PERIODISMO PURO
Entrevista

Felipe González: "Sin el papel de un Estado eficiente, se genera demasiada desigualdad"

Entrevistado por Jorge Fontevecchia, el ex presidente de España analizó el impacto de la revolución tecnológica en la vida política, en la cultura y en el modo de vida cotidiano.

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"Lo QUE SE LLAMA NEOLIBERALISMO es conservadurismo reaccionario". | Marcelo Aballay.

Jorge Fontevecchia entrevistó a Felipe González Márquez, expresidente del Gobierno de España, para su ciclo Periodismo Puro. En el reportaje, que se emitirá completo este domingo a las 23 por Net TV, el dirigente político habló de la relación entre la política, la democracia, el periodismo y los medios de comunicación. "Hay un sentimiento de orfandad representativa de los lectores. Los referentes políticos históricos tienen una gran dificultad para comunicarse con sus electores históricos, en términos de clase, de segmento social, entre otros factores", expresó en relación a la crisis de gobernanza en la democracia representativa. 

Acá, uno de los fragmentos de la entrevista: 

—¿Existe una relación entre la dificultad de los medios para interpretar a sus audiencias y la de los políticos por comprender a los votantes?

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—Es uno de los elementos que trato de analizar a fondo. Estuve un año en la Universidad de San Pablo con algunos investigadores intentando ver qué elementos clásicos del funcionamiento de la democracia representativa habría que mejorar y qué impactos externos a los elementos clásicos estaban alterando el funcionamiento de la democracia representativa. Hay un sentimiento de orfandad representativa de los lectores. Los referentes políticos históricos tienen una gran dificultad para comunicarse con sus electores históricos, en términos de clase, de segmento social, entre otros factores. Una orfandad representativa la percibo yo mismo con 77 años, aunque no estoy dirigiéndome a los electores en este momento y formo parte de una suerte de comité de redacción de un grupo mediático al que me siento, como lector, vinculado desde siempre. Reflexiono sobre cómo esa crisis de representación, esa orfandad representativa de los lectores, es parte de las crisis de la democracia representativa y tiene su paralelo con un elemento clave de la democracia, que es el funcionamiento de los medios de comunicación respecto a sus lectores. También hay un cierto sentimiento de orfandad de los sectores respecto de sus medios de referencia. Y ese distanciamiento es muy difícil de superar. Los factores que lo producen también se parecen, porque la irrupción de nuevos medios de comunicación, o como se los quiera llamar, la utilización de las redes, los podcasts, paralelamente es un proceso de democratización gracias a la capacidad de comunicarse en tiempo real y en cualquier lugar del mundo. Al mismo tiempo se percibe una pérdida de tiempo de reflexión para poder asumir el mensaje.

—La velocidad de Twitter respecto a la lectura profunda.

—Tuve reuniones espectaculares con los estrategas de plataformas como Twitter, Facebook o Google. Las hice pensando en el análisis que hacía de la Primavera Árabe y la percepción que tenían de los factores tecnológicos que producían grandes movilizaciones en países completamente cerrados, dictatoriales, en los que los medios de comunicación simplemente no existían. Sin embargo, existía una comunicación a través de las redes que provocaba grandes movilizaciones

—¿A un cambio tecnológico de los medios le correspondería un cambio sistémico en la política? ¿Como la imprenta fue fundamental para producir la Revolución Francesa en el siglo XVIII y la televisión y la radio para producir la democracia de masas en el siglo XX, ahora estamos asistiendo a un nuevo cambio de la política debido a un cambio tecnológico?

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Felipe González Márquez, entrevistado por Jorge Fontevecchia. 

—Varían la política y la economía. Existe una variación de las relaciones sociales, de las relaciones culturales, de las reacciones de repliegue identitario frente a la homogeneización de la información globalizada en el mundo. Estamos viviendo ese impacto. Tuve que analizarlo primero como una preocupación, pero en segunda instancia se transformó en una obligación. Tuve que hacerlo en todo el mundo. Hice un recorrido en todo el mundo para ver cómo impactaba la revolución tecnológica en nuestro modo de vida: en la política, en la economía, en la cultura, en todos los ámbitos. Lo hice entre 1996 y 1999. Entregué mis reflexiones en un congreso de la tribu ideológica a la que pertenezco, la Internacional Socialista, en París, allá por noviembre del 99. Por tanto, es una reflexión que cumple años. Con resultados curiosos y espectaculares. Empecé por el Silicon Valley: la idea era ver cómo ese impacto tenía un origen común. La base de toda la revolución científico-tecnológica era algo en lo que la gente no piensa. El ser humano ha vivido siempre intentando comunicarse con el otro, incluso en los tiempos de flujos migratorios. La comunicación con el otro sufre varios procesos de cambio. El telégrafo fue una revolución en la comunicación con el otro. Por primera vez en la historia del ser humano, el tiempo y el espacio para comunicarse dejaron de existir. Esto que hacemos ahora con muy poco de aportación añadida tecnológica empezaba a poder verse en tiempo real en el otro extremo del mundo. Por primera vez el ser humano, que además es un ser histórico, recibe el impacto de una revolución tecnológica que altera todo su propio carácter de ser histórico. Algo que afectó, por ejemplo, a la sabiduría que se hereda, que no es más que una acumulación de la sabiduría anterior. Por primera vez los nietos, esos a los que aludió Enoch Powell en un seminario en 1968, son los que enseñan al abuelo cómo se utilizan los nuevos medios de comunicación y cambian de uno a otro. El abuelo intenta seguir comunicándose por correo electrónico cuando el nieto ya está en Instagram o ha saltado de Instagram a no sé cuál aplicación. El abuelo siempre está aprendiendo del nieto. Eso produce un sentimiento de desestructuración. Lo que sería el saber acumulado, la transmisión del saber, es menos útil o se percibe así. Pero la condición humana permanece.

