#PeriodismoPuro es un nuevo formato de entrevistas exclusivas con el toque distintivo de Perfil. Mano a mano con las figuras políticas que marcan el rumbo de la actualidad argentina, Fontevecchia llega a fondo, desmenuzando argumentos y logrando exponer cómo piensan los mayores actores del plano del poder. Todas las semanas en perfil.com/PeriodismoPuro.
—¿Cuándo conoció a Mauricio Macri, exactamente?
—Lo conozco de chico, de adolescente, de jugar al fútbol en su quinta. En realidad yo pasaba más tiempo con su hermano más chico, Mariano, que es el que tiene mi edad. Estábamos todo el tiempo detrás de la pelota en la quinta de él, que hoy se llama Los Abrojos.
—Usted estaba trabajando en la DGI cuando Macri lo llama y usted pasa, como contó, a comprometerse por primera vez políticamente con una organización.
—Yo estaba trabajando en la DGI, sí, pero incluso antes de aceptar ese cargo Mauricio me había llamado. A lo largo de mi trayectoria política, cuando estaba en el ANSES también, cada tanto lo veía, lo iba a ver y conversábamos mucho sobre política porque él ya empezaba a interesarse, a relacionarse. Habíamos hablado de política y del futuro cuatro o cinco veces. Yo le contaba mi experiencia en el Estado, lo bueno y lo malo. Fue así hasta que en 2002 me llama y me cuenta que quería empezar con la Fundación Creer y Crecer. Y ahí arrancamos.
—Usted estaba en la DGI en 2001, le tocó cruzar la crisis y el default , estando al frente del órgano de recaudación de la Argentina. ¿Cómo fue esa experiencia?
—Brava. Yo estaba en mi oficina, con una ventana de daba a la Plaza de Mayo, y nos desalojaron de allí, por seguridad. Tristísimas fechas éstas del 19 y 20 de diciembre. Yo manejaba la DGI, y cuando por fin asume Duhalde luego de esa semana, no sé cómo catalogarla, con Rodríguez Saá y los demás, me confirmó en el cargo. Pero duré dos meses. No me sentí cómodo y entonces Mauricio, que lo sabía, empezó a llamarme ya con más insistencia para que me uniera a él. No me olvido más de ese verano. Nos reunimos y lo vi muy decidido a meterse en política, a armar una fundación, a empezar a armar un partido y me entusiasmé. Un año después, en 2003, cuando se decía que él podía ser candidato a presidente, decidió ir por la ciudad y yo fui su vice. Perdimos con Ibarra en primera vuelta, pero aprendimos muchísimo. En la vida uno aprende más de los fracasos que de los éxitos, claro. Y acá estamos todos, 15 años después.
—¿En qué cambió aquel Macri, con quien usted trabajaba en la fundación, a lo largo de estos 15 años?
—Como todos nosotros fue aprendiendo, madurando, conociendo. Creo que la experiencia al frente del gobierno de la ciudad le vino bárbaro en cuanto a lo que es gestión pública, lo que significa mover un Estado, que es una tarea que requiere de un gran esfuerzo. Aprender de la administración del Estado, fue buenísimo para él, antes de la presidencia.
—¿Y qué cambió desde el punto de vista de sus ideas?
—Desde el principio tenía esta visión desarrollista, del rol del Estado, siempre interesado en cómo construir un Estado fuerte.
—¿Es injusto, entonces, asociarlo con las políticas de los años ’90?
—Para nada era eso. ¡Mauricio viene de la industria! Me acuerdo de verlo más de una vez muy enganchado en charlas con mi padre, ha venido a comer a casa con mi viejo muchas veces y hablaban de economía y de desarrollismo.
—¿Qué opinaba su padre sobre el proyecto del joven Macri?
—En ese momento, tanto para mi viejo como para la gran mayoría de los argentinos, la perspectiva de un Mauricio Macri presidente era lejanísima.
—Poco promisoria.
—Pero nosotros éramos unos pocos locos que trabajábamos para eso, en aquel momento. Pero papá valoraba mucho que gente como Macri se metiera en la política. También me apoyo a mí, claro, y eso que para mí fue difícil la decisión de volver para dedicarme al Estado después de terminar mis estudios en Boston.
—¿Cuál fue su primer trabajo, antes de la política?
— Yo estudié economía en la UBA y mi primer trabajo como economista en la actividad privada fue en la ESSO, Fue una experiencia muy buena. Trabajaba en la parte financiera como analista de inversiones y a los tres años, justo, me fui a estudiar a Harvard. Volver, como decía, no fue una decisión fácil. Porque parte de esa experiencia que yo había imaginado antes de irme, era trabajar un par de años afuera. Pero la vocación pública me pudo, por suerte.
— ¿Cómo cambió usted en estos 15 años?
