OPINIóN
APERTURA DE SESIONES ORDINARIAS

Desde el discurso imaginado al real, desde el deseo político a la política práctica

Los discursos presidenciales ante la Asamblea Legislativa son el hito político más importante del año, exceptuando los casos de los años en que se celebran elecciones presidenciales.

Alberto Fernández al llegar al Congreso Nacional, para la apertura de las sesiones ordinarias 2020.
Alberto Fernández al llegar al Congreso Nacional, para la apertura de las sesiones ordinarias 2020. | Captura TV

Los discursos presidenciales ante la Asamblea Legislativa son el hito político más importante del año, exceptuando los casos de los años en que se celebran elecciones presidenciales. Allí expone, ante los legisladores, y la comunidad toda, los lineamientos de su propuesta de gobierno. Cuando es el primer discurso de la gestión, se espera, además, que no se limite a la gestión anual, sino, al menos, a los cuatro años que debe transitar; es, en otras palabras, “su plan de gobierno”.

¿Qué se podía esperarse de este discurso en temas económicos?

Primero, que trazase un diagnóstico claro, conciso y completo de la prolongada crisis del país. Segundo, que más allá de que señalase o no responsables, indicase cuáles son las prioridades, por qué, y cómo las abordaría. Tercero, en quiénes se apoyaría o a quiénes pediría colaboración efectiva, más allá de la población en general.

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Ahora bien, ¿qué podría haber conjeturado ayer, un argentino cualquiera, sobre lo que diría el presidente el día de hoy? Primero, que la crisis es grave, que afectó a los más vulnerables, a las pymes, y que destruyó la poca esperanza que quedaba; que se aplicaron políticas públicas equivocadas, y que lo prometido era una ficción oportunista -por no decir mentirosa-. Segundo, que los responsables han sido los gobiernos neoliberales, de CEOs, que se enriquecieron y fugaron capitales. Por último, que este es un gobierno popular, que cambiará el rumbo,que se hará paso a paso con el aporte de todos, en el marco de un consenso institucionalizado anclado en la justicia social.

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Veamos qué dijo para ver si la intuición de ese argentino de a pie era razonable, y, por eso, si muchos están contentos o se sienten defraudados. Primero, empezó el discurso por el tema económico, algo que señala la prioridad absoluta que tiene en la agenda; sólo visto en casos de crisis terminales, como la hiperinflación y el 2001-3. Segundo, que “no mentiría ni ocultaría la verdad” para saber bien “donde estamos parados”: estamos en una “situación extremadamente delicada”, producto de la gestión de “CEOs” que promovieron el “endeudamiento externo”, “la especulación” y la “fuga de capitales”, con un “Estado sin capacidad de regulación, dañado” para cumplir sus funciones. Tercero, que hay un cambio de orientación para “marchar al crecimiento y a la justicia social”, con “medidas urgentes para una agenda a largo plazo”, en el marco de un “programa integral y sostenible”. Para ello, se “proponen acciones colectivas”, basadas en la “ética de la convicción y de la responsabilidad”, en “la solidaridad”, con “voces diversas” en el plano de una “concertación”social y económica para el “desarrollo argentino”.

Por lo enunciado, el presidente seguramente no defraudó a la inmensa mayoría: es lo que esperaba y deseaba escuchar. Entonces, es razonable pensar que el discurso fue muy efectivo desde lo comunicacional.

En lo que refiere específicamente al programa económico que anunció, puede decirse lo siguiente.

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Primero, que existe y que es un “programa”. Segundo, que se inscribiría en el enfoque de macroeconomía del desarrollo, de economías abiertas, y bajo estrés. Esto implica, que los instrumentos de corto plazo están orientados tanto a alcanzar los objetivos de reactivación, bajar la inflación y lograr el equilibrio externo, como a empalmar y ser consistente con la política de largo plazo.

Tercero, dada la profundidad de la crisis,remarcó dos cuestiones prioritarias: la “lucha contra el hambre”, algo correcto porque sin su eliminación el largo plazo deviene en un concepto vacío; y la reprogramación de “una deuda insostenible”, con apoyo de países como España, Italia, Francia, Israel; Papa Francisco y el FMI.

Cuarto, del discurso se deprende que la política de corto plazo es la que ya están aplicando, no se estaría pensando en algo radicalmente diferente, sino en una continuidad con, quizás, cambios marginales a futuro. La inflación, por caso, tendría un componente principal originado en el abuso de un grupo acotado de empresas que aplican aumentos preventivos injustificados. La reactivación se desplegaría por la recomposición de los ingresos de las clases más vulnerables y la reducción de la tasa de interés. La política para el sector oleaginoso, cerealero y cárnico queda reducida a la mejora de las condiciones macroeconómicas en curso, sujeta a la presión tributaria actual y un aumento de las retenciones a la soja. La inversión, se recuperaría gracias a lo anterior, pero también a incentivos y marcos regulatorios nuevos o mejorados para algunos sectores clave (hidrocarburos, minería, sectores basados en el conocimiento, industria 4.0, economías regionales).

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Quinto, la política de largo plazo surgiría de una prolongación natural de esto último, más los lineamientos y políticas que trazarían los organismos creados a tal efecto, como el Consejo Económico y Social para el Desarrollo Argentino, algunos de cuyos ejes serían la ciencia y la tecnología, la modernización e integración productiva, y nuevos mecanismos transversales de decisión y opinión.

Cuarto, las relaciones económicas internacionales serían pragmáticas y se promoverán con todos los países. Citó el caso China y Rusia, luego de mencionar países desarrollados y europeos, como para ratificar esa pluralidad de vinculación, y al Mercosur y América Latina como primer círculo de importancia.

En síntesis, puede ensayarse una síntesis de la propuesta económica a partir de algunos conceptos usados por el presidente, pero, aquí, como antitéticos: egoísmo y solidaridad, liberalidad y equidad, especulación y producción, fragilidad y sostenibilidad, concentración y diversidad, abusos y regulaciones, mesa chica presidencial y consenso plural e institucionalizado, primarización y avance científico y tecnológico, CEOs y funcionarios públicos estables altamente capacitados.

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Dos temas que parecieron faltar o quedar desdibujados. Habló de un presupuesto 2021 bajo este nuevo enfoque, pero nada del de este año, por lo que puede especularse que seguirá gobernando con el de 2019, al menos en lo inmediato. Otra política ausente, excepto por reformas previsionales específicas y las retenciones a la soja, es lo tributario; esto es, a corto plazo no se estaría pensando en una reforma impositiva integral.

Para concluir, no puede dejar de decirse que es un discurso interesante y cautivador. Ahora bien, casi todos los gobiernos comenzaron con propuestas innovadoras y esperanzadoras; por lo tanto, la cuestión, más allá de los siempre delicados “detalles”, es si logrará que se haga realidad, tal que las primeras luces del mentado desarrollo económico y social sostenible, inclusivo y federal se comiencen a ver más bien pronto que tarde.

Director del Instituto de Investigación de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad del Salvador (USAL).