PERIODISMO PURO
ARABELA CARRERAS

"Tenemos un federalismo tan particular que es un centralismo absoluto en el puerto de Buenos Aires"

En el anuncio de la nueva etapa de relajación de la cuarentena había una mujer gobernadora junto al presidente Alberto Fernández y a otros cuatro jefes de Gobierno, quizás más conocidos por el público de todo el país. Licenciada en Letras, budista, llegó al poder en una alianza en la que hay peronistas, radicales, kirchneristas y algunos macristas: la mirada holística de su formación hace que entienda la política de una manera distinta a la de sus colegas. Gestiona una provincia en la que está Bariloche, que depende en un 80% del turismo, en la que la crisis económica amenaza ser arrasadora. Renacer y reconvertirse.

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El turismo es 80% de Bariloche. “El turismo brinda situaciones de mucho bienestar, pero también es una actividad frágil: depende de variables no controlables”. | Pablo Cuarterolo

—¿Cómo afecta el coronavirus a Río Negro, una provincia que tiene una ciudad icónica del turismo como Bariloche?

—En Río Negro empezamos a transitar la lucha contra la pandemia un poco antes que en otras provincias. Fuimos de las primeras en registrar casos. Esto tuvo que ver con la actividad económica de la provincia de Río Negro. El crecimiento de contagios se relaciona directamente con el movimiento de las personas; la economía en general actúa. Estábamos en plena cosecha de manzana y pera, con alrededor de 25 mil trabajadores temporarios, llamados trabajadores golondrina, personas que habitualmente no habitan en Río Negro, y con miles de turistas en la cordillera. Son dos de las principales actividades de la provincia. Un tercio del PBI corresponde a la actividad agrícola-ganadera y otro tercio al turismo. Allí se inició un proceso muy arduo para que pudieran retornar a sus hogares, tanto los turistas como las personas que estaban trabajando en la cosecha. Esto impactó en el crecimiento del número de casos. Fue con una curva razonable, tolerable, pero anticipada a la del resto de muchas otras provincias. Ahora experimentamos un leve crecimiento, acorde al nacional, y con un sistema de salud que responde adecuadamente al coronavirus. No estamos aún en una situación de extremo riesgo. Lo que sí ocurre en este momento es que las camas de terapia intensiva se ocupan con las patologías habituales del invierno o con traumatismos propios de los accidentes de tránsito, lo habitual en épocas normales. Estamos en la tensión entre las patologías normales y habituales y el Covid-19.

“Lo más difícil es romper estructuras mentales para poder pensar algo nuevo.”

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—En Río Negro, la crisis económica puede ser más letal que la sanitaria. El turismo participa con ese 30% que mencionabas en el PBI. Tu origen está en la intendencia de Bariloche. Para la ciudad, el turismo debe ser mucho más: el 80% de su producto bruto.

—Sí. Bariloche y El Bolsón. La actividad en la cordillera está fuertemente vinculada al turismo, de manera directa o indirecta. Hay puestos de trabajo directos como los de la hotelería o la gastronomía, o en los servicios turísticos. Pero también están los indirectos, especialmente el comercio, que tiene una estructura muy superior a lo que necesita el consumo de los habitantes de San Carlos de Bariloche. Tenemos un problema muy serio. A eso se suma una fuerte impronta turística en la costa marítima. La temporada de verano fue muy buena. Lo que más nos preocupa es la cordillera.

Arabela Carreras, gobernadora de Río Negro, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
“PICHETTO fue siempre una figura fuerte para la gestión, para el vínculo con las distintas autoridades nacionales pero no para ganar elecciones”. “Mi triunfo fue una sorpresa para los medios nacionales; pero llegué al poder luego de 15 años de compromiso y militancia”.  (Foto: Pablo Cuarterolo)

—En Bariloche se generará una situación social nunca vista, superior incluso a la de 2001 y 2002. En ese momento hubo una crisis financiera que afectó a todo el país por igual. Bariloche debe ser la ciudad turística internacional por excelencia de la Argentina. Probablemente sea la más afectada por las consecuencias económicas de la cuarentena.

