—¿Cuál es tu balance de los primeros seis meses de Sergio Massa en el Ministerio de Economía?
—Creo que vino con un objetivo bastante concreto, que era el de frenar la corrida cambiaria, corrida contra la deuda, una crisis de expectativas y una serie de aceleración inflacionaria bastante notable. Y trató de hacerlo, o intenta seguir tratando de hacerlo, manejando algunas cuestiones que hacen no tanto al fondo de los problemas macro de Argentina, sino más bien a sus manifestaciones más inmediatas. Recordemos que hizo ya dos canjes de la deuda pública en pesos, dos episodios en dos períodos de un dólar especial para las liquidaciones de soja. Compró el tiempo que quería comprar, y ahora es como que estamos en una etapa en la cual tiene que instrumentar nuevas medidas que le permitan comprar un poco más de tiempo durante 2023. Me parece que la gestión hasta acá, en términos de cuál era su cometido, la ha cumplido, pero a costa de seguir sin atacar los desequilibrios que se van incrementando, y en algunos casos comprometiendo un poco la gestión del próximo gobierno.
—¿Superó las expectativas que tenías hace seis meses?
—Pensé que iba a venir con una agenda un poco más ambiciosa. Él venía a resolver también una crisis, si querés, política, esta vieja idea de que buena parte de la clase política argentina y el mismo Gobierno de alguna manera compra o sostiene que, si arreglás la política arreglás la economía. La mayoría de los economistas pensamos distinto, creemos que esta es una crisis económica con consecuencias políticas, por lo tanto hay que resolver la economía. Tal vez Massa estaba en una situación un poco más intermedia, donde claramente iba a trabajar sobre la política, que es lo que él más conoce, pero pensábamos que incluso en la convocatoria de Gabriel Rubinstein como viceministro iba a aportar algo más en materia de calidad de políticas públicas. Pero, lamentablemente, a poco de andar el mismo Rubinstein reconoció que le hubiera gustado poder hacer algo más, así que estamos en una situación en la cual cumplió con su cometido, pero sin avanzar demasiado en la solución de los problemas de fondo de la economía.
—Le queda otro semestre más para el comienzo de las elecciones, con la idea de que busca ganar tiempo. ¿Llega sin grandes contratiempos a las elecciones?
—Se le sumó al panorama crítico macro de la economía argentina algo que no es manejable por el ministro, ni por nadie, que es el factor climático. La sequía va a significar una caída importante de la afluencia de dólares a la economía argentina, y va a significar también una caída de recaudación. Por lo tanto, cualquiera sea el esfuerzo fiscal que debería hacer el ministro, cualquier esfuerzo para conseguir más reservas que iba a hacer el ministro, ahora tiene que ser más grande. Si es que quiere llegar con la macro así medio atada con alambre hasta las elecciones. Estamos esperando ver cuáles son las iniciativas en ese sentido. No va a ser fácil ir por el lado de alguna nueva facilidad para obtener un dólar más caro si sos exportador, como fueron los dos dólares soja que hubo el año pasado, porque no va a haber tanta cosecha. Y segundo, en la facilidad para hacer nuevos canjes de la deuda en pesos, que son las dos cuestiones de corto plazo más angustiantes, medio que se va agotando, uno ve ya en las últimas licitaciones, sobre todo en el último canje, un sector privado que participa un poco con menos ahínco, con menos voluntad, que está más reacio a entrar en los canjes de la deuda pública en pesos y que el Gobierno tiene que otorgar algunos atractivos adicionales. Son dos temas que no se resolvieron, y que lucen un poco más complicados este año que el año pasado como para llegar sin nada más que lo que hay en materia política económica hasta las elecciones.
“La sequía va a significar una caída importante de la afluencia de dólares a la economía argentina, y va a significar también una caída de recaudación”
—Después de un mes en el que la inflación estuvo por debajo de cinco y tuvo un cuatro delante, subió medio punto el siguiente y promete algo parecido en enero, ¿se podrá seguir bajando la inflación o creés que está estabilizada entre 5% y 6% de manera más o menos permanente?
