El balance del ballotage de ayer arrojó una serie de resultados; algunos incontrovertibles; otros, no tanto. Veamos: Hechos objetivos incontrovertibles
1. Horacio Rodríguez Larreta se impuso en el ballotage superando por tres puntos a Martín Lousteau. Esto lo constituye en el legítimo Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
2. Todas las encuestadoras acertaron al predecir ese hecho. Hechos objetivos producto de generalizaciones y, por ende, discutibles.
3. La mayoría de las encuestadoras (si no todas) predecía que el triunfo de Larreta sería por amplio margen. La brecha oscilaba entre 8 y 12 puntos, aproximadamente. En tal sentido, no resulta desatinado ni abusivo concluir que “las encuestadoras fallaron en sus pronósticos”.
En efecto, aunque todas hayan acertado en dar ganador a Larreta, no es menos cierto que todas fallaron al estimar la magnitud de tal diferencia. No obstante, cuando a tal fallo general se lo adjetiva como “papelón de las encuestadoras”, “estrepitoso fracaso de las encuestadoras” o, más dramáticamente, “papelón histórico de las encuestadores” (como tituló la versión digital de un importante medio), es justo y necesario que cada uno de los “acusados” proponga su descargo. Porque, como suele ocurrir, cada caso tienen su propia singularidad. Valoraciones subjetivas elementales
4. Desde el inicio de las campañas electorales existía un consenso más explícito que tácito acerca de que el PRO se impondría en las elecciones porteñas por un margen amplio. Generalmente, se invocaba el carácter inexorable de ese hecho. Contra ese marco, el resultado de ayer fue recibido como un hecho sorprendente, significado de un modo directo y también recíproco. En efecto, así, como se esperaba que Rodríguez Larreta ganara por amplio margen, su victoria sonó a muchos como pobre o decepcionante. Recíprocamente, como se suponía que Martín Lousteau casi no tenía chance, su desempeño final —al quedar solo a tres puntos de Larreta— fue recibido con sorpresa y calificado como exitoso. Es evidente que ante ese marco de hechos y valoraciones básicas (que las encuestas contribuyeron a generar) el fracaso de las encuestadoras adquiere una dimensión mayor. ¿Pero hasta qué punto es justo tratarlas a todas por igual?
Hechos objetivos que no deberían soslayarse:
5. Nuestra última encuesta, difundida en los medios el jueves 16 de julio, daba los resultados que se transcriben abajo: En la ficha técnica del informe se consignaba que se habían relevado 650 casos, lo cual determinaba un margen de error de +/-4.26, con un nivel de confianza del 95.5%. Al cotejar los datos de la encuesta contra el resultado efectivo final, se pone de manifiesto que nuestros números se ubican dentro del margen de error muestral.
Concretamente: si a la predicción de que Rodríguez Larreta obtendría el 54.3% (computado sobre el voto válido) se le resta y le suma el margen error muestral, queda configurado un intervalo de confianza comprendido entre 50.0 y 58.6%. Dado que Larreta obtuvo un 51.6, nuestro resultado queda perfectamente comprendido dentro de dicho intervalo.
Exactamente lo mismo cabe para el cálculo sobre Martín Lousteau (y no se trata de una casualidad, sino del complemento lógico de lo anterior, al tratarse de una opción dicotómica) En consecuencia, desde una perspectiva estrictamente técnico-objetiva, la predicción de González y Valladares no falló.
Aunque el valor proyectado arrojaba una brecha mayor entre ambos candidatos, tal imprecisión queda estrictamente encuadrada dentro de los márgenes de error estadístico del estudio. Por ende: conforme al rigor científico de este tipo de estudios, aseverar que González y Valladares fallaron en su encuesta o, lo que es peor, deslizar (o sostener, como surge de la nota del referido medio) que integran un “lote papelonero” resulta claramente injusto, arbitrario y abusivo.
Pero más allá de la razón técnico estadística, existe un sentido diferente en que las encuestas podrían haber “fallado” (y, a nuestro juicio, la amplia mayoría lo hizo). Sucede que los números de un estudio suelen ser acompañados por diferentes tonos y/o énfasis desde el cual cada encuestador los enuncia. En tal sentido, nuestro tono siempre priorizó la prudencia reflexiva antes que la pontificación taxativa (nunca más justo el término “pontificar” que, según el diccionario, refiere a “Exponer opiniones o ideas como dogmas, con alarde y suficiencia”). Desde el inicio de este proceso de ballotage —y conforme a nuestro estilo— elegimos el tono de la prudencia y el de la distancia saludable con nuestros propios datos. Jamás pretendimos erigirnos en el oráculo ni en las sentencias determinantes. Nunca dijimos que el resultado era inexorable ni irreversible. Siempre insistimos en que el rol del encuestador es esclarecer probabilidades antes que decretar inexorabilidades. Dijimos de entrada que era un total desatino sugerir que Lousteau debía bajarse del ballotage porque carecía de chance.
