PERIODISMO PURO
Entrevista al último capitán de la industria

Javier Madanes Quintanilla: "En vez de anunciar las sesenta medidas reactivadoras, la situación política se tensó mucho"

Dirige dos compañías argentinas de perfil industrial y exportador, empresas de las que se hubieran sentido orgullosos Arturo Frondizi y Juan Perón. Rescata el espíritu hacedor de Franco Macri y está convencido de que le hubiera venido bien a su hijo Mauricio contar con diagnósticos menos basados en lo financiero y más en lo productivo. Para él, hay una urgencia tan fuerte como la sanitaria: crear nuevas reglas de juego y apostar a un espíritu productivo trascendente, ético y transformador.

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Crisis sanitaria. “Falta un tiempo para hablar de una vuelta de página en esta etapa de la historia argentina”. “La demanda de aluminio se habría contraído casi un 30% a nivel global”. | Néstor Grassi

—¿Cuál es su perspectiva para la economía del año próximo?

—No creo que haya un cambio demasiado significativo respecto de la situación actual. El marco sanitario y la situación internacional hacen que aún no podamos hablar de un quiebre sustancial de tendencia. Todavía resta un tiempo para hablar de una vuelta de página en esta etapa de la historia argentina.

—El porcentaje de exportación de sus empresas es significativo.

—Lo fue.

—¿Y ahora?

—En el caso de Aluar, la exportación representó un 70% o un 75%. Hoy, con las restricciones por la crisis sanitaria, la capacidad de la planta se está aprovechando en el orden de un 50-55%. El volumen de exportaciones está disminuido.

“La Argentina de hoy es muy distinta de la de Arturo Frondizi. Las asimetrías son cada vez mayores.”

—¿Al comienzo de la pandemia era unas dos terceras partes?

—Dos terceras partes largas.

—¿Y en FATE?

—Mitad y mitad.

—¿Cuál es la situación global del aluminio?

—No es tan inmediata la información. Conseguir esos datos lleva un tiempo. Nuestra sensación es que, medido en términos del período del segundo y tercer trimestre del año 2020, debería haber habido una contracción de la demanda mundial del orden de entre un 20% y 30%.

—Exportaban en mayor proporción a los Estados Unidos.

—Nuestro principal mercado desde hace unos años fue los Estados Unidos, si bien, en el origen, el grueso de nuestras exportaciones iba a Oriente. Cuando empezamos, la China productora de este tipo de bienes no existía. Hoy representa más del 20% de la oferta mundial de aluminio.

“Para que haya una mejora pronto se necesita que todo el cuerpo político haga sus deberes.”

—Antes de la pandemia nuevamente, la producción latinoamericana de aluminio representaba un 10% del total mundial. América Latina 10%; África, 3%; Norteamérica, 28%; Asia del este, 23% y Asia del sur, 34%.

—Eso no considera en primer lugar la desaparición prácticamente de la producción venezolana de aluminio y una merma muy importante de la capacidad de Brasil en los últimos años. Ese número es un poco alto. Correspondería hablar de un 6% o 7%.

—¿5% sería Aluar?

—En este tipo de actividades hay bastante fluctuación en función de lo que se pone en marcha y lo que no. En las condiciones de baja productiva que se produjo en Brasil, diría que probablemente sí.

—Hablamos de algo inusual en la Argentina, porque no guarda proporciones con ninguna de las otras producciones de otro tipo de bienes. ¿A qué lo atribuye?

—A la inversión. Hablemos desde el momento en que me hago cargo de la dirección a partir del año 93 o 94. En ese momento, la empresa pasa de producir 150 mil toneladas de aluminio a una capacidad actual del orden de las 460 mil. Si usted mira el universo industrial argentino, no es tan frecuente que en un lapso de 25 años se triplique la capacidad productiva.

“Frente a la corrupción existe la posibilidad de apelar al libre albedrío de cada uno: se puede decir que no.”

—Al mismo tiempo Europa decreció su producción de aluminio. ¿Por qué?

—Por una serie de razones. La primera fue el incremento del costo energético. Segundo, las regulaciones ambientales, que cada vez son más estrictas. Pero lo que alteró el mercado fue la incursión de China en la actividad de aluminio de los últimos veinte años.

