OPINIóN
Nuevos desafíos

Superar la grieta que aturde con diálogo edificante

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Agro. La nueva frontera tiene que ver con la agricultura de precisión. | cedoc

100.000 millones de dólares de exportaciones. 700.000 puestos de trabajo. Federalismo. Redistribución económica. Reinversión de la renta. Sustentabilidad. Industrialización de materias primas y valor agregado.

La presentación del nuevo Régimen de Fomento al Desarrollo Agro-bio-industrial tiene estas metas insignia, que pudieron movilizar la creatividad de más de 60 cámaras del sector de todo el país y se identificaron a partir de un trabajo colaborativo de científicos, trabajadores, empresarios, académicos, legisladores, los ministerios de Agricultura, Economía y Producción, y el Consejo Económico y Social, en cuyo marco se lanzó la propuesta.

La Argentina tiene una oportunidad estratégica que no puede desaprovechar. Son muchas las ventajas competitivas, si sabemos tomarlas con inteligencia y espíritu innovador. El mundo demanda alimentos sanos y saludables, en un contexto donde también emergen nuevos estándares ambientales a partir de los Acuerdos de París, y a la vez tiene lugar una revolución tecnológica exponencial. El escándalo del hambre convive con la obesidad y la emergencia de nuevos hábitos alimentarios. El desafío de la productividad agropecuaria va de la mano del blockchain, la inteligencia artificial, la ciencia de datos, la biotecnología y una automatización acelerada que se refleja en el aspecto físico, biológico y digital del sector.

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Todos estos elementos son contemplados en la iniciativa legislativa –con diversos marcos fiscales de promoción- que apunta a la mejor preservación de la tierra y la calidad de los suelos, la renovación tecnológica vinculada a la sustentabilidad, la previsibilidad de reglas de juego que se aspira alcancen los 10 años de horizonte impositivo y la generación de incentivos que parten de algo básico: la reinversión de la renta. Superar el círculo vicioso de la especulación financiera supone emplear recursos públicos para promover actividades privadas atractivas, bajo una premisa: que estén asociadas de cara al futuro a más inversión, más ventas, más exportaciones y más empleo. Que no partan del concepto de piloto automático ni mano mágica del mercado, sino que se funden en la evaluación de proyectos a futuro que promuevan una triple ecología: económica, social y ambiental.

El proyecto es una convocatoria a la movilización de las economías regionales en todos los eslabones de la producción agropecuaria, y está basado en la superación de un concepto arcaico que no puede inmovilizar más las energías productivas del país. No se trata de campo o industria o servicios o tecnología, sino de campo + industria + servicios + tecnología. La nueva frontera agropecuaria tiene que ver con la agricultura de precisión, la internet de las cosas, las regulaciones éticas de los biotecnología, la producción de alimentos personalizados a partir del análisis del genoma, el secuestro más pronunciado de carbono, los fertilizantes biológicos, las semillas fiscalizadas, la trazabilidad de la producción, la carne ética, los bioproductos, la maquinaria agrícola inteligente, los drones y satélites que capturan datos, disminuyen impactos ambientales y promueven la incorporación de las ciencias de la vida en una nueva transformación del concepto de desarrollo agro-bio-industrial.

Se trata de un primer paso de política de Estado que debe estar acompañado de la consolidación de iniciativas no menos importantes. La promoción de la agroecología, la agricultura familiar, el acceso de los pequeños productores a tierras fiscales, el trabajo y la vivienda digna rural, la producción orgánica, el cuidado de nuestros bosques y la agricultura regenerativa también requieren tener un lugar central en una Argentina donde la cuestión climática irrumpe no sólo a través de sequías y episodios de catástrofes ambientales, sino a partir de un escenario geopolítico donde la cuestión de la sostenibilidad será clave para no perder actuales mercados con prácticas proteccionistas disimuladas. Por el contrario, debemos poder acceder a nuevas oportunidades de exportación saludable, segura y trazable, en un proceso de transición ambiental justa y equitativa. Este sector va a merecer una muy especial atención de apoyo y participación a partir del diseño de un crédito internacional que tendrá eje especial en el cambio climático y en los más postergados del eco-sistema agroindustrial.  Desde esa perspectiva, con el aporte del Consejo Económico y Social y el Ministerio del sector, vamos a promover la confección de un gran plan estratégico 2030, que convoque el conocimiento científico del INTA y las universidades de todo el país. Se trata de consolidar una visión 360, que sea abarcativa de todos los aspectos esenciales para una producción sustentable.

Hacia una nueva soberanía del tiempo laboral

Tal vez lo más importante del proyecto de ley –que ciertamente recogerá aportes que lo enriquecerán en el Parlamento pues siempre será perfectible- no resida solamente en estas cuestiones técnico-estratégicas. Me refiero al valor intangible que está contenido en un proceso de co-creación, discusión respetuosa de ideas, perseverancia para acercar posiciones, paciencia para no desesperar ante las contrariedades que supone toda discusión y, muy por encima de todo, un espíritu de diálogo edificante que es clave para el trabajo participativo. Ya hemos avanzado con ese espíritu colaborativo en la instancia del Consejo Económico y Social –merced a las diferentes áreas de gobierno que también multiplican las instancias de cooperación- con un gran acuerdo para la industria automotriz, la producción de cannabis medicinal y los contenidos audiovisuales argentinos, que vamos a reforzar las próximas semanas en los sectores de electro movilidad, la construcción, la ciencia y tecnología y el turismo.

El 30 de septiembre de 1946, el General Perón anunció al país el lanzamiento de su Primer Plan Quinquenal. Tenía el espíritu de una planificación moderna para los tiempos que corrían, asociada a la generación de estadísticas de calidad, una organización adecuada del aparato estatal, la priorización de leyes emblemáticas a ser discutidas en el Parlamento y, por sobre todas las cosas, el surgimiento de una voluntad política basada en la cultura del trabajo. Se trata de la misma cultura que hoy tenemos que reconstruir en el tiempo de la post pandemia. Desde el Consejo Económico y Social nos anima una convicción a quienes lo integramos: aunque el ruido de la grieta tantas veces aturda, es posible encontrar puntos de encuentro para convertir el diálogo en una experiencia edificante.

* Presidente Consejo Económico y Social. Secretario Asuntos Estratégicos.