POLITICA
presidente y vice por caminos separados

Alberto Fernández quiere hacer cambios, mientras Cristina Kirchner insiste con tener voz

El diálogo sigue cortado, pero se multiplican los cruces públicos. La vicepresidenta motoriza su agenda desde el Senado y promete más proyectos similares al que impulsa el pago de la deuda con dinero fugado.

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Difícil convivencia. El Presidente piensa en un cambio de rumbo, pero no coincide en los caminos que auspicia su vice. | cedoc

Hoy se muestran irreconciliables, pero hay algo en lo que coinciden. La vicepresidenta y sus dirigentes más cercanos repiten incansablemente la necesidad de un cambio de rumbo. También lo admite el Presidente: quedan veinte meses y su gobierno necesita cambios. A partir de ahí, ya no hay más coincidencias. Alberto Fernández piensa en distintos movimientos pero los quiere hacer con autonomía y Cristina Kirchner reclama ser parte de la toma de decisiones. Mucho menos coinciden en qué cambios son los que debe sufrir la gestión y por eso, no hay diálogo posible y, ni siquiera, llega el mensaje para que finalmente se dé un reencuentro cara a cara y a puertas cerradas.

En la última semana, el kirchnerismo multiplicó sus críticas. “No nos gusta pegar por deporte nacional”, dicen desde el primer piso del Senado y detallan: “Si no podemos hablar y plantear lo que creemos en privado, quizás escuchen lo que tenemos para decir en público”.

Sin diálogo, el kirchnerismo se muestra dispuesto a gobernar desde el Congreso. Dicen tener derecho ya que representan a gran parte de sus votantes. La presentación del proyecto que plantea que la deuda se pague con plata que se fugó del país es solo el primero de una serie de borradores que los legisladores que responden a la vicepresidenta tienen en sus escritorios.

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La ex jefa de Estado reclama su lugar en la mesa de decisiones. No alcanza con los funcionarios propios en el Poder Ejecutivo que no tienen las herramientas suficientes para avanzar en las medidas que pretende que se tomen. Más allá de su decisión de que Alberto Fernández sea candidato a presidente, cree que así debe funcionar una alianza que contiene a distintos sectores.

Fernández la conoce demasiado y sabe que lo que dirá no es lo que él cree que debe hacer. El Presidente reconoce que debe haber un giro en su gestión. Los cambios de gabinete obligados después de la derrota electoral, el acuerdo con el FMI que creyó que le daría aire y los números macroeconómicos positivos no alcanzan para mejorar el humor social. Quedan veinte meses de gobierno y 12 para comenzar a definir candidatos. Ya dijo que quiere ir por la reelección pero primero debe ganar la guerra contra la inflación. La autonomía que busca lo obliga a perder el tiempo.

En el kirchnerismo no se ven preocupados por abrir las PASO, sino en cómo llegar a las elecciones con posibilidades de triunfo. El jueves circuló una encuesta entre estos dirigentes que mostraba a distintos candidatos compitiendo con Fernández. Hoy el Presidente pierde la interna con quien se presente, por eso dejaron correr al gobernador de Chaco, Jorge Capitanich. Además, la participación de un jefe provincial como postulante le quita lo que Fernández pregona: el apoyo de los gobernadores.

Sobran los dirigentes siempre dispuestos a ir a unas PASO cuando aún los líderes no mostraron su jugada. La lista se reduce cuando llega el cierre de listas y de lo que no hay dudas es de que Cristina Kirchner volverá a tener candidato. En su entorno más íntimo se ríen al escuchar que algunos ya la dan como segura postulante a senadora. “Cristina puede ser lo que quiera ser”, dicen aún con la sonrisa como mueca. No se dejará de especular, pero CFK promete volver a sorprender.

De lo que repiten que no hay dudas es que el sello volverá a ser el del Frente de Todos y las peleas actuales se resolverán en una interna. Nadie está dispuesto a romper y por eso, esta semana, los celulares de los dirigentes bonaerenses no dejaron de sonar minutos después de que ingresara a la Cámara de Diputados bonaerense un pedido para armar un monobloque.

“¿La primera ruptura del albertismo?”, se preguntaron en el kirchnerismo bonaerense. Hasta ahora, nadie se había animado a oficializar la separación. Se trata de Débora Indarte, a quien señalaron inmediatamente como dirigente del Presidente. Su marido, Manino Iriart, es director en el Correo Argentino y fue nombrado por Santiago Cafiero cuando era jefe de Gabinete. Por eso las miradas apuntaron al ahora canciller y al propio Alberto Fernández.

No se trata de un movimiento menor: el Frente de Todos pasa a tener 42 bancas y no tiene quórum propio mientras que Juntos por el Cambio posee 41 representantes. Se leyó como un golpe al gobernador bonaerense, Axel Kicillof, uno de los dirigentes más importantes de la vicepresidenta.

Cafiero nombró a Iriart a pedido del sciolismo. El canciller siente agradecimiento con Daniel Scioli, quien le dio espacio en su gestión como gobernador, pero no tiene vínculo ni con Indarte ni con Iriart. Estos marplantenses se cansaron de la indiferencia de la titular de la Anses, Fernanda Raverta, y no habrían pedido permiso para marcar su disgusto. De una manera u otra, ahora el kirchnerismo espera un gesto del Presidente. ¿La silla vacía en el directorio del correo? Mientras tanto, CFK espera el llamado de Alberto. “Es el jefe, ¿no? Es quien debería llamar”, dicen desde el Senado.

 

El Presidente ataja críticas internacionales

El martes, horas antes de que la Asamblea General de la ONU se reúna, el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, intentó –sin éxito– establecer una llamada con Alberto Fernández. El voto de Argentina a favor de la suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos no era suficiente para países como Estados Unidos y Canadá que pretendían la expulsión definitiva de Rusia de este organismo. La conversación se concretó después y el Presidente logró distender el vínculo, pero ahora deberá hacer un nuevo equilibrio ya que estos países pretenden expulsar al país que gobierna Vladimir Putin del G20.  

El primer mensaje llegó a través de Jake Sullivan, asesor de Biden. Se lo hizo llegar al embajador argentino en Estados Unidos, Jorge Argüello: Rusia debía ser expulsada del Consejo de Derechos Humanos de la ONU que nuestro país preside y también del G20. Después de varias charlas entre Alberto Fernández, Santiago Cafiero y Argüello, el Gobierno decidió aceptar una comisión investigadora por los crímenes en la guerra en Ucrania y avanzar en la suspensión, pero no en la expulsión.