—Empecemos por el final: ¿qué le pareció la oferta del ministro Martín Guzmán para la renegociación de la deuda bajo legislación extranjera?
—Es menos agresiva de lo que se esperaba. La deberíamos haber hecho el 15 de diciembre, porque es una oferta que no toma en cuenta la crisis mundial. Probablemente, si no se hubiera dado tanto énfasis a la explicitación de un programa después de la reestructuración de la deuda, lo mejor para la Argentina hubiera sido copiar lo de Ecuador. Su propuesta fue ir pagando, una tregua por seis meses o un poco más y luego ver cómo cambian la economía mundial y los organismos mundiales. Pero no se decidió hacer eso. La propuesta no está lejos de poder ser aceptada. A la tasa que evalúa el Gobierno, una tasa de salida del 10%, la oferta da prácticamente el 40% del valor, como aproximadamente si son esas características de título, el 20% un discount, un descuento del 20% a los títulos de cada uno y luego los pares. No me parece que sea una cuestión de “tómelo o déjelo”. Puede abrir un camino de veinte días de conversaciones y, si bien sea más probable que no se llegue en ese lapso a un acuerdo, las probabilidades existen. Sería mucho mejor para la economía argentina acordar.
—¿Ve un riesgo de default menor que otros analistas?
—Veo un riesgo de default de por lo menos el 50%. Lo que digo es que la propuesta esbozada era más agresiva y bajaba la chance de tener un acuerdo. Esta no es una propuesta que imposibilite el acuerdo, aunque es muy difícil. Probablemente acortando un año el período de gracia o cambiando alguna condición de la velocidad en la cual se alcanzan intereses máximos podríamos llegar a un acuerdo.
“La oferta del Gobierno por la deuda no está lejos de lo que puede aceptarse.”
—¿Qué pasaría si no se acuerda tras los veinte días? ¿Podrá acordarse después?
—Da la sensación de que la intención del Gobierno es no pagar la deuda el 22 de abril. Allí entraríamos en los treinta días de gracia al default. Pero siempre hay posibilidades de negociar. Estos veinte días son como estar en tratamiento. A lo mejor para extender el plazo se ofrecerá algún pago previo. Hay que ver qué grado de voluntad tiene Argentina para hacerlo. En este sentido, el Gobierno no se movió un ápice desde el primer día. Al revés de todas las demás reestructuraciones, esta dice cuánto podríamos pagar y vamos a tratar de cumplirlo. Pero es una propuesta dura: si fuera un negocio donde empresas ganan mil por mes, y el dueño dice: “Si pago mis gastos, necesito 980, con 20 tienen que arreglarse”. Antes se ponen nuestras necesidades, nuestras posibilidades de pagar, son descuentos de magnitud. Aun con la tasa del Gobierno, una tasa de interés luego del canje de bonos del 10%, es una oferta de 40% en valor, según se anuncia. Estamos cerca, no es imposible.
—¿El hecho de que existan treinta días de gracia no implicaría que se contara con ellos para renegociar?
—Para eso habría que pagar los intereses dentro de los treinta días, intereses de los aproximadamente 500 millones que vencen el 22 de abril.
—Pagando esos intereses se podría continuar negociando.
—Así claramente se puede estirar. También se puede llegar al acuerdo previo de pagar una parte de los intereses. No es fácil, porque se necesitan condiciones de cláusulas diferentes para diferentes títulos a través de mayorías del 60% o del 75%, según los casos. Habría alguna posibilidad después, un 20%. Depende de la voluntad.
—¿Usted le asigna iguales posibilidades al default que al acuerdo en los veinte días?
—Hay un poco más de chances de que no se llegue a un acuerdo.
—¿Y qué chance de que luego se pueda continuar una negociación treinta días más con algún arreglo de pago de intereses?
—Hay baja probabilidad.
—¿El hecho de que sean cinco grandes fondos de inversión los que concentren la mayoría de los bonos ayuda o dificulta?
—Ayuda. Pero estos cinco grandes no tienen mayoría en la serie de los 21 bonos que se reestructurarán. Y para hacer toda la reestructuración hay que conseguir el acuerdo de todos los bonistas. Los cinco grandes están concentrados en algunos títulos, pero también se deben algunos títulos de menor valor, de menor cantidad de dólares mucho más repartidos. Ahí puede haber problemas con los valores de las paridades de las últimas dos o tres semanas. Puede haber una cantidad de fondos buitre que compraron nada más que para dificultar la negociación.