—Diría que sí. El año pasado (y en los anteriores también) fuimos el destino de cabotaje más importante del país. La gente quería viajar a Bariloche mientras hubiera disponibilidad de aviones. Hubo 5 mil vuelos que tocaron el aeropuerto de San Carlos de Bariloche entre fines de marzo y octubre. Entonces, si este es el principal destino de cabotaje del país, es también el destino más afectado. En el invierno estamos hablando del orden de los 600 mil turistas. Estamos preocupados porque hay distintos niveles de impacto: entre ellos el social. Los sectores más desfavorecidos de la sociedad ya padecieron otras crisis y reciben asistencia social. Tenemos una asistencia social muy fuerte, muy presente. La hacemos con recursos provinciales, con la ayuda de los municipios y el acompañamiento de la Nación. Pero tenemos una franja de población, los sectores medios, que están sufriendo muchísimo, porque el cierre de un comercio afecta a cuatro o cinco familias. La situación les impide contar con recursos, hallar una salida económica, y empiezan a ser sujetos de asistencia de algún tipo, ya sea para sus comercios o directamente para sus propias familias. Esto produce no solo un fuerte impacto en la economía provincial y nacional, sino también una situación anímica de desánimo particular.

“La lucha contra la pandemia empezó antes en Río Negro que en otras provincias.”

—Iniciaste tu carrera política en la intendencia en 2003. ¿Dónde te tocó pasar 2002?

—En San Carlos de Bariloche. Hacía algunos años que había vuelto de estudiar en Córdoba. Trabajaba y sufrí el impacto de las sucesivas crisis. El turismo brinda situaciones de mucho bienestar, pero también es una actividad frágil: depende de variables no controlables. Por eso nos somete a momentos de crisis que fueron sucesivas. Padecimos la crisis económica global, cuestiones puntuales climáticas como la de los volcanes (N. de la R: junio de 2011), cuyas erupciones impidieron la llegada de aviones. Atravesamos muchos momentos difíciles. Este es un momento distinto, es particular. Es crisis y también oportunidad. Se da en un contexto global extraordinario. No podemos pensar lo que viene ni la actualidad en función de las experiencias del pasado. Recordar el pasado es útil, pero hoy el tipo de toma de decisión no solo de los que nos toca gobernar, sino también de los ciudadanos, es distinto. Se deben tomar en cuenta otros criterios y variables. Por eso, si bien atendemos la contingencia y la necesidad, también tenemos que repensar toda la realidad de cara a lo que se viene.

“Vemos experiencias en otros países frente al intento de retorno del turismo y nos preocupa mucho.”

—En el conurbano bonaerense muchos intendentes dicen de que esta crisis será peor que la de 2001. ¿Qué te dice sobre esto el intendente de Bariloche, Gustavo Gennuso?

—Lo hemos hablado. También estimamos que algunas crisis muy profundas probablemente sean peores que otras, como la de 2001-2002. El problema no es solo la profundidad de la crisis, sino la que perspectiva de reactivación es diferente. No solo es un tema de demanda, de necesidad, de falta de recursos. Vemos experiencias en otros países frente al intento de retorno del turismo y nos preocupa mucho. Está lejos el momento de pensar que superamos la situación y comienza la recuperación. La crisis tal vez es peor que la de 2001, pero además nos va a requerir repensar toda nuestra realidad. No tenemos la fecha en que volveremos a una situación más razonable.

“La actividad en la cordillera está fuertemente vinculada al turismo, de manera directa o indirecta.”

—Fuiste ministra de Turismo de la provincia antes de ser candidata, primero a vicegobernadora y después a gobernadora. ¿Cómo imaginás que va a tener que reinventarse la actividad?

—No tengo conclusiones. No las tiene nadie. Decir cómo va a ser lo que sigue sería una fantasía sin fundamentos. Sabemos que habrá que reconvertir actividades económicas y combinarlas. Hoy no podemos pensar que en lo inmediato volverá el turismo masivo a Bariloche tal como lo conocimos. Hay que reinventar los productos, la oferta turística y también poner en valor otras regiones que combinen lo que se ofrece. En la región sur tenemos la meseta: un paisaje fantástico para el turismo internacional. Hasta ahora no lo habíamos aprovechado adecuadamente. Esos escenarios solitarios ofrecen la oportunidad de una experiencia turística con bajo contacto con otras personas y van a ser más deseables y vendibles. Bariloche y la región patagónica tienen para ofrecer que podrían garantizarse protocolos que brindan certeza que el turismo masivo no puede cumplimentar. Iremos hacia productos más específicos, productos de alta gama con menos masividad. Patagonia puede tener esa oportunidad.

