El reconocido académico español Manuel Castells, cuyos textos se estudian en universidades argentinas, dialogó con Jorge Fontevecchia en el marco del ciclo de reportajes Periodismo Puro, que se emite por Net TV todos los domingos a las 23 En uno de los tramos de la entrevista se refirió a la forma en que las redes sociales pueden influir en un proceso electoral y, además, tuvo duras palabras contra el presidente de Brasil a quien trató de "primitivo" y de "estúpido".
—La urbanización en Sudamérica llevó a megalópolis con periferias empobrecidas, a las que definiste como “metrópolis destructivas, con un medio ambiente patógeno”. ¿Es parte del problema latinoamericano?
—Es una parte fundamental. Esta concentración megapolitana es la norma general en el mundo; esta es la forma de urbanización de nuestra época. El 70% de la población vive en diez regiones metropolitanas en los Estados Unidos.
—Tomemos como ejemplo a Argentina: Buenos Aires y su Gran Buenos Aires concentran un 40% de la población del país, 60% del Producto Bruto y 70% de producción cultural. Y probablemente 80% de la producción política.
—Y eso se incrementa y se incrementará, en términos de oportunidades para las personas, para las empresas, para la información, para la comunicación, para todo. A pesar de lo mal que se vive, no hay ninguna posibilidad de prosperar fuera de esas grandes ciudades.
—Eso no pasa en los Estados Unidos. ¿Qué consecuencias políticas genera?
—En la política, la verdad es que pasa más bien por los medios de comunicación. En Estados Unidos está el caso de California y Nueva York por un lado.
—Y Washington por el otro.
—Y Washington por el otro, sí. Ciudades que tienen más población y son relativamente marginales en la política, que se decide en otros estados. En América Latina es un poco más pero no lo esencial. La distribución, sobre todo, del voto rural, del voto que se puede manipular más, es más fuerte. Lo que ocurrió es que al mismo tiempo que aumentaban la capacidad productiva y la concentración de riqueza, no se desarrolló la capacidad de vivir de manera equilibrada en el medio ambiente, la capacidad de controlar la contaminación atmosférica, el saneamiento, las condiciones de educación. No han podido generar los servicios sociales en la relación con el control de la salud y del medio ambiente.
—¿Son patógenas en qué sentido?
—En dos sentidos: uno, desde el punto de vista del medio ambiente: por ejemplo, se producen epidemias de todo tipo. Por un lado, tenemos más esperanza de vida que nunca, pero al mismo tiempo las condiciones de vida concreta de la gente es un entorno de continuas enfermedades, problemas respiratorios y con menos posibilidades respecto de las posibilidades médicas y tecnológicas que vivimos. Ese tipo de organización urbana disminuye las mejoras de otro tipo.
—Más vida, pero peor.
—Y la violencia y el miedo asociado a la violencia. En la inmensa mayoría de las zonas periféricas de las zonas urbanas se acumula la pobreza y, sobre todo, se acumula la desesperanza, gente que no tiene posibilidades de salir de ahí por sus propios medios. Y ahí entró la economía criminal.
Aquí el reportaje completo de Fontevecchia a Manuel Castells
—El narcotráfico.
—El narcotráfico, más el tráfico de todo lo que es ilegal, a través de bandas protegidas. El problema número uno en todos los países de América Latina en términos de la percepción de la persona es la violencia y el miedo a la violencia, y está directamente asociado a la forma de organización urbana, a vecindades sin ningún control, falta de institucionalidad, falta de servicios policiales sobre los cuales uno pueda fiarse. Este es otro gran problema: la corrupción de la propia policía. Es patógeno socialmente porque condujo a la desconfianza y al miedo de cada uno sobre los demás. El miedo es lo que disuelve a las sociedades.
—Escribiste en una carta abierta a los intelectuales del mundo sobre el peligro que significa la elección en Brasil, lo siguiente: “Un presidente fascista, defensor de la dictadura militar, misógino, sexista, racista y xenófobo”. ¿Cuál es tu balance del primer año de Jair Bolsonaro?
—Todo lo que yo dije en esa carta es empíricamente verificable, no lo inventé. Y lo hice, pese a que tiendo a intervenir poco en algunos países, aunque los conozca bien. La historia de esa carta es muy importante. Esa fue una carta que yo escribí a diez amigos brasileños. Un material personal. Uno de ellos me dijo que estaba de acuerdo y me pidió permiso para ponerlo en las redes. Le dije que sí, que claro, y se difundió no solo en Brasil, sino en toda América Latina y en todo el mundo. La tradujeron al francés, al italiano, la tradujeron por todas partes. Escribí una carta en cierta medida personal, el fenómeno que se llama de los pequeños mundos. De esa carta salieron miles, y miles, y miles de difusiones, una difusión en la que no había pensado. El País la tomó de las redes. Y como es un periódico muy serio, me escribieron pidiéndome autorización para publicarla. Mi respuesta fue: “Sí, por favor, si está publicado en la red”. Con respeto a lo que se publica en las redes, es mucho más importante. El tema que planteas es de fondo. Estuve recientemente en Brasil como diez días, en julio, en Río de Janeiro. Recorrí a pie Brasil. La inseguridad en Río de Janeiro es mucho mayor. Entre otras cosas, ahora hay permiso de matar. Muchos se sienten James Bond.
