La decisión del gobierno de ponerle un cupo a la cantidad de pasajeros que pueden entrar al país a través de vuelos internacionales es, prácticamente, la sentencia de muerte para la temporada de turismo invernal fueguina y de distintos polos turísticos del país.
Dijo el Ministro de Salud bonaerense Daniel Gollán con absoluta crueldad que “las decisiones de unos pocos no pueden afectar las libertades de millones” y, basado en ese argumento, logró que el gobierno nacional le baje la guillotina al turismo receptivo internacional del país. Esta decisión disparatada, absurda e irresponsable no solo liquida las esperanzas que el sector turístico fueguino tenía para subsistir sino que, además, impacta gravemente al sector comercial y gastronómico.
La decisión que ha tomado el gobierno nacional a resultas de este razonamiento resentido, infantil y en absoluto científico es un nuevo gesto equivocado a la búsqueda de culpables en otro lado, es decir, fuera de sí. ¿Ignora el señor Gollán que prácticamente la totalidad de los extranjeros y nacionales que llegan al país ya vienen vacunados por completo gracias a las dosis de vacunas que en el exterior sobran y aquí faltan? ¿Sabrá este ministro que en esos vuelos no solo llegan turistas con divisas sino también insumos industriales y médicos de vital importancia para el desarrollo nacional y de las provincias?
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Es claro que cuando este señor se refiere a una minoría que afecta las libertades de millones no se mira en el espejo. Es él y su cada vez más reducido grupo de aplaudidores ideologizados los que componen la minoría que aplasta a millones.
Afortunadamente, la mayoría de la sociedad ya sabe perfectamente quiénes son los que con sus medidas políticas han agudizado la pandemia y la han estirado mucho más de lo razonable con sus erradas decisiones políticas. Decisiones que, a esta altura del partido, no se sabe bien si son deliberadas (aunque sospechas sobran). Prohibirle el ingreso al país a connacionales y condenarlos a un exilio indefinido porque viajaron a vacunarse, por trabajo o por placer, es ir en contra de lo prescrito por la Constitución Nacional. Se parece más al castigo infligido por una minoría resentida que necesita sujetos sobre los que proyectar su propia impotencia, autojustificarse y expiar así sus propias culpas. No se dan cuenta que de este modo “están mandando al muere” a miles de argentinos afectando no sólo su salud sino su capacidad de sobreponerse económicamente al efecto desastroso de la pandemia.
Que quede claro: la decisión de dejar entrar en el país un cupo de 600 personas diarias “para retrasar el ingreso de la variante Delta” no es una disposición natural sino un capricho político. La variante Delta llegará igual y lo hará no sólo porque la expansión viral no reconoce límites ni voluntades políticas sino, fundamentalmente, porque el gobierno nacional gestionó pésimamente la pandemia. Y lo hizo retrasando deliberadamente la compra de determinadas vacunas para favorecer a capitalistas amigos, no autorizando en tiempo y forma a ciertas marcas (Pfizer y Jansen esperan la aprobación de la ANMAT desde diciembre), sin testear masivamente y reteniendo con fines electoralistas un stock de vacunas para aplicar cuando lo estimen conveniente. ¿Si esto no es desprecio por la vida y el trabajo ajenos, qué es? Podrá ser cualquier cosa que al lector le parezca menos interés activo por la salud pública, la vida y la defensa de la economía nacional.
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El sector turístico fueguino y de otras provincias patagónicas, así como Mendoza, Salta y Jujuy (entre otras) que venían heridas de muerte, se encuentran ahora frente a esto que no tan metafóricamente podríamos denominar “abandono de persona”. Una condena a la nada misma, un empujón no hacia la reconversión sino hacia el fin.
Es por ello que en las próximas elecciones Juntos por el Cambio llama, como decían Hipólito Yrigoyen, Arturo Illia y Raúl Alfonsín, a la reparación nacional. Acá tenemos que cambiar entre todos el destino de la patria. Y eso se hace en las urnas donde deberá tronar el escarmiento que siente las bases éticas, morales y verdaderamente solidarias de una nueva Argentina.
Las elecciones de este año serán el termómetro que nos indicará cuánta capacidad de reacción nos ha quedado, cuánta fuerza para resistir y sobreponernos aún nos queda. No vaya a ser que el gobierno con sus acciones centralistas, y a favor exclusivo de su propia clientela a la que empobrece, logre un triunfo que determinaría el jaque mate a la recuperación política, social y económica que el país reclama y se merece.
* Pablo Daniel Blanco. Senador Nacional – UCR – Tierra del Fuego.