PERIODISMO PURO
Operativo de seducción al campo

Julián Domínguez: "Nuestra dirigencia política no conoce la identidad de quienes somos del interior y venimos de la vida vinculada al campo"

El ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca reivindica su condición de peronista desde antes que existiera el kirchnerismo. Dice que muchas de las medidas de Eduardo Duhalde sirvieron para reactivar y pacificar el país en un momento incendiario. Y sostiene que las razones del voto en septiembre pueden no ser las mismas en un noviembre con mayor reactivación y actividad.

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Diálogo y volumen político. “Alberto Fernández pensó que podía contribuir a remontar una etapa de diálogo postergado por la pandemia. Y acá estoy. No me considero de los que aportan volumen político. Traigo, sí, la experiencia de los años vividos en la función pública”. | Juan Obregon

—¿Qué votó la gente en 2019 y cuál es la matriz del voto en 2021?

—En 2019, la gente votó por la decepción ante el gobierno de Mauricio Macri. Y en las PASO, que fue la selección de candidatos, la Argentina expresó el estado de angustia de la pandemia. Afectó a toda la humanidad. Implicó la caída del 10% del PBI en nuestra nación. Generó un nivel de angustia muy importante. Hay que ver qué pasa en noviembre. Es importante discernir que fue una selección de candidatos. No sé cómo será el resultado en noviembre. Nadie lo puede anticipar,.

—¿Cuál es el valor simbólico de la presencia del jefe de Gabinete, Juan Manzur, de gobernadores de cinco provincias, de otros representantes del gobierno nacional, junto a los dirigentes de las cuatro entidades que conforman la Mesa de Enlace al hacer los anuncios en la materia de carne?

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—La Argentina es un país federal. Las políticas públicas se deben planificar no desde la distancia de unas oficinas en Buenos Aires, sino en acuerdo con las provincias. Por eso, esa mañana habíamos convocado al Consejo Federal de Ministros de las provincias. Tuvimos una conversación previa con los decanos de las facultades de veterinaria. Así llegamos a la presencia de los gobernadores en un problema común. La carne forma parte de nuestra identidad nacional; el ganado forma parte constitutiva de nuestro campo. Hay provincias en las que la ganadería tiene una incidencia muy alta. Había que encontrarle una respuesta en forma concertada y federal a los problemas planteados. La Mesa de Enlace encarnaba las dificultades de los productores. La coordinación de la respuesta debe ser federal. Los reclamos están fundados en el problema fundamentalmente de los ganaderos más chicos con la vaca denominada categoría D, o E, la vaca que no tiene capacidad de parición, la de “ocho dientes”, cuyo destino no es el consumo nacional, sino la exportación a China.

—Se repite como un mantra que el cambio algunos ministros, entre ellos vos, le dio mayor “volumen político” al Gobierno. ¿Qué es para vos “volumen político”?

—No formaba parte de mi proyecto de vida volver a la función pública. Tenía compromisos en la actividad privada. Trabajaba en el plan director de la industria automotriz con el sindicato de Smata, en mi estudio y dando clases. Alberto Fernández entendió que en esta coyuntura tan especial yo podía contribuir a remontar una etapa de diálogo postergado de la pandemia. Y acá estoy. No me considero de los que aportan volumen político. Traigo sí la experiencia de los años vividos en la función pública.

Julián Domínguez, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
DIÁLOGO Y VOLUMEN POLÍTICO. “Alberto Fernández pensó que podía contribuir a remontar una etapa de diálogo postergado por la pandemia. Y acá estoy. No me considero de los que aportan volumen político. Traigo, sí, la experiencia de los años vividos en la función pública”. (Foto: Juan Obregón)

—¿Cómo fue el diálogo con Alberto Fernández cuando te convocó?

—Habíamos tenido muchas conversaciones previas en las que le aporté mi visión. Le manifesté el entusiasmo que despertaba el Consejo Económico Social como espacio de acuerdo y de construcción de futuro. En esos diálogos le manifesté mi opinión sobre el sector, dado mis vínculos. La noche antes me había escrito, no habíamos podido hablar durante el día. Y nueve y cuarto de la noche de un viernes, me llamó. Con mi señora íbamos a salir a caminar y a comer en una estación de servicio. Me dijo que me necesitaba y que debía hacer los anuncios.