—El aluminio es el segundo material utilizado después del acero. Con FATE pasa algo similar: mucha gente cree que es una empresa internacional.

—Exactamente. FATE más que duplicó su producción en ese período de tiempo. Se pasó a fabricar productos que no se producían en Argentina.

—¿Cómo explica esa condición distinta de sus dos empresas del promedio de las empresas grandes de la Argentina?

—Siempre aposté a que se corrijan las asimetrías que tiene Argentina. No me salió especialmente bien. El país todavía arrastra un serio problema de competitividad, debido a sus asimetrías con el resto del mundo. Se nota sobre todo cuando se ve a Brasil, cuyo concepto industrial es radicalmente distinto al que generamos y mantenemos. Hay un claro retroceso, sobre todo desde los años 60 a la fecha.

—¿Su idea fue recuperar el gap del retraso?

—Exactamente. Y me vengo equivocando muy fuerte.

—¿Qué les dice a sus hijos? ¿Se producirá un catch up luego de la pandemia?

—Habla de “hijos”. Lo primero es que no pretendo dirigir un mandato hacia mis hijos. Ellos harán lo que mejor consideren y evalúen. El mundo cambia. La visión de uno se va tornando demodé. El mundo industrial cambió, la participación del producto industrial en la economía general disminuyó, si bien sigue siendo importante e indispensable. Es importante dar al paso. La industria seguirá teniendo en Argentina un rol trascendente, porque ocupa mano de obra de manera muy fuerte. Nuestro país no puede prescindir de ninguna de las herramientas para tener fuentes de trabajo. Se puede frenar este traspaso nefasto que tuvimos desde el sector privado hacia el sector público. Se generó un círculo vicioso del que nos resulta sumamente difícil salir.

—La mayoría de los empresarios de Argentina no fue tan optimista respecto del futuro de la Argentina e invirtió menos.

—Hubo un cambio en la estructura empresarial. Existió una inmensa desnacionalización. Mucha gente del sector privado encontró la oportunidad de hacer líquida su inversión. Prefirió no seguir y transferir esos bienes productivos a conglomerados extranjeros. Le fue bien en esa transferencia. Algunos se quedaron e invirtieron. Los que más invirtieron fueron aquellos que se dedicaron a actividades no industriales, sino más bien de servicios. Hoy resulta muy difícil encontrar vocación de inversión industrial en Argentina de grupos locales.

—¿Qué diferencias encuentra con sus colegas brasileños y a qué las atribuye?

—Brasil tiene un concepto muy abierto respecto de la discusión de los temas. Es algo que perdimos. La palabra “promoción” para ellos no es pecado capital. En Argentina se identifica con prebenda. En ningún país del mundo hablar de promoción es pecado, en tanto y en cuanto esa promoción genere un efecto multiplicador beneficioso para la actividad. Esa cultura, que en Brasil existe desde hace muchos años, se mantuvo, y en Argentina se perdió. La Argentina de hoy es muy distinta de la de Arturo Frondizi. Y francamente resulta difícil encontrar el camino de vuelta hacia esa mentalidad. Brasil la sostuvo, y eso marca una diferencia.

Javier Madanes Quintanilla, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
Infraestructura. “Es nefasto el traspaso que tuvimos de mano de obra del sector privado al público”. “Se invierte poco porque la alternativa de renta financiera es tremendamente elevada”. (Foto: Néstor Grassi)

—¿La diferencia es que los militares brasileños eran desarrollistas y los argentinos liberales?

—Uno puede hacer divisiones dentro de los militares. En el período de Alejando Lanusse se promovió la actividad productiva. Eso cambió con el golpe de Estado de 1976.

—¿Ahí estaría el punto de quiebre?

—Ahí hay un marcado punto de quiebre. Está claro que los procesos históricos no son absolutamente lineales, que existen idas y vueltas.

—¿Pero ahí comienza un proceso de no retorno?

—Se quiere utilizar la palabra liberal. No es la adecuada, pero podemos aceptarla para que la gente lo entienda mejor.

—¿Luego de la bifurcación con Brasil se puede encontrar cierto grado de continuidad en la convertibilidad?