“La oferta que se hizo fue como si el escenario macro fuera el de enero, precoronavirus.”
—Decía que es una propuesta que se podría haber hecho el 15 de diciembre porque no tiene en cuenta la crisis adicional que genera el coronavirus. ¿En este contexto se podría haber hecho una propuesta aún más agresiva?
—No. Con esta crisis mundial, se está viendo cómo se ayuda a los países emergentes a través de las instituciones multilaterales. Algunos economistas pidieron moratorias de dos años para todos los países. La propuesta se hizo con un escenario macro como de enero, antes del coronavirus. Si no hubiéramos dicho tanto que íbamos a tener un programa económico después de reestructurar la deuda, quizás hubiera sido diferente.
—El Gobierno supeditó el plan económico general a la negociación de la deuda. Originalmente decía que una renegociación exitosa generaría un efecto de confianza y que daría comienzo a una recuperación de la economía. ¿Un acuerdo como este es el que era exitoso en diciembre y hubiese satisfecho esas expectativas del Gobierno?
—Cerca del Gobierno hubo gente que pensaba en preparar la oferta el 1º de diciembre, antes de asumir para resolverlo rápidamente. Pero eso ya pasó. Mi impresión es que los rasgos generales que teníamos como programa terminaron de conformarse con la crisis del coronavirus. El ministro decía que la consistencia se iba a lograr después de la reestructuración de la deuda. Cuantitativamente, dicha consistencia tenía que llegar. Y si bien teníamos un programa de rasgos generales, estamos en una situación en la que todo cambió: es diferente la relación de los números de la consistencia en las diferentes políticas del programa general. Eso hace que se nos agrave todo, porque no tenemos programa general y tampoco tenemos un comité de expertos que haga un programa de emergencia de sesenta o noventa días para adelante. Es una crisis donde todos los gobiernos han decidido políticas fiscales muy expansivas. Hay que mandar a los libertarios a la biblioteca. El rol del Estado es crucial, porque esta recesión es muy diferente a otras. La política fiscal expansiva necesita financiamiento. En ese contexto tenemos tres categorías de países. Los países desarrollados colocan dinero o emiten, no tienen ninguna restricción presupuestaria para ahondar en gastos, aumentar el déficit. Luego están los países emergentes macroeconómicamente ordenados, como Perú, Chile, Colombia; tienen equilibrio fiscal, reservas internacionales abundantes, cierto mercado de capitales domésticos, tienen un sistema financiero más grande que nosotros, que les permite tomar deuda en el sistema financiero, y sobre todo tienen acceso al mercado internacional. Perú colocó esta semana a 2,38% de tasa anual a seis años y a 2,78% de tasa a diez años. Luego vienen países macroeconómicamente anómalos, como Líbano, Turquía y Argentina, que no tienen ni equilibrio fiscal ni posibilidad de colocar deuda en los mercados internacionales, y tienen muy poquita capacidad de financiamiento: la única manera de financiarse es emitiendo. En el caso de la Argentina, eso le impone límites a lo expansivo que pueda ser el gasto público. ¿Cómo se financia dándole a la maquinita? Utilizando recursos gratuitos que el poder de emisión de la moneda local le da al Gobierno, su poder monopólico. Pero se debe tener recursos reales para evitar el impuesto inflacionario, se extraen entre tres y cinco puntos del PBI o más para financiar el déficit. Y en un país bimonetario como este, la demanda de moneda local compite con la demanda de moneda extranjera. Por lo tanto, los límites para poder extraer recursos y financiar déficits fiscales son limitados. En parte del impuesto inflacionario influye la cantidad de dinero. Si hay demasiado incremento de oferta, la gente sustituye el peso por dólares.
“Argentina tiene el récord mundial de recesiones. Si no cambia, no es viable.”
—Usted fue muy crítico de la toma de deuda de Mauricio Macri, advirtió que iba a terminar en desastre. ¿Cómo sería la situación de la deuda si hubiera sido reelecto?
