Se lo ve aliviado. Aunque todos los índices macroeconómicos son malos, entre los suyos cree que no explotó la bomba aún. Es más: afirma que si Alberto Fernández no da señales rápidas, tiene grandes chances de no poder remontar la economía. Por eso, asegura, su gestión será revalorizada a pesar de los serios inconvenientes que tuvo. Mauricio Macri vivió su primera semana tras la derrota metido de lleno en erigirse como el líder de la futura oposición.
Por ello, como nunca, se reunió con todos los que serán actores centrales de la oposición al kirchnerismo, a quienes recibió a solas en su despacho. Estuvo con Horacio Rodríguez Larreta, con María Eugenia Vidal y con Cristian Ritondo, entre otros. A todos les dio un mensaje: pretende la unidad opositora ante el Frente de Todos.
Aunque no está claro cómo se armarán las mesas políticas que lo tendrán activo, por lo pronto dio una señal inequívoca: a Ritondo le dijo que era el elegido para presidir el bloque de diputados del PRO, cargo que hasta ese momento tenía varios aspirantes. Si se suma a la UCR y la Coalición Cívica habrá 119 diputados y será la primera minoría.
Varios frentes acecharán a Macri y su entorno tras la salida del poder
Más aún: el creador del PRO le pidió a Ritondo que el bloque trabaje, desde diciembre, en informes y papers de todas las áreas de Gobierno para tener información sobre el nuevo gabinete de Alberto F. Una suerte de “gabinete paralelo” legislativo que le permita estar al tanto de lo que ocurre con los planes y programas que lanzó su administración. “Si ellos hacen las cosas mal, en cuatro años nos van a venir a buscar”, se ilusionó ante uno de sus interlocutores. Su primera línea de discurso estará vinculada al plano internacional: críticas a Venezuela, las peleas con Brasil que se vislumbran y la relación con EE.UU. y Europa de las que hizo gala.
Otra definición clave es que, además de la unidad, pidió que haya una buena transición y que se conforme una oposición moderada que sea clave para la gobernabilidad.
Por ahora no pidió de manera masiva que rescaten a sus asesores para que recaigan en la Ciudad. Solo pidió ayuda para amigos puntuales. Martín Seefeld y Hernán Nisembaum (los compañeros de paddle; el fútbol sigue prohibido por varias semanas más por el dolor lumbar que lo aqueja) y por su secretario Legal y Técnico, y compañero de Cardenal Newman, Pablo Clusellas, para la Auditoría.
Su álter ego, Marcos Peña, podría tomar distancia. Si bien es complicado tomar al pie de la letra lo que deja trascender, ha dado todas las señales de que se alejará de la política nacional. A tal punto que, un par de semanas antes de las elecciones, lo charló con Emilio Monzó, uno de sus críticos más acérrimos. Otros le recomendaron que vaya a estudiar al exterior. Muchos de sus vínculos están dinamitados. Con Vidal y Larreta; con los intendentes de la Provincia, con el PJ-PRO y con buena parte de la UCR (salvo Mario Negri y algunos diputados). Hasta Miguel Pichetto se quejó de él en el tramo final de la campaña. Si Peña se aleja, Macri no tendrá, por primera vez, un fronting y deberá ocuparse personalmente de cultivar y contener dirigentes. ¿Ocupará otra vez su oficina en el último piso de Balcarce, la sede del PRO, o buscará otra?
Paralelamente, la “dedocracia” macrista tuvo consecuencias: apenas terminó la reunión, en el grupo de Whatsapp de los diputados, Carmen Polledo, de línea directa con el Presidente, subió una foto con Ritondo. Hubo felicitaciones. Y silencios. Ni Rogelio Frigerio ni Sebastián García de Luca, viceministro del Interior y diputado electo, sabían nada. Luego cuestionaron que no se haya discutido en una mesa amplia. Pensaron en armar un bloque con legisladores de Monzó y del ministro (entre diez y 12). Ritondo le escribió a De Luca para reunirse; pero respondió que era tarde.
Por ello, Macri deberá, por primera vez, dedicar parte de su tiempo a colaborar en la articulación de la futura oposición. No está acostumbrado. Y es más difícil hacer política desde el llano.
ES/MC