—¿Fue por teléfono?

—Fue por teléfono. El lunes desayunamos y acordamos. Le expresé qué creía que debían ser los instrumentos.

—¿El mismo lunes que juraste?

—A la mañana del día que juramos.

—¿Se anunció que serías ministro habiendo tenido simplemente una conversación telefónica con el Presidente?

—Veníamos charlando, pero no sobre la posibilidad de volver a la función pública. Le había dicho que no formaba parte de mi proyecto de vida. Con mi señora, estábamos en la etapa de disfrutar de los cuatro nietos. Tener una vida un poco más ordenada y tranquila.

“Argentina es un país agropecuario sin debate agropecuario.”

—Tanto vos como Aníbal Fernández son dirigentes que vienen de la época de Eduardo Duhalde, de un peronismo tradicional y transitaron el incendio y la crisis de 2001 y lo que sucedió hasta 2003.

—Mi experiencia militante viene de antes, del 83. Fui peronista toda la vida, peronista de la boleta completa.

—Pero viviste la experiencia singular de 2001.

—En 1983, Raúl Alfonsín inauguró con Antonio Cafiero, con Carlos Menem, con Eduardo Duhalde, con Néstor Kirchner, una dirigencia de mucho volumen.

—¿Volumen político sería una metáfora de “piel gruesa” para resistir situaciones complejas?

—Sí. Si se comprende a la política como vocación y servicio a la patria.

—¿A la que se suma la capacidad de resiliencia? ¿Esta situación es peor, igual o mejor que la de 2001?

—En aquel momento, Eduardo Duhalde tuvo la capacidad de convocar a todos los actores. Construyó un gran acuerdo nacional en la emergencia.

—Que ya venía de la provincia de Buenos Aires, y también con Alfonsín.

—Fue una política de acuerdos, de fijación de ejes estratégicos. Eso nos permitió salir rápidamente de la crisis del año 2001/2002 con una fuerte articulación con provincias y municipios. Permitió ordenar al mundo de los negocios, los diferentes intereses de la sociedad e iniciar un ciclo de recuperación de la Argentina. El diálogo argentino fue un dato de época. Marcó la forma de resolver dificultades de la sociedad. Participaron todas las instituciones de la sociedad civil.

—En la conformación del primer gabinete del primer año y medio de Alberto Fernández, había funcionarios cercanos al Instituto Patria, La Cámpora o a Cristina Kirchner y otros más cercanos al propio Presidente. Los recambios que se produjeron incorporan al peronismo tradicional. A los gobernadores, a ministros con experiencia. ¿Le faltaba al gabinete peronismo tradicional?

—No corresponde que emita una valoración. El Presidente conduce. E integra una coalición.

—¿El peronismo tradicional tiene más espesura porque tiene más experiencia de gestión?

—Creo que quien militó, estuvo al lado de la gente, recorrió lo que los romanos llamaban el cursus honorum de la vida política, adquirió habilidades de escucha, de búsqueda de construcción de acuerdos. En la política argentina hay un valor en la experiencia de quienes son producto de la representación del territorio, del trabajo, del barro, de la relación directa con la gente y quienes por profesión o por idoneidad académica no tuvieron esa experiencia.

—A eso se suma una cuestión geográfica. El peronismo de la Ciudad de Buenos Aires no pudo desarrollar ese “cursus honorum” porque perdía elecciones.

—Me parece que esencialmente es un tema de militancia, de compromiso con los ideales partidarios. Son valores que obligan a salir al encuentro de la gente para cabalgar cada época sintentizando las mejores soluciones.

“No hay proyecto de nación posible sin salir al encuentro del otro.”

—¿Cómo es tu relación actual con Aníbal Fernández?

—Voy a ser fiel a lo que me fijé el primer día, no hablar de los temas personales. Compartimos el mismo gabinete. Habíamos tenido un encuentro a instancias de Ricardo Pignanelli.

