Sacar una conclusión de lo sucedido en las últimas 48 horas tanto en el Congreso de los Diputados como fuera de él es imposible. Porque hay muchas y de todo tipo y pelaje. Que política y señorío no van de la mano cuando lo que se está discutiendo es entrar en el poder, o que te echen de él, es bien sabido. Principios los justos. Y si no veamos. Hoy, desde la tribuna de oradores, Pedro Sánchez le espetó a Pablo Iglesias que “si me obliga a elegir entre la presidencia de España o mis convicciones, elijo mis convicciones”.
También podría haber dicho, emulando a Groucho Marx. “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”. Salvo que el doblemente fallido – en 2016 inauguró tan poco envidiable fenómeno en la historia política española – aspirante a la presidencia del Gobierno haya decidido enmendarse a sí mismo.
“La responsabilidad de que el señor Rajoy pierda la investidura es exclusiva del señor Rajoy por ser incapaz de articular una mayoría”. Con esta frase, Sánchez le argumentó a Rajoy su negativa a abstenerse para que el conservador logre la reelección, allá por el 2016. Ahora, como si aquel 2016 no hubiese existido, el socialista acusa a Unidas Podemos, Partido Popular y Ciudadanos de su fracaso, en los dos últimos casos precisamente por no abstenerse, a pesar de sus insistentes pedidos.
Pedro Sánchez perdió una votación clave para formar el gobierno español
Pero, ¿hasta qué punto el socialista buscaba realmente seducir al partido que se ubica a su izquierda? El candidato siempre busca seducir a su elector, ya que de él depende la consecución de su objetivo que no es otro que el poder. A partir de esta obviedad, cuesta entender porqué Sánchez, como hoy también su portavoz en el Congreso, Adriana Lastra, se refirieron a Iglesias con una inusitada dureza durante las dos sesiones de investidura. Más que ofrecerle compartir un lugar en la cama dio toda la impresión que lo querían era mandarlo a dormir en el sofá.
También en la lucha por el relato el PSOE muestra flecos inquietantes. Esta mañana, antes de que se inicie la sesión de investidura, la vicepresidenta Carmen Calvo declaró en la Cadena Ser (la emisora de mayor audiencia del país) que "nosotros tuvimos la gallardía de no filtrar nada. No desvelamos ni una sola cosa a lo largo de todos estos días por el bien de la negociación". Una hora antes del inicio de la sesión de investidura, Calvo volvió a repetir, esta vez a una emisora de televisión, que no filtraron ningún documento. Los documentos en cuestión, que incluye las peticiones (filtrado como “exigencias”), como el que detalla las propuestas de cargos de gobierno de Unidas Podemos, fueron modificados y filtrados, de acuerdo a distintos medios de comunicación españoles, por Vicepresidencia, el área que dirige Calvo. Es evidente que esa acción nada iba hacer para restablecer, al menos en parte, la desgastada relación con Iglesias, y menos aún su confianza en los negociadores del PSOE.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, historia de un desencuentro
Esta correlación de sucesos, a los que hay que añadir el veto de Sánchez a Iglesias a entrar en el Gobierno, empuja a pensar que los socialistas nunca pensaron en compartir el poder con Unidas Podemos en calidad de socio, sino, y como mucho, utilizarlo como partido muleta para quedarse en La Moncloa.
Entonces, y esta es la pregunta del millón, ¿qué es lo que realmente persiguen los socialistas? ¿Regresar al bipartidismo? Curiosamente en esta última semana las encuestas le dan al PSOE un aumento en la intención de voto, aunque sin lograr la mayoría absoluta. Una subida al Partido Popular, y una fuerte caída a Ciudadanos y Unidas Podemos, partidos que amenazaron con romper la tradicional alternancia en el poder entre socialistas y conservadores.
Así, y puestos preguntar por otro millon, lancemos otro interrogante. ¿Sánchez está pensando jugársela en las elecciones que deberían producirse en noviembre, si en septiembre vuelve a fracasar? En principio parece una locura, aunque en el terreno de locuras políticas nunca está dicha la última palabra.
La meteórica trayectoria política de Pedro Sánchez
Entre tanto, a la espera que llegue septiembre, Iglesias como su formación política, tomarán finalmente conciencia en que tres o cuatro ministerios, sobre todo si pertenecen al área social, les permitirán recuperar el terreno que vienen perdiendo elección tras elección.
Iglesias jugó al límite y perdió. Sánchez, que tanto gusta de la escenificación del poder, venderá ahora a sus votantes que nadie le tuerce la muñeca; y menos los radicales de izquierda, le agregará al establishment.
Mientras la izquierda se pelea como sólo lo sabe hacer la izquierda, Pablo Casado, líder del Partido Popular, se frota las manos. El otro superviviente de la política española espera.