OPINIóN
Columna de la UB

El actual shock de oferta se parece a la crisis de 1951/52

La principal diferencia es que, en el presente caso, el shock afectó esencialmente a la producción no agropecuaria.

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Mucho se debate acerca de cuál crisis económica en la historia argentina se asemeja a la ocasionada por la actual pandemia. En primer lugar, debe destacarse que, desde el punto de vista técnico, estamos frente a un shock negativo de oferta. El coronavirus y su secuela -la cuarentena- implicaron una drástica caída en la producción, con una merma estimada en un 15% del PBI para 2020.

Por tratarse de un shock de oferta, tiene cierta semejanza con la crisis de 1951/52, cuando una grave sequía afectó la cosecha, en un tiempo en que el sector agropecuario tenía una gravitación mucho mayor que la actual en la economía argentina.

La principal diferencia es que, en el presente caso, el shock afectó esencialmente a la producción no agropecuaria. Esto es, a la industria, el comercio y los servicios, mientras la actividad de origen rural permaneció prácticamente indemne.

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En aquel entonces, la respuesta por parte del gobierno encabezado por Juan Domingo Perón fue el Plan de Emergencia Económica de 1952. El plan suspendió por dos años las paritarias y, al mismo tiempo, ordenó el congelamiento de los precios.

Asimismo, se aplicó una fuerte contracción monetaria y crediticia junto a un recorte de los gastos públicos mediante la suspensión de las obras públicas en marcha y la reducción de “los gastos superfluos”. Se mejoraron los precios de la producción agropecuaria en busca de incentivar la producción y la exportación de tal origen.

Al vencimiento del plazo de dos años, el presidente convocó al “Congreso Nacional de la Productividad y el Bienestar Social”, que concluiría con la firma del Acuerdo Nacional de Productividad, en el que se señalaba que el incremento de ésta “era el único y eficaz medio de afianzar las conquistas económicas y sociales logradas y elevar aún más el alto nivel de vida”.

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Entre otras medidas, se acordó otorgar a las empresas la facultad de reasignar tareas a los trabajadores, ya sea por cuestiones de obsolescencia tecnológica y por razones de mejor rendimiento, al mismo tiempo que se hizo centro en la cuestión del ausentismo y se estableció aplicar “incrementos directos en las remuneraciones por vía de incentivos proporcionados a la eficiencia del trabajador”.

Previamente, y con el fin de promover la inversión extranjera, el Congreso había aprobado la ley 14.222, con el fin de darle un marco de acción del capital extranjero en la Argentina. Al amparo de la misma, se produjo la radicación de la primera fábrica de automóviles en serie (Industrias Kaiser Argentina); a ella se sumó la planta de Mercedes Benz.

Superada la sequía de 1951/52, se recuperó la producción agropecuaria y, con ella, la actividad económica general. El PBI de 1954 ya superaba al de 1952 en un 10%. Según el economista Aldo Ferrer, “los resultados de corto plazo alcanzados por la nueva orientación económica del gobierno fueron considerablemente exitosos”.

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Sin embargo, no fueron suficientes para resolver los problemas de fondo de la economía argentina, lo cual se traduciría en la crisis política de 1955.

 

* Director del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano