#PeriodismoPuro es un nuevo formato de entrevistas exclusivas con el toque distintivo de Perfil. Mano a mano con las figuras políticas que marcan el rumbo de la actualidad argentina, Fontevecchia llega a fondo, desmenuzando argumentos y logrando exponer cómo piensan los mayores actores del plano del poder. Todas las semanas en perfil.com/PeriodismoPuro.
—Usted fue electo concejal por la Ucedé en 1987 y en 1991 fue Inspector General de la ciudad en la intendencia de Grosso.
—Yo era un concejal opositor a Grosso y denuncié la corrupción en ese organismo, los inspectores municipales, una especie de quintaesencia de la corrupción. Entonces Grosso me dijo: “¿Por qué no te hacés cargo?” Y bueno, me hice cargo, nomás.
—¿Intervino en la construcción del Código de la ciudad?
—Ahí le dije: “Me hago cargo solo tres veces para redactar los códigos”. Eso hice y se los presenté. Pero fue un fracaso.
—¿Qué sintió cuando vio a María Julia Alsogaray condenada por corrupción, un ícono en aquella Ucedé liderada por su padre?
—Yo no era de la Ucedé. Era demócrata de un partido chiquito de la capital que se llamaba Partido Demócrata y tenía varios hermanos, algunos más famosos, como los demócratas de Mendoza. Me afilé en 1982, que era cuando los militares permitieron la afiliación a los partidos y el partido era un aliado de la Ucedé, lo que me permitió ser electo concejal en 1987. En aquel sector político había mucha crítica a la corrupción, así que pareció algo muy triste haber caído a ese lugar.
—¿Qué era ese Partido Demócrata?
—Una continuidad de lo que se llamaban “los conservadores”, pero con dos vertientes. Una fascista, cuyo representante más importante era Manuel Fresco, ex gobernador de la provincia de Buenos Aires, y la otra liberal, que tenía varios personajes destacados como Miguel Ángel Cárcamo, Ramón J. Cárcamo, que era el pollo de Roca. Después, Rodolfo Moreno, el que hizo el Código Penal siendo un diputado conservador. Todos ellos descendientes del Partido Autonomista Nacional, del requiso.
—El PAN que gobernó durante 44 años el país tenía dos vertientes, al igual que el radicalismo, que también acumula una cantidad de presidencias comparables, aunque en épocas diferentes. El peronismo, incluso.
—Bueno, con Alvear e Irigoyen los anti personalistas también formaron parte del gobierno de Agustín P. Justo.
—¿Aquello que construye cierta hegemonía en Argentina naturalmente suele tener dos alas que al final se rompen y se dividen?
—Eso pasa siempre en la historia. Cuando hay gobiernos que se consideran muy poderosos, que creen que van a conquistar el mundo, terminan rotos por una disociación interna. Naciones que creen que van a conquistar el mundo y terminan rotas por una disociación interna. Lo chiquito rompe lo grande. También pasa que cuando alguien cree que es muy fuerte dentro de una Nación, siempre hay otro poder que es más grande que ese, o siempre el poderoso genera un contrapoder.
—¿Cuáles van a ser esas alas internas dentro de Cambiemos que generen dos vertientes que permitan su propia síntesis?
—Ah, qué sé yo, eso es ya futurismo puro.
—Usted, en un momento, se enojó y defendió a Gabriela Michetti.
—No me enojé. Defendí a Gabriela Michetti porque nos parecía que Gabriela Michetti estaba mejor posicionada para ganar la Capital, y se podía conformar un buen equipo de gobierno.
—Se enojó porque el presidente del partido, Macri, pensó otra cosa.
—No, pero lo discutimos con él, mucho. Macri no es un jefe que no permita pensar o tomar oposiciones.
—Le recuerdo que en ese momento sí estaba enojado. Le parecía que estaban tratando injustamente a Michetti y se alió con el sector más débil, porque la parte con más poder del partido, estaba con Rodríguez Larreta.
—Sí, de acuerdo, está bien. Pero la relación con el presidente siempre es: “Vos tomá tu decisión”.
—En ese momento no tomó la decisión que maximizaba su propio beneficio, porque las posibilidades de salir mal parado eran mucho mayores que las de obtener algún beneficio. ¿No lo pensó o no le importó?
—Veníamos trabajando en eso de antes, y cuando Gabriela decide competir nos quedamos sus amigos y la acompañemos. Yo no era del grupo de Horacio, yo era relativamente independiente. Un bicho raro, porque siempre había estado en el Congreso cuando el PRO estaba muy focalizado en el gobierno de la ciudad, no participaba de la cosa interna.
—Dentro del animal raro que es Cambiemos, ¿Usted es un animal raro?
—Era un bicho raro porque me ocupaba de los temas nacionales, algo de lo que casi nadie se ocupaba.
—En ese momento estaban muy focalizados en la ciudad.
—Sí. Nuestras posiciones nacionales se manejaban desde el Congreso con un bloque que iba cambiando. Pasamos de 2 a 20 y pico.
—Hay distintas formas de mencionar al núcleo originario del PRO: los accionistas y los fundadores. Usted está desde su origen y sin embargo no integra el grupo de fundadores en el que están Rodríguez Larreta, Vidal, Marcos Peña y Macri. ¿Por qué?
