Expliqué en agosto de 2019, antes de que Alberto Fernández sea elegido presidente, qué ocurriría con él en el caso de llegar a la Casa Rosada.
Al ganar las elecciones, dije que Cristina Kirchner se escondió por detrás de Alberto Fernández para que no le pasará lo que le ocurrió a Carlos Menem en 2003, ganar en primera vuelta y perder en el balotage, que Cristina usó a Alberto Fernández, pero nunca lo perdonó; que lo iba a humillar y después iría por él.
Me decían que era muy "duro"; no, dura es la realidad. Por eso, siempre hay que decirle la verdad a los argentinos.
Cité los antecedentes de canibalismo del kirchnerismo con los propios en Santa Cruz y le expliqué al país que sin Cristina delincuente no había Alberto presidente.
La vicepresidenta va a poner en crisis a la democracia, a las instituciones y a la libertad. Todo se hace visible en estos tiempos. Un déjà vu de la demolición institucional que anticipamos se iba a intentar concretar en el país.
Estamos cerca de que ocurra. Solamente falta el quebrantamiento y desbaratamiento definitivo de la Justicia y en especial de la Corte Suprema. Como lo hicieron los Kirchner en Santa Cruz en los años ´90 y luego Hugo Chávez en 1999 en Venezuela, copiando el modelo santacruceño. Busca la vicepresidenta vaciar las instituciones. Cuando se les pone difícil llama a falsos diálogos para ganar tiempo y emboscar a los opositores colaboracionistas o colaboracionistas, mientras siguen con la carga para liquidar la vigencia de la Constitución Nacional. Por eso, hemos dicho que el único diálogo es en el Congreso.
Son tiempos en los cuales el fiel resiste, el indeciso renuncia, el cobarde traiciona, el cómodo acostumbrado a los privilegios se desespera y los republicanos de a pie luchan. La hoja está en blanco
Cristina aprieta y extorsiona mafiosamente a la Justicia. Está dispuesta a ponerse de sombrero todo para no ser juzgada e ir presa. No volvieron peores, siempre fueron lo mismo.
La vicepresidenta gobierna para su núcleo duro. El kirchnerismo colisiona contra las libertades y la Constitución nacional. Son lo que piensan. No saben gobernar sin bonanza, ausencia de controles y discrecionalidad. Buscan estatizar la vida social, política e institucional de los argentinos.
En esa dirección hay que entender sus recientes declaraciones, en las que dijo que Santa Cruz produce más que la ciudad de Buenos Aires. Miente. Debería explicar, si así fuera, cuántas industrias se han instalado a producir desde que reina la dinastía K. La economía de Santa Cruz es netamente extractivista y demoledora en lo ambiental (cianuro-oro, depredación pesquera y derrames petroleros). No hay vestigios de actividad privada y los principales empleadores son los Kirchner, que se apoderaron del Estado provincial.
No volvieron peores, siempre fueron lo mismo. Cristina sabe que la continuidad de Alberto la lleva no a una derrota electoral, sino a la cárcel.
Por eso, además, los ministros de Economía de Cristina siempre han expresado su incapacidad de generar riqueza. Solo han creado impuestos, perjudicado a las pymes, al campo, a la agroindustria y han cerrado las exportaciones. Antes no te dejaban volver y te dejaban varado, ahora no te dejan salir.
Los ministros de Economía elegidos por Cristina han sido los peores de la historia del país.
El Gobierno está terminado. Cristina sigue buscando ministros cajeros, de perfil genuflexo, permeable a sus oscuros negocios con gobiernos como Venezuela, Irán, Rusia y Cuba. Son "ministros valija". Que no pregunten mucho y hagan circular ese dinero negro por los circuitos oscuros del Instituto Patria y la ruta Santa Cruz.
El renunciado Martín Guzmán era un incompetente. No tenía idea de la economía real. Pero no fue desplazado por eso, sino porque no les servía como cajero con Irán y Venezuela. Extrañan a Julio De Vido. Han destrozado el Gobierno; como prueba de ello, hasta crearon el mercado paralelo para comprar la tarjeta SUBE.
Lo que vivimos no se puede normalizar. No es una interna entre el presidente y su vicepresidenta. Está en juego la libertad de Cristina. Ella sabe que la continuidad de Alberto la lleva no a una derrota electoral, sino a la cárcel. Cristina cree que si asume como presidente, los jueces de la Corte Suprema no se le van a animar.
Dijimos y decimos una vez más que, "o hay Cristina o hay Argentina"; las dos cosas son incompatibles. No les importa el país, la economía, ni los argentinos, ni ninguna otra cuestión. Solo escaparse de la Justicia y demoler el sistema para terminar con la disputabilidad del poder.
Si se va Alberto también se tiene que ir Cristina. No hay que lavarle la cara a la jugada desestabilizadora de la vicepresidenta con el cuento de encauzar la gobernabilidad. En ese caso es Gobierno de transición y elecciones anticipadas.
Pase lo que pase, los argentinos deben tener absoluta claridad: el futuro del país es sin el kirchnerismo en el poder.
Cristina Kirchner está más cerca de la cárcel. Por eso redobló la apuesta y Silvina Batakis va a Economía. Para que Alberto haga el gesto que le pide: su renuncia.
Para Cristina el peligro que siga Alberto hasta 2023 es perder todo e ir presa. Sabe que si tambalea con Alberto se la van a cobrar los propios y ellos la van a meter presa: Sergio Massa, el peronismo feudal y los sindicalistas eternos: solo faltaría ver quién le da la primera zancadilla. Son años de humillación.