—La convertibilidad es un proceso muy interesante para analizarlo históricamente. Pudo ser un camino hacia un retorno inteligente. Lamentablemente, en la práctica se manejó de manera equivocada, porque tenía que haberse restringido a tiempos más acotados. Nos enamoramos de la convertibilidad y creímos que resolvía todos nuestros problemas. Terminamos solucionando algunos temas, por ejemplo, los de infraestructura. Fue beneficiosa para ello, pero no respecto del crecimiento del aparato productivo. La Argentina se convenció de volver a una economía primaria. Esa mentalidad todavía está instalada en nuestra sociedad.

“Con Macri pusimos la actividad económica en el congelador a destiempo.”

—¿Con Mauricio Macri encuentra algún punto de contacto con esa Argentina menos productiva, menos industrial, no reprimarizada?

—Fui bastante crítico del Macri post septiembre de 2018. A partir de la segunda revisión del Fondo y el programa económico se estableció un convencimiento de que la forma de corregir la desaceleración argentina era exclusivamente manejando metas fiscales acordadas con el Fondo Monetario. Pusimos la actividad en el congelador a destiempo. Por desgracia, a eso se le agregó luego el tema sanitario. La suma terminó siendo explosiva.

—¿Por qué fracasó Macri de semejante manera?

—¿En qué orden? ¿En el político o en el económico?

—En el orden económico dejó deuda, la inflación duplicada, la pobreza aumentada. Es difícil encontrar números tan malos.

—Hubo el convencimiento de que al seguir las pautas del Fondo Monetario Internacional se resolvían todos los problemas. Se exageró eso. Se freezó la economía. Finalmente, los números terminaron siendo pésimos. Es algo que me resulta muy difícil de explicar, porque Macri no se crió precisamente en una familia de no hacedores. Su padre, Franco, al margen de las críticas que se le puedan hacer, era un gran hacedor, un gran empleador. Tenía una visión muy diferente de la que su hijo llevó a la práctica. No sé si por alguna discrepancia con las ideas de su padre.

—¿Un problema freudiano?

—No lo sé. Lo concreto es que no hubo mucho de hacedor.

“Mantener conflictos y odios a lo largo de las generaciones es lo que destruyó un país como el nuestro.”

—Con Macri es factible tal conjetura. Domingo Cavallo también recomendaba traer capitales extranjeros y empresas extranjeras. Descreía de la capacidad de las empresas y los empresarios argentinos, al igual que José Alfredo Martínez de Hoz. ¿Hay un hilo conductor?

—Puede haber una tendencia a creer que lo que viene de afuera es mejor. Que tenemos que limitarnos a aquello que Dios nos dio como atributos naturales para insertarnos en el mundo. Algo de eso puede haber, pero esencialmente es una falta de amplitud de criterio y no tanto por resignarse a lo más fácil. Argentina fue distinta. Todos tenemos conocimiento por la historia o por nuestra juventud de que las cosas se manejaron de una manera diferente, y no quiero hacer una distinción entre el capital nacional y el extranjero. Bienvenido sea el capital extranjero en tanto y en cuanto opere en las mismas condiciones que el nacional. Pero lo que no se puede hacer es integrar al capital extranjero con la finalidad de exportar impuestos y con eso resolver el problema del incremento sostenido del sector público. Esa es la clave para comprender la cuestión. Financiar sin endeudarnos infinitamente y cada tantos años tener una crisis para hacer borrón y cuenta nueva. No salimos de eso: volvemos al mismo punto. Algún día deberemos salir.

—Me gustaría ir a las causas y buscar la causa de las causas, la esencial, irreductible. Sus abuelos, los fundadores de la empresa, habían pasado guerras, venían de lugares en los que creían que la Argentina era mejor.

—Sí.

—Podríamos decir que hubo una generación de inmigrantes que veía que la Argentina era mejor. FATE se funda en 1940 haciendo telas impermeables, bandas de rodamiento para reparación de neumáticos. En el 45 comienza la producción en pequeña escala de neumáticos y camiones. Luego fue desarrollándose hasta ser una empresa que llegó a aportar más de lo que colocaba en el mercado interno, con estándares de calidad para exportar a Europa, Estados Unidos.

—Exactamente.

