OPINIóN
Derechos humanos

Patrón femichista, sororidad a la carta

Feminismo es lucha, es grito y canción, tambores en la calle, sueños de justicia y liberación.

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Feminismos. Es mucho más que conformarse, por ejemplo en la política, con la ley de paridad. | NA

A lo largo de los siglos las mujeres han sobrevivido a las más variadas prácticas opresivas, esta afirmación ya no es secreto ni tabú. Sin embargo el espíritu inclaudicable de la dignidad humana ha forjado con perseverancia empecinada, ideales nobles y sueños de equidad.

Con esa misma dignidad, el pasado mes de junio 2022, las mujeres afganas han salido a las calles para reclamar la restitución de su derecho a trabajar y estudiar, valientes, aun conscientes de la crueldad inusitada de su opresor, el régimen talibán.

Nunca antes el poder patriarcal se sintió tan cercado, nunca antes se vio obligado a mutar, a reciclarse tan rápidamente. Deconstrucciones como “nuevas masculinidades”, agrupaciones de varones feministas, por mencionar algunos intentos flojos de papeles, les han garantizado cierta permanencia, como esas viviendas podridas de humedad en los cimientos, que los propietarios viles intentan vender al mejor postor, habiéndose maquillado con dos o tres capas de pintura, impermeable. Pan para hoy, hambre para mañana, pero siempre un buen negocio, para quien vende, claro. 

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La razón frente a los mitos

Feminismo es dignidad, equidad, respeto, es diversidad, decisión de concebir, gestar, parir, criar, o abortar. Feminismo es abrazo en las diferencias, es paz, vida, Pacha, es disidencia oída, aceptada y amparada, sororidad y fraternidad.

Nada tiene que ver el feminismo con los poderes político-partidarios de turno, nada tiene que ver con la segregación y la discriminación, porque el feminismo es transversal, debe serlo para eludir la mezquindad del poder hegemónico, aquello contra lo que lucha desde siempre.

No obstante, hay que reconocer que el gran aparato patriarcal ha dado frutos sin fecha de vencimiento, aún observando los conflictos intestinos del movimiento feminista, podemos advertir que colectivos subsegmentados, abogadas feministas, medicas feministas, cocineras feministas, actrices feministas,y un largo “etc”, se arrogan la potestad de determinar qué feminismo cumple con las normas ISO, y cuál no. Esto podría ser incluso digno de un debate, quizá enriquecedor, si no fueran tan evidentes, los hilos, y “El” titiritero. Es que prácticamente en todos los casos quien merece apoyo, o no, casualmente resulta simpatizante o no, de determinado partido o corriente político-partidaria, que no vale la pena individualizar en este espacio, porque aquí hablamos de feminismos.

El caso es que frecuentemente, frente a situaciones de dominación evidente, quien resiste la opresión, sea individual o colectiva, suele esperar apoyo, empatía o sororidad de tal o cual “colectivo feminista”, como si repitiéramos un trauma, cambiamos de opresor, aun necesitamos esa aprobación que quizá no llegará en la alternancia de la hegemonía. Un varón heterosexual violento debe ser denunciado, cancelado, escrachado; pero si pertenece a La Campora, la cosa cambia, y habrá que reflexionar sobre la efectividad del punitivismo.  

Últimamente hemos confrontado archivo y descubierto con sorpresa (o no tanta), que la actual ministra de las mujeres, géneros y diversidad, Ayelen Mazzina, otrora fue activa defensora “de las dos vidas”, movimiento con gran afinidad católica, crítico por definición, del derecho a decidir sobre el propio cuerpo. En fin, otro ejemplo de la moral fluida.

La leyenda “Tabaré” narra la historia de un muchacho que era hijo de una india y un español, a quien ambas fuerzas detestaban por considerarlo sangre oponente. Finalmente, alistado en el ejército español, -cuenta la historia- nunca se vio soldado más cruel que Tabaré, a la hora de disciplinar a sus hermanos indios.

Feminismo es derechos humanos, es justicia y respeto por las disidencias. El feminismo sirve a la equidad y la libertad, el feminismo no tiene Patrón.