—Ese umbral del 5% o 6% llegó para quedarse. Acá hay un tema que quizás es redundante a esta altura, pero cuando incluso el Presidente habló de las expectativas de inflación, la inflación autoconstruida, en realidad creo que estaba refiriéndose más a la idea de expectativas autocumplidas, esas expectativas, o por qué a la inflación le cuesta tanto bajar, tiene raíces ciertas, no es simplemente una construcción mental o un error de algunos agentes económicos que remarcan los precios equivocadamente. Vemos acá que el problema es que la consistencia de la política monetaria y de la política fiscal es muy pobre. El balance del Banco Central es tal vez uno de los más débiles de la historia argentina, y no hace más que comprometerse con cada nueva medida que se toma. Primero fueron las recompras de la deuda en pesos, después fue el dólar soja, donde el Banco Central anotaba una pérdida cada vez que compraba dólares caros y los vendía baratos, y el Tesoro le ponía un título público como contrapartida, para compensar esa pérdida en el balance. Y ahora vuelve a usarse el balance del Banco Central para intervenir en el mercado de deuda pública en dólares, no ya en la de pesos sino en dólares, y todo eso deteriora el balance. Los argentinos sabemos que cuando el balance del Banco Central está muy empiojado... fijate que hoy el Banco Central de Argentina es de los pocos bancos centrales del mundo que, aparte de emitir moneda, emite títulos, emite las famosas Leliq, son el doble de la base monetaria, o sea, tiene más pasivos que pagan interés que pasivos que no pagan interés. Esas situaciones en la historia argentina terminaron mal, el recuerdo más fresco, y que se repite más de parte de muchos de mis colegas, es el recuerdo de lo que pasó en la hiperinflación de fines de los 80, donde el balance del Banco Central tenía una situación similar, tenía el doble de pasivos que pagan interés respecto de los pasivos que no pagan interés, y del lado del activo prácticamente no tenía reservas y solo tenía deuda pública. Entonces, me parece que ahí está por qué cuesta tanto bajar la inflación, porque no hay ninguna señal que mejore la balanza de Banco Central; todo lo contrario, hay medidas que tienden a empeorarlo más.
“La mayoría de los economistas pensamos distinto, creemos que esta es una crisis económica con consecuencias políticas”
—La menor cantidad de exportaciones que va a producir la sequía y sus consecuencias tanto para el balance comercial como fiscal, ¿se pueden palear con los acuerdos que se firmaron con Brasil al permitirle a la Argentina no tener que pagar este año 3.500 millones de dólares de déficit comercial que tenemos con nuestro vecino?
—El sistema que se vuelve a relanzar es un sistema prácticamente que ya existía, “sistema de moneda local” se llamaba antes, es de 2008, por el cual se hacía como una suerte de compensación de pagos en la propia moneda de las exportaciones e importaciones que se hacen con Brasil. Puede ser que haya algún ahorro de dólares al final del año, pero acá la clave es que el Gobierno especulaba mucho, más que con el acuerdo con Brasil, con la caída de las importaciones de energía. El gran hecho de este año, de 2023, será la puesta en marcha del gasoducto Néstor Kirchner, y con eso se podría bajar fuertemente la importación de energía, lo cual en parte no se va a bajar a cero porque Argentina va a necesitar seguir importando, sobre todo el gasoducto empieza a funcionar ya cuando está lanzado el invierno. Por tanto, va a haber que importar gas en barcos como lo hacemos usualmente, pero ahí hay una reducción de la necesidad de dólares que tiene que ver con un tema específico que es la energía. Eso no alcanza a compensar la caída de dólares que deja el agro este año, según la Bolsa de Comercio de Rosario, según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires; estamos hablando de reducciones de flujo de explotaciones agrícolas entre 8 mil y 10 mil millones de dólares. Las importaciones de energía podrían caer 4 mil o 5 mil millones, compensaría con mucha suerte la mitad, depende también del clima, si es frío va a ser más complicado compensar tanto. El gasoducto todavía no te va a permitir exportar, y el ahorro que puede venir por el lado del mecanismo con Brasil podría llegar a generar cierto alivio, cuando se realicen las compensaciones a fin de año. No creo que ahora automáticamente veamos un ahorro de dólares por ese lado, y hubo mil millones de dólares o hay mil millones de dólares que el ministro pretende usar para recompra de deuda. Entonces se encuentra que eso es más o menos el 20% de las reservas netas que tenía, y le van a faltar, en el mejor de los casos, como decía antes, la mitad de lo que caen las explotaciones agrícolas, y un poquito menos por ahí, un poquito más que aporte y el programa con Brasil, estamos hablando que tenemos muy ajustado el panorama de reserva para este año, y esta sensación de que se usan dólares que no hay, por lo menos por ahora disponibles, y que van a estar escasos en el resto del año.
—¿Es posible que esos entre 8 mil y 10 mil millones de dólares menos de exportaciones por la sequía se vean compensados con aumento de precio en alguna proporción?
—Podría ser, pero el escenario más probable es de mantenimiento de los precios. No hay un escenario muy claro a favor de un aumento de los precios. Para ponerlo en números, en términos de total de cosecha, estamos hablando de una caída de casi 40 millones de toneladas.
