OPINIóN
Planes post pandemia

Tiempos difíciles (pero que activan acciones inusuales)

El exembajador en Cuba y Perú suma una mirada global positiva sobre la emergencia argentina. La hora de los “social-nativismos”.

El presidente Alberto Fernández
El presidente Alberto Fernández. | Cedoc

Los que nos toca vivir son distintos a los narrados por Charles Dickens en su novela “Tiempos difíciles”, que da cuenta de las penurias y diferencias sociales en la Inglaterra victoriana. Pero traen similar carga de sufrimiento, que abarca a casi toda la humanidad, con especial crudeza y paradójicamente al mundo occidental.

El virus no elige clase social o color de piel, pero las condiciones de vida preexistentes a él influyen en su peligrosidad y consecuencias. Todavía no conocemos su alcance final, estamos en un proceso no terminado, en desarrollo; con pocos antecedentes similares. De allí la incertidumbre en que el mundo está sumido: en términos individuales nadie está seguro, tampoco en términos colectivos y globales.

¿Cuál será la forma de relacionarnos? ¿Cómo se producirán los bienes? ¿Qué actividades desaparecerán o mutarán radicalmente? Así como hubo posguerras, ¿habrá un poscovid19? Aun con el horizonte de la vacuna, hay preguntas sin respuestas.

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En paralelo a la crisis sanitaria, la más acuciante, las consecuencias económicas y sociales ya son devastadoras: caída del nivel de actividad  desde un 10% en Alemania a más de un 30% en los Estados Unidos. La depresión profunda crea más pobreza, desempleo y desigualdad.

La política de austeridad -ya herida luego de la crisis del 2008- ha quedado desbordada y es inaplicable; a propósito, el deterioro sanitario mucho tiene que ver con su vigencia durante el auge neoliberal. En esta nueva realidad, todos los países asisten a su población y a su producción con estímulos superiores a los de la crisis del 30. Sólo la UE colocará un paquete superior a los 800 mil millones de dólares. Estados Unidos realiza una masiva compra de bonos para inyectar liquidez y amortiguar la caída económica.

Los que predicen el fin de la globalización y de la democracia liberal parecen haber encontrado su momento. Yo no seré tan definitivo, pero lo que vemos florecer desde hace un tiempo es el auge de los nacionalismos, llamados “socialnativismos” por Thomas Piketty. Seguro que esa tendencia se acentuará y entablará una puja con la necesidad de cooperación global. Quizás la predicción no se cumpla, pero es indicativa del desconcierto que vivimos.

 

Secretos de una reforma imposible

¿Y la Argentina, es decir, nosotros? La pandemia nos alcanzó en una situación al extremo frágil. Tomó de lleno a nuestra sociedad y al nuevo gobierno que comenzaba a delinear sus propuestas para reducir la pobreza y recuperar un piso mínimo de actividad económica. Nuestros problemas, previos al Covid-19 y agravados por éste, nos seguirán acompañando, pero la larga crisis argentina exige una búsqueda de consensos, frase gastada pero necesaria, sobre los problemas reales que atan a nuestro país y sus posibles salidas. Al pasar, lo logrado entre Alberto Fernández, Axel Kicilof y Horacio Rodríguez Larreta es hasta ahora más que plausible. La emergencia activó una reacción positiva que resulta inusual para nosotros.

No se trata de eliminar la legítima competencia política, sino de asociarla a los nudos que impiden nuestro desarrollo. La búsqueda del poder debe ir acompañada del para qué se lo pretende. El Presidente anunció el 1 de marzo la creación de un Consejo Económico y Social para abordar esos temas de fondo, la urgencia obligó a postergar algunos planes.

Ahora, con el acuerdo ya cerrado con los principales acreedores privados, es posible extender la mirada un poco más allá del día a día, de la cotización del dólar en sus múltiples versiones. Es posible comenzar ese camino desde otro formato.

 

Tras el acuerdo de deuda, Argentina tendrá que definir cuál es su plan

Los partidos, las universidades y centros de pensamiento, los sindicatos, entidades empresarias y movimientos sociales pueden hacer un aporte programático y de ideas. El Gobierno es el que tiene toda la legitimidad para marcar el rumbo. El Poder Ejecutivo y el Congreso tendrán la última palabra, como corresponde en democracia. El reciente Plan de Relanzamiento Agroindustrial, presentado por varias entidades, sin detenernos ahora en su contenido, es un ejemplo de lo que propongo.

Habrá visiones sectoriales, interesadas, contradictorias, pero es mucho mejor discutir sobre el desarrollo posible de una Argentina más equitativa, que sobre una cotidianidad en que lo banal se vuelve lo importante.

*Exdiputado nacional, exembajador en Cuba y Perú.