“Bariloche tiene una estructura de comercios muy superior a las necesidades de su población estable.”

—¿Puede quedar en el camino la mitad del sector? Muchos de los que abastecen al turismo masivo quizás no puedan adaptarse a la nueva situación. No debe haber otra ciudad en el país cuyo 80% del producto bruto dependa del turismo. Estamos frente a un caso de estudio.

—En el momento actual hay una necesidad de asistencia y acompañamiento en la subsistencia, diría. Es de lo que hablamos hoy con los ministros nacionales, con el Presidente: sobre la fragilidad que tenemos desde lo social y desde todas estas perspectivas. Para la reconversión hay que establecer una planificación adecuada. La zozobra que hoy tienen muchos de los emprendedores turísticos no escapa a la zozobra generalizada de las pymes pequeñas o los comercios o de otras actividades que no están vinculadas a la cadena alimentaria.

Arabela Carreras, gobernadora de Río Negro, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
Budismo: “Permite entender que uno es parte de algo mucho mayor y ponerles mucha modestia a las decisiones que tomamos”. (Foto: Pablo Cuarterolo)

—Si uno ve la experiencia del hemisferio norte percibe aquello que decís del problema estructural que tiene el turismo como sector. La diferencia es que ese problema no solo radica en el colapso actual: es una industria que va a tener que reinventarse.

—Tenemos que repensar el esquema de negocios. Desde el Estado debemos acompañar para que la mayoría pueda participar del nuevo esquema de negocios. Se debe combinar con otro tipo de experiencias que se puedan ofrecer. Estamos en un momento de alta fragilidad y gran necesidad de reinvención. Hoy la coyuntura nos obliga a pensar cuántos trabajadores temporarios tenemos o cuántos teníamos la temporada pasada para ver cómo los contenemos. Pero hacia el futuro sí hay que rediscutir cómo salimos y cómo reinventamos la actividad.

“Hubo 5 mil vuelos que tocaron el aeropuerto de Bariloche entre fines de marzo y octubre.”

—En el conurbano bonaerense otro de los temas que aparece relacionado con la pospandemia es el crecimiento del delito. Se debate acerca de si es proporcional al incremento de la pobreza. Lo objetivo es un aumento del delito, independientemente de las causas, que algunos adjudican a los presos liberados por la presencia del virus en las cárceles. La inseguridad es un tema que de a poco reemplaza al de la enfermedad. ¿Cómo es en Río Negro?

—En Río Negro experimentamos una baja absoluta del delito a niveles que nunca se registraron precedentemente. Entre las causas por un lado está la detención del movimiento de las personas; por el otro, el hecho de que la mayoría estábamos en nuestras casas. Hubo menos oportunidad de que se produjeran delitos contra la propiedad. Esto varió a medida de que se fue retomando la actividad. Todavía no estamos en modelos tan alarmantes, pero se empieza a registrar un cierto nivel de delitos que tienen que ver con las carencias de las personas. Todavía estamos debajo de los de los parámetros del año pasado, pero sí registramos un aumento.

“Lo más grave es que todavía no tiene fecha el retorno a una vida más normal.”

—¿Qué va a pasar el 3 de agosto? ¿Cómo va a ir saliendo Río Negro de la cuarentena?

—Estamos con bastante actividad económica. Gran parte de la actividad se mantuvo. Tenemos localidades más bien pequeñas, las más grandes están en el orden de entre los 100 mil y 170 mil habitantes. No se detuvo la fuerte impronta agroganadera de la provincia. Algunas actividades muy puntuales tienen movimiento reducido o atención al público reducida. El turismo es lo que está detenido. Empezamos a elaborar el proyecto de reactivación. Al poco tiempo de declarada la pandemia empezamos a pensar cómo salir. Cuando uno entra en una crisis, tiene que mirar la entrada, el transcurso, pero rápidamente debe empezar a pensar en la salida. Pensamos una salida con una impronta fuertemente productiva desde lo agroganadero y la pesca; también la minería. Actividades claves en la provincia que componen prácticamente el 70% del PBI y que tienen un fuerte potencial de crecimiento. Veníamos invirtiendo para poder crecer, y tenemos que seguir haciéndolo rápidamente. También debemos reemplazar parte de esta población que viene a hacer trabajos golondrina por personas de la provincia que pierden el empleo en trabajos de servicios y en el turismo. Estamos haciendo capacitaciones para poder ofrecer los miles puestos de trabajo que ofrece la fruticultura para los habitantes de la provincia.

