Una decisión de la Justicia ocupó un lugar destacado en los medios de comunicación durante la última semana y -si avanzamos más allá de una primera lectura- puede resultar de mucho valor para visibilizar una situación que permanece la mayoría de las veces oculta: el aporte económico que realizamos las mujeres con las tareas que recaen sobre nosotras, las cuales no son socialmente reconocidas ni remuneradas.
Me refiero al fallo de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, quien confirmó la decisión en primera instancia que obliga a un hombre a compensar económicamente con 8 millones de pesos a su ex esposa, quien durante más de 30 años se dedicó a las tareas del hogar. Lo inédito de la medida judicial no es solamente por el monto -algo que mediáticamente resulta llamativo-, sino porque en sus argumentos tuvo en cuenta la perspectiva de género al asegurar que “en la mayoría de las familias las mujeres todavía asumen principalmente la carga de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos”.
Jubilación para quienes realizan el trabajo doméstico
Uno de los puntos fundamentales en los que se apoya el caso es que esa mujer sufrió un perjuicio económico al ver obstaculizado su acceso al mercado laboral y fundamentalmente no poder acceder al beneficio jubilatorio, una decisión que choca de frente con la iniciativa del gobierno de eliminar las moratorias previsionales, una de las políticas públicas que mayor aporte hizo al reconocimiento de esa tarea.
Sin querer entrar en detalles particulares del caso, es interesante que desde un sector de la sociedad lentamente se empiece a valorizar las tareas que históricamente recaen sobre nosotras, no solamente por el precedente que deja asentado, sino también porque le otorga un valor económico a ese trabajo “invisibilizado”. Un reconocimiento que todavía espera en muchos otros ámbitos de nuestra vida.
Además, llama la atención sobre casos similares que ocurren todos los días sin tener una respuesta institucional acorde. Porque resulta evidente que esa ex pareja tuvo la posibilidad económica para acceder a una solución de este tipo. Pero la pregunta es ¿qué pasa con aquellos sectores medios y bajos que tienen las mismas problemáticas, pero menos recursos para resolverlo, o incluso para transitar por un reclamo así en la Justicia? Sin duda son más razones para exigir que el Estado esté presente dirimiendo estos conflictos y reconociendo ese trabajo invisibilizado.
Trabajo invisible: el debate por la distribución de las tareas del hogar
Es por eso que resulta cada vez más evidente la necesidad de discutir esta distribución desigual de tareas domésticas y cuidado de personas al interior de los hogares, que muchas veces es base de la desigualdad de género que se expresa en otros niveles: obstaculizando nuestro desarrollo profesional, laboral y personal.
Sin dudas uno de los desafíos de nuestro tiempo es conseguir visibilizar, democratizar y valorizar este trabajo -tan cotidiano como invisibilizado-, mientras se avanza en un marco institucional que a través de políticas públicas concretas tienda a equilibrar derechos y oportunidades frente a esta desigualdad. En este sentido, es fundamental que el rol del Estado sea ponerse a la cabeza para garantizar esto.
Cómo se mide el valor que tiene esta tarea, cómo se puede integrar a estructuras laborales y sindicales vigentes y cómo se logra expresarlas en políticas públicas a lo largo del tiempo serán los ejes de las nuevas discusiones que vendrán. Estar a la altura de esta demanda de nuestro tiempo será una condición indispensable para acercarnos a esa sociedad más justa que queremos.