—Ahora te puede matar también la policía.
—Tiene licencia para matar. La policía puede matar, los grupos parapoliciales pueden matar. En las favelas que visité recientemente hay en las escuelas, en el techo, un cartel que dice: “Cuidado, es una escuela”. Porque la nueva táctica es poner helicópteros de la policía que sobrevuelen las favelas y les disparen a los adolescentes que suponen que trafican drogas. Les disparan. Disparan a cualquier objeto sospechoso que se mueve. Así, entre otras cosas, mataron a la concejala Marielle Franco, que intentaba defender a las favelas contra los abusos de la policía. La mataron, sobre esto hay un juicio, hay un proceso. La gente próxima a Bolsonaro está siendo acusada por esto. No es una fantasía de mi parte. Otro tema concreto es el de que se incendie la Amazonia. La comunidad internacional ofrece su colaboración y ayuda, a lo cual Bolsonaro contesta: “La Amazonia es Brasileña y somos nosotros los que decidimos”. Se equivoca: la Amazonia es universal. Es de analfabeto decir lo contrario, porque en la Amazonia se produce una parte esencial del oxígeno del planeta. Bolsonaro es un ser primitivo, fundamentalmente. Es mucho más estúpido que Donald Trump, que en el fondo es su gran conexión. Es peligroso alguien que no tiene principios, que es nacionalista intransigente, militarista, capital. Por cierto, mucha gente no sabe que se lo acusó y se lo iba a condenar por terrorismo. Es algo que iba a hacer el propio ejército brasileño. Prescribieron las pruebas porque el juicio tardó en celebrarse. Es un personaje peligroso y actuó así en las situaciones que pudo. Lo más importante es el caso de la Amazonia, que también se quemó en Perú, en Bolivia, pero Brasil rechazó la ayuda internacional diciendo que él lo podía solucionar. Luego corrigió, pero fundamentalmente no le interesaba. Luego vimos que parte de los incendios del Amazonas son provocados por grandes intereses ganaderos para limpiar el bosque de habitantes y de árboles. Bolsonaro está directamente ligado a los poderes fácticos de los ganaderos en la Amazonia.
—¿Contribuyeron las redes sociales al nacimiento de los Trump, los Bolsonaro?
—Del Brexit. De Matteo Salvini. Y podríamos seguir. La respuesta a tu pregunta es sí, más las redes. No puedes explicar el triunfo de Bolsonaro sin las redes. Por eso es esencial concebir a las redes como el espacio esencial de la lucha política. Quien gana en las redes gana. Es algo más que la lucha de la democracia contra los poderes fácticos.
—¿Los totalitarios vieron antes el poder de las redes?
—Lo que ocurre es que los poderes más poderosos, si se me permite la expresión, de los Estados, de los grandes medios, de las grandes empresas, tienen más dinero, más capacidad para adaptarse. Aunque las redes empezaron a desarrollarse a partir de la capacidad tecnológica de los jóvenes.
—Los que tienen más dinero tuvieron la oportunidad de desarrollarla antes.
—La aprovechó antes la gente sin dinero, sin poder. Los movimientos jóvenes. Gente que es digital, porque nació y vive en un mundo digital.
—¿Después qué sucedió?
—Cuando los poderes importantes se dieron cuenta de todo esto, se dijeron que tenían que entrar por aquí. Se dieron cuenta de que les estaban ganando jovencitos de la nada.
—Pero podrían haber aprovechado la situación también líderes democráticos, más pluralistas. Y no fue así.
—Hay falta de ideas. Una falta de comprensión y de entendimiento del mundo en que viven. El único que lo entendió pronto fue Barack Obama. Ganó la elección en gran parte por el uso de las redes, es el primero.
—¿Por qué ocurre este predominio de los personajes políticamente incorrectos?
—Trabajo bastante con algunas de las redes de jóvenes que en Europa están intentando contrarrestar este tipo de movimiento. Gente que se plantea que aunque tengamos igual o mayor capacidad tecnológica de conocimiento, su ética es que no podemos hacer lo mismo. No podemos hacer deep fake, por ejemplo, que es la producción de videos. Ves a Lula manipulando, gesticulando. No es Lula, no es Photoshop, no es un actor. Es Lula de verdad, pero construido por inteligencia artificial. Los grupos con capacidad tecnológica que luchan por una democratización de las ideas tienen un código de conducta. Los que llamo “hackers democráticos” afirman que no van a entrar en lo mismo. No porque los fascistas maten y apuñalen uno debe hacer lo mismo. Hay un código de conducta. La idea es que en último término podremos saber suficientes cosas, contar con suficiente tecnología, suficiente estrategia comunicativa. Pero es clave no pervertirnos en esa lucha para poder contrarrestar lo que está pasando.
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JPA/MC