—¿Y de qué provincias venían esos trabajadores golondrina?

—Por lo general, llegaban desde Tucumán, Salta, Jujuy. El tema trascendió a los medios cuando dos o tres trabajadores golondrina volvieron a sus provincias con coronavirus. Este movimiento masivo de personas, que son varios miles de colectivos yendo y viniendo por el país, se va a reducir. A eso se suma que deseamos crear oportunidad laboral para trabajadores y trabajadoras que no van a hallarlo en otros ámbitos como el turismo. No es el mismo perfil, pero podemos encontrar en la cordillera algunos trabajadores para las frutas.

“No podemos pensar que volverá el turismo masivo en Bariloche tal como lo conocimos.”

—Hay un debate que se produjo a partir del Mendoexit: el deseo de algunos mendocinos de separarse del resto del país. Río Negro también es una provincia muy particular: estuvo gobernada por el radicalismo hasta el año 2003. Raúl Alfonsín quiso llevar la capital allí. Tiene ciudades que van de la cordillera al Atlántico. Desde CABA nos cuesta entender Juntos por Río Negro, que construye su poder con una alianza entre peronismo, no peronismo, radicales. Dijiste al asumir: "No hubiéramos llegado hasta acá sin el apoyo de peronistas, radicales y algunos kirchneristas". ¿Cómo es esa alianza tan diversa?

—Es un fenómeno difícil de comprender. En alguna charla previa hablamos de tu perplejidad, y lo recuerdo. Los partidos provinciales se construyen como respuesta a demandas de la población no satisfechas por el centralismo de Buenos Aires. Debe estar en agenda el federalismo, algo que entró en discusión a partir del Covid-19. El gobierno nacional también está pensando y trabajando con este criterio. Tenemos un federalismo tan particular que termina siendo un centralismo absoluto con epicentro en el puerto de Buenos Aires. Las provincias tenemos que buscar caminos de solución y respuestas en otros lugares. Nosotros normalmente no entramos en la discusión nacional electoral debido al escaso electorado que tiene Río Negro. Somos 720 mil habitantes. A partir de ello fuimos reconociendo la necesidad de tener gobiernos que no dependan de las órdenes que vienen de Buenos Aires. Discutimos las oportunidades de desarrollo o las necesidades de los rionegrinos con cierto grado de libertad, dentro de lo que es un contexto federal, con la compresión de lo que es una provincia. Es diferente de lo que se planteaba desde Mendoza. No imaginamos una provincia como Río Negro fuera del contexto de la nación. Y eso a pesar de tener cordillera, mar, puerto, de contar con una variedad de paisajes, de contar con una riqueza enorme del territorio. Los recursos tienen que contribuir a generar mayor igualdad en el país. Lo pensamos hacia adentro de la provincia y hacia afuera. En este marco construimos una voz propiamente rionegrina y encontramos adhesión en líderes locales que tienen una pertenencia partidaria nacional pero que también quieren consolidar este proyecto provincial.

“Se empieza a registrar un cierto nivel de delitos que tienen que ver con las carencias de las personas.”

—Miguel Ángel Pichetto, conocido, con mucha visibilidad, nunca pudo ser gobernador de Río Negro, ni siquiera ser reelecto senador. ¿Cómo se explica?

—Tiene distintas explicaciones. Sabemos que el camino electoral a veces no coincide exactamente con los caminos de gestión. Dentro de la provincia incluso hay figuras que son fuertes en la gestión y que a lo mejor no ganan las elecciones o no son perfiles que la gente vote. Miguel Ángel Pichetto fue siempre una figura fuerte en Río Negro para la gestión, para el vínculo con las distintas autoridades nacionales, pero no logró ese objetivo de ganar las elecciones como gobernador. Se debe a muchas circunstancias, a la coyuntura puntual en cada elección. Pero también a la historia de un peronismo en Río Negro con muchas divisiones, que conspiraban contra el éxito de los candidatos. Esto se rompió con Carlos Soria hace un poco más de ocho años. El destino de Soria quiso que el peronismo no pudiera retener el poder. Al morir Soria, quedó Alberto Weretilneck en el gobierno. Precisamente, a partir de la figura de Weretilneck se comenzó a construir esta opción, que es provincial.