—¿Qué pasó para que con Mauricio Macri en 2019, luego de tres balances consecutivos de pérdida, tuviera que pedirle al Ministerio de Trabajo un procedimiento preventivo de crisis?

—La empresa le marcó a la gestión económica del presidente Macri las asimetrías. No pedíamos ninguna prebenda, simplemente corregir las asimetrías. Pero no se corrigieron.

—Usted dijo sobre la gestión de Macri: “Quiso pegar un salto demasiado rápido hacia la nueva economía, sin corregir las condiciones de base. Pretender hacerlo sin tener el circuito de la educación sostenida, que lo hará muy selectivo, servirá para 300 startups, de las cuales sobrevivirá el 10% en un país de 45 millones de habitantes. Hay que hacerlo, por supuesto, ¿pero qué pasa con el resto? No es algo que se logre en un año o en un mandato. Una cosa es hacer un cambio con tasas del 4% y otra del 11% o del 13%, porque ese es el problema grave. Nos comimos el crédito”. Algo que empezó mucho antes de 2018. Lo mismo sucede con los balances negativos.

—Ya se daba esa distorsión. En 2018 lo llevamos a un extremo, pero ya venía de antes.

—En 2017, en un reportaje como este, Luis Pagani nos decía que el costo del envasado de una lata de tomates hacía que fuera más barata la traída desde China que la fabricada en Argentina.

—Sí.

—¿Cuál es su relación con Pagani? ¿Con qué empresarios usted se siente más a gusto?

—No participo de las asociaciones empresariales, con lo cual mi relación con los colegas es de tipo personal. A veces, eso me dificulta emitir opiniones. Respeto mucho que las opiniones las transmitan las instituciones y no las personas. Siempre tuve buena relación con Luis Pagani. Él sí participa activamente. Es un portavoz honorable para transmitir conclusiones.

—¿Por qué no participa de las organizaciones empresariales?

—Es una vieja historia. La síntesis es que no me convenció cómo esas instituciones estructuraron su representación. Marcaron diferencias importantes y creo que es mejor plantearlas. Si no se logra cambiarlas, es mejor colaborar desde afuera. Si usted me pide una precisión mayor respecto de la diferencia, por ejemplo, le diría el concepto de transición permanente entre partes. Los pactos de alternancia en la Unión Industrial Argentina no son saludables, no ayudan a la renovación de la dirigencia, a la inserción de las nuevas camadas.

—¿La causa de esos pactos más bien de continuidad sería que hay un statu quo?

—Por supuesto.

—¿Ese statu quo es el que no comparte? ¿En la UIA no creen en el futuro de la Argentina?

—Si los demás cambian y yo no, es imposible poder competir. Eso es lo nos ocurrió. Tratamos de mantener el statu quo en todos los aspectos, evitando el debate. No solamente en el terreno económico. Evitar el debate fue muy poco enriquecedor. Es la causa de nuestros problemas. Uno puede colaborar, lo cual hago cada vez que me convocan para acompañar o para opinar. Participo, pero como un ciudadano común.

—En Brasil, FATE tiene un acuerdo con una de las mayores empresas productoras. ¿Se siente más próximo filosóficamente y más a gusto con la IESP, Federación de Industriales del Estado de San Pablo?

—Tiene un peso político distinto, más allá de lo que piense o no. Es lo mismo que si compara hoy las asociaciones empresariales argentinas con el peso específico de la Confederación General Económica de fines de los 60 y principios de los 70. No hago un juicio de valor sobre la CGE, pero sí respecto de su peso político.

Javier Madanes Quintanilla, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
Economía y grieta. “La grieta genera un altísimo costo a la hora de planificar emprender una inversión de riesgo”. (Foto: Néstor Grassi)

—¿Cambió algo cuando muchos empresarios vendieron en los 90? Taxonómicamente, si usted tuviera que colocarlos dentro de categorías, ¿se modificó la proporción categorial del empresariado argentino con esas ventas?

