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Eduardo Duhalde: "¿Poner plata Néstor? Había que sacársela con un destornillador"

El expresidente desmintió que el patagónico haya sido postulado como candidato en 2003 porque financió su propia campaña. Además, aseguró que hoy no hay una alternativa al gobierno de Mauricio Macri.

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Jorge Fontevecchia entrevista a Eduardo Duhalde | Pablo Cuarterolo

#PeriodismoPuro es un nuevo formato de entrevistas exclusivas con el toque distintivo de Perfil. Mano a mano con las figuras políticas que marcan el rumbo de la actualidad argentina, Fontevecchia llega a fondo, desmenuzando argumentos y logrando exponer cómo piensan los mayores actores del plano del poder. Todas las semanas en perfil.com/PeriodismoPuro.

—A usted que le tocó gobernar en momentos difíciles, ¿Qué piensa del manejo o la contención de los violentos, tanto del jueves como del lunes pasado? ¿Le pareció bueno, malo, regular...? 

—Fue muy difícil, una situación muy difícil. El jueves no estaba acá, y me horroricé cuando vi. Lo del lunes puede haber sido, o no, un error de la jueza. He escuchado varias campanas, pero poner a las chicas ahí, en primera fila, fue algo, por lo menos, desatinado. Sin ser demasiado agresivo con la protesta, creo que hay que tener un poquito de... Pero hablar es fácil, es fácil opinar de afuera. Hay que estar ahí. 

—Usted también dijo: “¿Qué pasa si se cae el avión en el que Macri va volando?” 

—Sí, fue un error. No hay que hablar. Cuando uno habla, después lo interpretan mal. 

—¿Qué quiso decir? 

—Que no hay alternativa. Usted puede decirme: “¿No piensa en la señora vicepresidenta?”. Pero no es el detalle. Uno a veces dice cosas... Lo que creo es que no hay alternativa a este gobierno, hoy no hay alternativa. Y el que no esté de acuerdo conmigo, que me diga cuál es. Yo le pregunto, ¿quién es una alternativa, hoy? No la hay, eso es una evidencia indisimulable. 

—Esto se enlaza cuando usted dice que Macri ya está pensando en su sucesor... 

—Sí, pero por el cansancio. No sé si alguien es capaz de imaginar lo que es estar hoy en la presidencia. Yo sí lo imagino. Porque era más fácil en la época mía, mucho más fácil. 

—¿Aún en el 2002? 

—Sí, claro. Todos los días hay problemas, cachetazos de todo tipo, la situación económica del país es muy difícil, muy pero muy complicada, muy compleja y todos los días aparecen conflictos nuevos. La inexperiencia en la gestión, que no es mala en sí, a veces multiplica los problemas. Gobernar no es fácil. Yo trataba de enseñarles a los ministros. Y como fui dos veces intendente, podía enseñarles a los intendentes de mi provincia cómo era el cargo, que muchos no lo sabían. No entendían algo esencial: la principal tarea de un intendente es la productiva, el desarrollo. Asumo, cito a todos los intendentes y les digo: “Yo los voy a ayudar pero necesito que en 15 días me envíen un director o un secretario, según la categoría del municipio, de la Producción”. Claro, ¡de la producción! ¿De dónde creen que nace la producción? A cada persona que viene a iniciar un trabajo, hay que ponerle carpetas bajo el brazo y hacerle todo el trabajo. Una calle, una plaza del pueblo tiene que llevar el nombre de un productor o un industrial que creció allí e hizo crecer la zona. Y todos tienen que tener viveros empresarios. No hay concepto en la política de desarrollo. Yo creo en la comunidad productiva que es un término que acuñé hace unos años, cuando asumí como presidente. Ahora creo en la sociedad productiva. Yo recorro mucho el país y hablo de estos temas. Hace poco una señora muy mayor me dice: “¿Y yo qué puedo hacer?”, cuando terminé de hablar de la sociedad productiva. La miré y le dije: “Fíjese cuando compra, si dice ‘Industria Argentina’. Si dice eso, usted compró medio segundo de la tarea de un trabajador”. No hay salida en los países, si no se produce más, si no se desarrolla más. Las condiciones macro deben analizarlas los especialistas, pero la idea básica tiene que ser ésa. 

—Otra de sus frases recientes: “Corremos un riesgo enorme de volver a lo que ya vivimos. Aunque el gobierno no tenga intenciones, puede haber un default de los mercados. Estamos viviendo de prestado”. 

—Sí, son consejos que me ha dado. No quiero decir quién, pero son amigos míos, especialistas en Economía. No son ideas mías, de gente muy cercana a mí, en los que confío ciegamente. 

—Se lo pregunto de otra manera, ¿Usted ve similitudes entre las políticas de endeudamiento de Macri y las de Menem en los 90? 

—Sinceramente, no. No creo, tampoco, que el gobierno pudiera hacer una cosa muy distinta. Estamos viviendo de prestado, es cierto, pero, ¿cuál es la alternativa? Eso es lo que hay que buscar. Alguna es fácil, sí: les sacamos un poquito de plata a los que tienen y listo. Eso se puede decir, pero no es tan fácil de hacer. La salida a mediano plazo será recuperar la idea de la productividad que en Argentina no existe. No existe en la dirigencia, no existe en los intendentes. Y no es una pavada hablar de un intendente, porque ahí es en donde nacen los viveros de empresas. Ahí. 