—¿Cuándo?

—Hace poco. Pero cada uno tiene que trabajar en el rol. No nos eligieron por la simpatía mutua.

—¿Por qué Alberto Fernández cedió el centro de la escena a Juan Manzur?

—Alberto no se corre. Está en el seguimiento de los temas cotidianos y en la relación bilateral con sus ministros.

—Me refiero a la visibilidad pública.

—Juan es un hiperactivo, un entusiasta. No conocí la etapa anterior, porque no fui parte. Para esta etapa, Juan establece horizontes de futuro. Alienta a salir al encuentro del otro. Es un animador por naturaleza.

—¿Es correcto caracterizar que tu nombramiento es un mensaje hacia el electorado de Santa Fe y La Pampa, dos provincias agropecuarias, claves para conseguir los senadores necesarios para mantener el quórum propio?

—No me creo tan importante. Uno es un servidor público. Si el Presidente y los integrantes de la coalición pensaron que podría ser útil, es porque me conocen. Soy peronista de toda la vida, con una formación y una visión.

—En Santa Fe, Juntos obtuvo más de 44% de los votos y el oficialismo casi 29%. ¿Influyen casos como el de Vicentin, la hidrovía?

—Nuestra dirigencia política no conoce las capacidades, la dinámica, pero sobre todo la cultura y la identidad de quienes somos del interior y provenimos de la vida vinculada al campo.

—El sesgo porteño genera ceguera paradigmática.

—Es un problema de toda la dirigencia. Paradójicamente, Argentina es un país agropecuario sin debate agropecuario. En la agenda de los medios económicos, el principal aporte de la economía nacional no tiene centralidad. Este unitarismo, la vida concentrada en el gran conglomerado urbano y suburbano, genera una agenda de espaldas al campo. Los dirigentes más taquilleros no somos los del interior, sino los que tienen mejor capacidad de comunicación, y la velocidad de los medios. Nosotros tenemos otro ritmo de vida, y una mirada más tranquila, más vinculada a la naturaleza, no tanto a la velocidad de las nuevas tecnologías. Quienes pensaron en mí, saben mi origen y que creo en el diálogo para construir.  Me siento culturalmente identificado con los gobernadores de Santa Fe y La Pampa. Soy amigo de Omar Perotti y Sergio Ziliotto. Compartimos la misma visión. A veces hablan del campo, de agricultura, de ganadería, de economías regionales, quienes no conocen la idiosincrasia. Cometen el error de pensarlo en términos económicos. El interior de la patria, las economías regionales, es mucho más que un número. Es una tradición constitutiva de nuestra identidad como nación. Muchos dicen que puede resultar retrógrado afirmarlo. Pero no podemos negar nuestra naturaleza. Con dirigentes del interior tengo más afinidad porque tenemos una visión vinculada a un espacio más amplio, a una mejor forestación y una calidad de vida diferente. Nos unen valores comunes. Por ejemplo, a nosotros nos gusta una jineteada, algo criticado en los centros urbanos. Nos gusta ver a los animales.

—Para llegar a un último presidente que podría entender eso nos tenemos que remontar muy atrás.

—Raúl Alfonsín fue un bonaerense. Y Eduardo Duhalde, del Conurbano.

—Se podría decir que Néstor Kirchner no entendía la pampa. Y que Carlos Menem tampoco.

—Pero Néstor la entendió mejor que nadie.

—Pero no la entendían por ósmosis, porque no representaban este centro rico productor agropecuario de la Argentina.

—El origen determina el destino y la mirada. Uno está signado por el lugar de procedencia.

—Saliste de una situación de confort para llegar al gabinete. ¿Cómo sería una buena elección del oficialismo en noviembre?

—Ni te digo las cosas que me dijo mi mujer. No fue a la asunción, para que tengas idea.

“Como dirigente del Estado, no me puedo enojar con lo que piensen los demás.”

—Imaginemos otra cena de lunes familiar posterior a elecciones, pero en noviembre. ¿En qué caso le dirías que valió la pena?