—Un 20%, un 25% del total.
—Exactamente.
—El precio tendría que aumentar más que eso todavía para poder compensarlo, pero en alguna proporción, ¿imaginás que puede haber un aumento de precio de 10%, por ejemplo, que reduzca a la mitad ese delta?
—Me cuesta verlo, salvo que haya una caída, una depreciación del dólar medio inesperada. Recordemos que siempre que el dólar se deprecia, el precio de las commodities en dólares aumenta, y eso nos podría ayudar. Pero no veo razones ni de demanda, ni de oferta, ni cambiaria, en términos de dólares en los mercados normales que podrían llegar a que aumente el precio de las commodities un 40% promedio, que es lo que necesitás para compensar, un poco más incluso, para compensar la caída de la producción.
“Pensábamos que, incluso en la convocatoria de Gabriel Rubinstein como viceministro, iba a aportar algo más en materia de calidad de políticas públicas”
—Aunque no vaya al balance y no modifique a los fines de la cantidad de reservas que requiere cumplir el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, ¿es posible que los mil millones de dólares que utilicen para recompra de títulos públicos de deuda internacional se compensen con préstamos por mil millones de dólares de bancos privados?
—Esos préstamos se están discutiendo. Me consta que en el mercado se habla de algún tipo de negociación entre el Gobierno y algunos interesados en participar de ese tipo de préstamos. Lo que sucede es que son préstamos muy caros, primero que piden un nivel de garantía importante, y segundo, el costo es elevadísimo. Habrá que ver si el Gobierno convalida ese costo de financiamiento con el sector privado, porque de alguna manera transparentaría muy claramente que el mercado sigue cerrado para Argentina, básicamente. No apostaría tanto a esa facilidad. Creo que el ministro, cuando dijo que su objetivo era bajar el costo del endeudamiento, bajar el riesgo país para la Argentina, tal vez hizo explícito algo que suena bien, pero su objetivo implícito más importante era tener algo de poder de fuego para intervenir en el mercado cambiario. Básicamente, compra hoy los títulos en dólares para después venderlos contra pesos, y tratar de mantener controlado, o cierto control en el mercado no oficial cambiario, el contado con liquidación y el dólar MEP. Pero es un objetivo que no es del todo lograble, dudoso, decir: “Compro títulos, bajo el riesgo país, coloco deuda y vuelvo a tener la misma cantidad de dólares que antes, pero esta vez vía financiamiento”. Lo veo complejo y difícil, sobre todo en un año electoral. A la Argentina se la ve siempre muy distinto en años electorales que en años no electorales, siempre estamos expuestos a corridas y a crisis, y a cambios abruptos del escenario, y me parece que eso va a empezar a prevalecer no bien termine el verano.
“El balance del Banco Central es tal vez uno de los más débiles de la historia argentina, y no hace más que comprometerse con cada nueva medida que se toma”
—¿Cuánto afecta a las expectativas económicas, a la propia inflación, al propio valor del dólar libre, el hecho de que en agosto, en las PASO, pudiera existir la convicción de que va a haber un cambio de gobierno en diciembre? Para mal, lo produjo en 2019, para bien lo produjo en 2015, ¿cuánto podría y de qué forma afectar en 2023?
—Lo podría afectar de una manera similar a la que estás mencionando, mirando la historia. Aunque tal vez me cuestiono un poco más la posibilidad de que haya un escenario tal vez tan optimista como el que hubo en 2015. Hoy al mercado le cuesta mucho más pensar que lo que viene por delante, si se trata de la oposición, como sucedió en 2015, pueda ser muy distinto de lo que fue el gobierno a partir del período 2015-2019 con Mauricio Macri. Es como que antes estaba creada la expectativa de que si viene algo distinto va a ser mejor necesariamente, la Argentina cambia. Hoy va a haber que dar señales muy concretas, ver para creer, para que ese cambio de expectativas sea tan fuerte tal vez haya que esperar un poco más, y que no baste con que el escenario empiece a definirse desde el punto de vista electoral en favor de la oposición. Probablemente ayuda que haya un cambio, que uno piense que lo que viene va a ser mejor. Incluso supongamos ese escenario, que muchos hipotetizan, de que hay un candidato razonable del lado del oficialismo, que podría ser el ministro Massa o alguien similar, hoy luce como probable Massa. En todos los casos, la hipótesis del mercado va a ser: “Esperemos y veamos cómo se gana, si hay apoyo legislativo para llevar adelante las principales leyes que haya que hacer, y cuál es el plan de gobierno”.