—¿Juntos Somos Río Negro es siempre una coalición que se compone también con una parte del peronismo, una del kirchnerismo y una de los radicales?

—Es así hoy. Juntos Somos Río Negro tiene personas que se identifican con distintas figuras nacionales. Nos pasa también en el fútbol: tenemos nuestros clubes provinciales y también el club nacional que nos identifica. Es lo mismo: hay personas que tienen un sentimiento más cercano al peronismo o al kirchnerismo, distinción muchas veces razonable, y otras son radicales, de tradición radical, incluso se identificaron con el macrismo o con la propuesta del PRO. Pero a la hora de votar eligen finalmente autoridades tanto a nivel municipal como provincial de nuestra fuerza política.

“Algunos trabajadores golondrina volvieron de Río Negro a sus provincias con coronavirus.” 

—¿Se siente nostalgia por la idea de Raúl Alfonsín de mudar la capital a Viedma?

—No lo vivimos con nostalgia. Fue un momento de la historia que sí se recuerda, sobre todo en Viedma, porque generó una reconfiguración de la ciudad en materia de inversiones. No quisiéramos volver a eso. Queremos desarrollarnos con nuestras actividades productivas, poner valor agregado, pensamos en incorporar tecnología pero no en una situación de fuerte impacto como sería la del traslado de la capital. No implicaría una mejor calidad de vida para los rionegrinos y rionegrinas, que es lo que nos preocupa a nosotros.

—Otra particularidad de Río Negro es que los vicegobernadores terminan siendo gobernadores. El caso de Soria y Weretilneck y también el tuyo: vos eras en principio candidata a vicegobernadora y un impedimento de la Corte Suprema le impidió al gobernador continuar a través de una reelección. Me hace acordar a Brasil, donde normalmente los vicepresidentes terminan siendo presidentes. ¿Qué reflexión te merece?

—Son circunstancias no deseadas en ambos casos. Lo mío es un poco más previsible. Porque fui yo como candidata a vice y como candidato a gobernador Alberto Weretilneck, que estaba en medio de un proceso judicial que intuíamos que nos iba a ser favorable, aunque estaba dentro de las posibilidades que no prosperara. Así resultó y, por tanto, asumí como candidata a gobernadora. El otro caso fue totalmente impensado. Nunca hubiéramos imaginado la muerte de Carlos Soria, desafortunada y violenta. Eso dio origen a una conflictividad particular que duró algunos años. Costó mucho saldar esa herida. Sigue siendo una herida. Este segundo caso no fue así: se trató simplemente de un revés judicial que no tiene mayor alcance. Fue algo que nos obligó a repensar rápidamente nuestra campaña, reformularla los últimos 15 días. Proponerles a los rionegrinos y rionegrinas una nueva candidata, distinta aunque conocida como vice. La población nos respaldó con una claridad contundente y emocionante.

Arabela Carreras, gobernadora de Río Negro, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
“No imaginamos a Río Negro fuera del contexto de la nación. Los partidos provinciales son una respuesta a demandas de la población no satisfechas por el centralismo de Buenos Aires”. (Foto: Pablo Cuarterolo)

—Supongo que los debe haber hecho reflexionar a Weretilneck y a vos sobre la fortuna, sobre la existencia de fuerzas que lo trascienden a uno, porque llegaste a la gobernación como ministra de Turismo en 2017 y dos años después te convertiste en gobernadora. Dos años antes no te hubieras imaginado en esa situación. No sé si te psicoanalizás, o tenés algún punto de reflexión ontológica sobre esta cuestión.

—Reflexionamos mucho sobre eso. En lo personal en mi vida privada. También a veces lo hacemos en conjunto, incluso con el propio Alberto Weretilneck. Por un lado, se da esta historia que se hace visible para los medios nacionales o que trasciende los límites provinciales. Que aparece una figura que en 15 días se convierte en gobernadora. Alguien que tiene mucha historia detrás, 15 años de trabajo en política, 15 años de militancia. Una tarea constante y de gran compromiso y mucho trabajo, como sucede con las personas que tenemos pasión. Lo que no era visible en los medios nacionales tal vez sí era conocido para muchos ciudadanos y ciudadanas que nos vieron trabajar codo a codo y en cada uno de los proyectos que se fueron proponiendo para Río Negro. Yo no era una figura nueva en la provincia, aunque no tenía la visibilidad de hoy. También la modestia hace que tengamos que pensar que no es solo mérito propio y que no se trata solamente de una cuestión individual: hay un conjunto de personas que trabajaron y se comprometieron. Cuando gané la elección no lo hice sola. Fue porque hubo un conjunto de personas que construyó esa posibilidad. Desde la perspectiva metafísica, hay muchas formas de interpretarlo: sobre eso no tengo cuestiones concluidas; lo que hay son intuiciones o fe o vocaciones que nos hacen pensar.