—Argentina entró en recesión en abril de 2018, cuando los ahorristas externos financiaban déficit gemelos récords. Sucede lo mismo que en la casa de uno: mi mujer gasta 1.200 y yo tengo 1.000. Los 200 adicionales o se piden del Estado o se usan de un ahorro previo. Y si no se tienen ahorros, hay que pedirlos prestados. Nadie sabía cuándo se iba a cortar el financiamiento, pero teníamos los dos déficits gemelos más grandes de los últimos 35 años. Cuando se cortó el financiamiento, entramos en la recesión. Luego vinieron las PASO, que cambiaron la historia de la Argentina. A partir de allí la política de Macri fue el precalentamiento de la de Alberto Fernández, especialmente a partir de octubre. Los problemas del financiamiento generan una fuerte caída de la actividad. Y en esa fuerte caída del nivel de actividad los riesgos de conflicto social son mayores. Pero algunos de los que coordinaban el conflicto social hoy son gobierno. Por lo tanto, creo que este gobierno tiene probabilidades de disminuir o retardar el conflicto social. Un problema que hubiera tenido una segunda presidencia de Macri.
—¿Y respecto de la deuda?
—El Presidente eligió un ministro que fue alumno de dos colaboradores míos. Me dicen que es muy inteligente. Pero todo lo que ha escrito esencialmente fue sobre la deuda, es la base de su trabajo académico. Afirmaba que las anteriores reestructuraciones fracasaron porque se hicieron tarde y con quitas muy pequeñas. El kirchnerismo tiene economistas heterodoxos pero no como Joseph Stiglitz. La intención era tener un ministro cuya prioridad fuese reestructurar la deuda. Ojalá salga bien. Pero no es ni de lejos la primera cuestión.
—¿Cuando el Presidente hablaba de default estaba anticipando algo?
—Ya desde Mauricio Macri había una suerte de default virtual. Pero no debe inferirse que sea inexorable ir al default. La fotografía de todos reunidos de esta semana recordó la tragedia de cuando se festejó el default de diciembre de 2001. Están abiertas las posibilidades de algún acuerdo, el Gobierno no lo descuenta. Es un equipo económico bastante descoordinado y que no tiene programa.
—¿Qué rol tendrá el Fondo Monetario Internacional en este tema? ¿Qué pasará con la deuda que se tiene con el organismo?
—El Fondo está decidido a refinanciarla. Está absolutamente dedicado a ayudar a los países emergentes que le demandaron una gran salida del capital. No saben cómo financiar el aumento del gasto de salud, el aumento en gastos en personas vulnerables, el aumento de gastos para evitar la quiebra del bien social de empresas.
“Stiglitz es un economista brillante, pero es lo peor como soporte espiritual de Argentina.”
—¿Cuál es su opinión sobre Joseph Stiglitz?
—Es un gran economista. Lo traje hace muchos años a la Fundación Gobierno y Sociedad. Creo en un rol muy importante del Estado en la economía. En esa época juntamos a unos diez candidatos a presidente. Es un economista terriblemente crítico de lo que ha sido la salida de la gran recesión, sobre todo en los países de Europa, donde la receta fue la austeridad fiscal. Es posible que no haya que enfatizar en la fase recesiva del ciclo. Esa fue la razón por la cual inicialmente el ministro dijo: “Tenemos que parar con la austeridad fiscal”. Esa fue la base del programa, tolerar convivir con altísimas tasas de inflación, eventualmente menores a las del año pasado. Pero Stiglitz es sin duda una mente brillante, aunque es lo peor como soporte espiritual para la política económica.
—Se dice del Fondo, según su sigla en inglés, que es IMF: It’s Mostly Fiscal. Si uno va a un programa de largo plazo, la porción fiscal tiene menor incidencia que en un programa de corto plazo. ¿Cambiará el coronavirus más la conducción de Kristalina Georgieva las ideas tradicionales del Fondo?
—Todo lo que escribió el Fondo en los últimos diez días es sobre políticas fiscales que adelantan sustancialmente el déficit y llevan a niveles de deuda espectaculares. Claramente, el Fondo trató de decirnos en qué se debe gastar la plata en una recesión de oferta como esta: está convencido de que los déficits tienen que subir porque la emergencia es grande y está todo en manos del Estado. Como diría un economista heterodoxo, el Fondo se dio vuelta en la emergencia. Hace tiempo que el Fondo considera cuestiones sociales, que la política económica está condicionada por los niveles de pobreza o desempleo. Estamos en presencia de un Fondo diferente, que tiene que negociar con un país absolutamente diferente. Un país que hace cien años que cae, que tiene estancamiento e inflación en los últimos diez años, que tiene un PBI per cápita 12% menor que hace diez años y que además está en la fase recesiva del ciclo. Hay un cambio. Pero somos un caso anómalo, cuidado con suponer que con un Fondo diferente vamos a seguir haciendo lo que hemos hecho, lo que llevó a esta tragedia.