—No sabría decirlo. Mi cabeza no estaba previamente puesta en lo electoral. Era un ciudadano más, Tenía una visión política. Me sentiría satisfecho.

—¿Reducir la diferencia sería un buen resultado?

—Me sentiría satisfecho con sentir que di todo para servir al país. Ergo, a los intereses de la administración. No puedo pensar más que eso. No puedo compartir ninguna conjetura. No la tengo. Debería ver encuestas, análisis, estudiar.

—¿En noviembre seguirá ese voto que exprese angustia ante la pandemia?

—La sociedad empezó a mirar el futuro. Cuando recibí la segunda vacuna, me sentí con más seguridad para caminar hacia el futuro. Me parece que la sociedad piensa en el futuro. Está imaginando un último trimestre de recuperación de la actividad económica con expectativas mejoradas. Para 2022 existe expectativa de crecimiento del PBI. En la ganadería, vamos a tener un 2022 con mayor cantidad de animales, con volumen mayor de faena. Proyectamos un escenario mucho mejor. En materia agrícola pasa lo mismo. Veo un escenario esperanzador.

—¿Cómo analizás el crecimiento del ala progresista del radicalismo que corre a Juntos por el Cambio de la centroderecha al centro y el fenómeno de Facundo Manes, otro bonaerense del interior?

—Somos vecinos. Apostaron a un proceso interno que enriqueció y le dio volumen a ese debate político. Es lo que necesitamos. La política tiene que volver a discutir. Debe volver a discutir a partir de los intereses que cada uno representa. Se dio eso, si bien Diego Santilli es un trasplantado. En todos los partidos hay personas capacitadas para representar los intereses de la Provincia. Nadie va a representarla mejor que quienes son parte de su historia.

—¿El crecimiento del Conurbano, que era mucho menor en tiempos de Alfonsín, genera un nuevo escenario?

—Hay una enorme debilidad de planificación del territorio. Y eso tiene efectos en los indicadores de pobreza. Se privilegiaron los negocios y romper la armonía. Tenemos altos niveles de concentración de población donde no hay ningún criterio que lo ordene. Renunciar al ordenamiento es una claudicación de la dirigencia. Una de las características de Naciones Unidas para determinar niveles es la calidad del hábitat. Tendríamos menos pobreza y dificultades si tuviéramos condiciones más amigables para vivir. Nos sobra territorio y recursos para hacerlo. No dependemos de nadie para eso. Se claudicó en este sentido. En CABA, que es bellísima, se ve un modelo de progreso que nadie sabe adónde va. Se demuele la arquitectura de época para hacer torres amorfas. Es un desafío, si queremos mejorar la vida de la gente.

—Aun con los anuncios de estas semanas, Jorge Chemes, el presidente de CRA, dijo que “en el Gobierno hay gente que odia el campo”. Usó una palabra emocional, “odiar”. La crisis del campo de 2008 dejó una marca social. ¿Cómo puede llegarse a una reconciliación?

—El campo argentino es constitutivo del proyecto de nación. Trabajé siempre, y lo hago ahora, para sacar del camino las visiones antagónicas que producen atraso. Perdemos tiempo en discutir lo que no lleva a ningún lado. Atahualpa Yupanqui dice: “Tanto andar para no llegar a ningún lado”. El campo argentino tiene una oportunidad sin igual como productores de alimento. Eso se da por la posición geográfica, la calidad ambiental, el valor a la certificación de producción de origen, por ser acreedores de los beneficios climáticos. Hace treinta años, la Argentina, con la siembra directa, hizo una revolución a nivel global. El sector hizo muchísimo. Fueron los productores argentinos, los científicos, la biotecnología. No encuentro sentido al perder tiempo en esas discusiones. El que lo hace tendrá sus razones. Pero nos desgasta, nos desanima. El Presidente me pidió expresamente, después de la pandemia, salir al encuentro del otro, promover el diálogo y construir una visión de futuro. En 2010 se formuló el Plan Agroalimentario Argentina 2020. Las universidades, las entidades y los productores, fijamos objetivos para esta década. Hay que construir una visión de futuro. El campo tiene mucho para aportar al proyecto de nación.

