Los resultados de la 4º Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR), difundidos por la Secretaría de Gobierno de Salud y el INDEC en los últimos días, encendieron la alarma sobre una problemática que viene aumentando año a año. El exceso de peso afecta a un 61,6% de la población de nuestro país, repartiéndose este porcentaje entre un 36,2% personas con sobrepeso y un 25,4% con obesidad.
Hoy, al menos un cuarto de los argentinos está expuesto a graves riesgos. En primer lugar, suelen existir carencias nutricionales, sobre todo de vitaminas y minerales. Hipertensión arterial, hipercolesterolemia, hipertriglicidemia, problemas en el aparato óseo, cuestiones cardíacas y cerebrovasculares (ACV, infartos), y el aumento del riesgo de desarrollar distintos tipos de cáncer son algunas de las enfermedades asociadas. Pero es la Diabetes tipo 2 una de las principales, que a su vez acarrea otras cuestiones, como neuropatías, pie diabético, insulinoresistencia, etcétera.
Desde la primera encuesta, realizada en el año 2005, el porcentaje de personas con obesidad subió más de 10 puntos. La tendencia crece, entonces es necesario preguntarnos qué estamos haciendo y qué falta aún por hacer para abordar una enfermedad que debe ser atendida multidisciplinariamente, tanto en el sector público como en el privado. Las campañas de prevención y el control probaron ser eficaces para la disminución del consumo del tabaco que, según la ENFR, tiene una tendencia a la baja. El etiquetado frontal de los productos alimenticios será entonces un gran avance en este sentido.
En Argentina 6 de cada 10 adultos presentan sobrepeso u obesidad
Prevención desde la infancia
Probablemente, al menos un 50% de los casos de obesidad en adultos podría prevenirse si desde la niñez adquieren hábitos alimenticios saludables. En casa, debemos contribuir al desarrollo de una inteligencia alimentaria, pero también emocional.
- Desde la lactancia, generamos un hábito saludable en que el niño come a demanda: menos cantidad, pero con mayor frecuencia.
- Educar con el ejemplo, involucrar a los niños en la planificación de las comidas para que puedan optar dentro de un abanico de alimentos que aseguren la incorporación de todos los nutrientes.
- Fomentar el consumo de frutas (con cáscara, para sumar fibra), de sopas (hidratan y también aportan fibra), evitando endulzar de más o consumir demasiada sal.
- Las bebidas azucaradas generan adicción, lo mismo que los alimentos ultraprocesados. Podemos elegir bebidas dietéticas o jugo de frutas, aunque lo ideal es consumir agua (2 a 3 litros diarios).
- Privilegiar la comida casera, con opciones de cocción donde no se pierdan las vitaminas, minerales y oligoelementos necesarios para crecer y desarrollarse adecuadamente.
- Cuidar la cantidad y calidad de los alimentos, garantizando 6 porciones diarias de frutas y verduras. En el desayuno, por ejemplo, incorporar no solo el exprimido de naranja, también trozos de frutas solos o en gelatina. En las dos comidas principales, cuidar que siempre haya una porción verduras.
Esta educación necesariamente debe reforzarse en los colegios. En aquellos que cuentan con comedor, los niños realizan hasta tres comidas, exceptuando la cena. El menú semanal o mensual no siempre está planificado por un profesional en nutrición. Así, los chicos terminan consumiendo tres veces por semana harinas, generalmente pastas, a las que se les coloca manteca o aceite, en lugar de salsa de tomate o vegetales, queso de rallar (más grasas) y se les ofrece jugos no dietéticos. Hay mucho para intensificar aquí, sobre todo con políticas públicas que unifiquen criterios que puedan seguir las escuelas.
Para finalizar, hay dos puntos relacionados con el estilo de vida actual para destacar. La ENFR también advirtió sobre la baja actividad física de la población. Los chicos pasan mucho tiempo frente a la televisión, el celular y los videojuegos. Las pantallas nos consumen, cuando deberían aportar a nuestro crecimiento y desarrollo. Por otro lado, hablamos de una inteligencia alimentaria, pero también es necesario desarrollar una inteligencia emocional. En una época en que vivimos estresados, ansiosos, cansados, si no aprendemos reconocer y manejar esas emociones, probablemente las canalicemos en la comida.
Es momento de establecer límites, de preguntarnos cómo estamos educando a nuestros hijos en relación a su alimentación, sus emociones, a la actividad física que realizan. Fomentar en ellos hábitos saludables para que desarrollen estas inteligencias y puedan decidir, comprendiendo que el estilo de vida que se lleva también tiene mucho que ver con la salud y el amor propio.
* Médica Nutricionista, especialista en obesidad y trastornos alimentarios. Directora Médica de la Sociedad Argentina de Estética y Nutrición Integral (SAENI). Directora Médica de la Clínica Integral de Nutrición y Estética Saludable (CipSalud). Profesora Universitaria. Coach Ontológico Profesional.