El 9 de julio de 1816, en una típica casa de estilo colonial de la ciudad de San Miguel de Tucumán, representantes de gran parte del territorio que conforma el actual estado argentino, junto con algunos diputados exiliados del Alto Perú, proclamaron la independencia de las ¨Provincias Unidas del Sud”, denominación que reemplazó a “Provincias Unidas del Río de la Plata”. A partir de ese día se afirmó formalmente la ruptura de la dependencia política con la monarquía española y la renuncia a toda dominación extranjera.
El trascendente hecho, evocado en la memoria personal por el recuerdo de alguna celebración escolar o el sabor de un chocolate caliente, fue el corolario directo de un proceso que comenzó en las invasiones inglesas de 1806 y 1807. Cercana en el tiempo, aunque en un contexto regional e internacional diferente, la defensa de Buenos Aires había logrado aunar numerosos anhelos de todos los sectores de la población y promovido la participación de los ciudadanos – “los vecinos” – en el Cabildo Abierto. La institución de raigambre española entró en contacto con las nuevas ideas de la ilustración suscitando, junto a otros factores, los hechos revolucionarios de 1810.
Conocer los prolegómenos inmediatos de la declaración de la Independencia constituye una tarea compleja; la mirada puede detenerse en variados aspectos: el origen de los congresistas, las amenazas de Fernando VII tras su restauración en el trono y de los portugueses en la frontera de la Banda Oriental, las recientes derrotas militares en el Alto Perú o los proyectos de organización política que se debatieron en el Congreso. Uno de sus más fervientes promotores fue José de San Martín; "preciso es que nos llamemos independientes para que nos conozcan y respeten", sostenía. Manuel Belgrano, otro de sus grandes impulsores, con claro espíritu americanista, defendió en una sesión secreta del Congreso, el 6 de julio, la forma de gobierno monárquica, proponiendo un descendiente de la antigua casa de los Incas.
Las descripciones documentales sobre la histórica reunión del 9 de julio son numerosas y plenas de detalles. Una famosa acuarela de Antonio González Moreno, pintada en 1941, recrea la lectura del acta de la Independencia por parte del presidente del Congreso Soberano, Francisco Narciso de Laprida. Los rostros de dieciséis de los veintinueve diputados presentes en la sesión, fielmente retratados, revelan la diversidad de su origen geográfico y permiten inferir el espíritu americano del Congreso. La impresión del Acta en lenguas quichua, guaraní y aymará testimonia el propósito de inclusión de los pueblos originarios y la firme voluntad de unirlos al destino patriótico; el reconocimiento constitucional de su preexistencia étnica y cultural se produciría muchos años después, en la reforma del año 1994.
Feriado del 9 de julio: qué se conmemora en Argentina
La Independencia constituyó el primer hito en el camino hacia la conformación del Estado argentino, el inicio de un recorrido que aún seguimos transitando como pueblo. Dos grandes festejos, en 1916 y en 2016, fueron ocasión para movilizar la memoria y activar diferentes homenajes. La diferenciación entre los del 25 de mayo, solemnes y multitudinarios, y los del 9 de julio, locales y con numerosas actividades intelectuales, develan el centralismo porteño, así como circunstancias históricas diferentes.
206 años después, bajo otros parámetros, continúa vigente el desafío de mantener y honrar la independencia, tomando como modelo el esfuerzo que hombres y mujeres realizaron en el pasado aún en circunstancias adversas. La formación de las jóvenes generaciones, el aliento a la autonomía y a la responsabilidad personales en procura del bien común y el conocimiento de las tradiciones pueden tornarse como ejes para ello.
*Doctora en Historia, docente de la Escuela de Historia de la USAL.