#PeriodismoPuro es un nuevo formato de entrevistas exclusivas con el toque distintivo de Perfil. Mano a mano con las figuras políticas que marcan el rumbo de la actualidad argentina, Fontevecchia llega a fondo, desmenuzando argumentos y logrando exponer cómo piensan los mayores actores del plano del poder. Todas las semanas en perfil.com/PeriodismoPuro
—¿Cree que hubiera tomado otra decisión, que no hubiese adelantado las elecciones de haber podido hacerlo?
—Lo he hablado con él. Tengo una amistad con Duhalde, un gran respeto, una gratitud. Es un hombre al cual, con el tiempo, se le reconocerá la contribución que hizo para pacificar el país y ponerlo en la senda de una nueva organización económica con el entonces ministro Lavagna. Es una asignatura pendiente y el tiempo es un ordenador para reconocer estas cosas. Lo hablé con él, porque era su ministro y por la confianza y la intimidad que teníamos, tablero de ajedrez de por medio. Yo era su secretario de Turismo, el único funcionario que se movía por todo el país y le decía que ahí, en el interior, se notaba que había brotes verdes de verdad. Lo veía que las fábricas se ponían en funcionamiento, en un país que se ponía en marcha. Por eso Néstor Kirchner, gran inteligencia estratégica, rescata a Lavagna y lo suma a su gabinete. Había que estar en ese momento. No miremos solo la foto del crimen de Kosteki y Santillán y la situación de Duhalde, sino miremos todo el proceso que le toca conducir. Le tiran una situación dramática, institucional, económica y social. Dos grandes demócratas, como él y Alfonsín, pudieron acordar, porque era la condición que Duhalde había puesto: que Alfonsín lo acompañe y se comprometa. Y lo hicieron, cada uno desde su identidad. Tenemos que repensar estas páginas de la historia, y analizarlas de cara al futuro. ¿En qué nos podemos poner de acuerdo? No todo puede ser. Ese es mi espíritu, mi manera de concebir la política por haber vivido esas situaciones complejas desde adentro.
—Kirchner mantuvo dos años a Lavagna y después, progresivamente, construyó una lógica amigo-enemigo y una tendencia a construir la grieta, que este gobierno no solamente no cambia sino continúa.
—La profundiza. El gobierno que venía a unir profundizó una división que ya existía por las consecuencias de las medidas que fue tomando.
—¿El gobierno kirchnerista fue el constructor de ese cambio que se inició con el acuerdo entre Alfonsín y Duhalde?
—Fue un momento distinto de la Argentina, en el cual había que reconstruir. Había autoridad presidencial y debíamos salir de una crisis muy profunda, de una depresión, un endeudamiento, una toma de decisiones muy fuerte. Los sectores reaccionaron y se generó una impronta de tiro que hasta la propia ex presidenta reconoció cuando dijo: “Debemos reconocer que a veces no fuimos unidos”. Es bueno que haya autocrítica, reflexión introspectiva. Uno no es, me imagino, el mismo presidente el primer año, el segundo y el tercero, como no es el mismo gobernador el primer año, el segundo y el tercero. Uno no es la misma persona cuando está en el llano dos años. Es una evolución constante. La sociedad tampoco no es la misma, se incorporan nuevas demandas y eso es lo que debemos interpretar.
—¿Cristina se sociabilizó, se hizo más como Scioli?
—No. Sería una falta de respeto hacia ella. Por las charlas que tuve con ella, Cristina analizó, pensó, escuchó a la sociedad, sintió que era un momento más de escuchar que de hablar, de dar una alternativa, un instrumento que emerge, que es Unidad Ciudadana, con un triunfo en la provincia de Buenos Aires, ajustado pero triunfo al fin, en un contexto general muy complejo para el peronismo. Se han perdido provincias como Córdoba, por una diferencia muy importante, Entre Ríos, y otras provincias. Las posiciones intermedias no han funcionado. El electorado lo tuvo claro y dijo: “O creo que con este camino de ajuste voy a estar mejor, o no estoy de acuerdo y busco ese voto útil”. Ella lo puso a disposición del electorado en la provincia de Buenos Aires. De hecho el resultado de Santa Fe es consecuencia de todo esto. Cuando hay una posición clara, la gente acompaña. Cristina se pone en un lugar como diciendo: la sociedad tiene la oportunidad de hacerle saber al gobierno lo que piensa y actuar con el voto, en defensa propia y para ayudarlo a corregir.
—Después de 12 años, el kirchnerismo deja el país con un 30% de pobres, habiendo pasado por el mayor superciclo de aumento de las commodities. ¿Qué autocrítica hace sobre ese punto?
—A mí me preocupaba actuar, para el tiempo que se venía, para ver de qué manera reducir genuinamente la pobreza y transformar el rol social del Estado en trabajo genuino, que se había ido descuidando. Las changas, todo lo que hace a gente para subsistir, va deteriorando también el trabajo formal.
Cristina analizó, pensó, escuchó a la sociedad, sintió que era un momento más de escuchar que de hablar
—En las presidenciales de 2015 usted fue el candidato más cercano a la Iglesia y muchos lo identificaban directamente como “el candidato del Papa Francisco” ¿Cuál fue tu contacto después de las elecciones, con él?
—Lo vi en vísperas de mi cumpleaños, el 12 de enero de este año. Tuve ese privilegio por toda la admiración, respeto que le tengo.
—¿El año pasado no tuvieron ningún contacto?
—No.
—Antes, ¿tenían un contacto más fluido?
—Sí. Desde la época en que era arzobispo de Buenos Aires. En distintas circunstancias lo cité, y cuando se hacía la peregrinación a Luján yo, como gobernador, organizaba la asistencia a los fieles. Me acuerdo que él estaba por dar la misa central, pregunté si podía saludarlo y se hizo un rato para verme. Fue la última vez que lo vi antes de ser nombrado . Fuimos con Karina y tuvimos una charla fantástica de una hora. Me gustaba mucho escucharlo es un hombre de una sensibilidad exquisita. Aún en los peores momentos de su vínculo con el entonces gobierno, nunca dejé de visitarlo. Muchas veces tenía que ir en forma muy sigilosa, reservada, pero bueno, me hacía bien.
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