#PeriodismoPuro es un nuevo formato de entrevistas exclusivas con el toque distintivo de Perfil. Mano a mano con las figuras políticas que marcan el rumbo de la actualidad argentina, Fontevecchia llega a fondo, desmenuzando argumentos y logrando exponer cómo piensan los mayores actores del plano del poder. Todas las semanas en perfil.com/PeriodismoPuro.
—A principios del año pasado, en otro reportaje, le pregunté qué candidato a presidente tenía o preparaba a futuro el radicalismo y usted me dijo que sí lo tenían. “Espere hasta 2017, hacemos otro reportaje después de la elección y le contesto”. Esa fue su respuesta textual.
—(Risas). Bueno, aquí estamos.
—¿Quién sería él o los radicales que usted imagina presidenciables?
—Cuando le contesté eso era porque advertía que había una generación joven que empieza a mostrarse y sacar la cabeza. Por ejemplo José Corral, que hoy es presidente del partido y puede ser el próximo gobernador de Santa Fe. No por casualidad uno de los resultados más importantes en términos cuantitativos lo tuvimos allí. Además, cualitativamente implica una nueva visión del radicalismo desprendido del acuerdo con el socialismo, lo que fortaleció a Cambiemos. Mire lo que ha cambiado en todo este tiempo. No tenía muy en claro cuál podía ser nuestro derrotero y en mi interior tenía cierto temor a que cada una de las partes de Cambiemos fuera más importante que el todo, que el PRO cometiera un error que era hasta lógico en ese momento: avanzar con la fortaleza que le daba gobernar el país, la provincia de Buenos Aires y la Ciudad, cosa que nadie había logrado en Argentina al menos desde 1983 hasta hoy.
—Lo tuvo Alfonsín por dos años. Aunque la Ciudad tenía un intendente elegido por el Presidente.
—Claro, pero elegido por el pueblo ésta es la primera vez. El PRO pudo tener esa natural inclinación de querer avanzar, de construir su propia identidad y olvidarse de Cambiemos, así como el radicalismo podía tener una actitud parecida, más que nada como mecanismo defensivo, algo proactivo como suelen decir en el PRO. La coalición era un interrogante, porque la propia personalidad de Carrió siempre fue un interrogante. Un año y medio después debo decirle que cualquier análisis de las personas queda en un segundo plano, porque lo que se ha demostrado es que las partes han confiado más en el todo que en sí mismos y se trabajó mucho para darle una identidad a la coalición. Esto tuvo una consecuencia en lo electoral y en el futuro de las partes, porque si todo sigue bien puede haber un segundo mandato de Macri y el radicalismo, como el peronismo, va a tener que invertir tiempo para construir un liderazgo que luego le permita, en 2023, competir por la presidencia. Si usted me dice si tenemos algún candidato firme para 2019 le tendría que contestar que estamos con alguna dificultad porque ese cambio generacional está a medio camino. Lo mismo le pasa al peronismo. Los gobernadores, Uñac, Casas, Passalacqua, Bordet, toda esa nueva generación, tendrán que dar batalla en su propio partido en una suerte de parricidio regional con los caudillos que ellos han sucedido. No es el caso de Urtubey, pero agreguémoslo. Pensar en una candidatura durante los ocho años de Macri, me atrevo a decir, nos permitirá consolidar a Cambiemos.
—¿Cuáles serían los radicales que imagina con esa potencialidad hacia 2023?
—No diré nada muy novedoso. José Corral, Gerardo Morales, Alfredo Cornejo, Ramón Mestre, Eduardo Costa, que ya no es una promesa sino una realidad, que ha ganado dos veces en Santa Cruz y puede ser un muy buen gobernador, la expresión de una generación de dirigentes radicales con expertise, con vinculación con el mundo empresario. Atilio Benedetti ganó en Entre Ríos y probablemente sea candidato a gobernador en el 2019, y quién le dice que, ya que siendo gobernador, también se incorpora a ese lote. Hay un recambio, nombres que probablemente no suenen para 2019, pero sí para el futuro.
—¿Cambiemos ha logrado amalgamar la identidad de los partidos que lo componen y el día que Macri no pueda ser más candidato habría una interna dentro de Cambiemos que evite que cada partido presente candidatos por separado?
—Cambiemos es más que Macri. Lo que ha ocurrido en la Argentina es la irrupción de un nuevo sistema político que maduró mucho en este último año y medio. La reconstrucción de ese sistema es clave para comprender lo que ocurre y lo que viene. Tuvimos una fuerte crisis con el bipartidismo clásico, que era PJ-UCR, UCR-PJ. Lo que se reconstruyó desde 2001 en adelante no fue novedoso: México lo había vivido con su partido, el PRI. Cristina Kirchner quiso hacer algo parecido cuando sacó el 54% en 2011, cuando dijo “Vamos por todo”. Por suerte llegó 2015, que era una gran incógnita. Nadie sabía si eran unas vacaciones breves con algo distinto o una bisagra, un proceso nuevo. Pero después de un año y medio se demostró que es una bisagra histórica. La reconstrucción del bipartidismo con dos partidos que son dos coaliciones. Pensé que la reconstrucción le iba a resultar más fácil al peronismo, dejando de lado a Cristina, con una regeneración de liderazgo, discusión interna y Massa al frente del proceso. Pero fue al revés. Cambiemos ocupa hoy el lugar del peronismo tradicional. La ventanilla única el día de la elección con solidez territorial, apalancamiento de la gestión de gobierno desde el Parlamento, desde la política, fluidez de diálogo y madurez. Ocurrió en las PASO y ocurrirá en octubre. Y eso es muy bueno, porque nos convoca a un desafío distinto. Antes era la oposición la que rendía examen viendo cómo se paraba frente a un peronismo con los problemas resueltos con esa cuestión movimientista que todo lo puede. Ahora es al revés. Cambiemos tiene solidez, perspectiva en el tiempo, las posibilidades de un período de cuatro años y una reelección, lo que rompe el mito que decía que en Argentina nadie que no fuese peronista podía terminar un mandato. El peronismo debe encontrar un líder, unirse, aggiornarse, dar prueba de su fe republicana, cosa que hoy veo bastante complicada.