—Se modificó totalmente. Los viejos líderes, quienes en un momento se llamaron los capitanes de la industria, desaparecieron prácticamente. La filosofía del inversor extranjero es distinta. Debe serlo, porque tiene que mirar un mapa mucho más amplio que el que mira un empresario local. No lo juzgo: es una realidad. Y eso generó una simetría. Los sectores argentinos se desarrollaron mirando exclusivamente las posibilidades de optimizar ciertas ecuaciones que le sirven a compañías multinacionales. Son otros los análisis en las empresas más integradas localmente. Eso, que podría haber sigo favorable, sirvió para expulsar trabajo. La prueba es que hoy tenemos un peso del sector público respecto del sector privado mucho más elevado del que teníamos cuarenta o cincuenta años atrás.

—Otra diferencia con Brasil es que las organizaciones empresariales argentinas siempre son oficialistas, mientras que las de Brasil muchas veces no lo fueron. Brasil tuvo su Mani Pulite, el Lava Jato. Sobre el caso de los cuadernos, usted transmitió desdén: la sociedad argentina no acompañó esa causa como las brasileñas.

—El proceso de Lava Jato en Brasil se encaminó en una dirección y produjo resultados y conclusiones concretos. A la sociedad se le dio una respuesta, más o menos satisfactoria según a quien usted le pregunte, pero no fue un tema que se volatilizó. En Argentina, el tema de los cuadernos, sin hacer un juicio de valor sobre las acusaciones o las responsabilidades, se convirtió en una teatralización un poco absurda y no va a tener ninguna consecuencia después de haber sido instalado como uno de los temas más importantes de la sociedad argentina. Es difícil tener confianza luego de semejante decepción. Los brasileños en esto son mucho más definidos.

—En el caso de los cuadernos apareció el presidente de la UIA, Juan Carlos Lascurain. Podría haberse transformado en un caso emblemático. ¿Esa relación con el Estado es la que a usted le genera incomodidad y hace que no participe?

—Muchas veces me preguntaron por qué yo no estaba dentro de la causa de los cuadernos. Y la respuesta es muy simple: porque cuando a uno le hacen el camino más fácil y uno se enfrenta a asumir cierto tipo de conductas, siempre se tiene la libertad.

—Cuenta con el propio libre albedrío.

—Libertad de decir sí o no. Durante el transcurso de la causa de los cuadernos, pareciera que ese libre albedrío no existió. Parecía que uno hacía un bien social aceptando el juego que se le presentaba, con igual responsabilidad tanto del lado del sector privado como del sector público. No me resigno a eso. Se puede no estar. Si a uno le parece inconveniente, puede no estar. No conozco a nadie a quien hayan fusilado en Plaza de Mayo por haberse negado a participar de determinados hechos.

—Tiene un costo, que hay que pagar.

—De todo tipo. Puede ser legal o familiarmente.

—No ir por el camino más fácil implica un costo material. Lo que usted sugiere es desconfiar del atajo.

—No me refiero tanto a lo material como a aquello que lo hace vivir a uno inserto en la sociedad de una manera amable. No se vuelve fácilmente de que se lo identifique a uno como un agresor de la sociedad. Es importante poder caminar por la calle.

—¿Eso podría explicar la causa de las causas que buscamos, que el empresariado argentino invirtió menos, fue pesimista, no creyó en el futuro de la Argentina? ¿Las organizaciones empresariales representan ese pensamiento, y probablemente esta sea una de las causas de nuestro no desarrollo? Me parecía importante, para luego ver cuáles son las causas.

—Es un círculo vicioso. Se invierte poco porque la alternativa de renta financiera es tremendamente elevada. Para qué voy a correr el riesgo de hacer un negocio que me puede generar una pérdida si puedo colocar mi ingreso en un instrumento garantizado por el Estado que da tasas elevadísimas a nivel internacional. Es algo a lo cual nos acostumbramos y ya no sorprende. Seguimos hablando con mucha soltura de la renta financiera. Muchas veces, el Estado prefiere gravar la renta productiva y no la renta financiera. Eso es curiosísimo.

“La irrupción de China como productor alteró el mercado de la producción de aluminio.”

—Aluar colocó 150 millones de dólares a la tasa del 6,7%, bajísima para la Argentina pero altísima internacionalmente. Sus competidores deben emitir deuda al 3% o al 4%.

—Al 2%.