—Los datos de déficit fiscal que mencionaba son similares a los de 1975, el año del Rodrigazo. ¿Estamos en un contexto comparable?
—La tasa de inflación va para arriba en la Argentina. Si uno creía que la probabilidad de híper era del 10%, ahora estamos en un 20%. Los números de marzo y lo que pasa, que se puede ver en los gastos de abril, nos llevan a una cifra de dos dígitos de déficit fiscal sobre el PBI. El gasto público en Argentina debe ser hecho con mucha velocidad para resolver y aliviar los daños económicos que se están generando pero al mismo tiempo tiene que ser de enorme transitoriedad. El gobierno de Néstor Kirchner comenzó con un superávit primario de casi 4 puntos del PBI. Cuando vino la crisis, la gran crisis, la de 2008, ya estábamos en cero. Hicimos algunas medidas para compensar la caída del nivel de actividad que generó la crisis financiera, pero Cristina dejó la Argentina con un déficit primario de seis puntos. O sea, en 12 años nos rifamos 10 puntos de déficit primario. El pasado revela que este gobierno nacional y popular convierte en permanentes cosas que deben ser transitorias. Y esto hace que estemos en un nivel más alto de problemas.
“Lo primero que les digo a los clientes es que el costo económico del confinamiento es altísimo.”
—¿Cómo será la salida de la situación del coronavirus?
—No lo sé. Solamente en abril creemos que el déficit primario va a estar entre 5 y 6 puntos del PBI, solamente en el momento álgido. Esta crisis muestra el costo de ser anormal. Más allá de que las crisis sean una oportunidad, lo más probable es que vayamos hacia mayores controles y congelamientos, que se continúe la línea histórica. Pero también hay una pequeña probabilidad –pequeña, pero más alta que antes–, de hacer un programa de unidad de crecimiento, volvernos normales, ser como los vecinos. A la corta o a la larga tenemos que transformarnos en estables y tener una estrategia para crecer. Los economistas solemos preguntarnos cómo se llegó en otros lados a una situación como esta. Pero la de Argentina es una tragedia inédita, no hay país que haya tenido estas características de decadencia, estancamiento. En eso somos únicos, y hay que cambiarlo. Probablemente la crisis ayude a esa transformación.
—Usted mencionó el plan económico de José Ber Gelbard y Carlos Leyba. Leyba dice que la caída de Argentina lleva 45 años, que comenzó en 1975. Mauricio Macri hablaba de 75 años, a partir de 1945. Usted dijo que son cien los años.
—Hablo de cien años porque al final del siglo XIX nosotros estábamos entre los cinco o seis PBI per cápita mayores del mundo. A los pocos años, se hizo una encuesta de cómo iba a ser el mundo en el año 2000, que dio que Argentina iba a tener el segundo PBI per cápita del mundo. Pensar en eso primero es una gran tristeza y segundo nos enseña sobre el riesgo de hacer pronósticos de largo plazo. A mí me gusta más empezar antes de lo que mi amigo Carlos Leyba anuncia porque, entre otras cosas, aún en esa alternativa de 45 años, lo que causó el Rodrigazo fue el Plan Gelbard. El Rodrigazo fue una corrección de los desajustes que habían generado ese congelamiento y ese esfuerzo de controlar. Pero independientemente de cuándo se comienza, Leyba y yo tenemos sensaciones idénticas sobre la decadencia. El problema es que la metodología o el cómo salir de la decadencia es completamente diferente. La decadencia viene de largo plazo. Fíjese, aun tomando desde 1950, la interpretación más parecida a la del señor Macri, si hubiéramos crecido como Latinoamérica y Chile, considerando que Latinoamérica es la región del mundo que menos crece, tendríamos un PBI per cápita de más del doble. Si hubiéramos crecido como el mundo, tendríamos un PBI per cápita de tres veces el que tenemos. Si hubiéramos crecido como los tigres asiáticos, tendríamos exactamente diez veces el que tenemos. Es una larga historia de frustraciones. Uno puede discutir cuándo empieza. Personalmente, estoy mucho más cerca de la interpretación de Mauricio Macri que de la de Carlos Leyba pero la verdad es que hoy lo que tenemos que ver es cómo