—¿No será que usted percibe un cambio gigante porque estuvo muchos años en la oposición? ¿No cree que le pasa como a Carrió cuando dijo: “Yo estaba acostumbrada a perder”.
—(Risas). Lo dijo, sí.
—Macri habla de 20 años de crecimiento sostenido. Pero cada presidente que ganó la primera elección de medio turno soñó con que todo cambiaría. Lo hizo Menem con su re-reelección, Alfonsín con su Tercer Movimiento Histórico y Kirchner, con el cuatro por cuatro, cuatro de Néstor, cuatro de Cristina.
—Sí. Todas coaliciones.
—En las cuales había una hegemonía y una oposición fragmentada. Ahora cambió la hegemonía, pero el sistema repite el mismo ciclo de los últimos 35 años, con el peronismo como opositor.
—No es un dato menor.
—No lo es, pero pareciera ser que el bipartidismo no está dentro de nuestro menú, ha desaparecido.
—Creo lo contrario. No es menor que hoy el peronismo esté en la situación incómoda que antes tenía la oposición. Exceptuando al Alfonsín de los años 80, que era un proceso muy diferente.
—Pero en esos tiempos había un oficialismo y el peronismo opositor era lo suficientemente fuerte como para controlarlo y sucederlo. Ahora la oposición no puede controlar al oficialismo, y sucederlo porque está en una continua diáspora.
—Que no pueda hacerlo por incapacidad política es una cosa. Pero el oficialismo no tiene mayoría, con lo cual la oposición puede tranquilamente ejercer ese rol en el Congreso. El gobierno de Macri está frente a un trilema: salir del populismo, gobernar en minoría y confirmar su triunfo en la elección de medio término. Esas tres cosas son tremendas y el Gobierno, que podía haber sucumbido ante alguna de ellas o haber dejado en el camino alguna no cumplida, enfrenta ese triple desafío dando pautas de un cambio en Argentina. Estoy convencido que estamos viviendo una historia muy diferente a las anteriores, una nueva etapa con nuevos acuerdos políticos. Tal vez por olfato personal, o por pertenecer a una generación que participó en estos últimos diez años de la política, debo decirle que el fracaso pesa muchísimo y eso lo veo en mucha dirigencia política transversal. Por eso me animo a imaginar esta nueva etapa. El fracaso es intangible, no se cuantifica, pero se lo advierte en gran parte de una generación política.
—Pero antes había partidos para sostener el fracaso de sus espadas políticas.
—Era parte del fracaso.
—Quien pierde una elección en un sistema bipartidista puede ganar la siguiente, no desaparece y se atomiza: el partido funciona como contenedor. Hoy el fracaso pesa tanto porque el dirigente siente que si fracasa de-saparece, no tiene retorno.
—Sí, pero no es ésta la realidad que vivimos. Las cosas no son iguales. No es igual la reconfiguración del sistema y no están más los viejos partidos. Tenemos coaliciones que son puestas a prueba todos los días. Y pongo el foco en Cambiemos, que es la coalición que está en pie porque el peronismo sigue muy dividido. Cambiemos demuestra cada día su dinámica interior, su compromiso, su convicción, su mirada estratégica, todas las cosas que conforman una organización política. Noto una gran madurez en cada reunión que tengo con la gente del PRO, con radicales, o en la relación que construimos con Carrió. Eso me anima, me entusiasma y me da esperanzas. Además, surgen nuevos referentes. ¿Quién hubiera pensado en María Eugenia Vidal hace dos años? ¿O en Marcos Peña?, por citar gente del PRO. Aparece Martín Maquieyra, un chico de 28 años y le gana al candidato de Carlos Verna. ¿Quién hubiera dicho que el radicalismo contara con esos nombres que le di antes? Y me quedé corto, porque hay más. Estamos viviendo un momento que, estoy convencido, no es para el fracaso sino para salir del fracaso. Tal vez suene demasiado optimista, pero interiormente tengo un optimismo que está fundamentado.
—¿No cree que la verdadera nueva época la define el fin del bipartidismo?
—Del bipartidismo tradicional. Pero lo que viene es un nuevo bipartidismo aggiornado, con dos coaliciones.
—¿No cree que eso es lo que no existe hoy?
—Hoy no. Pero estoy convencido que en los próximos años, no sé si en dos, tres o cuatro, iremos hacia una recomposición del sistema político. La novedad, el hecho de-sencadenante no es el peronismo, es Cambiemos. Nuestra gran prueba de fuego llegará después de los ocho años de gobierno que, estoy seguro, tendrá Cambiemos. Entonces habrá que demostrar que Cambiemos, en la oposición, puede seguir subsistiendo. El hecho de que haya ocho años de Cambiemos en el poder, es algo revolucionario en la Argentina. Porque eso marca que el peronismo ya no es el mismo de antes, el que siempre conocimos.
—¿Usted cree que Cristina Kirchner logrará unir al peronismo?
—No.
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