—¿No le parece que esa también es una consecuencia? Que el capital se remunere tanto es el resultado de que falta capital. ¿Por qué falta capital?

—Por las asimetrías.

—Porque no se desarrolla riqueza.

—Exactamente.

—Entonces, ¿por qué no se desarrolla riqueza?

—Ahí está ese círculo vicioso...

—¿A qué atribuye ese problema endémico posterior a Frondizi de no poder generar riqueza?

—No podemos separarlo de un quiebre de la confianza de la sociedad. Hoy es más visible, algunos lo llaman grieta, polarización. Siempre caemos en lo mismo y no logramos algún nivel de consensos mínimamente aceptables para toda la sociedad. Hace que tengamos que pagar un altísimo costo a la hora de emprender una inversión de riesgo. Hasta que no logremos ponernos en sintonía entre los distintos grupos de la sociedad civil, va a continuar así.

—¿Agrega un costo al costo de capital una tasa de riesgo mayor, y hay además un problema de falta de generación de riqueza que hace que haya menos capital?

—La generación de riqueza va en línea directa con la inversión de las pasadas generaciones.

—Ricardo López Murphy decía que es mentira que los argentinos ahorran poco, que la Argentina ahorra poco. ¿Podríamos decir que a partir de algún momento el ahorro no se invirtió y por lo tanto no se generó riqueza?

—Ricardo alude a un lento despedirse, sí. Es como un éxodo en cuotas, es lo que hemos ido logrando. La pregunta es cómo lo revertimos.

—Usted invirtió en la Argentina todo el tiempo. Es una diferencia.

—Hay gente que invirtió, gente que no. Lo que se percibe en términos porcentuales es que la decisión de inversión en actividades de riesgo empresarial y fundamentalmente en el sector industrial, en términos relativos, decreció en las últimas décadas. Es un dato concreto.

—Mencionó que había que diferenciar entre las dictaduras militares. Por ejemplo, Lanusse tenía una mirada más desarrollista. En ese momento se crea Aluar. En el año 71 se comienza un proyecto para crear la empresa, se hace una licitación. ¿Cómo fue ese proceso?

—Para eso hay que hablar más de la figura de mi padre que de la mía. Mi padre Adolfo tenía una buena relación personal con don José Ber Gelbard, quien había formado esa asociación que fue la CGE, que tenía una forma de estructurarse muy diferente a lo que fueron las posteriores asociaciones empresariales.

“Hoy resulta muy  difícil encontrar en  Argentina vocación de  inversión industrial de grupos locales.”

—Y para ponerlo en contexto, venía de la época de Perón. Había tenido un problema serio cuando fue la Revolución Libertadora y creo que su tío o su padre lo emplean dentro de FATE o lo ponen en el directorio y después termina siendo accionista.

—Mi padre quería dividir claramente el mundo de los negocios del de la política. Si bien tenía una buena relación con Gelbard, cuando se da la posibilidad de que compre la participación accionaria de dos de sus hermanos, mi padre se opone. Eso generó un conflicto familiar. Finalmente, la cosa termina con mi padre en una oposición a la gestión de su hermano y de Gelbard y un enfrentamiento que luego duró muchos años.

—Aquella Confederación General Económica tenía una lógica de organización sindical. Parecía calcada de una mirada sobre el mundo del trabajo. Debería haber una suerte de espejo entre la organización de trabajadores y empresarios.

—Realizaron un trabajo que duró un año y medio largo de consenso. Se juntaron las distintas patas necesarias para llegar a un acuerdo. El sector de las asociaciones empresariales, porque no era solamente la CGE, también estaba la Federación Agraria, y había otras asociaciones, el universo gremial, todas las asociaciones gremiales y el Estado nacional. Y entre ellos elaboraron un consenso que se llevó a la práctica. Fue exitoso en un comienzo. Uno podría analizar las causas de por qué eso se rompió, lamentablemente. Hubo circunstancias políticas y un cambio importante también en las condiciones internacionales. Por ejemplo, se incrementó violentamente el petróleo. Pero la experiencia que se realizó en esos años de búsqueda de consenso fue valiosa. La rescato, más allá de las diferencias políticas.

—¿Entre su padre y su tío?

—Sí, por supuesto. Sería un negador si no lo hago.