—¿A qué atribuís el aumento de los precios de los activos argentinos?
—Estaban de regalo y en parte ahí está este escenario donde uno piensa que lo que viene va a ser mejor, también hay cierta defensa del punto de vista de la inflación. En general, los activos y las acciones son una buena defensa contra la inflación, siempre lo han sido. Y están de regalo, el precio es medio ridículo, sobre todo para lo que son algunas empresas argentinas, e incluso con el bono se había creado toda esta expectativa de que el próximo gobierno va a hacer algo con la deuda, que incluso el mismo gobierno actual, un poco alimentada como para esta lógica de encontrar culpables. Y los candidatos de la oposición y los equipos técnicos han dado señales muy concretas de que nadie está pensando ninguna locura con la deuda. Hay motivos para que el precio de los activos argentinos mejoren, en un contexto en el cual también hay como una presión en general de protección en el valor de los activos. De hecho, el dólar informal también estuvo ganando terreno en las últimas semanas. Hay como una sensación de que el proceso inflacionario continúa hacia adelante, y hay que tratar de guarecer los pesos que sobren de ese fenómeno inflacionario y de cualquier tipo de pérdida que pueda existir.
—¿Y el aumento del precio de activos en dólares?
—Se inscribe también en esta lógica de activos que lucen muy atractivos, el mercado con muy poco lo movés hoy, porque hay tan poca actividad en general, en términos de demanda genuina de activos, que aquel que toma alguna posición enseguida influye. Hay algunos inversores que empiezan a ver lo que decías al principio, viene un cambio, está acá a seis meses vista, posicionar algo de la cartera en donde hay algo argentino, puede ser muy rentable, y si entrás a precio de regalo como el que estaban la deuda y los activos en general de Argentina, coticen donde coticen, acá o afuera, fue bastante razonable.
—Otra hipótesis es que se esté mirando más a largo plazo, y que la minería, el gas, van a cambiar la matriz productiva argentina muy sustancialmente en los próximos dos años, sea quien sea gobierno.
—Es probable, pero me cuesta verlo con ese grado de optimismo. La compra de activos fue medio across the world, no es que fue específicamente en algún segmento. Pero Argentina tiene claramente una oportunidad única por delante. Cuando estaban a precios ridículos, estoy pensando en eso, cualquier activo de riesgo de Argentina vale mucho más de lo que estaban valiendo, y eso es un incentivo enorme para que muchos con más apetito de riesgo entren a comprar ese tipo de activos. Pero claro, no todo el mundo tiene la misma propensión al riesgo, y hay muchos que están haciendo también lo contrario. Cuando el precio sube, es cierto que los que tienen ganas de entrar a comprar determinado activo tienen más ganas de comprarlo que lo que tienen ganas de venderlo. Ahora por cada compra hay una venta, entonces hay alguien que también se está desprendiendo, está viendo que a ese nivel de precios no es lo más conveniente, entonces les sale a los activos de riesgo de Argentina. Entonces alguien entra y alguien sale, no es que lo que está pasando es que todo el mundo está comprando. Están comprando, y algunos están vendiendo a precio más caro, probablemente reflejando esas oportunidades y ese clima que en algún momento va a cambiar a partir de 2023. Todavía es prematuro para que eso sea una tendencia de fondo irrefrenable, me parece que va a llevar un poco más de tiempo, porque poder aprovechar todas las oportunidades que se darán en Argentina depende crucialmente también del programa económico que se lleve a cabo más adelante.
“Tenemos que aportar soluciones y no ser tímidos, ser todo lo audaces que requiere el fracaso argentino”
—Esta semana que pasó, el ministro de Economía de Brasil, Fernando Haddad, cuando se hablaba de la eventual moneda común y no única, entre Brasil y Argentina, se le preguntó sobre la crisis macroeconómica argentina, y él dijo: “Esto es algo de mediano y largo plazo y quizá dentro de dos años Argentina sea un país muy rico”. ¿Esa expectativa de que la Argentina con Vaca Muerta produciendo a pleno, con la minería más el litio agregando un volumen comparable al complejo agroexportador, pegue un salto cuántico en el próximo período presidencial, tiene fundamento?
