Uno de cada dos niñas y niños es pobre en la Argentina. Cada vez hay más personas que viven y duermen en la calle. La tasa de desempleo se acerca al 10 por ciento, mientras crecen también el empleo en negro y los cuentapropistas. Los alimentos y las bebidas subieron un 66% en los últimos doce meses. Y el consumo se contrajo más de un 12% en ese mismo período.
Los números son claros: estamos en una situación de emergencia. No es una frase hecha ni tan solo el título de proyectos legislativos. En nuestros barrios, las familias cambian ropa para tener algo que darle de comer a sus hijos. Los jubilados van al trueque para tratar de conseguir medicamentos a los que no tienen acceso.
No tiene ninguna lógica que nos paremos dos o tres minutos delante de una góndola calculando precios para ver si compramos fideos, leche, pan, arroz. Ya no se trata de un problema de calidad alimentaria. Hay hambre. Un ritual que unía a todos los argentinos como el asado del domingo se convirtió en un bien de lujo.
Más del 40% de niños, niñas y adolescentes están en situación de pobreza extrema
Repito en cada una de las entrevistas que doy: comer tiene que ser barato en la Argentina. No puede ser que, en nuestro país, el granero del mundo, que fabrica alimentos para 400 millones de personas, haya hambre. Nuestra vida cotidiana está totalmente desacomodada.
El gobierno plantea que este es el único camino. Que hay que avanzar en el mismo sentido, pero más rápido. Apela al sacrificio y genera desesperanza. O desesperación. Estamos viviendo un proceso de implosión social, con nuestras familias reventándose para adentro.
Pero no es cierto que sea el único rumbo. Sí es cierto que somos uno de los pocos países que marcha en uno tan equivocado. Las estimaciones de un informe reciente de Naciones Unidas marcan que el PBI argentino tuvo el año pasado una caída del 2,8% y que este año la baja será del 1,8%. Entre los países limítrofes, Uruguay creció 1,9 y se prevé un 1,5 para este año; Paraguay, 4,5 y 4,7; Brasil, 1,4 y 2,1; Bolivia, 4,3 y 4,4 y Chile, 3,9 y 3,3%. La inflación estimada por la ONU del 32% para este año en Argentina solamente es superada por Irán y Venezuela.
Si la situación de nuestro país no es aún peor es porque hay miles y miles de organizaciones de la sociedad civil que están dando la pelea en el territorio, porque hay miles y miles de nosotras y nosotros que están dispuestos a dar una mano por el otro. Todos los días se abren merenderos, comedores, se organizan colectas solidarias. La política no puede seguir estando atrás de esa potencia solidaria que tiene la Argentina.
No es momento de egos ni de vanidades. Tenemos que dejar de lado esas ambiciones y estar dispuestos a jugar juntos. Cambiemos lleva nueve derrotas al hilo en las provincias y eso muestra que la unidad opositora es el camino. La unidad gana. Pero también necesitamos un pacto social amplio para encarar la nueva etapa de reconstrucción de la Argentina.
Hay que bajar los precios de los alimentos y garantizar que cada argentino tenga comida
Tenemos que acordar prioridades básicas: comer tiene que ser barato en la Argentina; los chicos tienen que estar en la escuela, no podemos permitir que el 40% de los pibes no terminen a tiempo la escuela secundaria; no puede ser que sólo tengamos acceso al crédito con tasas usurarias; tenemos que financiar las experiencias de economía popular y social que generan trabajo en los barrios; tenemos que apoyar la industria textil, la metalmecánica y la construcción, que siguen siendo motores de nuestro mercado laboral.
Hay que ponerle un piso a la caída social que vivimos en los últimos años. Tenemos que unirnos todas y todos para ponerle un freno a este modelo que deja afuera a veinte millones de argentinas y argentinos. Es hora de recuperar la esperanza.
PM CP