En esta misma serie de reportajes, el director de Syngenta, Antonio Aracre, dijo que el rescate de Vicentin propuesto por Alberto Fernández en 2020 fue una buena idea, pero mal comunicada. Hablamos también de la palabra “odio” expresada por Jorge Chemes. ¿Cuánto hay de cultural en el conflicto con el campo?

—Se resuelve saliendo al encuentro del otro. Dialogando para encontrar metas y objetivos comunes. No puedo hacer que modifiques tu forma de pensar; pero como funcionario público estoy obligado a tomar lo mejor de vos para construir un horizonte de futuro. Me guste o no cómo pensás. Yo no me puedo enojar como pensás vos. La opinión de Chemes es absolutamente respetable. Mi tarea como ministro es tomar lo positivo de la entidad. Si hay cosas que corregir, hacerlo. No conozco otra manera de cabalgar en un proyecto de nación posible si no es con esta decisión. Desde el Estado tengo la función no de la bilateralidad de la confrontación, sino de buscar una síntesis. Es la unidad el poliedro, de la que habla Francisco. Si falta una parte, no es unidad. Subirse al potro de la función pública es con todos, no solo con los que piensan como uno. Es bíblico. Quien está en la función pública debe asumir la tarea. Bienvenida la diferencia. No soy ingenuo. Los negocios de la nación en un área tan importante requieren abrazar el futuro, competir con los liderazgos biotecnológicos, estar a la carrera de las decisiones que toman los grandes actores globales. Se precisa tomar lo mejor de cada uno y salir al mundo.

Julián Domínguez, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
ALBERTO FERNÁNDEZ. “No se corrió del centro de la escena. Está en el seguimiento de los temas cotidianos y en la relación bilateral con sus ministros”. (Foto: Juan Obregón)

—Mauricio Macri asumió, sacó las retenciones y liberó el dólar. Cuando se discute sobre el déficit, lo que se omite es que se agrandó porque se eliminaron las retenciones. Fue una decisión política. Pensaba que el campo es el motor de las exportaciones argentinas y debería recibir doble beneficio; liberar el dólar y las retenciones. Hoy sería inimaginable. De hecho, el Fondo Monetario pidió retenciones, que comenzaron con Duhalde, y otra vez hay cepo. Claramente hay dos perspectivas respecto del campo. ¿Sentís que tu misión es imposible?

—En 2001 había muchos campos para rematarse. En Chacabuco, yo había sido intendente, había propietarios de 600 hectáreas de campo entre la ciudad y Junín, que los bancos públicos estaban a punto de rematar. La devaluación significó que la hectárea que valía 700 dólares hoy tenga un valor de 20 o 22 mil dólares. El sector le puso el hombro al país. A nadie le gusta pagar impuestos. Si encontrás un voluntario que quiera pagar impuestos, lo aplaudimos y lo coronamos. El sector hace un aporte importante al país y hay que reconocérselo. Es una contribución al bien común en esta Argentina de muchas dificultades. Macri se dio cuenta de que era imposible sostener una Argentina más o menos equilibrada sin los aportes del sector. Por eso tuvo que restituir el camino transitado.

—Se dio cuenta cuando el Fondo le pidió en 2018 el equilibrio fiscal.

—Tampoco llegó a esa situación con equilibrio fiscal y con un severo endeudamiento.

—Terminó con 0,5%. Para llegar tuvo que volver a colocar las retenciones. ¿Te toca ser embajador ante el sector más difícil?

—Cada uno intenta dar lo mejor de sí. Soy este y creyeron que puedo ser útil. La tarea fundamental es pensar el futuro. Que la historia juzgue el pasado. Desde la función pública debo pensar en el mañana.

—Se afirma que el ministro de Producción, Matías Kulfas, dentro del Gobierno no estuvo de acuerdo en la limitación de las exportaciones de las vaquillonas que se dirigían a China. ¿Las exportaciones incidieron en el precio de la carne?