—¿Tenés una mirada religiosa sobre todo esto?

—Tiendo a pensar desde la perspectiva del budismo, que es la que más me identifica desde el punto de vista religioso. Así, todo lo que nos pasa es resultado de nuestras propias acciones en el pasado. Nos creamos un entramado que deviene de alguna manera. En este caso, resultó ser gobernadora de una provincia.

—Cuando te conocí te pregunté si eras la única jefa de Estado provincial budista. No sé si lo pudiste averiguar, pero me parece que es así. Sos la única jefa de Estado provincial budista que tiene y tuvo la Argentina.

—Sigo sin saberlo. No es algo que comparta habitualmente porque tiene que ver con una cosmovisión más bien íntima. Pero sin duda aporta en tiempos como este. Brinda la posibilidad de superar la angustia o de no caer en una situación de desesperación. Permite entender que uno es parte de algo mucho mayor y ponerles mucha modestia a las decisiones que tomamos y también entender la necesidad de trascender el ego. La política suele ser tentadora en este sentido. El contacto con los medios nos hace sentir en una posición distinguida. Nos ayuda a ponerle modestia y escuchar más y tomar decisiones más consensuadas y más compartidas. A no asumir que la silla del gobernador es nada más que una coyuntura, un momento particular en un proceso de aprendizaje.

“La Patagonia tiene una impronta progresista. Es casi tan cosmopolita como Capital Federal.”

Algo similar le sucedió al actual presidente Alberto Fernández: deseaba ser embajador en Madrid y ahora es el jefe de Estado. No sé si en algún momento vos conversaste este tema con él.

—Hablamos de otras cuestiones, bastante más coyunturales. A veces es claro que no tenemos todas las decisiones. Debemos tener una gran aceptación del rol que nos toca, más allá de lo que hubiéramos deseado o de lo que hubiéramos imaginado para nosotros mismos. Por supuesto, estar en un lugar de decisiones como son la silla del gobernador o de la del presidente de la nación en momentos como estos no solo no es imaginado sino que seguramente tampoco es lo que uno desearía si imaginara algo para el futuro. Pero bueno, hay que saber que también es una oportunidad. Como sea, es una oportunidad para hacer cosas por los demás. Vinimos a eso, a brindar un servicio. Entonces, cuando uno brinda el servicio no piensa si es un servicio que le gusta brindar o no, es el que hace falta en cada momento. Así que en ese punto los cuestionamientos al tiempo que nos toca gobernar no tienen ningún sentido.

—Tampoco te hubieras imaginado asumir con la crisis probablemente más grande de la Argentina de los de los últimos veinte años. Las elecciones en Río Negro fueron en abril de 2019, llevás menos de un año como gobernadora. Por lo que se ve, la tensión te quitó hasta los rulos...

—Je, el peinado es una cuestión de practicidad. Llevamos casi siete meses, asumí el 10 de diciembre. Me atrevo a decir que no es la crisis más grande de los últimos veinte años. Es un antes y un después. Lo que viene no se va a parecer nada a lo que fue. Las decisiones que debemos tomar no tienen antecedentes. Si nos aferramos a los modelos del pasado, seguramente no seremos buenos actores del tiempo que viene. Es un tema en el que pienso muchas veces: desearía volver a ciertas rutinas que tenía, incluso previas a mi etapa de gobernadora. Pero si me manejo con esa nostalgia me va a costar tomar buenas decisiones. Me gusta pensar en cuál es el país que añoramos o cuál es el mundo que añoramos cuando decimos que queremos volver a la normalidad. Era una normalidad en la que la gran mayoría de los ciudadanos del mundo carecían de casi todo y donde toda la riqueza mundial estaba concentrada en menos del 10% de la población. Los que añoramos la situación previa al Covid-19 estamos en esa minoría que tenía muy buenas condiciones de vida. Porque no creo que los más desfavorecidos de la población mundial estén añorando volver a algo que tampoco era bueno antes. Si pensamos hacia adelante, deberíamos anhelar una realidad más justa, más equitativa, más equilibrada. Y lo difícil es hacerlo desde nuestra formación, desde nuestra cultura con comodidades. En general, los que tenemos voz somos una minoría. También son minoría quienes realizan reflexiones filosóficas. El gran desafío, lo más difícil, es romper nuestras estructuras de pensamiento, nuestras estructuras mentales, y proponer algo más justo. Los decisores, los que estamos conversando esto, vamos a perder parte de nuestros privilegios. Es difícil de asumir que sí o sí tenemos que tomar decisiones que favorezcan a otros y no a nosotros.

