PERIODISMO PURO
ENTREVISTA EXCLUSIVA

Manuel Castells: "Controlar a Google y Facebook es uno de los problemas más grandes de nuestro tiempo"

El sociólogo e intelectual fue entrevistado por Jorge Fontevecchia en una charla en que se tocaron los temas medios de comunicación, el poder de las redes sociales y el avance de la automatización laboral. Galería de fotos

Manuel Castells, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
Manuel Castells, en la entrevista con Jorge Fontevecchia. | Marcelo Dubini

El sociólogo e intelectual especial Manuel Castells fue entrevistado por Jorge Fontevecchia, CEO de Perfil Networks, en la última entrega de su programa Periodismo puro (Net TV), en una charla en que se tocaron los temas medios de comunicación, el poder de las redes sociales y el avance de la automatización laboral. 

El escritor y referente del campo de la Sociedad de la Información se refirió al auge de la empresa argentina MercadoLibre, diciendo que se debe a que "hay emprendimiento, hay inteligencia, hay información" y sobre el desafío de la llegada de Uber: "Eso no quiere decir que nos quedemos sin empleo, el viejo temor hacia la automatización. Porque al mismo tiempo hay que generar suficiente capacidad y trabajo para diseñar los sistemas, operarlos".

Refiriéndose puntualmente a las corporaciones Google y Facebook, Castells dice que se trata del "oligopolio más peligroso que ha existido en la historia" porque "oligopolizan los medios de comunicación y de información". Según el experto, "no hay privacidad en ese mundo" y cree que "la cuestión de la regulación en serio del poder de control, de la privacidad, de la tributación de estas empresas es uno de los problemas más importantes de nuestro tiempo". "Lo que ocurre es que parten de una ventaja competitiva tal que, sin la intervención regulatoria de los Estados, no hay forma de evitar los abusos, más allá de las buenas intenciones", analizó.

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—¿Qué indica el surgimiento de unicornios argentinos, como Mercado Libre, una de las de las 25 mayores empresas del mundo creadas en los últimos veinte años, mientras el país se destruía?

—Se explica porque hay emprendimiento, hay inteligencia, hay información. También porque, cuando hay un buen proyecto, se encuentra capital. En Silicon Valley tenemos un dicho clásico, que es: “Con capital y sin ideas se pierde el capital. Con ideas, ese capital se encuentra”.

—Uno de tus libros se llama “La sociedad de la información y el estado de bienestar”. Es sobre Finlandia. ¿Hay algo de enseñanza que pueda servir para Argentina?

—Absolutamente. La clave está en lo que llamo el círculo virtuoso entre una economía basada en la productividad de la información y de los recursos humanos. Es la base de la productividad y del desarrollo del estado de bienestar, que consiste en brindar salud, educación, en la capacidad de que toda la gente que valga pueda llegar a la universidad. Todo eso es capacidad creativa que se traduce en capacidad productiva. Y a su vez, esa capacidad productiva incrementa la competitividad en la economía global y de ahí se acumula más capital en el territorio y de ahí se financia el estado de bienestar, sobre bases reales y no demagógicas. Para mí es un tema fundamental. Por eso estudié a fondo Finlandia y me anoté ahí. Sí, soy ciudadano válido de Finlandia. Pero luego el gran problema de Finlandia es que todo eso se consiguió gracias a una cohesión social, gracias a identidad nacional. Nosotros los finlandeses fuimos machacados toda la historia por los rusos, los suecos. Alguien le preguntó al presidente de Finlandia “¿A quiénes odian más, a los suecos o a los rusos?”, “A los dos por igual”. Los fineses estuvieron enojados gran parte de su historia.

Manuel Castells, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.

“En la enorme galaxia de comunicación, las redes sociales no son algo separado, están articuladas.”

—Fue una parte de Rusia a comienzos del siglo pasado.

