OPINIóN

La riqueza de la interculturalidad en la educación

Un mayor conocimiento en culturas étnicas y extranjeras permite formar generaciones con mayor tolerancia, más respetuosas y menos enfocadas en las diferencias.

Interculturalidad
Interculturalidad | cherylt23 / Pixabay.

La consigna 'ser ciudadano del mundo' puede sonar un poco cliché, pero si miramos a nuestro alrededor podemos notar que la interculturalidad en los países es cada vez más potente a causa de la creciente inmigración. De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), las guerras comienzan en las mentes de los hombres, por eso se podría afirmar que un mayor conocimiento en culturas étnicas y extranjeras permite formar generaciones con mayor tolerancia, más respetuosas y menos enfocadas en las diferencias.

La inmigración desde la dimensión educativa trae consigo multiplicidad lingüística que nutre las lenguas de palabras nuevas y expresiones, y que más que interferir en la comunicación, lo que hace es enriquecer el lenguaje, haciéndonos capaces de interactuar con interlocutores de diversos orígenes.

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La escuela intercultural que se vive en la actualidad da espacio para el intercambio de visiones del mundo y de costumbres. Este intercambio, tal como lo dice la palabra, entrega la oportunidad de hacer crecer las estructuras de lo conocido por los estudiantes, de manera que se amplía el conocimiento a nivel global y se comprende que “mi realidad” no es la única, o bien no es la única válida. Conocer que hay personas del mismo rango etario que comparten características propias de la edad, pero que acostumbran a comer platos diferentes, a vestirse diferente, a concebir las estructuras sociales y las creencias religiosas de un modo que no estamos familiarizados, habla de una apertura del “mundo personal” que no tiene límites, y que nos prepara para ser ciudadanos abiertos y tolerantes dispuestos a conversar.

En relación con lo anterior, otro punto valorable de la educación multicultural es el intercambio de ideas y opiniones, que surgen de experiencias variadas, y si son bien guiadas, provocarían un sincretismo cultural rico en versiones y modos de analizar o resolver una situación, por ejemplo: porque en la zona donde crecí no existen días de frío o lluvia, puede que tenga una mirada acertada de cómo resistir un día de calor o ventilar un ambiente de manera sustentable.

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En este intercambio, los sujetos además de conocer al otro, también se reconocen a sí mismos. En otras palabras, es posible conocerse a partir de las diferencias, porque nos hacemos más conscientes de quiénes somos y, de esta manera, se construye un autoconcepto que no se opone al de los otros, sino que se acepta en la diferencia.

Si bien, justamente, es en la diferencia donde está la riqueza, es fundamental que las escuelas de hoy se preparen para recibir a un alumnado diverso en cuanto a países de procedencia. Para esto se debe apoyarlos identificando los niveles de desempeño con el que lleguen a la institución y luego realizar nivelaciones especiales que en lo posible posicione a los niños y jóvenes en un nivel estandarizado al inicio del año escolar. Al mismo tiempo, es fundamental que se considere la diversidad en actividades curriculares y extracurriculares, en las cuales se potencie la colaboración y construcción de recursos y actividades en donde se trabaje el componente cultural propio.

En definitiva, es mediante la educación que consolidamos paradigmas, luego los replicamos y heredamos. En este sentido, si la escuela de hoy y del mañana ofrece multiculturalidad y la respeta como tal, las sociedades del mundo serán más tolerantes y pluralistas, construyéndose así, un mundo conectado que se respeta en las diferencias.