Siempre negamos que el ballotage fuera apenas un trámite para sancionar lo irreversible. Siempre sugerimos que Lousteau podría seguir achicando la brecha, mientras que mostrábamos cómo esto iba ocurriendo día tras día. De entrada dijimos que, en contra de las prescripciones taxativas, debía considerarse que Larreta tenía mayores chances, pero que “muy probable es distinto que seguro”. Recíprocamente, destacamos que Martín Lousteau tenía menores chances, que “debía remarla”, pero que alguna chance tenía; sintetizábamos al respeto: “difícil, pero no imposible”. Y por si todo esto no fuera poco, cerramos el análisis de nuestro último estudio con esta frase: A modo de síntesis, cabe concluir que, en base a los datos relevados, Rodríguez Larreta continúa perfilándose con mayores chances para imponerse en el ballotage.
Aunque la brecha con Martín Lousteau se ha achicado 2,0% respecto de nuestro último estudio, aún no alcanza para lograr paridad con el candidato del PRO. A modo entonces de conclusión parcial sobre este apartado, entendemos que es lícito señalar lo siguiente: Si las encuestas pueden ir acompañadas de tonos que implican “fallar” (en el sentido de establecer un fallo o sentenciar) acerca de un resultado, nosotros tampoco hemos “fallado” en por una razón simple: no es nuestro estilo sentenciar acerca de nada. Otros jueces que también “fallan”.
Cuando el oficio de encuestador trasciende hacia los medios —como tanto otros— queda sujeto a lo lógica mediática. Y tal como ocurre con otros temas, esa lógica impulsa a veces a destacar el error antes que el acierto. Son las reglas del juego y no queda más que aceptarlas. Cuando el análisis post enjuicia a los encuestadores colocándolos indiscriminadamente en el banquillo de los peores, sigue sus propias reglas tácitas de cierto “ensañamiento amarillista”.
Tales juicios pueden ser más o menos justos o injustos. Cuando son injustos, lo son de varias maneras. Por ejemplo, los mismos medios que nos hoy nos condenan al sitial de “charlatanes papeloneros”, ayer nos invitaban a que les demos nuestros últimos números. Y lo que es peor, mañana volverán a hacerlo. Por cierto, eso no quita nuestra responsabilidad: mañana volveremos a alimentarlos de esos apetecibles números (¡y no por mero altruismo ciudadano sino por claro interés egoísta!).
Pero, además, existe un sentido alternativo en que se expresa la injusticia de quienes nos ajustician sin anestesia. Me refiero al balance que suele hacerse al día siguiente cuando se determina quienes nos fuimos al cielo o al infierno (SIC). Lamentablemente suelen cometerse serios errores metodológicos cuando se procede al respeto. Anoche, el importante medio que nos sentenció, simplemente nos informa que se tomaron los datos de una encuesta nuestra anterior, en lugar de la última.
Lamentablemente, el daño ya estaba hecho y nadie va a pagar los perjuicios. Tampoco servirán las aclaraciones. Ya hemos sido sentenciados como parte de la cofradía protagonista de un papelón histórico. Nos preguntamos también para qué diablos acompañamos cada informe con una ficha técnica que no siempre es tenida en cuenta. Y, por último, una suerte de paradoja de enjuiciadores: a los encuestadores nos sentencian por equivocarnos algunos puntos respeto de lo que harán millones de personas sobre un hecho que aún no ocurrió. En cambio, cuando los medios enjuician a los encuestadores, que apenas suman una decena, no alcanzan a poder hacerlo exentos de error. Me pregunto con todo respeto: ¿Quién es el que falla más?
Metáfora final 1; El equipo erró cuatro de los cinco penales. Algunos la mandaron a la tribuna; otros ahí no más. El que metió el gol, antes la pegó en el poste. ¡Pero metió el gol! El equipo perdió y al día siguiente mereció el oprobio. Preguntamos; ¿debería incluirse o exceptuarse de ese juicio al jugador que hizo el gol? Cada una sabrá su propia respuesta. No obstante, sugerimos la nuestra: ojo que existe una clara diferencia entre un equipo real (que debería ser juzgado como tal) y un conjunto nominal (esto es: los encuestadores), que debería ser juzgado caso por caso.
Metáfora final 2: En el boxeo, se gana o pierde por KO o por puntos; o se empata. Pero cuando no se gana por KO, hay veces que se gana claramente por puntos, aunque luego el árbitro (que a veces responde al establishment del poder) le roba la pelea al justo ganador. Corolario: no podemos dejar de sentir que anoche a nuestra consultora “le robaron la pelea”, que —en todo caso— no perdimos arriba del ring.
Síntesis final: Entendemos las reglas del juego mediático y nos atendemos a ella. Como dice el refrán popular: “¡A llorar a la iglesia!” Pero, no obstante, nos asiste el derecho a réplica. Aunque resulte insuficiente para reparar el daño, al menos sirve a nuestra catarsis. PD: Una aclaración final. En nuestro historial como consultora de encuestas hemos cosechado claros triunfos y, es justo decirlo, algunas derrotas. Cuando nos tocó perder, hemos asumido el hecho con hidalguía y con responsabilidad. Nunca con negaciones ni apelaciones a cualquier factor ex post que nos viniera a mano desde diario del lunes.
Pero eso no quita que en este caso en particular, consideremos que nuestro desempeño no justifica en absoluto el juicio mediático que en que quedamos subsumidos.
(*) Director de González y Valladares Twitter: @fede1234