—Hay que analizar la ganadería en su conjunto. Primero, el stock. Tenemos 53.500.000 animales. Estamos en un peso de faena muy bajo, y en un nivel de productividad promedio de 62%. Hace diez años habíamos pensado un progresivo aumento del peso de faena acordado con las entidades. Eso se dejó atrás. Hoy nos falta volumen de carne. Si hubiésemos aumentado progresivamente el peso de faena, tendríamos un horizonte exportador muchísimo más atractivo. El mercado interno hizo un equilibrio dietario a lo largo de la década. Hace diez años, cuando anunciamos el estímulo a la crianza y capacitación y formación en materia porcina, hay una frase famosa de Cristina sobre los efectos de la carne porcina, debíamos ir hacia una dieta más equilibrada y exportar más. Si hubiese dado los pasos de aumentar el peso de faena y si hubiese mejorado un poco más el nivel de productividad, la Argentina debería estar exportando un millón de toneladas de carne. Tal era la meta hace diez años. En aquel momento viajé cuatro veces a China en dos años y trajimos al ministro de Agricultura de China a Rosario a conocer el campo argentino, a conocer la ganadería. En aquel momento la Argentina había quedado fuera del BRICS, porque no era el país más importante de la región, lugar que tenía Brasil. Nos pegamos en una estrategia comercial con Brasil y tratamos de poner el acento en la apertura de los nuevos mercados. Estábamos convencidos de que iban a ser una aspiradora para toda la oferta alimentaria del mundo. Hoy China es una aspiradora que no tiene límite. Todo lo que podamos vender y ofrecer China lo comprará. Dicho esto, la ganadería debe tener equilibrio entre el stock, el precio de faena, el nivel de productividad, el consumo interno y lo que quiere para exportar. Debe haber armonía. El 2020 fue el año de mayor exportación de carne si se toma un ciclo de veinte años. Exportó 900 mil toneladas. Al ritmo de la demanda china, la Argentina estaría en esos niveles de exportación. El primer semestre estuvo por sobre el segundo semestre del año pasado.

—En 2018 las exportaciones de carne a China fueron 206 mil toneladas. 2019, 427 mil. Algo parecido, 462 mil en 2020. ¿Cuántas serán este año?

—Estamos en los mismos niveles casi. Estamos un punto por debajo del año pasado. Lo primero que debemos decirle a la ciudadanía es que las exportaciones a China no estuvieron cerradas. Hice un relevamiento con nuestro servicio exterior y nuestros embajadores nos dicen que están abiertos los mercados para todo lo que quiera exportar la Argentina. Pero debemos definir qué política y modelo de desarrollo queremos. Claro que queremos exportar más, pero debemos tener un horizonte. La agricultura es diferente a la ganadería. Son otros tiempos, ciclos más largos. Tenemos que definir cómo aumentamos el peso de faena. Tenemos que hacerlo progresivamente a partir del año que viene. Ver cómo estimulamos políticas de productividad, de aumento de productividad.

“La carne forma parte de nuestra identidad nacional; el ganado forma parte constitutiva de nuestro campo.”

—¿No se dejó de exportar más? ¿No se hubiera exportado un 8% más?

—No teníamos espalda. Hemos perdido al ritmo que veníamos casi un millón de cabezas de ganado. Terminaremos el año con 700 mil vacas más. Tendremos una armonía en la capacidad exportable el próximo año. Este será el segundo año récord de exportación de carne. Tenemos precios que vuelan. La Cuota Hilton aumentó en 4 mil dólares y casi se anticipó todo el saldo exportable que la Argentina tiene. El mercado americano está en una dinámica extraordinaria.

—La FAO acaba de decir que el aumento de los alimentos de un año hacia otro en promedio fue de un 30% en dólares.

—Sí. Y la Argentina lo aprovechó en plenitud.

—Hay previsiones de que Uruguay firmaría el tratado de libre comercio con China durante 2022. ¿Afectaría en algo eso?

