de una manera nueva la necesidad que tenemos de sentirnos acompañados y la relación con nuestros seres queridos se torna más profunda. La proximidad de la muerte nos hace vislumbrar el fin de la vida, pero puede redimensionar la relación con ellos.

Lo vemos en el temor que sienten los padres ante un hijo gravemente enfermo. Cuando ya no hay curación posible, el temor es que el hijo muera solo. Y quizá por eso se levantan de noche muchas veces, aunque no haya pasado nada, simplemente para comprobar que todo está bien. Saben que cada día que pasa es uno menos con él; pero también, cada día que pasa es uno más que viven con él. Si algo custodian esos padres en el corazón es la vida de sus hijos: ni un día menos, ni un minuto menos, ni una sonrisa menos.

La pregunta que abre la proximidad de la muerte de un enfermo terminal, cuando la medicina ya no puede ofrecerle nada curativo, es sobre el sentido de lo que queda por vivir. ¿Qué sentido tiene seguir viviendo en medio de este dolor? En esos momentos algunos tratan de evitar el contacto con el enfermo moribundo, quizá porque no resisten la pregunta. El último paso de ese rechazo al enfermo sufriente es la eutanasia.

En cambio, existe otra respuesta. Asistir y acompañar con serenidad al enfermo moribundo a vivir con sentido la última parte de su camino.

A través de una pregunta cruda y, por eso, difícil, el enfermo lanza su último puente: ¿Me ayudarías a llegar hasta el final de esta vida que se me hace insufrible? El arte del médico está en la acogida del enfermo y de su sufrimiento. Su tarea es tender un último puente con el sufrimiento del otro; nunca es romperlo. Y es el gran logro de la medicina a través de los cuidados paliativos. La apertura y la disponibilidad para escuchar lo que nos pide el enfermo es la ayuda para transitar el camino de su propia respuesta: se trata de encontrar el amor que exige el dolor.

*Presidente del Comité de Bioética del Hospital Universitario Austral.