salimos de esta decadencia. Hace diez años que no crecemos y el Fondo hace un pronóstico de largo plazo en el que la tasa de crecimiento no es uno y medio. Argentina no es viable si no cambia. Si no se produce la transformación, en cualquier simulación de veinte o treinta años por delante, la pobreza y la marginación estallan. Estamos en un punto de inflexión. Cada uno tiene su receta. Mi interpretación, que no es unánime en los intelectuales, es que sin estabilidad no vamos a crecer. La inestabilidad genera conflictos de todo tipo. Tenemos mayor tolerancia a la decadencia que cualquier otro país. Australia en 1970 era el quinto PBI per cápita, en el 80 era el décimo, en el 89 era el decimoquinto. En ese momento, dijeron basta. Nosotros pasamos de ser uno de los mejores países del mundo en términos del PBI a una posición entre el cuadragésimo y el sexagésimo lugar. Sin embargo, la sociedad no dice basta. No reclama por un plan de crecimiento. Pero sí pudieron cambiar Perú, Colombia, Chile, Uruguay... Un argentino va a Paraguay y se asombra del progreso de Asunción. Nuestro retraso es inaudito. Podemos discutir si empezó después del Rodrigazo, o en los 50, o cuando vino Perón, o después de la gran depresión, que no nos afectó demasiado. Pero el negocio de gran orden es discutir cómo se sale.
“Ahora son parte del Gobierno algunos de los que coordinaban el conflicto social. Es una ventaja para AF.”
—Su amigo Leyba plantea un acuerdo económico y social para salir. El presidente Alberto Fernández, el domingo pasado en Perfil, habló de un plan Marshall necesario después del coronavirus. ¿Cuál es su receta para romper ese ciclo de decadencia?
—Es muy simple. Hay que ir a la estabilidad y copiar todo lo que hicieron los que salieron de la decadencia. O todos los que eran pobres y están creciendo. Todos los países que son viables en el mundo. A nadie le interesa Argentina. Vuelvo a repetir: Perú colocó a 2,38 de tasa anual. ¡Perú! El logro de la estabilidad macro es precondición para empezar a crecer como el resto del mundo. Milagros no va a haber nunca, pero crecer como el resto del mundo hoy es un objetivo inalcanzable para Argentina. Todos los vecinos tienen tasa de inflación del 3% y tasa de interés del 4% o 5%. Tenemos que tomar conciencia de nuestra excepcionalidad. Quien gane las elecciones va a imponer su método para salir de la decadencia. Pero en la última campaña electoral pudo observarse que no hubo un intercambio de ideas sobre cómo salimos. En países del mundo que cayeron mucho menos que nosotros, la sociedad reaccionó mucho más rápido. Seguramente, el virus del populismo nos afectó a todos. Tenemos una gran tasa de contagio.
—Usted estudió en la Escuela de Chicago. El actual ministro de Economía de Brasil, Paulo Guedes, también. Brasil es un país que usted conoce bien, porque vivió allí. Me llamó la atención que no lo nombrara en la enumeración en la que incluyó a nuestros vecinos. ¿Brasil también es “excepcional” como Argentina?
—No. Brasil es institucionalmente más fuerte y tiene una macro mejor. Obviamente, en este momento tiene conflictos políticos. Algunos de los ministros fueron alumnos míos cuando estuve a cargo del curso de doctorado de la Universidad de San Pablo. Di clase allá y aquí. En Brasil, los mejores o son ministros o son banqueros. Son líderes, llegan. Acá, a veces usted encuentra al mejor alumno de hace treinta años vendiendo teléfonos móviles o manejando un taxi. No pongo a Brasil en el mismo nivel de Perú o de Chile. Y tampoco estoy seguro de que muchas de las reformas de un equipo económico envidiable como es el de Pablo Guedes probablemente no se pudieran hacer en la Argentina. Porque nosotros no tenemos un Parlamento reformista como el de Brasil. Obviamente, cuenta con los problemas que tiene su presidente y por lo tanto no es una apuesta segura que Brasil crezca. En la encuesta que se realiza sobre 75 economistas y bancos de inversión, hace cuatro semanas se esperaba que el crecimiento de Brasil fuera del 2%. En la del viernes pasado es del -2% y mi pronóstico es que van a caer un 5%.
