El hambre del pueblo, la falta de servicios básicos de primera necesidad, el estado calamitoso de vida de millones de personas que se ven obligadas a emigrar de su tierra en búsqueda de un trabajo que les permita aportar desde el extranjero algo de dinero para que sus seres queridos puedan procurarse para sobrevivir los escasos productos existentes en las góndolas de los supermercados, es la cruel realidad que padece ese país.
Ludmila Vinogradoff del diario ABC Madrid en su columna titulada: “El Hambre Desfila Uniformada”, expone que en el último desfile militar conmemorando el 208 aniversario de la independencia de ese país, la milicia venezolana no marchó con las clásicas armas, sino que lo hizo portando bolsas de comida de subsistencia.
En la nota mencionada, la columnista resalta los dichos del General retirado José Machillanda, quien sostuvo que el desfilar portando las cajas “CLAP” (siglas del “Comité Local de Administración y Producción”) termina por mostrar la perversión extrema de un régimen que de “manera desvergonzada asesina a hombres del cuerpo armado, asesina a ciudadanos que protestan la tiranía y que se niegan a que por la vía de la violencia política se someta a una sociedad” cooptando al venezolano hambreado y pauperizado.
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Es claro el mensaje. Las milicias muestran públicamente a un pueblo hambriento que la comida está en sus manos, constituyendo una clara metáfora dando cuenta que la vida de todos los ciudadanos está en manos del régimen gobernante.
En otro orden, Francesco Manetto en su columna para el Diario El País de España, titulada “La Lenta Agonía de los Servicios Públicos en Venezuela”, afirmará que:
“En Caracas el metro circula, en los hospitales venezolanos hay pacientes, los estudiantes se gradúan en las universidades y las oficinas están abiertas, al menos hasta las dos de la tarde. Todo esto ocurre, pero es también una ilusión óptica. El subterráneo de la capital funciona cuando no hay cortes eléctricos, sin apenas empleados ni controles. Las clínicas están asfixiadas por la falta de personal y medicamentos. Los centros educativos luchan por sobrevivir y la Administración está atravesada por miles de grietas que anticipan un colapso inminente”.
Ante esta calamitosa realidad expuesta por renombrados periodistas de nivel internacional, es poco feliz que algunos partidos políticos argentinos defiendan este régimen dictatorial y totalitario afirmando que es un sistema demócrata, haciendo alarde de un sistema perverso donde el militar le pasa por las narices la comida a todo un pueblo hambriento en el marco del aniversario de la independencia de un país cuyos gobernantes se autodenominan “Bolivarianos”.
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Con todas sus deficiencias, la “democracia” no asesina al que discrepa, no tortura al que piensa diferente o al que expone públicamente su opinión disidente, no encarcela al opositor, no silencia a los que poseen opiniones divergentes con el gobierno de turno, no obliga a caminar a sus habitantes en caravana cientos de kilómetros para encontrar un lugar transitorio donde afincarse para poder sobrellevar una vida medianamente digna, sin hambre ni padecimientos producto de la escasez o directamente la inexistencia de artículos de primera necesidad como alimentos, medicamentos, entre otros.
Un estado democrático respeta las ideas. No las impone con un látigo a sus ciudadanos. Menos aún, no los castiga privándolos de la libertad, torturando o matando al que no comulga con las mismas.
La “democracia” por más deficiencias que posea, tiende siempre a lograr el bienestar del ciudadano, aunque muchas veces el camino sea difícil y el resultado no se exteriorice en lo inmediato.
En ese camino existirán crisis y quizás éstas puedan ser graves, pero en una elección el ciudadano con su voto decide el futuro, siempre en libertad, sin censura, exentos de miedo o de imposición de ideas por parte de una “elite” gobernante.
Por lo tanto, el sistema democrático argentino podrá tener muchas fallas, seguramente existirán gravísimos errores, decepciones, desmanejos, hechos de corrupción los cuales deberán ser ventilados en la justicia, pero lo más importante es que, mientras exista la democracia, habrá librepensadores, críticos, independencia de poderes, posibilidad de expresar nuestras ideas u opiniones sin censura previa y ello es lo que contribuirá a que la Argentina salga adelante luego de una relación muy cercana con las mismas autoridades venezolanas que llevaron a ese país a la hambruna, caso contrario no desfilarían sus tropas con cajas de comida y a la vista de todo un pueblo en el día del aniversario de su independencia.
Jorge Fontevecchia, co fundador de Editorial Perfil y CEO de Perfil Network, en su imperdible columna titulada “Grieta y Fracaso” culminará la misma afirmando que:
“… respecto de la Argentina, que más allá de Mauricio Macri o Alberto Fernández, la internacionalización será imparable y después de tantos años de fracasos, así como fuimos vanguardia en la decadencia, existe la posibilidad de tener más beneficios que costos del irreversible futuro que se nos impone a todos”.
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Ese pensamiento es el que nos identifica a la mayor parte de los argentinos que soñamos con un país próspero, con la disminución de los índices de pobreza y marginalidad, con la apertura e integración al mundo, con fronteras abiertas, con trabajo digno, con una educación pública óptima y con una mejor calidad de vida día tras día, o sea, con una sólida democracia.
Por dicha razón, no faltemos el respeto al ciudadano venezolano que padece un sistema despótico y tirano tratando de imponer la idea dando cuenta que ese País vive en una sana “democracia”, porque lo único verdadero es que el sistema dictatorial utiliza esa palabra sólo y exclusivamente como una “fachada” para encubrir su verdadero objetivo, tal es el mantener su hegemonía a través de un régimen totalitario, absolutista y dominante.
MC