—Y parte de Suecia, que en el siglo XIX estableció una ley que prohibía a los finlandeses aprender a leer y escribir. Una población que era esencialmente rural. Y con todo eso se sale gracias a identidad nacional, como hace la Coalición Social. Esa identidad se empieza a expresar en un mundo globalizado en cuanto a que ellos no quieren que la Unión Europea les imponga nada. Menos modelos de los países del sur, ni mucho menos en cuestiones de inmigración. En Finlandia se desarrolló un movimiento xenófobo muy fuerte, que solo tiene 4% de inmigración. Hace seis años llegó al gobierno un partido que se había creado tres meses antes, los Verdaderos Finlandeses (hoy se llama Partido de los Finlandeses), que se presentó con un solo punto en su programa: no ayudar a Portugal. Era el momento en que se estaba definiendo el rescate financiero de Portugal. Pasó de solo 0 a 20% del voto en una elección con ese slogan. Entonces, ¿qué ha pasado? La Finlandia que yo conocí y que yo quiero mucho en muchos aspectos se convirtió en un país xenófobo.

—¿Cómo transformarán el trabajo y el empleo la internet de las cosas y el futuro del desarrollo?

—Es al revés: la internet de las cosas es lo que está transformándose. Hice una investigación que me resultó apasionante en agosto último en Shenzhen, el Silicon Valley chino. Me enfoqué esencialmente en Huawei. Pasé un día entero con el legendario Ren, presidente del Huawei, y hablamos de muchas cosas. En cuanto a la conectividad es importante, estamos mucho más adelantados todos los americanos. El había leído un artículo mío que decía que no podían haber espiado para el 5G a los americanos porque no lo tenían. ¿Cómo puede ser que les espíen una cosa que no tienen? No cambia mucho con mayor velocidad de los teléfonos.

Manuel Castells, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.

—Pocos segundos no cambian nada.

—Esa conectividad con transmisión, velocidad, capacidad de volumen les sirve a las máquinas y eso es lo realmente importante. El desarrollo de la inteligencia artificial es exponencial. Las máquinas no son inteligentes como nosotros, pero serán cada vez más capaces de calcular y tomar decisiones a partir de una serie de programas.

—Dijiste que Uber eliminará primero a los taxistas, para luego eliminar directamente a los choferes.

—Sí. Ahora eso no quiere decir que nos quedemos sin empleo, el viejo temor hacia la automatización. Porque al mismo tiempo hay que generar suficiente capacidad y trabajo para diseñar los sistemas, operarlos. Pero sí hay que saber que no son los mismos los empleos que se destruyen que los que se crean. Hace falta crear una población humana cada vez más inteligente para que controlemos a las máquinas y no al revés. Eso se llama educación.

—¿Modificar las leyes laborales podría ser una solución para resolver el problema de trabajo del futuro y la amenaza que enfrenta con la globalización?

—No. Es una reacción burocrática para enfrentar un problema nuevo que requiere análisis y comprensión de lo que son estos procesos. Aquí lo más importante no es la legislación laboral, sino el sistema de educación.

—Y finalmente, tu opinión sobre Google y Facebook, que concentran el 80% de la publicidad mundial... ¿Cómo modifica esto el ecosistema mediático y democrático?

—Es el oligopolio más peligroso que ha existido en la historia, oligopolizan los medios de comunicación y de información. Ustedes, los medios de comunicación tradicionales, no son nada comparados con estas empresas. Ni siquiera los grandes grupos multimedia. Se plantean entonces problemas gravísimos desde el punto de vista de la tributación, por ejemplo, hasta de falta de privacidad, pero bueno, eso ya está descontado: no hay privacidad en ese mundo. Y la utilización de nuestros datos. En California decimos “si no pagas por algo es porque estás pagando con tus datos”. La cuestión de la regulación en serio del poder de control, de la privacidad, de la tributación de estas empresas es uno de los problemas más importantes de nuestro tiempo. La Comisión Europea les va a dar muy duro a Google y a Facebook. Elizabeth Warren tiene una serie de medidas para controlar en particular a Facebook. Mark Zuckerberg está contratando abogados, lo que demuestra que su intención es resistir. La batalla no está concluida. Lo que ocurre es que parten de una ventaja competitiva tal que, sin la intervención regulatoria de los Estados, no hay forma de evitar los abusos, más allá de las buenas intenciones.

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