—Después de Domingo Cavallo y Roberto Lavagna, pareciera que ningún presidente quisiera un ministro de Economía fuerte. ¿Se acabaron los ministros de Economía fuertes?
—Parecería que sí. Mauricio Macri no lo decía abiertamente pero no quería tener el problema que tuvo Menem con Cavallo. Cavallo no es amigo mío, pero tengo un gran respeto intelectual por él. Tanto es así que cuando algunas personas cercanas al Gobierno me preguntan qué hacer, mi respuesta es que debe formarse un comité de expertos similar al que hay para atender la pandemia. Les digo que tiene que haber gente que tuvo mucha experiencia, ex ministros, secretarios, alguno de mucha experiencia en este tipo de crisis. También deben estar argentinos brillantes que se encuentran en universidades de los Estados Unidos que piensen el deber ser de largo plazo. A eso debe sumarse gente que ejecute, porque es uno de los grandes problemas del Estado argentino; la heterodoxia quiere un Estado grande y muy interviniente pero no se da cuenta de que el Estado argentino es muy ineficaz. El país necesita tener un conjunto de gente activa que administre las decisiones. ¿Cómo podemos desperdiciar la experiencia y la inteligencia de un Domingo Cavallo o de un Ricardo López Murphy? Tenemos que hacer el comité de expertos, tenemos que tener un programa de urgencia. No podemos seguir dándole a la maquinita sin hacer un uso efectivo de cada peso que creamos. ¡Aumentó 32% la base monetaria en los últimos 16 días hábiles! Necesitamos programas veloces y que no sean permanentes, porque esto no lo podemos aguantar. No tenemos programa económico, y menos tenemos un programa de corto plazo de urgencia. Y tampoco tenemos coordinación. Pero si la pregunta es si se puede resolver esto, la respuesta es sí. Ahora resolvamos la urgencia.
“Hace tiempo que el Fondo considera cuestiones sociales. Le veo una gran disposición a ayudar.”
—¿Qué les dice a sus clientes respecto del futuro de corto plazo de la Argentina?
—Hay que poner a la Argentina dentro del contexto internacional. Esto es una crisis inédita, una crisis que hace que haya una relación entre los mecanismos para disminuir los contagios y la situación económica. Hay consenso total en la ciencia en que el objetivo público debería ser minimizar la recesión, que sea menor a uno. Es decir, sujeta a que el contagio por infectado sea menor que uno. O sea, no hay un trade off o una ambigüedad entre salud y economía. Son absolutamente complementarios. Hay dilemas sobre cuánto se va a gastar en tests contra cuánto gastar en obra pública. Por eso, debe haber un consejo al lado del Presidente del mismo peso que el que tiene en expertos en epidemias, que es muy bueno. El Fondo calcula que entre lo que iba a pasar en el PBI mundial y lo que va a pasar ahora hay seis puntos de diferencia. Con algunos países cayendo obviamente más, especialmente de Europa... Entre lo que se esperaba de crecimiento en Estados Unidos en diciembre y hoy hay seis puntos de diferencia. Lo primero que les digo a los clientes es que el costo económico del confinamiento es altísimo y que tenemos dos historias diferentes en relación con a qué velocidad y cómo salimos del confinamiento. Obviamente el confinamiento está sujeto al factor R0 (Rcero), o sea, que testeemos todo lo que podamos y gastemos todo lo que podamos en tests para aislar a la población infectada. Muchos de los experimentos llegaron a la conclusión de que hay algunos casos donde el 70% de la población infectada no tiene síntomas, el 20% tiene algunos síntomas y solo el 10% tiene todos los síntomas. Así que la historia de Argentina va a depender de cómo se resuelve conjuntamente. Si el confinamiento, aunque flexibilizando levemente, sigue dos meses más, la Argentina va a caer por lo menos 7% este año. Recuerde que venimos de dos años de caída y de un país estancado y en decadencia. Somos récord mundial de recesión. Desde los últimos 50 años tuvimos 15. Tenemos el laboratorio que más sabe sobre crisis macro y recesión. La recesión tiene tres características muy importantes. La primera, que ante una caída del PBI, no hay recuperación. Aun manteniendo la misma tendencia que teníamos antes de la recesión, se pierde