—Hay un potencial gigantesco si se aplican las políticas económicas correctas para desarrollar muchos sectores de la economía argentina. Incluso el sector agroindustrial tiene todavía potencial no aprovechado, la minería, la energía, algunos sectores industriales, está todo dado para que Argentina pueda crecer, y se pueda invertir y exportar más. Y eso debería verse pronto. Cuando venís de políticas tan malas y un subsuelo tan grande en materia de producción e inversión, la diferencia se puede llegar a dar muy rápido. Entonces, lo que decía Haddad es un poco eso, si hacemos las cosas bien se puede ver muy rápido la diferencia. A veces hay como cierta escisión entre lo que uno cree que es la actividad productiva y lo que les pasa a los mercados, y lo que pasa con ciertas variables macro y lo que les pasa a los argentinos en el día a día. Hay por delante todo un panorama muy alentador, y lo que tal vez haya que discutir y pensar muy seriamente es cómo hacemos para que esta vez pase, que no sea simplemente que nos quedemos en el terreno de la expectativa, o esa sensación de que siempre estamos para más y no podemos concretarlo.
—La baja, o eventual mayor baja, de tasa de interés en Estados Unidos, teniendo en cuenta que se avizora que se puede controlar la inflación, ¿qué consecuencias tendrá para la Argentina?
—En el corto plazo, muy pocas. Si se logra evitar una recesión global en el corto plazo, evidentemente eso siempre tiene consecuencias positivas. El riesgo hoy es tener una recesión a nivel mundial, por eso también el panorama de alza de tasas está un poco bajo un signo de pregunta. Antes todo el mundo decía que iba a seguir subiendo porque hay que frenar la inflación, y ahora no la suben tanto porque se puede caer en recesión. En mediano plazo, si las tasas de interés se vuelven a acomodar a niveles muy bajos, si hacemos los deberes domésticamente, eso puede significar que entremos de vuelta en los flujos globales de capital hacia los países emergentes, tanto en aquellos capitales de riesgo como capitales financieros, y eso puede ser muy positivo para la Argentina y para la región. Necesitamos que a la región le vaya bien, que a nuestros vecinos les vaya bien, que a Brasil le vaya bien, es fundamental para la Argentina, y obviamente un mundo que ayuda, tal vez no sea por mejores precios de commodities, porque ya son muy buenos, pero si son a partir de flujos comerciales y flujos de inversiones más altos, y nosotros podemos estar de nuevo dentro de la pantalla donde se deciden los flujos de inversión a nivel mundial, mucho mejor.
“En general, los activos y las acciones son una buena defensa contra la inflación, siempre lo han sido”
—¿Qué te llevó a sumarte al equipo económico de Horacio Rodríguez Larreta?
—En los últimos años, o cada vez que ha habido un proceso electoral, he estado participando en alguno que otro equipo. Siempre me interesó un poco aportar al debate de ideas, lo hago masivamente como columnista o escribiendo notas, o participando de programas de TV y de radio. Hay un equipo de gente a la cual respeto mucho y con la cual me llevo muy bien, que está trabajando desde hace tiempo y me pareció bueno, después de algunas participaciones, sumarme con un poco más de intensidad y pensar un poco la Argentina que se viene. Pero no es la primera vez que lo hago, las veces anteriores también participé, por ahí nunca tuve un rol demasiado destacado. Prefiero hacerlo más como técnico que como técnico y político, político y técnico, espero que esta vez se pueda armar algo que le sirva a la mayoría de los argentinos.
—¿Qué autocrítica debe hacer Juntos por el Cambio sobre lo qué no funcionó de 2015 a 2019, para entrar luego en qué va a ser diferente a partir del eventual próximo gobierno suyo?
—Hubo varias cuestiones, no tanto de diagnóstico, puedo obtener alguna discrepancia en materia de diagnóstico, pero sí hubo varios errores de implementación de las políticas públicas, tal vez porque se tardó demasiado en aprender la gestión de gobierno, nunca es fácil desembarcar y decir: “Tengo esta agenda tremenda de cosas que hacer y las hago rápido porque sé cómo hacerlas”. Siempre hay un proceso de aprendizaje, tal vez no demasiado. El gradualismo demostró que para un país como la Argentina tal vez no conduzca a buen puerto, la falta de resultados rápidos haga que se descrea de todo el proceso, y no me quiero meter en la comparación pero, viendo el ahora y el antes, es como que ahora hubo mucho más discusión previa, y eso me parece que es favorable. Discusión hacia adentro en términos de política, de la cual obviamente nosotros no participamos, pero se ve cierto grado de consenso político importante, y al mismo tiempo, hacia adentro en términos de los equipos técnicos que están trabajando en las diferentes propuestas, me parece que hay un poco más de trabajo de integración que lo que hubo previamente.
—Si interpreto bien, ¿creés que es necesario hacer las reformas que hubiera que hacer lo más rápido posible y lo más juntas posible al principio del gobierno?
