Mauricio Macri puede ganar, como indican los sondeos, o perder la segunda vuelta, pero a esta altura son evidentes algunos de sus méritos como candidato, en los que mucho tuvo que ver su principal estratega, el ecuatoriano Jaime Durán Barba.
Luego de la gran crisis de 2001, con el fracaso de la Alianza y la caída del presidente Fernando de la Rúa, quedó en evidencia que en nuestro país los partidos y las coaliciones funcionan cuando hay alguien —uno solo— que conduce al conjunto.
Ésa ha sido la principal ayuda de Durán Barba a Macri: la construcción de un liderazgo. En el último tramo, como se sabe, esa tarea implicó peleas duras con sectores del radicalismo y con los renovadores de Sergio Massa. Hubo momentos de zozobra en los que Durán Barba fue muy cuestionado.
Un solo líder. Se vota un liderazgo más que un programa o un equipo de gobierno. Y se ejerce el poder desde un liderazgo definido. Pero, eso no ocurre solo en nuestro país.
El sociólogo Fernando Henrique Cardoso también encabezó una alianza para presidir el Brasil durante dos mandatos; en su opinión, el secreto del éxito estaba en quién conducía: “Lo que importa es quién manda”.
En el caso de la Alianza, las disputas internas, tanto en el radicalismo como en el Frepaso, dinamitaron la autoridad de De la Rúa, quien no era el líder ni siquiera de su propio partido; allí mandaba el ex presidente Raúl Alfonsín, como se lo hizo sentir en varias oportunidades.
En mi libro “Doce Noches” queda claro que la cultura política del radicalismo agravó la situación. Son personas muy respetuosas de las libertades, la ley, los partidos y las instituciones pero se apasionan demasiado en peleas internas, en especial cuando ejercen el gobierno.
En ese sentido, muchos radicales admiran la vocación de poder del peronismo, que provoca un realineamiento casi automático y sin chistar de la mayoría de sus dirigentes y militantes una vez que queda definido quién lidera. Como decía el versátil operador Juan Carlos Mazzón, un peronista siempre oficialista: “En el peronismo, peor que la traición es el llano”.
En una entrevista para ese libro, De la Rúa me dijo: “El peronismo es muy distinto a la UCR: hay un líder y valoran la lealtad, al menos mientras ese líder tenga poder o le vaya bien. Nosotros, en mi gobierno, por presentar el mejor gabinete posible, nos creamos muchos problemas. Ahí aprendí que la mejor virtud es la lealtad, y después la eficacia, y si coinciden, mejor”.
*Editor ejecutivo de Fortuna; su último libro es: Doce Noches. 2001: el fracaso de la Alianza, el golpe peronista y el origen del kirchnerismo.