La duda está instalada desde el 18 de mayo, cuando Cristina Kirchner ungió a Alberto Fernández como su candidato a Presidente: cómo será el verdadero ejercicio del poder y en manos de quién estará realmente el peso de las decisiones.
Hasta hoy, los movimientos del bloque kirchnerista para hacerse del control de las cámaras legislativas, sumado al poder sin atenuantes ni control de la provincia de Buenos Aires dio algunas pistas sobre las intenciones de unos y las debilidades del resto.
El presidente electo acaba de presentar su gabinete de ministros, así como también otros cargos de importancia en algunas áreas y el escenario no agrega demasiadas certezas.
Lo que Alberto Fernández se cuidó en llamar como un frente de unidad puede verse, en realidad, como un intento de lograr equilibrio político sobre la base de un loteo del Estado que, lo que más certifica, es que aún ninguna de las fracciones que forman parte de la amañada unidad del peronismo puede imponerse sobre el resto.
La ausencia de la vicepresidenta en la presentación y la necesidad expresa del futuro presidente por dejar en claro que nadie le había impuesto el arquetípico nombre de Carlos Zannini como Procurador del Tesoro, pueden decirnos algo del tono de los conflictos que vienen.
Ya habrá tiempo para analizar las designaciones nombre por nombre y área por área. El saldo de la conferencia de hoy es, en términos políticos, de suma cero. Algunas designaciones son más polémicas que otras si se tiene en cuenta, sobre todo, los aspectos simbólicos e inmateriales. La duda principal sigue ahí y sin resolverse, la composición del gabinete compra tiempo y proyecta el problema hacia delante, a la espera de lograr legitimidad.
Que el Presidente Fernández haya decidido invocar a Raúl Alfonsín sobre el final de su intervención puede ser percibido como un intento, el tiempo dirá si virtuoso o no, de moderar las crispaciones del costado kirchnerista del gobierno.
(*) Analista Político.