—Sí, creo eso. Obviamente es un desafío. Estamos ante dos grandes riesgos, un dilema de política: por un lado, el riesgo de querer hacer demasiado, de pretender hacer cosas que no son viables desde el punto de vista político y social, pero son necesarias desde el punto de vista económico; y la otra cara de la moneda es el riesgo de quedarte corto y de frustrar expectativas. El riesgo de quedarse corto y frustrar expectativas fue lo que terminó pasando con la gestión 2015-2019, por temor al riesgo de ir demasiado rápido, o con cuestiones que tal vez no luzcan demasiado viables o fáciles de hacer desde el punto de vista político y social. Si tuviera que aconsejar hoy por qué riesgo inclinarme, me inclino por asumir el riesgo de que sea difícil avanzar en algunas cuestiones por bloqueo político o social, obstáculos que hacen al funcionamiento de la vida política y de la sociedad argentina, que volver a quedarnos cortos, o de volver a caer en esta frustración de expectativas no cumplidas respecto de un gobierno que se esperaba que cambiara en Argentina.
—¿Me equivoco o has citado algunas veces sobre este punto un artículo de Paul Krugman recomendando a los economistas ser sinceros, aunque fuera políticamente incorrecto?
—Así es, él la llama la trampa de la timidez, dice que muchas veces los hacedores de política económica nos quedamos cortos por tímidos, porque nos da miedo la política. Lo típico que nos dicen a los economistas cuando opinamos en materia de política económica: “No podés decir eso porque no tenés en cuenta la política”. Entonces muchas veces hay un proceso previo donde no vas a ir con nada que luzca que no es viable políticamente. Hoy la tarea, por lo menos mía y de todo el equipo, es: “Esto es lo que es necesario, esto es lo que habría que hacer y, si no, por este lado no vamos a resolver los problemas”. Aquellos que nos dedicamos a la política económica deberíamos dejarles la tarea política a los políticos y censurarnos previamente hablando demasiado de cuestiones que hacen al consenso, a la política, a la búsqueda de soluciones, porque eso tiene que venir de otro lado. Entonces tenemos que aportar soluciones y no ser tímidos, ser todo lo audaces que requiere el fracaso argentino. No solo hubo una gestión, dos gestiones, son muchas gestiones que no han conseguido darle en la tecla a la resolución de los problemas, que nos llevan a seguir atrasándonos respecto del resto de los países.
—Te referís a dejarles ese trabajo a los políticos, parafraseando esa idea de que la guerra es demasiado importante para dejársela a los militares, la economía es demasiado importante para dejársela a los economistas, dirían Sergio Massa o Fernando Henrique Cardoso, que les tocó ser ministros de Economía no siendo economistas. En el caso de un eventual triunfo de Juntos por el Cambio, con Horacio Rodríguez Larreta, se da una situación paradójica de que Horacio Rodríguez Larreta se define a sí mismo como economista.
—Tiene el título, sí. No sé si paradójico, creo que no tuvimos nunca un economista presidente, por lo menos ninguno que ejerciera la economía.
—Si uno es licenciado en Filosofía no es filósofo, hay tareas que no simplemente el título habilita, sino luego el ejercicio de la actividad.
—El título no siempre es habilitante de lo que uno hace, y hay buenos ingenieros, por ejemplo, que han sido muy buenos economistas. Me parece importante que la política entienda de economía, el problema es que muchas veces los objetivos no son los mismos, muchas veces el político tiene que priorizar el llegar, tiene que priorizar el poder gobernar, soy de los que creen que a veces hay como una causalidad inversa, si hacés bien las cosas en materia económica, vas a ser viable desde el punto de vista político. Creo que la causalidad va de la viabilidad económica a la viabilidad política y no viceversa. Cualquier estructura de gobernabilidad, cualquier estructura electoral o de gobernabilidad que se genere, si no la usás para hacer lo que hay que hacer en materia económico, dura bastante poquito. Es cierto, la política pone su impronta y el programa final tendrá el tinte y la característica que decida el político, sea quien sea el próximo presidente. El alerta que pone Paul Krugman es: “Muchachos, no se queden cortos, sean audaces, digan lo que hay que hacer”. Y si no se hace será por otras consideraciones y otras prioridades que fijó la política. Me quedó muy grabado, a principio de la administración Fernández, enero de 2020, el Fondo Monetario dijo una frase que fue tremenda, que después la usó también el Presidente, no me acuerdo quién la usó primero, que era que el programa que Argentina necesitaba no era política ni económicamente viable. Si lo dice el Presidente, OK, me molesta que diga económicamente viable, porque en todo caso el Presidente podría decir: “No es políticamente viable”, pero juzgar si es económicamente viable o no es otra cosa. Ahora que el Fondo haya dicho las dos cosas fue terrible, porque de los cuerpos técnicos más grandes del mundo, que están en el Fondo Monetario, que siguen a todos los países, que tienen economía comparada, que tienen experiencia, dicen que en el caso de Argentina lo que hay que hacer no se puede hacer, ni política ni económicamente hablando. Tremendo. Entonces no podemos caer en esa idea de que hay algo que es económicamente inviable, hay que buscarle las medidas, las soluciones y las políticas que sean viables desde un punto de vista económico, y habrá que buscarle la vuelta para que sean viables desde el punto de vista político. Todo problema no resuelto pasa por hacer una restricción en materia económica. Entonces, cuando uno optimiza, cuando uno hace ese proceso de maximización del bienestar, optimiza a nivel de bienestar más rápido. Me cuesta mucho pensar que hay ciertas cosas que no se pueden hacer y que son restricciones. Tenemos que buscarle la vuelta para que se pueda, porque de tanto no se puede no estamos haciendo nada.