—Usted ve a Macri distinto a Menem, en ese sentido. 

—Sí. En el caso de Menem, generalmente los que vienen de provincias chicas, no desarrolladas, no le aportan mucho a la idea de la producción. Mi primer libro ‘De la Argentina especulativa a la Argentina productiva’, lo escribí antes de conocerlo a Menem. Después, eso se convirtió en la Revolución Productiva, en la que Menem no creía. Un día, en plena campaña, charlábamos. Menem estaba acostado, viendo televisión, leyendo una revista y hablando conmigo, una costumbre que él tenía. Yo hablaba y él contestaba. Por ahí le hablo de la Revolución Productiva. “Qué es eso?”, me preguntó con su acento pícaro. Le tuve que explicar que era la Revolución Productiva, liberar la fuerza, bla, bla, bla. “Está bien, eso”, me dice. Salimos de campaña esa noche y en el primer lugar lo larga: “¡Porque vamos a hacer la revolución productiva e industrial!”. Carlos, en la próxima, decí productiva nada más, no productiva e industrial: Revolución Productiva sola. Quizá yo sea un exagerado, pero bueno: así se hace la historia. 

—Un gobernador de una provincia chica como Santa Cruz, Néstor Kirchner, también tomó esa idea productivista. 

—No, chistes no, Fontevecchia. Chistes no me haga, se lo pido por favor. 

—¿Usted no lo eligió para presidente casualmente porque se diferenciaba de Menem en ese sentido? 

—No, no. Yo preferí ser fiel a lo que debe hacer un dirigente. Menem no ganaba. Lo que muchos no entienden es que Menem no ganaba. Sí en la primera vuelta, pero en la segunda perdía con todos. Uno lo sabe por mediciones, encuestas. No es que yo lo prefería a Kirchner. Es más, a quien yo quería era a Adolfo Rodríguez Saá. Una tarde le digo a Jorge Villaverde, un senador de la provincia muy amigo de él: “Andá a decirle que venga, porque es el futuro presidente”. Los números eran claros: Menem 17, Adolfo 16, Néstor 5 puntos. Ganaba Rodríguez Saá. Me sorprendió, cuándo Villaverde me contó: “No, dice que no quiere saber nada con la provincia de Buenos Aires, que le apagaron las luces”, Una cosa increíble. 

—Repitamos el cuadro de situación: Menem 18 puntos, Rodríguez Saá 17, Néstor Kirchner 5. 

—Exacto, ganaba Adolfo, seguro. Me dicen que no, pero como yo no tenía apuro, esperé a ver si se tranquilizaba y le pedí al pampeano Masci, que también era muy amigo suyo, que repitiera clarito el mensaje: “Que venga, que los números le dan, va a ser el próximo presidente”. Y Adolfo que no, que él venía con un radical, que no quería saber nada y allí es la primera vez que le escuché a alguien decir que venía por todo. “Voy por todo”. Los líderes provinciales de provincias chicas, siempre un recelo histórico con la provincia de Buenos Aires, quizás haya sido eso. 

—Rodríguez Saá había quedado enojado con usted. 

—Nunca lo expresó. Le echaba la culpa a De la Sota. Yo me jugué a que sea él, porque el candidato de don Raúl Alfonsín, de todos, era yo. Tuve 18 votos en contra, y dos abstenciones. El arco político me prefería. 

—¿Por qué, entonces, terminó apoyando a Néstor Kirchner?

—Un cuarto no podía haber. Eran tres. Menem no porque perdía, Adolfo no quiso, y el único que quedó ahí fue Néstor. 

—Tampoco quiso antes Reutemann, y De la Sota no medía lo suficiente. 

—Claro, se me fueron cayendo. 

—Si Néstor Kirchner medía 5, ¿lo de De la Sota era peor? 

—Sí, sé que no medía porque él mismo me lo dijo. Lo medimos nosotros y no, no daba bien y se lo dije. 

—Esa idea que existe de que Kirchner puso la plata para la campaña, ¿Fue algo que determinó que el candidato fuera él? 

—¡No puso un mango! ¿Poner plata Néstor? Había que sacársela con un destornillador. No, la verdad es que no puso un centavo. 

—Ahora, casualmente, Kirchner tuvo de aliado a Cavallo. Por eso decía que él no era un productivista. 

—Claro que no, si Néstor no entendía nada de producción. Nada. Inclusive una vez le preguntaron, así en las comidillas nuestras, las risueñas, por las ovejas: “¡Qué sé yo”, decía él. Y era lo que más había en Santa Cruz. No, Néstor era un desinteresado por las cosas. 

—¿Le dice algo el hecho de que el hombre más importante de la economía de Macri hoy sea Sturzenegger, un discípulo de Cavallo? 

— No, no me dice nada. No sé de sus condiciones técnicas y políticas, no soy tan irrespetuoso como para opinar de funcionario de ese nivel sabiendo tan poco de macro economía.

Leé la entrevista completa de Jorge Fontevecchia acá.