El debate denominado mediáticamente “gauchos vs. veganos” abrió una ventana de visibilidad para la agenda que en el CECAP (Centro de Estudios en Comunicación Aplicada) de la Universidad Austral llamamos “bienestar animal”. Este contexto local de relevancia fue reforzado por el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC), que recomienda disminuir un 50% el consumo de carne vacuna para evitar la contaminación que genera la producción ganadera. Detalles al margen, esta agenda dispara mensajes y cuestionamientos para todos lados. Sufrimiento animal, contaminación, modelos productivos, dieta saludable, aprovechamiento de recursos, vida natural, titularidad de derechos. El interrogante profundo radica en cuál es el marco moral que regula la relación entre los seres humanos y las otras especies del planeta, y con el planeta en su conjunto ecológico. Es un tema de trasfondo con innumerables consecuencias de superficie: sociales, económicas, éticas, religiosas, psicológicas, biológicas.
El rechazo a los tapados de piel, las restricciones a la caza y el atún dolphin safe aparecen como precursores de una agenda en ascenso, que ha ganado publicidad en Argentina con la historia de la orangutana Sandra, la prohibición de las carreras de galgos, las manifestaciones de veganos contra el mundial del asado en la 9 de Julio, el ataque a la pizzería Güerrín y la entrada reciente en el predio de la Rural. En el ámbito internacional, la mega estrella pop Taylor Swift acaba de suspender su participación en la Melbourne Cup australiana alegando complicaciones de calendario en su gira por Asia. Sin embargo, activistas por los derechos de los animales se atribuyen haber presionado públicamente para que no participara en un evento que maltrata cruelmente a los caballos. Las nubes oscuras ya se divisan en el horizonte del turf y el hipismo.
Gauchos vs. veganos o la supremacía del ukelele
Los primeros barridos del mapa fueron los circos que utilizaban animales en las presentaciones. Lejos de elefantes, leones y otras especies exóticas, hoy el circo más emblemático del mundo se asocia a gimnastas que homenajean a Leo Messi. En estos momentos, vivimos la impugnación institucional (ya no solo mediática o activista) de los zoológicos como “cárceles” de animales: en la ciudad, sigue la transformación de la hora Ecoparque (en un permanente descubrimiento de qué significa “ecoparque”) y proliferan las sanciones, cierres y reclamos en todo el país. En el último episodio de esta serie, la Defensoría del Pueblo de Buenos Aires pidió la inhabilitación del zoológico de Luján por maltrato animal. El organismo hizo un pedido formal a las autoridades provinciales luego de confirmar una serie de irregularidades que había denunciado la organización Animalista Independiente Argentina a través de la plataforma Change.org, con más de 395 mil firmas al momento de escribir esta columna. Finalmente, en estos días se espera que el Gobierno de la Ciudad gaste decenas de miles de dólares en trasladar a Sandra a un santuario en Estados Unidos.
Las agendas sensibles se expresan y potencian de manera especial a través de los contenidos de ficción. Por ejemplo, Pequeña victoria ha puesto sobre el tapete la subrogación de vientres; Chernobyl, los riesgos de la energía nuclear; y Apache, las complejidades de la marginalidad, a través de la historia de Carlos Tevez. Por su parte, El Rey León entra fuerte en los debates sobre animales: según Ultracine, laremake de Disney ha sobrepasado los 3,5 millones de espectadores, llegando al podio de las más vistas del 2019 en Argentina, junto con Toy Story 4 y Avengers: Endgame.
La campaña viral que exige un símbolo vegano para alimentos procesados
Impacto emocional. Teoría ecológica. La legendaria canción introductoria, adaptada y relanzada disputando la fuerza original, nos introduce en el mundo de la sabana africana mediante el marco del “círculo de la vida”. Poco después, Mufasa ilustra a Simba sobre su futura tarea de gobierno en un diálogo fascinante para nuestra cuestión: “Todo lo que ves existe en conjunto, en un delicado balance. Como rey, necesitas entender ese balance y respetar a todas las criaturas, desde la hormiga que se arrastra hasta el antílope que salta”. Simba interrumpe: “Pero, papá, nosotros comemos antílopes…”. Y continúa Mufasa: “Sí, Simba, déjame explicarte. Cuando morimos, nuestros cuerpos se transforman en hierba, y los antílopes comen la hierba. Y así estamos todos conectados en el gran círculo de la vida”.
La metáfora ecológica se enfrenta a las pintadas que dejaron los activistas veganos en Palermo: “Los animales no son comida”. ¿Se está metiendo la habitualmente progresista Disney en la disputa?, ¿o un marco de los 90 se ha colado en los debates del 2019 por obra de una remake calcada, pero ahora recontextualizada?
Justo con la película, en sintonía con el Objetivo del Desarrollo Sostenible Nº 15 de Naciones Unidas (Gestionar sosteniblemente los bosques, luchar contra la desertificación, detener e invertir la degradación de las tierras y detener la pérdida de biodiversidad), la empresa ha lanzado el proyecto The Lion King #ProtectThePride: busca revitalizar la población de leones, que viene reduciéndose desde hace 25 años. En el video explicativo, argumentan desde la teoría del “círculo de la vida”, usando fragmentos cercanos al pasaje citado.
En cualquier caso, desde mi punto de vista, el efecto de framing (enmarcado) del cine -que hasta ahora no he visto mencionado en esta conversación- ofrece en su belleza influyente una alternativa a la polarización de gauchos y veganos. Aparece el respeto, el balance y el cuidado: lo que nosotros llamaríamos sostenibilidad ambiental. Quizá es que, por encima de las tribunas de Intratables y de las luchas de la calle, el atractivo y la profundidad del séptimo arte nos llevan por el camino que ha señalado Dostoyevski: la belleza salvará al mundo.