OPINIóN
Pasaron 6 años

La masacre de Bataclan: ocho hermanos son iguales a uno

Monstruosidad desbordada. El viernes 13 de noviembre de 2015, la emblemática sala de conciertos parisina Bataclan, fue uno de los sitios donde se cometieron los ataques terroristas que terminaron con la vida de más de 100 personas.

Club Le Batacan Paris 20211112
ataques en París, en el club Le Batacan, del 13 de noviembre de 2015. | EP

Dios no es bueno. No lo suscribe esta columna. Pone bajo la lupa, en todo caso, lo que ha sido escrito ya por el periodista, ensayista y “polemista” inglés Christopher Hitchens (1949-2011) dos años antes de morir, en un ensayo que lleva ese nombre, publicado como un alegato contra la religión, donde el autor hace un recuento de las masacres que se han consumado en las guerras benditas y santas en nombre de Dios.

Mahoma, Buda o Jesucristo aparecen como catalizadores de la monstruosidad desbordada, exhibida en un crudo inventario que hace el autor angloamericano. Como quizás empiece usted a sospechar, el título del libro no es metáfora: Hitchens le carga todo a la cuenta de la Deidad Mayor, como lo han hecho otros a lo largo de la historia.

"Ocho hermanos con cinturones explosivos y rifles de asalto han llevado a cabo un bendito ataque contra la Francia Cruzada", rezaba el comunicado de un grupo terrorista yihadista atribuyéndose los ataques en París, en Batacan, en seis cafés y restaurantes y en el Estadio de Francia en aquel 13 de noviembre de 2015 que dejaron 138 muertos- incluyendo a siete terroristas- y 415 heridos. Veinte acusados son actualmente enjuiciados en París en un proceso que incluirá la declaración de familiares de terroristas suicidas y que continuará, como mínimo, hasta fin de año. 

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Ataque terrorista en Le Batacan, París, 15 de noviembre de 2015.

Fue una jactancia más en nombre de la religión -junto con otras consumadas posteriormente- y es inevitable preguntarse si el postulado de Hitchens tiende a corroborarse con el paso del tiempo. ¿Es el inefable Creador quien vendría a motorizar esa maquinaria de la violencia? ¿O -como dijo Su Santidad Francisco- son los hombres los que blasfeman utilizando en vano Su nombre?

 

Días después de los ataques, los medios revelaban detalles del modus operandi: los explosivos habían sido adquiridos en el mismo país donde vivían los terroristas. Eran musulmanes europeos que habían decidido colaborarles. Trabajaban para ellos, profesionalmente, como actualmente lo hacen, acaso con una mayor facilidad. Utilizan de maravillas las redes sociales para propagar su doctrina y se camuflan en los pasillos oscuros de la virtualidad para abastecerse logísticamente.

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El café Bataclan se convirtió en un santuario en recuerdo a las víctimas.

Reclutan a un experto en informática y edición para divulgar sus videos propagandísticos en la web -y más allá de ella- y pueden mover efectivo de forma anónima en estos tiempos de criptomonedas. Difunden la ejecución de un rehén o el ataque a un grupo de resistencia en cuidadas escenas que parecen avances hollywoodenses. Asustan. Hacen uso indiscriminado de la violencia contra civiles y contra los mismos musulmanes. Se infiltran entre las víctimas. Dejan en ridículo la inteligencia del Primer Mundo. Y son efectivos. Siete ataques simultáneos lo prueban en aquel 13 de noviembre de 2015.

Las imágenes previas a la masacre en el Bataclan

Seis años después, a 20 años del 11S y con una pandemia que ha alterado definitivamente el orden geopolítico, la historia es caprichosa. Antes devastaban los países los totalitarismos, después llegó el terrorismo y ahora lo hacen los virus. Y sin embargo, aquel concepto de radicalización del individuo permanece intacto. Lo permeable que resulta ante el avance de las formas más organizadas del delito, ha sido descripto en detalle por Moisés Naím en el libro Ilícito, un caleidoscopio del tráfico, el contrabando y el pirateo que podría ser razón para otra columna. La pandemia, además, ha acelerado y desatado el auge de las estafas cibernéticas. Según como quiera verse, el riesgo o la tentación al alcance de la mano.

Así comenzó el terror dentro del teatro parisino Bataclan

Pero hablamos ahora del individuo. De cómo puede ser influenciado en su membrana más íntima. Lo aterrador del fanatismo religioso se advierte todavía hoy en esos métodos elegidos por quienes se “inmolan para alcanzar el paraíso”. Pero también en lo multicultural de quienes integran esos escuadrones negros, donde conviven no solo europeos y estadounidenses sino personas de todos los confines reclutadas de todas las maneras. Y entonces se advierte que no es el fenómeno plural sino el singular lo que quizá pueda explicar la causa de la irracionalidad. Porqué es mejor conocer las historias únicas, más que hacer disecciones ecuménicas sobre tal o cual credo. Porqué es necesario poner el ojo en fulano, mengano y zutano, o en cada uno de aquellos ocho hermanos que se han vestido de victimarios. Por qué ha crecido -sobre todo en pandemia- supurando autoritarismo, la idea de poner la lupa en cada inmigrante que no ha podido integrarse a una sociedad que ha echado a andar sin él. Por qué en Estados Unidos y en Europa un determinado individuo elige, eventualmente, formar parte de un Estado Islámico que lo cobija y lo adoctrina in extremis. Porque no hay nada más aterrador que lo individual.

La suerte de un hombre resume, en ciertos momentos esenciales, la suerte de todos los hombres”, escribió Borges.

Eagles of Death Metal volvió a tocar en París

Y entendemos entonces, que hay un solo ser que tal vez, ha querido decirnos algo. Que más bien es la historia de su frustración en su carne y en sus huesos lo que convierte su identidad ante el prejuicio de otros que le niegan a ser. Que una nueva identidad se forja en estas escuelas religiosas que proliferan con financiación de países como, por ejemplo,  Arabia Saudita. Que así vigoriza su fundamentalismo y desecha el sentido común para asumir que aquel que piensa distinto es un enemigo al que hay que aplastar: un Cruzado. Alguien que no merece respirar el aire viciado porque se ha atrevido a insultar al profeta en la revista satírica Charlie Hebdo -doce personas murieron y once fueron heridos en el atentado del 7 de enero de 2015-, blasfemado el Islam con sus libros y dado la orden de atacar la tierra del califato con sus aviones. En su propia lógica y aislado concepto, hasta parece irremediable el dramático acto final que tuvo lugar, casi por decantación, en Bataclan. Era una Nación Cruzada la que tenía que afrontar toda la furia de ese ataque bendito.