—Lanusse, previo al regreso de Juan Perón, tenía expectativas en un gran acuerdo nacional. En ese gran acuerdo nacional, el mismo Lanusse podría ser candidato, que hubiese un partido cívico-militar. Gelbard era el representante de Perón en esas negociaciones. Hay quienes cuentan que Gelbard fue llevando a Lanusse a la idea de que a lo mejor él podría conseguir eso, a cambio de una mirada positiva para concederle Aluar a él, a su tío y a su padre. ¿Cuánto de eso es cierto y cuánto de eso mito?

—José Ber Gelbard era el mejor amigo de Fidel Castro, de Nikita Kruschev, también de Henry Kissinger, de Juan Domingo Perón y de Alejandro Lanusse.

“A diferencia de lo que sucede en todo el mundo, en la Argentina creemos que promoción es sinónimo de prebenda".

—Hay una empatía social...

—Sí. Con respecto al proyecto Aluar, Gelbard se oponía. Curiosamente, creía que podría ser vulnerable para su actividad política. El que más insistió fue mi tío, y el que más se opuso fue mi padre.

—Su tío Manuel fue el impulsor.

—Exactamente.

—¿Y por qué Aluar se convirtió en la empresa que es hoy? Usted asumió hace 23 años. En ese momento ya era una empresa importante.

—Era una empresa grande a la que había que hacer crecer. Pero todo cambia, y tampoco uno puede vivir de los rencores del pasado. Hay que revisar las cosas y hay que corregirlas. Uno no puede vivir en un enfrentamiento permanente. Cumplí el mandato de mi padre de la manera en que lo pude interpretar. Mantener conflictos y odios a lo largo de las generaciones es lo que destruyó un país.

“Al margen de todas las críticas que se le hacen, Franco Macri fue un gran hacedor y creador de empleo.”

—¿Cómo imagina el futuro de la próxima generación de la conducción de Aluar y FATE respecto de su familia? Muy pocas empresas familiares pasan de la tercera a la cuarta generación.

—Les digo a mis hijos que no existen mandatos. Estará en ellos ver cómo quieren encaminar ese proceso. La empresa tiene su estructura gerencial joven que puede continuar la gestión. Pero depende de ellos si quieren permanecer como accionistas de la compañía o no. Yo no me meto.

—¿Qué sensación le transmitió Alberto Fernández luego del encuentro del que usted participó el último junio?

—Fui por invitación de Miguel Acevedo, titular de la Unión Industrial Argentina. Entiendo que se fue a instancias del Presidente. Todo el mundo se explayó; yo tuve mi momento de intervención. No conocía al Presidente. Es la única reunión con pocas personas en la que estuve con él. Fue una reunión con buenas intenciones. Se mencionaba por entonces el programa de sesenta medidas reactivadoras de la economía. Esas medidas no vinieron y pasaron otras cosas. Me parece que la gestión se tensó. Volvimos a una conflictividad en el terreno político no deseable. Llevamos todo el debate al terreno político. Hay un problema en el orden económico muy serio que no lo estamos atendiendo como es debido. Las restricciones sanitarias y la problemática económica se van a extender más allá de lo que desearíamos.

Javier Madanes Quintanilla, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
Cambios. “Hubo un cambio en la estructura empresaria. Existió una inmensa desnacionalización”.  “La participación del producto industrial en la economía general disminuyó en la Argentina”. (Foto: Néstor Grassi)

—¿Más allá de mediados del año próximo?

—No veo un gran giro hasta finales del año que viene.

—¿Y el mundo? Hay muchos países que rebotaron en forma de V.

—El mundo tiene capacidad de endeudamiento y tiene moneda. Puede atacar los problemas que se presentan de forma diferente. El mundo va a pagar un costo alto. No sé si mayor o menor que el de la Argentina, pero está claro es que lo pueden pagar las futuras generaciones. Nosotros no necesariamente vamos a poder transferir a las futuras generaciones el impacto de esta crisis. Tal vez la repercusión en el corto plazo sea mucho más fuerte.

“Bienvenido sea el capital extranjero si opera en las mismas condiciones que el capital nacional.” 