—Sos gobernadora siendo licenciada en Letras, lo que sin dudas es otra particularidad. Supongo que no debe ser un caso tan único como el de la religión budista, pero también es una rareza. ¿Cómo inciden tus estudios para la función pública?

—La formación universitaria en general, y en particular en Humanidades y en Letras, es estructuradora de una forma de pensar. Invita a tomar decisiones de forma informada. Mantengo un vínculo muy fuerte con los ámbitos universitarios. Recurrir a ámbitos donde se genera saber otorga consistencia a las decisiones. Las letras nos sumergen en el mundo humano de forma extraordinaria. Por eso elegí la carrera. La historia y la filosofía me gustan mucho, pero no me brindaron tanto la posibilidad de bucear en la naturaleza humana como lo hizo la literatura. Bucear en la naturaleza humana se parece muchísimo a andar por las calles conversando con vecinos, entrando en los barrios. Por otra parte, es lo que más me gusta de mi tarea: estar en contacto con la gente. Es otra forma de hacer literatura: es el lenguaje en su máxima expresión. Allí hay poesía. Encuentro poesía en tantísimos diálogos con los ciudadanos de mi provincia. Me abrigo en la literatura para comprender la realidad que me toca gobernar.

—¿Hay algo en la Patagonia que contribuye a que elijan gobernadoras mujeres? Vos, Tierra del Fuego, que tuvo a Fabiana Ríos y Rosana Bertone, Alicia Kirchner en Santa Cruz. Dijiste que en Río Negro no se aceptaba que hubiese una candidatura que no incluyera a una mujer.

—La Patagonia tiene una impronta progresista. Hay una dinámica social que permite e incluso exige estos cambios. Hay mucha gente que viene y va, por turismo o porque viene a instalarse desde los grandes centros urbanos. Eso brinda un diálogo con las nuevas tendencias y los nuevos conceptos, que se suman a medida que crece la población. El progresismo de la gente pasa al de las fuerzas políticas. Juntos Somos Río Negro es la fuerza política que rompió con un tradicionalismo muy masculino radical y peronista. Alberto Weretilneck, como líder, permitió esto. Pero también es cierto que es la primera vez en la historia de Río Negro que una mujer puede acceder a un lugar como este. Tuvo que pasar mucho tiempo hasta que esto ocurriera.

—¿Es más cosmopolita?

—Casi tanto como la Capital Federal. De todos modos, no es homogénea. Bariloche tiene un dinamismo en su población muy parecido al de Capital Federal. También hay mucho más tradicionalismo hacia la estepa patagónica; los pobladores tienen otro ritmo, más aferrados a formatos clásicos, y están menos comunicados. Pero hay lugares de la región que tienen mucho diálogo con lo que ocurre en el resto del país. Se percibe en cómo construyen su cultura.

—Mendoza, cuando plantea su “Mendoexit”, también se siente similar a la Ciudad de Buenos Aires, a la Capital Federal. De hecho, algunos indicadores socioeconómicos podrían confirmar esa similitud. Hay una zona centro con Córdoba, Santa Fe, con Mendoza, la Ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires, salvo su Conurbano. Allí se concentra la mayor cantidad de riqueza del país, y tiene un comportamiento electoral similar. Hay otra ecocultura, del Norte, otro ecosistema cultural en el noreste y la Patagonia en particular. A esos cuatro subsistemas se les agrega una circunstancia particular: la del conurbano bonaerense, en el que se concentra un tercio de la población del país. La mayoría de sus habitantes se desplazaron desde otras provincias en los últimos 20 o 25 años. La idea de Raúl Alfonsín de llevar la capital a Viedma tenía que ver con eso, precisamente: que no engorde más el Conurbano. Alfredo Cornejo, el presidente de la Unión Cívica Radical, dijo en una entrevista que el “Mendoexit” contaba con un apoyo del 35% de la población de Mendoza, aunque de momento es algo retórico. Se quejan de que hay un país que produce y otro que requiere asistencia en gran medida concentrado en el cordón del Gran Buenos Aires, que el que produce está en el interior del país, que cuenta con recursos naturales y fuerzas productivas. ¿Cómo te ubicás en este debate entre los distintos países que conviven? ¿Cómo se compatibilizan el federalismo y un proyecto nacional común?

