OPINIóN
Análisis

“Ser alguien en la vida”, una deuda histórica

Una mirada sobre el mundo de los jóvenes, el rol del adulto, las oportunidades y la perpectiva de un futuro mejor.

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Búsqueda laboral de Jóvenes. | Agencia Shutterstock

El 12 de agosto fue el Día Internacional de las Juventudes, una fecha que si bien pone en agenda la realidad de los jóvenes del mundo, también promueve una reflexión sobre qué estamos haciendo los adultos por ellos y qué futuro les dejamos a las próximas generaciones.

En mis años de experiencia trabajando con juventudes he escuchado una frase recurrente sobre el objetivo que buscaban o esperaban de la vida, como respuesta una reiteración: “quiero ser alguien en la vida”. Esta comentario, que puede parecer personal en muchos sentidos, sin embargo expresa un profundo dolor que va de la mano con una deuda –histórica- que el mundo adulto tiene con nuestras adolescencias y juventudes, a tal punto que ellas “piensan” que no son alguien. 

La última edición del Monitor de Empleo Joven que realizó la Fundación SES junto a ATENEA a finales de 2021 arrojó que la desocupación en las juventudes es 4 puntos porcentuales más alta que en 2019, y continúa duplicando la tasa urbana argentina. Asimismo, la pérdida de trabajos informales durante 2020 tuvo mayor incidencia en las mujeres, que representan el 80% de la caída del empleo no registrado, ampliando la brecha de género ya existente en las tasas de 2019. Por su parte, UNICEF reveló que en el primer semestre de 2020 el 57% de niñas, niños y adolescentes, hasta 18 años, era pobre por ingresos, y los hogares con jefatura femenina presentan una incidencia de la pobreza infantil significativamente mayor a la del promedio nacional, que llega al 64,6%. Aproximadamente 1.800.000 jóvenes, niños y niñas se desvincularon de la escuela, condicionando severamente no sólo la certificación educativa, también las condiciones estructurales y de desarrollo social, cultural y económico, según datos actuales del Ministerio de Educación de la Nación Argentina

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Si bien las brechas y las barreras de desarrollo entre géneros se da en todas las dimensiones de la vida de las juventudes, respecto al acceso a la justicia y protección, UNICEF reveló que personas adultas de 7 de cada 10 hogares ejercen prácticas de crianza que incluyen violencia física y/o verbal, y en el 40% de los casos se recurre a la violencia física como parte de la crianza de niñas y niños. A su vez, del total de 5151 víctimas de violencia sexual atendidas entre 2019 y 2020, el 63,1% son niñas, niños y adolescentes. Sin importar la edad, el mayor porcentaje de víctimas es de género femenino (80,2%), habiendo mayor diferencia por género a medida que aumenta la edad.

Por último, llama la atención un estudio reciente realizado por CIPPEC y UNICEF que releva la opinión de las juventudes respecto de los debates públicos y su participación muestra que un 31,65% de las personas encuestadas prioriza la calidad educativa como tema de mayor relieve en la agenda de las juventudes. En segundo lugar, un 26,10% señaló al cuidado de la salud mental y en tercer lugar, el 18,63% dijo que el tema que más los afecta es la pobreza y la desigualdad.

Tenemos una deuda y una responsabilidad. Para asumir la tarea, deberemos hacer esfuerzos que impliquen deconstruir la mirada adulta sobre las juventudes, despojarla de prejuicios y estigmatizaciones que no hacen más que vulnerarlas. El adultocentrismo es un tipo de hegemonía que pone como modelo de referencia la mirada de la persona adulta y desde allí detenta su poder. Proponemos, por el contrario, interpretar la diversidad de las juventudes, identificar sus particularidades y analizar sus contextos de vida.  Cuando la adultocracia permea en las instituciones y las subjetividades, las pautas y los mecanismos que se desarrollan en ellas son muchas veces expulsivos, y lo que busca acercar, aleja.

El rol adulto, deberá estar mediado sin dudas por la comprensión y el acompañamiento para que la voz de las juventudes sea escuchada y que su recorrido hacia la autonomía nos interpele. La intergeneracionalidad debe ser la perspectiva que se imprima en todas las prácticas con jóvenes, en sus agendas y políticas destinadas para ellas.

En esta fecha tan relevante, no debemos dejar pasar la realidad que atraviesan las  juventudes, entendidas sujeto social y político, que requiere que cada una de sus demandas tenga respuesta bajo una institucionalidad, en el marco de las carteras públicas, y que las agendas políticas les devuelvan ese sentido de ser “alguien”. Tenemos la oportunidad de saldar las deudas históricas que permitirán su mejor desarrollo, en entornos más saludables física y emocionalmente. Y así, posiblemente, esta frase sobre “ser alguien en la vida” ya no retumbe como un eco ensordecedor.

* Por Mariela Ortiz Suarez, Lic. en Comunicación y Coordinadora del área de Participación y Voluntariado juvenil de la Fundación SES.