El contexto es bastante dramático: caída del PBI, del consumo y del empleo; crisis de deuda; retracción severa de las inversiones; un presidente en ejercicio, Mauricio Macri, que ya no hace nada salvo ilusionarse con su futuro rol de opositor, y un presidente electo, Alberto Fernández, que muchas veces habla más bien como candidato o como analista político, es decir sin la responsabilidad del cargo que asumirá ya, el 10 de diciembre.
En la discusión pública, estamos todos entretenidos con la crisis institucional en Bolivia, discutiendo si fue o no un golpe de Estado y si la Argentina debería o no asilar a Evo Morales, ahora en México luego de su renuncia del domingo al aceptar “la sugerencia” de los jefes militares, que se negaron a reestablecer el orden público, es decir a reprimir las manifestaciones callejeras en contra del gobierno constitucional de Evo.
Para Macri, no fue un golpe de Estado pero no reconoce todavía a la nueva presidenta. Para Fernández, fue un golpe de Estado y no reconoce, ni al parecer reconocerá, a Jeanine Añez.
En cuanto a si hubo o no golpe de Estado, Fernández está alineado con México, Cuba, Venezuela y Uruguay. El resto del continente, con Estados Unidos y Brasil a la cabeza, jura que no fue un golpe de Estado, al igual que la Organización de Estados Americanos, que también había impugnado las elecciones en Bolivia.
Fernández está alineado con México, Cuba, Venezuela y Uruguay
No solo eso: nuestro presidente electo criticó con dureza la posición de Donald Trump.
No parece un panorama muy auspicioso para Fernández y su equipo de política exterior, comandado por Felipe Solá. Pero, ellos lucen satisfechos; contentos por estar defendiendo una postura más bien ética en contra de los golpes de Estado que tanto mal nos han hecho en la Argentina y en la región.
Alberto ya está peleado con Jair Bolsonaro, con quien es fácil enojarse por sus ideas, sus actitudes y su tremenda bocaza, solo superada por sus hijos. Sin embargo, es el presidente de Brasil y, aunque no suene políticamente correcto, tiene una frase que tal vez deberíamos incorporar cada vez que miramos el mundo: “Los intereses de Brasil están primero que todo”. Lo dijo en su discurso de asunción y lo repitió esta semana al anunciar que negocia un acuerdo de libre comercio con China.
Para estar a tono con los nuevos tiempos, nada mejor que citar a Juan Domingo Perón. Como cualquier peronista sabe, para Perón la principal política es la política exterior porque “de allí deriva todo”. Del Planalto, la sede del gobierno brasileño, a los productores de pera del Alto Valle de Río Negro: Brasil anunció también que comenzará a comprarle peras a China, entre otras frutas.
La única verdad es la realidad.
*Periodista y escritor, edita la revista Fortuna.