—La pandemia y la guerra marcaron la dinámica global en los últimos años. ¿Qué consecuencias económicas y geopolíticas tendrán a mediano plazo?
—En la economía, menor crecimiento y mayor inflación. La pandemia generó una serie de problemas en el comercio internacional que hicieron que los costos del transporte se dispararan. Problemas de containers, tripulaciones y aumentos en el precio del combustible. Esto impactó en el crecimiento, como también en una mayor incertidumbre. Porque la incertidumbre es el principal enemigo de las inversiones. La pandemia nos dio un palo terrible y, cuando parecía que nos recuperábamos, vino la invasión. Hasta entonces, todos los temas de Rusia se habían manejado como un conflicto local. Fue así con Chechenia, Georgia y Crimea. Pero esta vez el mundo se volcó en su contra con las sanciones. Creo que fue un error estratégico enorme, majestuoso, por parte de Vladimir Putin.
—¿Por qué?
—El mundo va a aprender a vivir sin Rusia, pero Rusia no puede vivir sin el mundo. Tengamos en cuenta que Rusia pesa menos del 2% de la economía mundial. Los europeos ya dejaron de comprar carbón ruso y están de acuerdo en cesar las importaciones de petróleo, con excepción de Hungría. No es lo mismo con el gas: por la elevada dependencia, no pueden cerrar la llave de un día para el otro. El impacto para Rusia va a ser mayor. No solo por las sanciones, sino por la caída en la demanda de sus productos. Esto va a afectar a la dirigencia y la oligarquía, pero también a la gente en general.
—Más allá del impacto económico, ¿fue un error geopolítico?
—Desde el punto de vista militar, está pasando todo lo que Rusia quería evitar. Vemos el fortalecimiento del Báltico y de Polonia, un aumento enorme del presupuesto alemán en armamento, Finlandia y Suecia solicitaron el ingreso a la OTAN. Por otro lado, creo que Europa nunca estuvo tan cohesionada ni tan consciente de que la integración tiene que acelerarse y que tiene que ser un jugador fuerte no solo en el tema comercial, sino en el ambiental, digital y militar. Independientemente del resultado de la invasión, comenzó un proceso en este sentido y las cosas están sucediendo de manera muy acelerada.
—Mencionó un escenario de bajo crecimiento con inflación, pero también hubo un alza en los precios de las materias primas. ¿Cómo afecta a América Latina?
—Argentina es el mejor ejemplo. El FMI redujo la expectativa de crecimiento mundial para este año pero aumentó en un punto la de Argentina, porque se beneficiará del alza de los precios de los alimentos, específicamente de los granos. Rusia y Ucrania concentran el 20% del comercio mundial de trigo y el 20% del de maíz. Solo Ucrania representa el 50% de la oferta mundial de girasol. Esto es favorable para Argentina, pero cuidado: no dura para toda la vida.
—¿China podría aumentar la demanda de productos rusos y disminuir la de los del resto del mundo para compensar los efectos de la guerra?
—Podría atenuar algunas consecuencias del aislamiento de Rusia, en cierta proporción, pero no va a sustituir la demanda del resto del mundo. Por consideraciones de tipo comercial, pero también geopolítico. Y cuanto peor se pone la situación en Ucrania, menos quiere tener que ver con eso. Rusia es un aliado cada vez menos apetecible. China tiene sus propios intereses en el mundo y los va a poner siempre primero.
—¿Cómo debe posicionarse América Latina ante el conflicto entre China y EE.UU.?
—América Latina está ante una gran oportunidad. Durante la pandemia, Occidente se encontró con que no tenía ni máscaras, porque todo se producía en China. Quedó clarísimo que había una dependencia. Y EE.UU. se dio cuenta de que la diversificación no solo era un asunto estratégico fundamental sino un concepto económicamente racional. América Latina, por ser vecina, puede aprovechar esta situación para abastecer al principal mercado del mundo. Para hacerlo necesita llevar a cabo dos procesos simultáneos. El primero, vincularse más con la economía de EE.UU. El segundo, invertir más en tecnología para dar respuesta a una demanda que es cada vez más sofisticada.
—Está hablando del nearshoring. ¿La región tiene que apostar por esa estrategia?
—Hay que ir con todo hacia el nearshoring, pero debemos hacerlo seriamente. Ofrecer un atractivo y una alternativa creíble. No solo decir que tenemos una mano de obra competitiva, sino también una mano de obra sofisticada. Deberíamos explotarlo al máximo. Estamos dejando pasar oportunidades y las oportunidades perdidas van en el lado del pasivo. Ya estamos tarde, pero nunca es tarde para hacer lo correcto.
—¿Tarde en qué sentido?
—Tendríamos que haber concebido mucho antes a América Latina como un gran mercado, tanto de producción como de consumo. No lo hicimos. México fue por su lado y anduvo bien. Tiene el sector exportador más moderno de la región, el que paga los mejores salarios. Claro, el país todavía tiene un 60% de informalidad. Conviven factores muy atractivos y un rezago enorme.
—¿Qué tipo de vínculo debería tener la región con EE.UU.?
Ya estamos exportando todo lo posible en materias primas. Hay que invertir más en tecnología para integrarnos de otra manera y dejar de ser solo exportadores de materias primas. Si vamos a volvernos socios más importantes, hagámoslo. Aprovechemos, por ejemplo, la próxima Cumbre de las Américas, en lugar de estar discutiendo entre nosotros quién va y quién no. América Latina tiene que ir a la cumbre y plantear una iniciativa. Decir: “Aquí estoy y represento una alternativa segura, amigable y de competitividad”. Tenemos que recordar el objetivo original de la cumbre de Miami de 1994, que era formar el ALCA. No se logró, pero hay que volver a ese objetivo. Sería, además, una forma de organizarnos mejor entre los latinoamericanos para tener un objetivo común. Porque hoy estamos muy dispersos y fragmentados.
—La última pregunta: un pensamiento sobre Argentina.
—Argentina crecerá un 4% este año por el alza de las materias primas. Esas son buenas noticias. Pero la región ha tenido en el pasado varios episodios de bonanzas que, quizá, quitaron el ánimo de hacer un esfuerzo mayor. Al igual que el resto de América Latina, necesita vincularse con el comercio mundial con base en una producción más diversificada y sofisticada. La diversificación, la productividad y la competitividad son los problemas que se deben abordar para que el país sea más atractivo para las inversiones.
Colaboró: Francisco Uranga.