—En nada. Brasil tiene menos animales que personas. La Argentina tiene más animales que personas. Y Uruguay tiene un modelo de comercialización donde la generación de valor agregado y el negocio de la exportación no la hacen localmente. En la Argentina, hay una participación de productores y empresarios nacionales en el negocio de la carne.

—¿De qué nacionalidad son quienes hacen el trabajo de generación de valor agregado de los productos uruguayos?

—Básicamente, de Brasil y fondos de inversiones. En la Argentina todavía son empresarios de carne y hueso.

 

“No se pueden sostener unos valores cuando se está en el gobierno y otros cuando se está en la oposición”

 

—¿Qué pensás cuando ves que hay peronistas en Juntos por el Cambio?

—En la Constitución fijamos que los partidos políticos son la representación del conjunto de la sociedad para seleccionar candidatos. Pero la sociedad argentina desvalorizó la institucionalidad de los partidos políticos. Es un problema. Los partidos políticos, como parte de la sociedad, deben ordenar un conjunto de ideas con una mirada común. La ruptura de los partidos políticos con la sociedad no le ayuda al país. La previsibilidad y la construcción de futuro dependen también de partidos políticos sólidos en cuanto a sus ideales, sólidos en sus valores, en los que los dirigentes rindan cuentas. Rendir cuentas es la diferencia entre un dirigente político y quien no lo es. No tenemos solidez institucional. Por mi condición de peronista, con visión social y humanista, nacional, tengo diferencias profundas, pero no me siento en condiciones de juzgar a nadie.

—¿Diferencias con los peronistas de Juntos por el Cambio?

—No me siento en condición de juzgar a nadie. Pero la sociedad argentina debe tomar nota. No le sirve, ni a la representación política, ni a la sociedad argentina, que los dirigentes cambien permanentemente sus identidades. A la hora de gobernar sostienen un principio, y mañana, otro. Se pone en crisis la credibilidad.

 

“Desde 1999 la Provincia tuvo delegados y no representantes genuinos”

 

El intendente de Escobar, Ariel Sujarchuk, dijo “que el Gobierno no tiene vocación de cambiar en serio ni valentía de promover una verdadera renovación”, refiriéndose a la provincia de Buenos Aires. ¿Se abrió una interna en la provincia de Buenos Aires?

—Me parece bien que cada uno se exprese. Desde el año 1999 en adelante, precisamente con esta crisis de los partidos políticos, tuvimos delegados, pero no representantes genuinos.

—¿El último gobernador en serio fue Duhalde?

—Sin duda, porque representó a un territorio. El sistema federal está basado en la representación de los intereses. La Constitución del año 94 desarmó la base del federalismo: el colegio electoral. Allí se armonizaban los intereses de la nación y se sintetizaba en un proyecto común. Rotos el Colegio Electoral, los partidos políticos, tenemos un sistema y un Estado diferente del modelo que pensamos en 1853.

—¿Fue un error esa reforma?

—Fue injertar una práctica no compatible con nuestro sistema constitucional heredado de la independencia americana. Nuestro modelo bicameral se adapta a un modelo de acuerdo y de concertación de las provincias como en Estados Unidos. Deviene de pactos preexistentes. Terminamos construyendo un sistema de representación política muy unitario.

—¿Hizo que los presidentes sean porteños o del Conurbano?

—Hay evidencia de ello. Salvo Néstor y Cristina Kirchner.

 

 

“La doctrina social de la Iglesia habla del destino universal de los bienes”

 

—La Unión de Trabajadores de la Tierra tiene una propuesta sobre la propiedad de la tierra que está en línea con algunos de los planteos también de Grabois. En su página web proponen: “Según la Agencia de Administración de Bienes del Estado, el Estado argentino dispone de 400 mil hectáreas de suelo fiscales. Mientras tanto, más de la mitad de la agricultura familiar se ve obligada a alquilar tierras para producir en los cordones frutihortícolas y este indicador puede llegar hasta el 90%. Trabajamos diariamente, nos capacitamos para que nuestras producciones sean mejores, saludables y diversificadas. Sin embargo, vivimos empobrecidas y empobrecidos sin derecho a una vivienda digna porque no podemos construir sobre los espacios que alquilamos”. ¿Tu tarea incluye algún tipo de legislación sobre el acceso a la tierra?

