OPINIóN
APERTURA DE SESIONES ORDINARIAS

Papá, cuéntame otra vez…lo mismo

Aparecieron las frases de siempre: "Vamos a poner a la Argentina de pie", "vamos a proteger a los que menos tienen", “comer no puede ser un privilegio”. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? Nada indicó en su discurso Alberto Fernández.

Alberto Fernández, en la apertura de las Sesiones Ordinarias del Congreso.
Alberto Fernández, en la apertura de las Sesiones Ordinarias del Congreso. | Pablo Cuarterolo

¿Será la tesis del clima? Hipócrates afirmaba que los cuatro temperamentos (sanguíneo, colérico, melancólico y flemático) eran el resultado de las condiciones climáticas de las naciones. O tal vez será el impacto de los recursos naturales: los países más desarrollados cuentan con mejores fuentes de desarrollo. ¿La perspectiva etnográfica? ¿Los sajones son más propensos al método y al trabajo y los latinos somos más holgazanes?

Nada de todo esto. En su libro Por qué fracasan los países, del año 2012, los autores Daron Acemoglu y James Robinson explican claramente: no depende de la raza, del clima ni de los recursos naturales. El éxito de una nación está directamente relacionado con la calidad de sus instituciones políticas y económicas.  Así de simple.

El acto de inauguración de la Asamblea Legislativa del Congreso de la Nación Argentina tiene que ver con sostener la institucionalidad. Año a año, sin dudas es una oportunidad para que el Presidente de la Nación comparta su visión de gestión y los principales lineamientos de su plan de gobierno. Hasta aquí, lo institucional está logrado. Ahora nos resta analizar si el discurso de Alberto Fernández cumple con otros propósitos de calidad.

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Siempre ha sido un problema de la política argentina la cada vez mayor brecha entre la narrativa y la realidad concreta. Desde el “síganme, no los voy a defraudar”, pasando por “sí, se puede”, hasta el “todos juntos”, cada slogan de gestión ha sido un espejo que refleja una imagen distorsionada respecto de lo que vive el ciudadano. Y el discurso de Fernández no parece salirse de esta pauta.

Con una puesta en escena típica, -plaza a medio llenar, Tinelli en la tribuna, Zamba y la presencia de variadas celebrities del universo K-, aparecieron las mismas frases de siempre “Vamos a poner a la Argentina de pie”, “vamos a proteger a los que menos tienen”, “comer no puede ser un privilegio”. ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? Nada indicó en su discurso, cómo el plan de gobierno va a solucionar problemas que se vienen sosteniendo desde hace décadas.

Mensajes

Pero también hubo referencias específicas. La palabra “herencia” como un mecanismo atenuante de las urgencias. El uso de la “legalidad para combatir la inflación”, enviando un mensaje a quienes desean sostener su “rentabilidad a costa de los bobos que pagamos lo que consumismo”; poniendo a la iniciativa privada en la mira mediante herramientas como el control de precios y el ajuste impositivo. Y también hubo anuncios muy esperados por algunos sectores: el Presidente prometió impulsar la ley del aborto legal en la etapa inicial del embarazo. Tal vez una de las medidas que fueron más aplaudidas hoy por muchas bancas que revoleaban pañuelos verdes al unísono.

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Tal vez los temas más complejos abordados sean la cuestión del campo y la justicia. Conflictos que fueron instalados durante el kirchnerismo y que Alberto Fernández renovó en su presentación. La prédica de la solidaridad esperada desde el sector agrícola-ganadero esconde el problema -y potencial conflicto- de las retenciones. Y la reforma laboral, un intrincado mapa de causas judiciales e intereses políticos. Hacia el último cuarto del discurso, apareció vagamente citado Manuel Belgrano, como una suerte de reválida de lo que se estaba diciendo. Un intento de apelación a la autoridad. Pero Alberto Fernández continuaba hablando al núcleo duro.

A los ojos de Acemoglu y Robinson, nada de todo esto nos acerca un ápice a la calidad institucional que necesita un país que cae nuevamente en una recesión y pobreza sin precedentes. Renovar viejas contiendas sin buscar soluciones creativas no sirve. Lisa y llanamente. Mientras tanto, el gasto público primario creció en un 50% en enero 2020; abriendo más la diferencia entre ingresos y egresos de nuestro país, algo que el FMI no va a desconocer en futuras-próximas negociaciones. 

 

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El peronismo-menemismo-kirchnerismo siempre acertó muy bien en empatizar y permear positivamente los estratos más masivos de la sociedad. Pero una vez más, ha fallado en las propuestas y metáforas. Son las mismas viejas ideas, para los mismos viejos problemas.  Ante este escenario confirmado, a muchos se nos aparece la frase que nos decían nuestros abuelos: “si tu única herramienta es un martillo, todos los problemas se transforman en un clavo”.

* Decano de Cs de la Educación y Comunicación Social, USAL.