—Un economista de Columbia nos decía que las futuras generaciones no pagan nunca nada, que se trata de una ficción financiera. Es la inflación la que lo paga, porque Estados Unidos salió de la Segunda Guerra Mundial con una deuda superior a su producto bruto, que redujo a la cuarta parte en la época de Clinton. Pero los baby boomers no pagaron la deuda de sus padres, sino que simplemente la inflación va comiendo la deuda. Argentina la produce toda junta, por lo que podríamos decir que los países desarrollados pueden hacer homeopatía y nosotros aquí hacemos alopatía. Aun así, parte de la inflación la pasan para adelante. La demanda tiene que crecer si hay un factor fundamental que es confianza, y eso no tiene que ver con la emisión de deuda ni de papeles. ¿Usted ve que va a haber una recuperación del consumo, por ejemplo, de aluminio?

—No creo que haya cambios demasiado llamativos. Me parece que va a ser muy marginal, y ojalá en Argentina lleguemos a esos niveles.

—¿Una diferencia muy marginal respecto de 2019?

—Sí. El año próximo recupera el Primer Mundo los niveles de producción y de consumo de 2019.

—De consumo, de producción va a ir un poco más lento.

—La diferencia es que hay stock.. Hubo gran especulación en cuanto a sentarse sobre activos que no se destruyen o se someten a inflación. También pasa en Argentina. La gente se protege de la pérdida del valor de la moneda incrementando stocks en la medida que puede. Es algo que luego se corrige y se va desinflando.

—¿Se debilitará el dólar y aumentará el precio de las commodities?

—No veo un deterioro del tipo de cambio en Estados Unidos. Me parece que va a estar muy a la par de lo que ocurre en el resto de los países.

“No me convenció cómo las instituciones empresariales estructuraron su representación.”

—Todas las monedas se devaluarán.

—El corte es parejo.

—¿Los activos valdrán más?

—Exacto.

—¿Y el aluminio también?

—Sí, pero el más no siempre es exactamente en la misma proporción.

—Más nominalmente.

—Sí.

—Finalmente es optimista.  

—Optimista respecto de la posibilidad de hacer las cosas, prudente en cuanto al diagnóstico de la situación actual. En particular sobre un tema que no quiero dejar pasar: el sistema funciona en tanto y en cuanto la sociedad cree en el cuerpo político. El cuerpo político no es solamente el gobierno, es todo el cuerpo político. En ese rubro hay muchos deberes que no cumplimos.

—Si tuviera que dar una de clásicas charlas cuando se gradúa una camada en una escuela de negocios para futuros emprendedores, empresarios, conductores, dirigentes, ¿qué diría?

—Que siguieran apostando por el país, pero que no apuesten de manera necia, no como una oportunidad solamente de negocios. Antes que buscar la oportunidad de negocios, tenemos que crear una estructura que nos permita avanzar. Si no corregimos las falencias en los vínculos sociales, en el contrato social, ni siquiera tiene sentido plantearse alternativas de negocio. Primero tenemos que ir a esa esencia. En eso venimos retrasados.

“Muchas veces, el Estado toma como opción gravar a la renta productiva y no a la renta financiera.”

—Pensar más allá de la oportunidad de negocios remite a lo existencial. ¿Hay algo de la obra que trasciende al resultado?

—Es el factor fundamental. El resultado es una consecuencia.

—La pregunta es si en la inversión hay algo de la creación que le produce placer, más allá del resultado económico.

—Cuando me refería al resultado, era precisamente el económico. No, la obra es lo importante. Implica que uno hizo crecer las cosas. Eso es fundamental, y es lo que se deja a las generaciones venideras.

—Entonces, quizás para completar el análisis taxonómico que hicimos de cuáles podrían ser las causas del retraso económico de la Argentina y de la responsabilidad de los empresarios, de lo que usted está hablando es de un espíritu, de algo en el hacer que mueve al hacedor. Seguramente, faltó ese espíritu de ópera en los empresarios argentinos y que usted les reclamaría a las nuevas generaciones.

—Que lo incorporen. No sé si es reconstruirlo, debe estar en nuestro ADN. Es importante que lo incorporen, y les está costando.

—¿Aquello kantiano de que en el hacer hay premio?

—En el hacer hay premio, desde ya.