—Qué pregunta. Yo soy un convencido que uno siempre puede mejorar. Soy un obsesionado de cómo ir creciendo y aprendiendo cosas. Por más que llegara con cierta experiencia, aprendí mucho del Estado. Y me enamoré de la ciudad, cosa que en un principio no me pasaba. Mi experiencia pública era en organismos nacionales, no tenía ninguna relación con la ciudad y me enamoré de la ciudad, de la cercanía que brinda una ciudad. En el ANSES estaba muy lejos del jubilado, no había un contacto tan directo. Acá en la ciudad, lo que uno hace, lo toca. Lo que hacemos en la Villa 31, por ejemplo: yo hablo con la señora, le pregunto si está mejor o peor, si me equivoqué en algo. Es muchísimo más cercano el gobierno local, aprendí la pasión de la cercanía y hoy le dedico gran parte de mi tiempo a eso. El poder aleja, eso tiene de malo.
—Todavía le quedarían, si es reelegido en 2019, seis años más en la ciudad y en 2023, con la misma edad que tenía Macri al asumir como presidente, como decíamos hace un rato, ya no podrá renovar mandato como jefe de gobierno ¿Le gustaría ser presidente? ¿Es algo que cuando decidió dedicarse a la política estaba en tu mente?
—Seis años parece muy poco en la vida de un país, pero en la vida de uno, seis años es una vida. A mí me gusta vivir y disfrutar el día a día, disfruto lo que hago, estoy en un momento fantástico de mi vida y valoro especialmente el equilibrio familiar.
—¿Se imagina volviendo a la actividad privada?
— No, no.
—Entonces...
—En el futuro me imagino colaborando con Cambiemos, cambiando el país definitivamente. La actividad privada ni me la planteo.
—Insisto y más allá que no dependa de usted: ¿Le gustaría ser presidente?
— Sí claro, y por supuesto que no depende de mí. Pero hoy, ni me lo planteo. Podría decirle que todo político, al final de su carrera, se imagina en ese lugar. Pero no más que eso. Hoy tengo enorme fortuna de amar mi trabajo, de entusiasmarme cada día de la gestión. Disfruto eso. Mauricio sí, de movida, evaluó muy seriamente ser candidato a presidente. Pero no es mi caso.
—Proyectar a seis años es algo lógico dentro de cualquier organismo político, no hablamos del siglo XXIII. ¿Cómo se imaginás la coalición Cambiemos en 2023, ya sin Macri como candidato?
—Soy un gran optimista. Estoy convencido de que al país le va a ir muy bien, creo que el cambio se va a consolidar y Cambiemos tendrá la posibilidad de competir para seguir gobernando, definitivamente. Lo más sano es hacer lo que hicimos en Capital, en su momento: si hay más de un interesado, habrá una interna. Para nosotros, la interna que tuvimos con Gabriela Michetti en la ciudad, sirvió como un enorme aprendizaje. Debe hacer sido una de las internas que más visibilidad tuvo. Lo manejamos con enorme madurez, creo, y lo considero un mecanismo natural. Si en 2023 hay más de uno con inquietudes de hacerlo, es lo más sano.
— ¿Usted será uno de ellos?
—No lo sé, realmente no lo sé.
—¿Imagina internas para la elección de nuevos candidatos en la provincia de Buenos Aires y de la ciudad de Buenos Aires?
—Sí, en 2023. Sería lo más sano, sí.
— ¿Y en 2019?
—No, en el 2019 tanto Mauricio, como María Eugenia y yo mismo, tenemos un mandato más. Obviamente no puedo estar seguro que no haya internas, pero lo más natural, en los tres casos, sería darle continuidad a lo que estamos haciendo hoy.
—¿Cree que Lousteau se equivocó seriamente al presentarse aparte?
—No sé si se equivocó o no, es un tema que debe analizar él.
—¿No lo ve al radicalismo compitiendo en una interna por la Ciudad de Buenos Aries en 2019?
—Ya hay muchos radicales que hoy están con nosotros; en la lista estuvo el ex intendente Facundo Suárez Lastra, por ejemplo. El ministro de seguridad tiene origen radical también, Hernán Lombardi también. Hay mucho radicalismo con nosotros. Mucho. Si de ahí surge que en 2019 alguien quiera ser ir a una interna, está todo bien: ya pasamos por esa instancia y nos enriquecimos mucho.
—¿No existe un pacto con los radicales, que pueden presentar candidatos en todo el país, menos en la ciudad y la provincia de Buenos Aires?
—No hay ningún pacto, de ninguna manera. De hecho, ellos los han presentado en esta última elección. El radicalismo de Capital presentó candidatos. Lousteau, representaba al peronismo porteño.
—En su caso, y el caso de María Eugenia Vidal, han tenido una formación más progresista, más popular, diferente a los recursos que siempre ha tenido Macri, siendo el primogénito del hombre más rico de la Argentina. ¿Eso genera una sensibilidad distinta en el poder? ¿Puede haber un Cambiemos en 2023 menos asociado, más allá de la justicia o no de la definición, con un gobierno “de ricos” o de “CEOs”?
