Mi madre, de 90 años, sobrevive a mi padre, que murió a los 77. Mis dos abuelas vivieron más que mis abuelos, a quienes ni siquiera conocí. En la familia hay más viudas que viudos. Y no somos la excepción, sino la regla.
Según el Censo de 2010, había casi 1,5 millones de viudas y solo 374.000 viudos. A partir de los 60 años, casi se registra un empate, pero las viudas siguen ganando. Esto confirma las cifras sobre esperanza de vida en el país. El indicador del Banco Mundial, establece 78 años para ellas y 72 para ellos.
Hace unos días, la revista Science publicó un artículo donde el científico Lars Forsberg, de la Universidad de Upsala (Suecia), explicó que todo se debería a una mutación denominada mLOY, presente en el cromosoma Y, que causa un mayor riesgo de sufrir cáncer, Alzhéimer y que reduciría la esperanza de vida en unos cinco años y medio. Agregó que la mutación está presente en el 20% de los hombres mayores de 60 años; en el 40% de los mayores de 70 y en el 57% de quienes superan los 90. En síntesis, es bastante frecuente.
Un trabajo publicado hace unos años en la revista Medicina relacionaba todo esto con un tema tabú. Si los hombres viven menos, ¿por qué se jubilan cinco años después? La respuesta es siempre la misma. Las mujeres llegan más “desgastadas” a los 60, porque tuvieron un “doble trabajo” (ir a la oficina y cuidar de hijos y maridos presentados como el personaje Homero Simpson).
Lo cierto es que, siempre según las frías estadísticas, si un hombre vive hasta los 73, pasará ocho años sin trabajar. En cambio, una mujer podrá vivir casi dos décadas de la jubilación y hasta recibir una pensión de su difunto (y holgazán) marido. Pocos hombres están tan en forma como Tom Cruise para trabajar después de los 65 porque, como admite la Anses, el 47% de los jubilados cobra la miserable mínima. Encima, conseguir trabajo después de los 50 ya es una hazaña.
Obvio, creer que alguien va a cambiar esto en épocas de neofeminismo es como esperar que nieve en verano. La única que les queda a los hombres es intentar una avivada conocida como “Sergia”. En 2018, un empleado estatal de Salta, Sergio Lazarovich, cambió su nombre al de Sergia en el DNI cuando cumplió 59, para jubilarse como mujer. No sé cómo le fue. Pero yo, que conozco tan pocos viudos, lo estoy pensando.