El uruguayo José Luis "Coche" Inciarte, uno de los 16 sobrevivientes de la tragedia de los Andes que conmocionó al mundo hace cinco décadas, falleció este jueves en Montevideo a los 75 años. "Perdimos a un amigo", dijo Roberto Canessa, uno de sus compañeros en el accidente aéreo, al confirmar la muerte de Inciarte por un cáncer que padecía hace diez años.
"Durante aquellos días sufrí lo indecible, algo que ningún libro o película puede llegar a mostrar. Pero también encontré algo que pensé que nunca iba a encontrar: el sentido de la vida", relató Inciarte hace seis años. "El ser humano está en este mundo para dar y darse, y para dejar algo en el otro que se multiplique para bien. Por eso, me siento orgulloso de haber compartido con los amigos que volvieron, y con los que encontraron el premio de la paz en las montañas".
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El 13 de octubre de 1972, la aeronave de la Fuerza Aérea Uruguaya, que había sido fletada para llevar de Montevideo a Santiago a un equipo de rugby amateur y a sus amigos y familiares, se estrelló en la cordillera de los Andes.
El vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya había partido desde Montevideo dos días antes con 45 personas a bordo: un equipo de rugby amateur compuesto por jóvenes exestudiantes de un colegio católico, algunos familiares y la tripulación. Se dirigían a Santiago de Chile para jugar un partido, pero una tormenta los obligó a hacer escala en Mendoza, donde pasaron la noche.
Al día siguiente, el 13 de octubre de 1972, aunque las condiciones climáticas seguían siendo inestables, despegaron. Minutos después, la nave se estrelló contra las montañas heladas, a 4.000 metros de altitud: doce personas murieron en el choque, mientras que otras 17 fallecieron después una terrible experiencia de diez semanas en un glaciar andino sin comida, refugio o incluso ropa de abrigo a -30 grados centígrados a una altitud de unos 3.500 metros.
Al final, sólo 16 lograron regresar con vida de la montaña, tras soportar 72 días de un frío extremo y verse obligados a ingerir la carne de los difuntos.
"No tengo ningún interés en morirme, pero dejé de perderle miedo después de convivir tantos días con ella en la montaña", dijo Inciarte en 2017. "Con Numa Turcatti, después de la avalancha, nos agarramos gangrena en una pierna, y nos tuvimos que operar con una hoja de afeitar. Yo me salvé y Turcatti murió días después. Él había sido más generoso que yo, yo fui tacaño. Es de lo que más me arrepiento: de no haber dado más. Yo tendría que estar muerto, si hubiese dado más a mis amigos".
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Diez días después de aquel trágico viernes 13, a través de una radio que aún funcionaba, los sobrevivientes se enteraron de que la búsqueda del avión había sido suspendida. Los habían dado por muertos. Fue entonces cuando decidieron que había que "dejar de esperar para empezar a actuar". La única salida era escalar las montañas y buscar ayuda.
Tras semanas de preparación, el plan imposible se puso en marcha el 12 de diciembre y terminó con Fernando Parrado y Roberto Canessa, los dos voluntarios que culminaron los nueve días de travesía, topándose con el arriero Sergio Catalán en la remota localidad chilena de Los Maitenes.
De los 16 sobrevivientes, algunos decidieron alejarse del ojo público bajo el cual quedaron desde el 22 de diciembre de 1972, cuando sucedió el rescate que maravilló al mundo. Otros eligieron tomar la bandera de su historia y transmitir sus aprendizajes en conferencias alrededor del globo.
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En declaraciones en 2012, con motivo de un viaje a Santiago para conmemorar los 40 años del accidente, y reencontrarse con el arriero que posibilitó su rescate, Inciarte reflexionó sobre la experiencia que marcó su vida: "Con el paso del tiempo lo que se dejó atrás fue la angustia, el sufrimiento, el dolor del frío que carcome la piel, para dar paso a la esperanza, a la historia de sobrevivencia, solidaridad y amistad que vivimos en la montaña".
Inciarte, nacido el 24 de abril de 1948 en Montevideo, era un empresario agropecuario destacado por su bonhomía, generosidad y optimismo. Se dedicó a brindar conferencias sobre su experiencia en los Andes y publicó un libro de memorias en el que habló del "milagro" que vivieron él y sus compañeros.
"Fue un milagro salvarnos luego de haber chocado contra una montaña en un avión que viajaba a más de 400 kilómetros por hora. Fue un milagro sobrevivir al alud que sepultó el fuselaje del avión mientras dormíamos", escribió. "Fue un milagro que Canessa y Parrado, desnutridos, pudieran caminar durante siete días por la nieve o escalar montañas de más de seis mil metros de altura sin contar con ropa de abrigo. Fue un milagro que Parrado encontrara junto a la fuerza aérea de Chile el lugar exacto donde había quedado el avión con nosotros adentro. No sé si fue un milagro formar la familia que hoy tengo, pero sí sé que es un regalo de la vida".
Respecto de cómo fue su vida posterior al accidente, relató en una entrevista: "Los primeros treinta años, desde que salí de la montaña hasta que me retiré de la actividad empresarial, me dediqué a formar una familia como cualquier hijo de vecino. Me casé apenas llegué, al año nació mi primer hijo. Esa fue una emoción mayor que ver llegar los helicópteros de rescate. Después llegaron mis dos hijas. Durante años corrí atrás de los bancos, del precio de la leche delas vacas, hasta que en 2002 me jubilé. Ahí, por primera vez, compartí mi experiencia en una charla. Me llevé una sorpresa, porque una mujer se acercó al final y me dijo que la historia le había hecho muy bien. Yo quedé encantado, y a partir de ahí empecé a dar más charlas, en las que hablo del hombre, de la condición humana. Allá arriba le busqué sentido al sufrimiento en vida, y a la muerte, que es algo que me seducía y continúa haciéndolo".
ds