—No, esa es una definición no solo injusta, sino incorrecta. No tiene nada que ver con la realidad. Tanto María Eugenia como yo hemos tenido, no solo ahora, sino a lo largo de estos años, una responsabilidad muy grande en la creación, desarrollo y crecimiento del PRO y de Cambiemos. Somos lo mismo, Después uno puede tener matices diferentes en lo que piensa, y eso está muy bien, es válido. Pero no siento que nosotros seamos más progresistas o no que Mauricio: somos lo mismo.
—Usted tuvo una relación muy cercana a Emilio Alfaro, ex pareja de Marilina Ross, un actor muy comprometido con su época, que también sufrió prohibiciones y persecución por sus ideas. ¿Qué le dejó él?
—Quería mucho a Emilio, era un apasionado de lo que hacía, del teatro, del cine. Con él fui a ver obras como La Señorita de Tacna, más de 30 veces. A mí me encantaba acompañarlo al teatro, ver las obras que dirigía, acompañarlo. No me olvido más cuando estrenó en 1981, todavía con el gobierno militar, La Señorita de Tacna, con el regreso al país de Norma Aleandro, muy amiga de mamá, como si fuera familia nuestra, la quiero mucho también. Se armó un enorme revuelo y hasta hubo amenazas de bomba en el teatro. Emilio tenía un origen más de peronismo de izquierda.
—Propio de la gente de la cultura.
—Sí, lo asociaban mucho al peronismo de izquierda, filo montonero, aunque nunca tuvo participación activa ni orgánica. Un romántico de la vida, un tipo encantador. La política también lo apasionaba, él fue muy cercano al Chacho Álvarez y a través del él fue director del Teatro San Martín. Fue una lástima enorme que muriera tan joven, yo lo quería mucho.
—Volvamos al tema de 2023. Asumiendo que a la Argentina le vaya bien y que Cambiemos siga siendo competitivo electoralmente, la lógica de la política impone ciclos. ¿No imagina que una de las alternativas para esa etapa, suponiendo un éxito económico, sería afianzar a Cambiemos por el lado más social? La gobernadora Vidal y usted serían las personas que mejor responden a esas características. ¿Qué opina?
—Es cierto. Hasta por un tema de origen. Porque más allá que yo haya estudiado economía, no me considero economista. Durante muchos años, junto con María Eugenia incluso, estudiamos, investigamos y escribimos de temas sociales. Tal es así que cuando Macri me convoca en 2002, una de las primeras personas que llevo a trabajar con nosotros fue María Eugenia, que se ocupó del área social de la que era, en ese momento, la Fundación Crear y Crecer. Tenemos mucha cercanía y afinidad con los temas sociales.
—Argentina tiene un presidente ingeniero que está preocupado por la infraestructura, promueve muchas obras que permitan el crecimiento económico. Después hay otros aspectos que tienen que más que ver con la cultura, lo tangible y lo intangible. El ingeniero no suele tener esa sensibilidad. Pero otras personas sí pueden tenerla para interpretar mejor el momento, cuando la infraestructura ya no sea un problema.
—Pero Mauricio es tan ingeniero como yo economista. Él estudió ingeniería, pero no tiene esa estructura cerrada de muchos que han dedicado su vida a esa profesión. El habla de infraestructura, sí, pero también de la reparación histórica de los jubilados. Es un hecho de justicia social enorme lo que se creó en este gobierno: la ampliación de los planes sociales, las asignaciones familiares a mucha gente que no las recibía antes. Esa campaña del miedo que se hizo, que iban terminarse los planes sociales, no solo no se verificó, sino que, al revés: se amplió. Por eso el gradualismo.
—Así planteado, la oposición no tendría ninguna alternativa superadora…
—Cuando uno está en el gobierno, en gran medida compite contra sí mismo para hacer las cosas bien. Yo creo mucho, en la gestión y la gente valora eso en nosotros. A mí la ciudad me va a votar en 2019 si logro avanzar con el plan de inclusión social en las villas, si avanzo con las obras que hoy están rompiendo toda la ciudad, si bajamos la inseguridad, si mejoramos la educación. El gran desafío de Cambiemos para 2023 será recrear los desafíos. Los que tenía Macri, sacar el país adelante después de una catastrófica gestión kirchnerista con un 30% de pobreza y un narcotráfico arraigado, son muy distintos a los que enfrentemos en 2023. Si nosotros seguimos hablando de las mismas cosas, seguramente no nos va a ir muy bien.
—Imaginemos que ustedes tienen éxito y se afianzan en el poder. ¿Cuál imagina será la agenda a partir de ese 2023?
—Será la agenda del desarrollo equilibrado, de la integración. De cómo la gente pueda elegir cómo y dónde vivir en la Argentina, encontrando un trabajo que le permita desarrollarse. Ese es un desafío enorme. Volver a equilibrar el país, descentralizar esta gran megalópolis que se generó, no solo en la ciudad sino en toda el área metropolitana. Para cumplir ese proyecto se requiere infraestructura, promoción de las economías regionales, profundizar el federalismo. Creo que ése es el gran desafío que se viene, para todos.
Leé la entrevista completa de Jorge Fontevecchia acá.