—No sé por qué dicen que no estoy entre los fundadores. Si los fundadores son los que fundan, yo estaba ahí. ¿Quién dice que no?
—La mesa chica de lo que llaman ‘los accionistas’.
—Ah, la mesa chica. Eso es un tema funcional, representa ni más ni menos que a la provincia de Buenos Aires, la ciudad de Buenos Aires, al gobierno de la Nación.
—Pero es consecuencia de algo anterior: el núcleo duro del presidente Macri.
—Que ganaron la elección.
—Claro: por eso Macri los eligió como candidatos, o le dejó la conducción de la campaña a Durán Barba.
—Sí, ni hablar.
—Usted no está en eso.
—Yo estaba del otro lado. Ellos hacían una carrera política en determinado lugar en la ciudad. María Eugenia rompió el molde porque fue a conquistar la provincia en un gesto asombroso de coraje y de decisión política. De mucho coraje. Nadie le hubiera recriminado a María Eugenia que dijera: “No voy a ser la candidata”, pero decidió serlo. Nadie quería ir ahí. Por eso se ganó el lugar que ocupa en esa mesa, y en la política nacional.
—Lo que Macri, Vidal, Larreta, incluso Peña, tienen en común es que todos tenían manejo del Poder Ejecutivo del gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
—Y tienen en común que ganaron las elecciones como candidatos de Mauricio Macri. A mí no me cabe la menor duda que el jefe nuestro es Macri y que la metodología de acción política es la que fijaron Marcos Peña y Durán Barba. De eso no me cabe la menor duda.
—¿Cómo imaginás a Cambiemos cuando Macri no pueda ser reelecto? ¿Cómo será el post Macri de Cambiemos?
—Un Cambiemos sin Macri como jefe oficial, como funcionario, como presidente. Mauricio tiene un enorme liderazgo en Cambiemos.
—¿Cree que seguirá siendo su líder aunque no sea presidente?
—Va a seguir siendo líder porque el liderazgo lo tiene, pero además tiene un liderazgo moral sobre todo con nosotros. Pero también creo, después de leer historia, que quien tenga la presidencia tendrá un enorme poder y Mauricio es una persona que respeta a la autoridad. Va a respetar a quien lo suceda, aunque sea de su partido. No va a intentar manejarlo con un joystick. Lo va a respetar.
—La historia también demuestra de que nunca funcionaron esas relaciones.
—Depende de la sabiduría del que se va. Mauricio no gobierna la ciudad, la gobierna Larreta. Mauricio sabe, además, que la historia buena de la Argentina no depende de una persona, ni de él. Depende de que hagamos lo que tenemos que hacer. Lo considero un tipo humilde a Macri. No es un psicópata del poder.
—¿Imagina al radicalismo bien consolidado en Cambiemos con el PRO, o cuando Macri ya no pueda ser presidente existe la posibilidad de que ellos quieran recuperar su individualidad?
—Le voy a decir una respuesta histórica. Los partidos tradicionales, tanto el radicalismo como el peronismo, son organizaciones que deben tener claro cuál será su aporte a la Argentina en un futuro, qué los justifica en el futuro. Ambos tienen que hacer esa reflexión. Hoy diría que el radicalismo tiene que hacer esa reflexión para formar parte de una orientación dentro de Cambiemos y el peronismo tiene debe hacer lo mismo para ser una alternativa de poder a Cambiemos. Las cosas son así ahora y no sé si las cosas van a cambiar con el tiempo. También es cierto que no tengo claridad sobre eso, en ninguno de los dos casos.
—¿Cree que las futuras alianzas seguirán construyéndose con partidos como el radicalismo y el peronismo, que tienen una presencia histórica en cada pueblo del país? En el caso de Cambiemos y la UCR, ¿Piensa que esa coalición exitosa debería continuar y prolongarse en el tiempo?
—Debería continuar, absolutamente.
—¿Por lógica, entonces, lo que surja como oposición a Cambiemos tendría que anidar dentro del peronismo?
—Eso es lo que veo hoy. Tal vez de acá a cuatro años no sea así, pero hoy veo eso, sí.
—¿Sería injusto decir de que Cambiemos es la continuidad del radicalismo, históricamente?
—No. El radicalismo siguió la línea histórica de la Unión Cívica Radical del Pueblo, de Balbín, de Illia, y dentro de Cambiemos el PRO mira con más simpatía a la experiencia frondizista.
—¿Podríamos decir que es una continuación del radicalismo antes de 1957, antes del quiebre entre la UCRP y UCRI?
—Sí, claro: antes convivían los dos.
—Era uno solo radicalismo.
—Sí. Pero en aquel momento, cuando eran uno solo partido, lo que los unía era el anti peronismo. Hay que tener claridad sobre qué es lo que nos tiene que unir hacia el futuro, no desde el pasado.
—¿No fue ahora la unión del anti kirchnerismo un elemento de cohesión?
—Puede ser un elemento de cohesión, sí. Un adversario unifica. Pero ahora funcionamos en la acción conjunta, ¿no?
Leé la entrevista completa de Jorge Fontevecchia acá.