—Estamos fuertemente vinculados a un proyecto federal común solidario. Si se introduce la palabra “solidario”, cambia un poco el razonamiento. Hay zonas que tienen mayores riquezas y que demandan más asistencia. Tenemos que tener un criterio solidario. Luego, nosotros pensamos que el federalismo actual es injusto y desequilibrado. No se trata de trasladar la capital, de trasladar ámbitos de decisión y estructuras burocráticas, sino de dar oportunidad a la radicación de empresas que produzcan riqueza en otras regiones. Además, que la riqueza se distribuya como se debe y mejore la calidad de vida. Esto sí lo hablé con el presidente Alberto Fernández: necesitamos radicar a través de beneficios fiscales y de otro tipo de incentivos a empresas en nuestro territorio provincial. Esto se hace difícil por las distancias, y por ciertas ventajas que tiene radicar empresas o ámbitos productivos en la centralidad del país. Necesitaríamos incentivos, como los usados para la exportación por puertos patagónicos. Este es un eje de discusión que hoy estamos presentando a la Nación. La idea es que nos permitan generar riqueza y que baje el costo de producir en la Patagonia. Pero de ninguna manera el criterio podría ser separarnos o pensar en una distribución menos solidaria. El Conurbano, que hoy se ve como algo separado del resto del país porque presenta problemas específicos, tiene en su origen a ciudadanos y ciudadanas de todo el país, que fueron en búsqueda de mejores condiciones de vida. Condiciones que no eran adecuadas en sus lugares de origen. El razonamiento debería ser al revés: generemos mejores condiciones de vida fuera del Conurbano y seguramente la gente, que lo único que quiere es vivir mejor, alimentar a sus familias, ser feliz, tener un mejor destino, podría ir a buscar esa oportunidad en otro lado. Muchos tenemos territorios despoblados mientras hay una fuerte concentración en algunas de las grandes ciudades. Tenemos un nivel de concentración urbana de los más altos del mundo. Las políticas, discutidas con los gobernadores y gobernadoras, con el Presidente, con el gobierno nacional, deberían incentivar un tipo de desarrollo diferente. Parece una utopía, pero si un coronavirus, una pandemia mundial, un impacto global como este, no nos da la oportunidad para repensar, desperdiciaremos la gran lección que nos deja este sufrimiento.

“En Río Negro rompimos con un tradicionalismo radical y peronista muy masculino.”

—Lo que no logró Alfonsín con la Ley de Coparticipación Federal, de 1988, reduciendo los aportes federales al Conurbano y aumentándolos para las provincias más carenciadas, lo que no logró con su proyecto de mudanza de la capital a Viedma, ¿podría lograrlo el coronavirus fomentando el teletrabajo y modificando la estructura laboral? Probablemente dentro de diez o veinte años, sin necesidad de que muchas empresas se radiquen en distintas partes del país, las personas no necesiten venir a CABA para trabajar en empresas que están aquí. ¿Será posible una Argentina con un Conurbano más chico dentro de veinte años gracias al teletrabajo?

—Sí, gracias al teletrabajo, pero también tiene que haber políticas públicas. Creo en la planificación, en que las decisiones que tomemos impactarán en ese resultado. Son saludables los debates que tenemos los gobernadores, los ministros nacionales, el Presidente, para ver cómo tomar decisiones consensuadas. Acordar el modelo de país al que queremos llegar y luego gestar las medidas para que dentro de veinte o treinta años ese modelo de país se plasme. El teletrabajo contribuirá. También otros elementos que nos empiezan a parecer cotidianos. Si dejamos que el coronavirus solo rediseñe nuestro país nos vamos a encontrar con la misma nación injusta. Tendrá algunos cambios, pero no el resultado que esperamos. Tiene que haber proyecto, convicción, decisiones, consensos para poder llegar a una redistribución de la población y también de la riqueza.