Cristina se reunió con Alberto en Olivos para mostrar imagen de unidad. Es como cuando se ratifica a un director técnico de fútbol en el cargo, le queda poco. A la fecha siguiente se va.
Los que no tendrían que hablar y ponerse a resolver los problemas son los Fernández, que en estos dos años y medio están llevando a la Argentina a una crisis nunca vista y su Gobierno va a ser recordado como el peor por mucho de la historia del país.
La grieta son estos métodos y declaraciones: le toman el pelo a la gente. Con funcionarios que agreden a las instituciones, que no admiten controles y no responden preguntas ni dan conferencias de prensa y solo pueden ir a un canal de televisión que se compró con plata robada.
El Gobierno de Cristina, Alberto y Massa es el peor Gobierno de nuestra historia democrática.
Presenté un pedido de juicio político al presidente y a la vicepresidenta en junio del año pasado. No necesitaba ver este desastre institucional y económico, me bastaba ver el desastre sanitario, educativo y social. Las causales de mal desempeño están y el final de la película es muy dañino para la Argentina.
Los argentinos nunca más podemos volver a devaluar la Presidencia de nuestro país votando a personajes como Alberto Fernández. Nunca más podemos volver a caer en las trampas de Cristina Kirchner y Sergio Massa.
El Gobierno de Cristina, Alberto y Massa es el peor Gobierno de nuestra historia democrática. La crisis política es total. La oposición debe estar atenta y no ceder ni un centímetro y proponer un camino claro de salida.
Mi convicción es que si para ganar la elección hay que sumar el pasado estaríamos renunciando a ofrecer un futuro. La grieta hay que ensancharla porque sirve para marcar lo que no queremos. Es preferible perder la elección, pero no renunciar a nuestras ideas, causas, principios ni propósitos.
La grieta está porque queremos un país distinto al del kirchnerismo. Si sumamos a los arrepentidos y despechados de Cristina, la grieta se cierra a la fuerza: pasaríamos a hacer kirchnerismo, validando métodos y prácticas.
La grieta es implementar boleta única de papel, ficha limpia, reforma sindical y laboral, extinción de dominio, cárcel y castigo a la corrupción, combate al narcotráfico y al terrorismo. Dejar de robarle a los pobres, darle prioridad a la educación y respetar la división de poderes.
La coalición de Juntos por el Cambio tiene distintas historias e identidades, pero nos unen las coincidencias supra-ideológicas y los objetivos fundamentales de cambio. Si sumamos a los que hacen todo lo contrario, perdemos el norte y la finalidad misma de lo que es JxC. Sin Cambio no hay Juntos.
El kirchnerismo no solo usó las mayorías circunstanciales para votar leyes de impunidad a terroristas sino que ahora desobedecen tratados internacionales. Delinquen para proteger a terroristas amigos. Juan Domingo Perón le abrió las puertas a jerarcas nazis y Cristina, a los terroristas iraníes que volaron la AMIA.
En las aguas que dividen al mundo, Cristina Kirchner condena a EE.UU., Europa y al republicanismo, y defiende su sociedad de negocios delictivos con Nicolás Maduro, Vladimir Putin y Ebrahim Raisi, a quienes apoya. Acoge y justifica actividades del terrorismo, el narcotráfico y crímenes y delitos de lesa humanidad.
El país está en ruina y desinversión, con una economía parada, sin infraestructura ni servicios públicos. Hay que recuperar el Estado para los argentinos. Hay que liberar al país de las garras del kirchnerismo que solo fábrica pobreza, injusticia, frustraciones y corrupción.
La vicepresidenta vuelve a sus orígenes en Santa Cruz cuando apaleaba trabajadores municipales, mineros, docentes y estaban encandilados por Domingo Cavallo. No sirven las categorías ideológicas de izquierda o derecha para caracterizar al kirchnerismo: pueden ponerse cualquier máscara ideológica para rapiñar.
La vicepresidenta se transformó en un carga para el peronismo. Ya no garantiza ganar elecciones y su terquedad está poniendo en peligro muchos negocios territoriales.
Cristina fue de las más conspicuas menemistas y una ferviente cavallista de la primera línea en los años ´90. Épocas en las cuales mientras los Kirchner se robaban los fondos de Santa Cruz, denostaba al pejotismo, defendía como nadie la convertibilidad y hablaba de canasta de monedas.
La vicepresidenta se transformó en un carga para el peronismo. Ya no garantiza ganar elecciones y su terquedad está poniendo en peligro muchos negocios territoriales.
Cristina ha terminado con varios mitos, como que el peronismo es el único que sabe gobernar. Chocó la calesita en sus tres mandatos presidenciales, donde todos los indicadores económicos y sociales fueron a peor.
Me acuerdo cuando a principio de 2003 algunos hablaban del doble comando entre Néstor Kirchner y Cristina; que la exitosa ciudadana de Tolosa era la que le marcaba el ritmo a su marido: qué chiste que resulta ahora con tres mandatos presidenciales y un país destruido.
La moraleja de todo este desastre es que las alianzas y rejuntes electorales solo sirven para ganar elecciones y no para gobernar.
Mi tarea, mis esfuerzos y energías están centradas en no repetir estos errores. Por eso, recorro la provincia de Buenos Aires, donde en 2023 se define si perdemos la Argentina o salvamos y rescatamos el país.
El objetivo no es ganar la elección, sino cambiar la Argentina para siempre.
Argentina sale con "una revolución ética". Dejando de normalizar la mentira y la corrupción, el clientelismo y el todo vale en la política y en todos los factores de la sociedad. El cambio es desde la política, con buena política, contra los malos políticos, no contra la política.
(*) - Dirigente radical, exdiputado nacional.