OPINIóN
Economista de la semana

Obstáculos que enfrenta la política económica de cara a las elecciones

Inflación. Los alimentos subieron 31,8% en los primeros siete meses del año.
Inflación. Los alimentos subieron 31,8% en los primeros siete meses del año. | NA

La economía ya funciona a pleno en “modo electoral”. Los avances en el proceso de vacunación le permitieron al Gobierno desplazar el riesgo vinculado a la pandemia a un segundo plano, y los niveles de movilidad ya son similares a los de mediados de marzo 2020. Así, la actividad pareciera haber tocado un piso en mayo y llegará a las elecciones con envión. Pero a pesar de que lo peor de la crisis sanitaria pareciera haber quedado atrás, los indicadores de humor social y consideración pública del Gobierno muestran niveles de aprobación regulares. Por eso, el Gobierno desplegó todo su arsenal y volcará a la calle un punto del PBI para incentivar el consumo. Sin embargo, aparecen dos obstáculos en el camino a las primarias que la política económica aún no pudo sortear: la inflación y la brecha.

El Gobierno viene llevando adelante una estrategia electoral basada en tres ingredientes: pisar el tipo de cambio y las tarifas de servicios públicos para apaciguar temporariamente la inflación y permitir que los bolsillos del electorado ganen poder de compra; reabrir paritarias y expandir el gasto para estimular el gasto de las familias; e intervenir para mantener el mercado de cambios en calma. Pero a pesar de cumplir al pie de la letra con la receta electoral, la inflación se mantiene en niveles elevados, sobre todo en alimentos, y la brecha coquetea con llegar a las tres cifras.  

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El ritmo de suba del dólar oficial, que superó el 3% mensual promedio durante el cuarto trimestre del año pasado y el primero de 2021, ya se ubica en torno al 1%, donde seguramente se quedará hasta las elecciones. Asimismo, las tarifas de luz y gas residencial en el AMBA tuvieron una módica suba de 9% y 6% a principios de año y ya no volverán a tocarse hasta 2022. Sin embargo, la inflación aún no logró perforar el piso de 3% mensual y acumula una suba de 29,1% en el año. En particular, la inflación en alimentos viene moviéndose por encima del promedio general (3,4% en julio y 31,8% en los primeros siete meses) y afectando principalmente a los sectores de menores ingresos. 

Con un gasto fuertemente estimulado y el dólar oficial planchado, es indispensable que el Gobierno logre controlar las brechas cambiarias para que la olla no estalle. Esa ha sido la motivación de las medidas que la CNV y el BCRA anunciaron a principios de julio y la nueva ronda del jueves último, cerrando un poco más el grifo para la dolarización de carteras vía contado con liquidación. Pero a pesar de que el Banco Central cuenta con “poder de fuego” suficiente para mantener el mercado cambiario en calma (viene acumulando reservas netas por más de US$ 4 mil millones en el año), su capacidad de controlar la brecha se diluyó tras las nuevas regulaciones en los mercados financieros, que redireccionaron la demanda hacia otros segmentos en los cuales la entidad monetaria no participa (ADRs, Cedears, Senebi, informal). 

El Central pudo mantener la brecha “intervenida” (es decir, la cotización que se desprende de operaciones con el bono AL30) por debajo de 75%, pero este ya no es el único precio de referencia para el mercado. Por el contrario, el resto de las cotizaciones se han despegado del precio intervenido, con una brecha promedio que ya ronda el 85%. En particular, el dólar informal llegó a superar los AR$ 180 en julio y podría seguir subiendo la próxima semana como respuesta a las nuevas restricciones cambiarias, por lo que parte de la demanda que se saciaba en este mercado se empezó a dirigir al mercado oficial. 
La noticia optimista para las próximas semanas es que es muy probable que la política económica sortee con éxito el primero de los obstáculos que se le presentaron en la carrera hacia las elecciones. El anclaje del dólar y las tarifas permitirá que la inflación promedio del segundo semestre descienda por debajo del 3% mensual y, de esta manera, la inflación anualizada de la segunda mitad del año rozará el 39%, lo que implica una desaceleración importante respecto del 57% de la primera mitad del año. Asimismo, el cierre parcial de exportaciones de carne vacuna, una menor presión internacional y los programas de “precios cuidados” y de “cortes cuidados” para el caso específico de la carne, contribuirán a que la inflación en alimentos converja a la general. El Gobierno sabe que es indispensable para sus aspiraciones electorales no solo bajar la inflación general, sino los componentes de mayor “sensibilidad social” como alimentos, para lograr incrementar el poder de compra de las familias. 

La inflación de julio fue del 3% y el acumulado superó la pauta anual

Por el lado de la brecha, el camino está menos allanado. Si bien es muy probable que la “brecha intervenida” llegue a las elecciones por debajo de 75%, es menos claro qué pasará con las brechas “libres”, y mucho menos con la del dólar informal. No se puede descartar que estas sigan un camino ascendente en el tránsito hacia las elecciones y que alcancen incluso las tres cifras. Pero, aun en un escenario de tensión, el Gobierno tiene varias herramientas para evitar una trayectoria explosiva en el mercado de cambios.

Hacia adelante, el Central seguramente deberá seguir interviniendo a un ritmo similar al de la segunda mitad de julio (unos US$ 25 millones diarios) por debajo de los desembolsos de entre 30 y 35 millones de la semana pasada, para que la brecha “intervenida” se mantenga por debajo de 75% y la brecha “libre” no supere el 90%. Esto implica desembolsos por US$ 2.100 millones en los próximos cinco meses, más de la mitad de las reservas netas que la entidad monetaria lleva acumuladas en el año. Por otra parte, el BCRA puede seguir haciendo uso de instancias regulatorias, como ocurrió esta semana, para condicionar o enlentecer el proceso de dolarización de carteras. O bien podría incluso flexibilizar regulaciones y facilitar la dolarización de portafolios cediendo parte de las reservas que viene acumulando en el año. Hay varias opciones para evitar un desenlace disruptivo, y el Gobierno seguramente apelará a alguna de ellas en caso de ser necesario.  

La “receta electoral clásica” no es infalible y su éxito tampoco es garantía de una victoria electoral. Pero sin lugar a dudas, llegar a las elecciones con una economía en recuperación, la segunda ola de contagios superada y un mejor humor social vinculado a la recomposición del poder de compra de las familias y la mejora de indicadores sociales será clave para incrementar las chances de una victoria oficialista. Por eso, el Gobierno no escatimará esfuerzos para sobrepasar los dos obstáculos que se le presentaron a la política económica en el camino a las elecciones. Y recién ahí verá cómo enfrentar los numerosos desafíos del “día después”.  n

*Economista jefe de Equilibra.