por la caída de corto plazo y por el valor presente de lo que se pierde en el futuro. La segunda condición es que la recesión no es un fenómeno solo de corto plazo, produce cicatrices permanentes en la tasa de crecimiento potencial. Si nosotros veníamos creciendo al 3%, después de la recesión vamos a crecer al 2,5% y por lo tanto las diferencias entre lo que hubiéramos sido sin recesión y lo que somos con recesión son todavía más grandes. Y por último, no entiendo cómo la profesión médica no lo subraya, la recesión se lleva muchas vidas. Se aceleran las muertes por un montón de enfermedades, enfermedades mentales, de cáncer, de mortalidad infantil. La verdad es que no es cierto que haya un dilema entre salud y economía. A mis clientes les digo que este es un gobierno que actuó bien inicialmente en términos de salud. Pero es un gobierno que no tiene programa. Que tampoco tiene urgencias. Que hay mucha incertidumbre sobre el futuro, que claramente vamos a caer. Hay que cuidar la caja. Hay que hacer un comité de crisis todos los días y a los que son lentos hay que mandarlos a la biblioteca. Estamos en un tiempo de emergencia. Y también les digo hay que ver cómo salimos del coronavirus, o del confinamiento en este caso, que a mí me parece que tiene que ser a través de más tests para liberar zonas grandemente poblada. También se debe salir por actividad, porque nosotros necesitamos que se recompongan lo más rápidamente las actividades intensivas y el factor trabajo. Seguramente vamos a enfrentar una recuperación muy lenta. La semana pasada, el Fondo hizo un anticipo de lo que van a ser los pronósticos del mundo, y cuando llega a la tasa de inflación de Argentina ponen solo un renglón. Ni el Fondo se anima a decir qué pasará. Estoy seguro de que vamos a tener muy alta inflación, espero que podamos evitar la hiperinflación. Uno trata de buscar la última información y de ser lo más educado posible, porque hay desorientación y pérdida de confianza. La recuperación será más lenta precisamente por la falta de confianza.
“Si antes teníamos un 10% de posibilidades de hiperinflación, ahora estamos en un 20%.”
—Usted mencionó una caída del producto bruto de 10%, como en 2002. Pero agrega que la recuperación será lenta, mientras que la de 2002, en parte también por el aumento de precios de las commodities y porque el mundo no estaba en una recesión, fue rápida. ¿Estamos en un escenario peor que entonces?
—Tocamos fondo en el segundo trimestre de 2002. Veníamos cayendo fuertemente y dejamos un arrastre muy fuerte hasta 2002. Empezamos a crecer trimestralmente y estacionalmente calculado un año antes de que asumiera Néstor. Teníamos condiciones externas muy favorables que no están hoy y teníamos algo que es pecado mortal decir: la capacidad instalada de la conversión y la estabilidad de los 90. Hoy tampoco está. Y teníamos la posibilidad de salir del default, de empezar a ser normales. La verdad es que tuvimos tres o cuatro años espectaculares. De ninguna manera espero eso de la Argentina que viene. Si llegamos a un acuerdo de la deuda, la desconfianza va a ser menor, pero no espero un milagro argentino mientras predominen las ideas que la gente vota, es así. No he perdido la esperanza, pero ha disminuido. Es difícil que recuperemos en 2021, 2022 y 2023 lo que perdimos en 2020, sin contar lo que ya venía de los años precedentes.
—En el último reportaje que le hice, en el año 2008, usted dijo que teníamos el mismo producto bruto que en 1998. Antes del coronavirus teníamos el mismo producto bruto que en 2008 y que en 1998. ¿Usted prevé que recién en 2024 recuperaremos el producto bruto del 98?
—Es lo más probable. Tenemos chance de recuperar porque hay capacidad ociosa y hay sin duda una política fiscal expansiva que hace lo que tiene que hacer con los vulnerables, y trata, pero por ahora no puede, de conseguir que las empresas no cierren o que sigan pagando salarios. Pero a menos que las crisis nos haga reaccionar, la recuperación será muy diferente que la previa a 2005.
—¿La crisis global es peor que la de 2008? ¿Superior a la crisis asiática de 1998, a la del petróleo de los años 70? ¿O hay que remontarse a 1929 para encontrar algo parecido?