—Lo estuvimos charlando. Según el último censo agropecuario perdimos 50 mil productores. De 320 mil productores, pasamos a 270. Se acelera la tendencia de salir del campo y trasladarse a la ciudad. Quienes están perdiendo la titularidad de los campos son los pequeños productores. Hay un proceso de concentración.

—Es un proceso inverso a lo que sucedió en el momento en que con las herencias se dividían los campos.

—El modelo de desarrollo está yendo para un lugar en el que vamos a tener mucha producción con menos productores. No es bueno para una visión de desarrollo de la nación en el cual todos coincidimos.  El segundo dato de época es la agricultura familiar o los complejos frutohortícolas en torno a los grandes centros urbanos. La nación debe crear instrumentos de financiamiento para que los trabajadores de la tierra puedan acceder a hectáreas. Hay que tener una política de fuerte estímulo y financiamiento en este sentido. Se necesita un desarrollo que ponga énfasis en la agricultura familiar.

—Juan Grabois estuvo en Roma participando del Foro Vaticano sobre el fin de la pobreza. Pidió un humanismo revolucionario con eje en tierra, techo y trabajo, las denominadas “tres T”, enarboladas por el papa Francisco, junto a los movimientos populares. ¿Cuál es tu opinión sobre el rol que debería tener la economía popular en la política del sector agropecuario del Gobierno?

—El Estado debería tener un rol que favorezca la titularidad de la tierra, como lo plantea Federación Agraria, y otras entidades. Debemos recuperar la impronta de volver a colonizar el campo argentino. Estamos en un proyecto de conectividad en zonas rurales que llevan adelante sectores privados. Revolucionará la posibilidad de permanencia en el campo.  Necesitamos políticas para que vuelvan los colegios agrotécnicos, las escuelas rurales. Que la gente tenga oportunidad de volver a trabajar y a vivir en el campo. Es una oportunidad, pero no de un partido, o un sector. El modelo de gestión del desarrollo debe estar centrado en una agricultura con más productores.

—¿Molestó que el Papa remarcara que la propiedad privada es un derecho secundario a las organizaciones rurales?

—La doctrina social de la Iglesia habla del destino universal de los bienes. Nosotros provenimos de acá. Es un pensamiento de todos los tiempos. La posibilidad de que todos los que vivimos bajo este cielo tengamos posibilidad de crecer, desarrollarnos y contar con la posibilidad de la titularidad de la tierra. Quiero una Argentina con propietarios.

—¿Cómo es tu relación con el Papa?

—Hace mucho que no hablo con el Papa. Siento una profunda admiración por su magisterio conceptual. Actualizó a nivel planetario el debate sobre el cuidado de la casa común. Hizo anuncios proféticos que deben servir a la dirigencia política del mundo como advertencia por los riesgos que estamos hoy tomando. Ya desde los documentos preexistentes a Laudato Si marca una visión en la que se ponga el acento en el cuidado de la casa común, de la tierra y el ambiente. Eso es mejor calidad de vida.

—Si en noviembre se repite el resultado de las PASO y las elecciones dejan a un presidente debilitado, una alianza en tensión permanente y dos años por delante, ¿el Papa puede ser un factor de contención? ¿Es un capital del país ante una situación de fragilidad política?

—El Papa es una autoridad espiritual, moral. Ese es un punto del cual mirar el presente y el futuro e iluminar el futuro.

—¿Tendría la autoridad para llamar a Cristina y Alberto y contenerlos?

—Sería una intromisión de mi parte opinar sobre eso. Nunca hablé de eso, ni tampoco lo haría. Los argentinos debilitaríamos la extraordinaria oportunidad de tener un liderazgo espiritual de un compatriota. Es, además, un porteño, lo cual debería ser más orgullo para los que nacieron en la Ciudad.

 

Producción: Pablo Helman y  Debora Waizbrot.