—Que lo que haya que hacer sea política y socialmente inviable se entiende; pero ¿qué quiere decir que es económicamente inviable? Porque encuentro un oxímoron en que lo que hay que hacer para que las cosas vayan bien lograrían lo opuesto.
—Por eso digo que es un sinsentido, puede haber matices. Por ejemplo, si digo que vamos a hacer un ajuste fiscal de diez puntos del PBI, eso tiene consecuencias sobre la actividad económica, y esto lo va a afirmar incluso el menos keynesiano de todos los economistas.
—Vayamos a lo política y socialmente inviable. Hernán Lacunza, que es la cabeza del equipo económico de Horacio Rodríguez Larreta, dijo recientemente que los cambios que hay que producir, y la intensidad y la velocidad de esos cambios, van a depender de que la sociedad los quiera producir. Si la sociedad no los quiere producir, dijo, no habrá ningún líder iluminado que pueda llevarlos adelante. Desde tu propia perspectiva, hacer posible social y políticamente lo que haya que hacer económicamente, ¿requiere un triunfo muy grande? ¿Requiere la posibilidad de acordar con la oposición? ¿Qué sería hacer política y socialmente viable lo económicamente deseable?
—Tanto desde el punto de vista político como social, lo primero que hay que poner bien en claro es que de ese programa nos beneficiamos todos, y que todos ponemos algo. Hay que poner muy claro, blanco sobre negro, que en la Argentina que viene los privilegios van a ser contados con los dedos de la mano, o sea que se acabaron los privilegios. Hay que sumar apoyo de todas partes, de todos los argentinos, y entender que el programa va a terminar con la inflación, que es el principal flagelo que hoy tenemos, que va a ser posible de vuelta crecer y que se expanda el empleo, y de ese proceso nos beneficiamos todos y no solo unos pocos que acceden a los recursos públicos, al gasto público, o que tienen algún privilegio determinado por ley. Entonces, si trabajamos seriamente en esas cuestiones, se puede hacer política y socialmente viable un programa, y hacen falta resultados rápidos. Sin resultados rápidos, no veo forma de que se pueda generar consenso, no ya a la hora de ganar una elección, sino a la hora de implementar un programa. Entonces, por eso creo que muchas de las políticas que va a haber que implementar tienen que ser implementadas rápidamente, y creo mucho en la idea de que no hay una opción de gradualismo. Hemos discutido mucho que significa ese shock, no es simplemente en un día hacer absolutamente todo, pero sí poner sobre la mesa qué implica este programa de estabilización, y cuáles son los contenidos que ayudan a hacerlo algo deseable para todos, no solo para unos pocos.
“Sin resultados rápidos, no veo forma de que se pueda generar consenso, no ya a la hora de ganar una elección, sino a la hora de implementar un programa”
—¿Ves a la sociedad predispuesta a aceptar esas ideas?
—Hay una demanda social cada vez más fuerte, en términos de reforma de la economía, de mejora de la situación social. Argentina es un tremendo laboratorio que pone más claro que nunca blanco sobre negro esta idea de que no hay política social capaz de compensar las malas políticas económicas. Todos los días vemos alguna política, algún atajo que tiende a mejorar la situación de un sector o de algún grupo de personas que son los perjudicados por la inflación o por la pobreza, una falta de crecimiento y de empleo. Mientras tanto, seguimos viendo más de lo mismo, y cada vez peor, y necesitamos cada vez más políticas que tiendan a curar los resultados de las malas políticas económicas, en lugar de aplicar buenas políticas económicas que no son ningún invento de nadie, están dando vueltas por ahí, la mayoría de los países las aplican. Tiene que haber política monetaria sana, política fiscal sana, y un Estado que no se te meta en absoluto en la vida diaria, tal como sucede hoy. La lectura del Boletín Oficial pasó a ser más importante que la lectura de los diarios para la mayoría de los empresarios de Argentina, y eso es un deterioro enorme de la calidad regulatoria e institucional de la Argentina.