—El consenso es que es notablemente superior a la crisis financiera de 2008. Y los dos primeros trimestres de este año son de caída para el PBI mundial mayores que los dos primeros trimestres de la gran recesión. Yo creo que va a ser más corto que la caída de gran recesión por tres razones. La primera es que se ha obrado mucho más rápidamente. Si se la compara con la crisis anterior, la recesión de Estados Unidos empezó en 2008, el plan de salvataje o programa fiscal de Obama fue sancionado en febrero de 2009, 13 meses más tarde. Acá la recesión empezó en marzo, aunque la economía ya venía vulnerable en el cuarto trimestre del año pasado, y en un mes se aprobó un programa en Estados Unidos tres veces y medio más grande que el de Obama. La reacción de los Bancos Centrales es igual. Es terriblemente más veloz que en el pasado. Si se domina al virus, y ya hay países que parecerían estar haciéndolo, podría ser una recesión más corta, más profunda pero más corta. Seguramente se saldrá con menos globalización, más gobiernos nacionales y populares. La reacción de los Bancos Centrales fue rápida: inundaron de liquidez el mundo. No solo están comprando bonos soberanos, sino que compran bonos corporativos y algunos se sospecha que también acciones. Además, no soy un experto en cuestiones médicas, pero el pánico de hoy no es consistente con los tres o cuatro experimentos que se están haciendo en el mundo donde hubo una masiva infección. Lo demuestran ciudades alemanas, Boston, algunas zonas de Nueva York. El pánico de hoy es menor a lo que realmente sucederá. Claro que no se trata de minimizar la profundidad de la recesión de corto plazo. Además, se han estado probando una serie de cosas muy importantes, como que los chicos no contagian, como que hay un número muy pequeño de infectados de grado grave, Las experiencias que hay son determinantes sobre el rol que tiene aislar a los infectados. Diría que también hay algo positivo en que hay avances en drogas. La vacuna va a demorar un año, un año y medio, pero hay avances en drogas que pueden hacer que haya un mayor porcentaje de recuperación del infectado. Tengo una visión mucho menos pesimista que la que tenía a fin de enero.
—¿Usted es más optimista sobre la recuperación global que sobre lo que puede suceder en Argentina?
—Con enorme incertidumbre, diría que sí. El mundo descontó muchos trimestres de caída del PBI. Y con relación a Argentina, no creo que sea peor que el consenso. También tenemos un ejercicio que da cinco y medio de caída si el 26 de abril liberan la cuarentena teniendo en cuenta los tests con que se cuente para liberar zonas muy densas y con muchas infecciones y liberar más actividades de las que se está pensando, donde cada vez que usted entra en una fábrica le tiene que hacer un test, y la verdad es que hay que hacerlo, lo están haciendo algunas provincias. Espero que el escenario básico nuestro que da siete y medio de caída sea exagerado, pero la verdad es que veo al conjunto de mis colegas alrededor de esos números (hay algunos que hablan del 10%). Una verdad también es que no recuerdo una incertidumbre tan grande con relación a lo que puede pasar.
“La situación es más grave porque no tenemos un comité de expertos que esté pensando el futuro.”
—Si el país pasa a una etapa de cuarentenas parciales que vayan liberando fuerza de trabajo, y al mismo tiempo se sale exitosamente de la renegociación de la deuda externa, el producto bruto de la Argentina podría caer 5%, mientras que si ninguna de estas dos situaciones se produce, tenemos default y se prolongan las cuarentenas, podría caer un 10%. ¿Es una síntesis razonable?
—Agregaría una tercera condición. Argentina necesita sí o sí un consejo económico de emergencia, en el mismo pie de igualdad con el talento que hoy tiene el consejo experto en epidemias. Se necesita con urgencia definir un programa porque no tenemos muchas balas para usar en el intento de incrementar el déficit fiscal o evitar una aceleración de la recesión, que sería una hiperinflación, porque si encima de todo esto aceleramos la caída va a ser muy difícil evitar el conflicto social.
—¿Hay algo que no le haya preguntado que usted quiera agregar?
—Hay que poner el énfasis en que hoy hay que dejar de lado las ideologías. Hoy es un tiempo en el que se necesita del Estado, y hay que hacer todo para maximizar la eficiencia de cada peso, porque es muy difícil extraer recursos reales a la demanda de dinero local en un país bimonetario.