—¿Los medios tradicionales serían como los abuelos? ¿Desde “The New York Times” a los menores, su problema es cómo relacionarse con su audiencia?

—Algunos ya están encontrando el camino. A eso se suman incidentes de recorrido, como por ejemplo cuánto benefician a The New York Times las mentiras de Donald Trump. Eso atrae a muchos lectores y generó gente que se suscribía simplemente para ver esa quiniela semanal de cuántas mentiras dijo el hombre. Pero más allá de eso, los medios han intentado digitalizarse, todos. Con barreras como la del abuelo: la primera es la dificultad para comprender que la inteligencia analógica a la que pertenecemos los mayores es radicalmente distinta de la inteligencia digital. Con mi edad, ante la inteligencia digital, lo que hacemos es traducir dos idiomas comunicativos. Las nuevas generaciones nacen con un idioma digital y por lo tanto se comunican más fácilmente. Cuando un medio trata de digitalizarse, lo que hace es que lo que se publica en soporte papel es ofrecido en digital. Pero como la comunicación tiene características sustanciales diferentes, esa traslación mimética del soporte papel al digital no supera la barrera del código digital. Hay que reinventar la comunicación para que digitalmente sea aceptable.

—¿Los partidos políticos son como abuelos también?

—En parte, sí. Siempre fui un tipo moderado. Creo de verdad que la moderación es la virtud de los fuertes, de los que están convencidos. La falta de moderación es propia de la gente inquieta respecto a las propias convicciones. Por eso gritan.

—¿Gritan fuerte para intentar demostrar que tienen razón?

—La única cosa en la que aumentó mi radicalismo, en el sentido de ir a las raíces y defender con fuerza, es la defensa de la democracia y de sus valores. Por eso, hace dos meses, cuando me invitaron a conmemorar el 70 aniversario del tratado de Londres con la creación del Consejo de Europa (que significó la superación de la patología de dos guerras mundiales en Europa), hice una reflexión sobre esos valores en los que creo y que están en peligro: me refería a los tres pilares de la reconstrucción de la convivencia. Es algo diferente de la reconstrucción económica, que viene en las comunidades europeas de la convivencia entre países con un siglo de guerras. Guerras que no solo fueron la de la mitad del siglo XX. La pregunta es a partir de qué pilares nos podemos entender. Y algunas respuestas posibles están en respetar los derechos humanos, el pluralismo democrático; respetar y a aplicar con rigor el Estado de derecho. Sobre estos tres pilares que son tan válidos hoy, mucho más que en el 49, es factible establecer la ética de nuestra convivencia y del entendimiento entre países. En eso sí me volví más exigente.

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"En Argentina el autoritarismo se expresa con la grieta", expresó González. (FOTO: Marcelo Aballay)

—¿Fundamentalista?

—No exactamente fundamentalista. Es también una posición egoísta. Porque sé que mi manera de ver las cosas está amenazada cada vez que emerge una pulsión autoritaria a la derecha o a la izquierda. No soporto el autoritarismo, no importa de dónde venga. Alguna vez se lo digo en broma, pero es en serio: las primeras víctimas de las tensiones o tendencias autoritarias que hoy estamos viviendo se encuentran en ese centro difuso de la socialdemocracia. Para el autoritarismo de izquierda se convierten en traidores; y para el de derecha son compañeros de viaje de los comunistas.

—Quienes estamos entre ambos extremos, también en la Argentina, padecemos incomodidad.

—En Argentina se expresa con la grieta y en ese ámbito incluyo a la gente que de verdad es liberal. No me refiero a las apelaciones simplificadoras respecto del liberalismo.

—Liberalismo sin neo.

—Es contradictorio hablar de neoliberalismo. Quienes lo hacen se confunden: no es nuevo, es viejo, tanto como que nace en el siglo XIX.

—No hay neo, sino posliberalismo.

—Eso es. Y además no es liberalismo, es conservadurismo reaccionario. Además de no ser novedoso, no supo ver que hubo oleadas que acompañaron a la democracia liberal y la complementaron. La igualdad de derecho y obligaciones ante la ley se complementan con la aportación de una democracia social en la que los derechos individuales siempre son individuales, pero la posición frente a los servicios públicos esenciales iguala la posición de los ciudadanos ante la ley. Tienden a igualarlas porque solo el vínculo entre individuos, sin el papel de un Estado eficiente, genera demasiada desigualdad y no se respeta la igualdad total de derechos y obligaciones, que es lo esencial del liberalismo desde su origen. Por tanto, hay mucha confusión en el lenguaje. Y la simplificación es muy molesta.

—Se la utiliza en un sentido descalificador.

—Descríbame lo que es neoliberal para usted y ahí entraremos en un terreno de confusión enorme. Porque en ese contexto que abre el lenguaje existe un menú muy amplio en el que se incluye el comportamiento de quienes se autodenominan neoliberales, de los que atienden más a una subvención clientelar para individuos concretos que a una prestación de servicios universal. Y puede decirse igualmente tanto hacia la izquierda como a la derecha.

Lea acá el texto completo de la entrevista a Felipe Gonzalez