—Finalmente, para comparar 2015 con 2023, y hacer el réquiem de aquello que no funcionó, y las diferencias respecto de por qué ahora podría funcionar mejor, pero respecto a lo que el gobernante no maneja: el contexto. A gobiernos malos les puede ir bien si aparecen ventajas competitivas, cambios geopolíticos, aumento de las materias primas, descubrimiento de Vaca Muerta o algo equivalente. Y al revés, a gobiernos buenos les puede ir mal si les tocan sequías, aumento de la tasa de interés en Estados Unidos, una guerra que genere más pérdidas que ganancias. La frase de Sartre, que uno hace con uno lo que primero otros hicieron con uno, ¿en qué hay mejores posibilidades, en qué hay peores posibilidades para un nuevo gobierno de Juntos por el Cambio, a fines de 2023 que a fines de 2015?
—A fines de 2015, la demanda pro estabilidad era un poco más difusa. Hay una demanda mucho más concreta de parte de la sociedad argentina en favor de la estabilidad macro, y de eso debería valerse el próximo gobierno para llevar adelante este programa de reforma económica, de cambio de régimen, que inicialmente no va a ser fácil, va a tener su resistencia, pero que va con el tiempo, más temprano que tarde, a dar sus resultados. Evidentemente, Argentina tiene recursos naturales que no están siendo suficientemente explotados, el litio hoy surge de nuevo como punta del iceberg de todo lo que es la demanda de minerales por la electromovilidad en materia de autos eléctricos y demás. También tenemos el cobre inexplorado, tenemos muchos minerales inexplorados. Seguimos desaprovechando algunos mercados internacionales en materia de alimentos.
“Aprovechar todas las oportunidades que se darán en Argentina depende crucialmente también del programa económico que se lleve a cabo más adelante”
—¿Hay mayor posibilidad de recursos naturales que en 2015?
—Lo que antes era una expectativa hoy es una realidad: Vaca Muerta.
—¿Y la sociedad estaría más predispuesta a cambios estabilizadores macroeconómicamente de lo que estaba en 2015?
—Sí.
—Pero la macroeconomía está peor hoy que en 2015, con una inflación del triple de la que teníamos en 2015 y la situación del Banco Central está peor.
—Sí, la macro está peor porque los problemas que teníamos en 2015, lejos de solucionarse, se agravaron en estos años. De hecho, incluso el gobierno en 2015-2019 también tuvo algunos episodios negativos durante ese período.
—Además las posibilidades de endeudarse hoy son mucho menores que en aquel momento.
—Exactamente, en parte por lo que sucedió en esos años. Y tenemos ahora una inflación más alta, que a veces son más fáciles de bajar que las inflaciones medianas, pero tenemos un balance del Banco Central que está muy deteriorado y un mercado de deuda pública que se curó de espanto con Argentina y que cada vez coloca solo en pesos más caro, y a plazos más cortos.
—Si tuvieras que elegir hacerte cargo de la Argentina el 10 de diciembre de 2015 o el 10 de diciembre de 2023, ¿cuál preferirías, cuál es más difícil?
—A pesar de que la macro está muy difícil, creo que es más fácil ahora porque se aprendió mucho de ese período, de qué es lo que no se puede hacer y qué es lo que habría que hacer. Y eso me parece que es un bagaje, una mochila importante, no pesada, sino de experiencias que se pueden aplicar a la hora de diseñar un programa económico. Igualmente, dejame decir algo que está latente en todo lo que conversamos y me parece fundamental, y que tus preguntas ayudan un montón, que es la comunicación. Cuando uno piensa un programa económico, tenés primero una etapa de diagnóstico, una etapa de diseño, después viene la implementación, y en todo ese proceso hay una cuestión fundamental, que es la comunicación. Es necesaria una muy buena comunicación para explicitar estos temas que estás planteando, todo eso tiene que encontrar respuestas también desde el punto de vista de la comunicación, como para ir preparando el terreno para que después, una vez que se tenga que implementar el programa, no se generen tantas dudas, y es de esperar que no se genere tanta resistencia también.
Producción: Melody Acosta Rizza y Sol Bacigalupo.